Sobre
la supremacía nuclear de Estados Unidos
Por
Keir A. Lieber y Daryl G. Press ()
Foreign
Affairs, marzo–abril 2006 / La Haine, 14/04/06
Estados Unidos está
ahora tratando de mantener su preeminencia global, que la administración
Bush define como la habilidad de impedir que surjan competidores y evitar
que los países más débiles sean capaces de desafiar a EEUU en regiones
críticas como el Golfo Pérsico.
El
presente de la destrucción
Por más de medio siglo,
los más poderosos estados nucleares han estado trabados en un punto
muerto conocido como "destrucción mutua asegurada" (DMA). Hacia
el comienzo de los años 60 los arsenales nucleares de los Estados Unidos
y la Unión Soviética habían crecido tanto en tamaño y sofisticación
que ninguno de los dos podía destruir la capacidad de represalia del otro
atacando primero, ni siquiera con un ataque sorpresa. En consecuencia,
iniciar una guerra nuclear equivalía a suicidarse.
Durante la Guerra Fría,
muchos expertos y analistas políticos creían que la DMA hacía que el
mundo fuera relativamente estable y pacífico, ya que obligaba a la
cautela en las relaciones internacionales, desalentaba el uso de amenazas
nucleares como medio de resolver disputas, y en general moderaba la
conducta de las superpotencias. (Es revelador que la última pulseada
nuclear, la crisis de los misiles de Cuba en 1962, haya ocurrido en los
albores de la era DMA.) Los optimistas argumentaban que, a causa del punto
muerto nuclear, había acabado la era de las guerras intencionales entre
las grandes potencias. Los críticos de la DMA, sin embargo, argumentaban
que lo que se evitaba no era la guerra entre las superpotencias sino el
repliegue del poder y la influencia de una Unión Soviética
peligrosamente expansionista y totalitaria. Desde esa perspectiva, la DMA
prolongaba la vida de un imperio malvado.
Este debate puede parecer
ahora historia antigua, pero en realidad es más relevante que nunca, dado
que la era de la DMA está acercándose a su fin. Hoy, por primera vez en
50 años, Estados Unidos está al borde de alcanzar la supremacía
nuclear. Es probable que pronto Estados Unidos tenga la capacidad de
destruir los arsenales de largo alcance de Rusia o China en un primer
ataque. Este dramático cambio en el balance nuclear tiene su origen en el
perfeccionamiento de los sistemas nucleares de Estados Unidos, en el
acelerado declive de los arsenales rusos, y en el glacial paso de
modernización de los sistemas nucleares chinos. A menos que las políticas
de Washington cambien o que Moscú y Beijing tomen medidas para
incrementar el tamaño y la disponibilidad de sus fuerzas, Rusia y China,
así como el resto del mundo, vivirán a la sombra de la supremacía
nuclear de Estados Unidos por muchos años.
Las diferentes opiniones
sobre las implicancias de este cambio dependerán de sus correspondientes
perspectivas teóricas. Los halcones, que creen que EEUU es una fuerza
benevolente en el mundo, darán la bienvenida a la nueva era nuclear
porque confían en que la superioridad estadounidense, tanto en armas
convencionales como nucleares, ayudará a impedir agresiones de otros países.
Por ejemplo, el crecimiento de la supremacía nuclear de EEUU puede llevar
a los líderes chinos a actuar con más cautela ante situaciones como la
de Taiwan, al darse cuenta de que por su vulnerabilidad, sus fuerzas
nucleares no podrían impedir una intervención estadounidense, y que las
amenazas nucleares chinas podrían llevar a un ataque estadounidense al
arsenal de Beijing.
Pero las palomas, que se
oponen al uso de amenazas nucleares para coercer a otros estados y temen
un Estados Unidos envalentonado y sin control, se preocuparán. Ellos
argumentan que la supremacía nuclear, especialmente al estar combinada
con el dominio estadounidense en tantas otras áreas de poder, podría
tentar a Washington a comportarse más agresivamente. Finalmente, a las
lechuzas, un tercer grupo preocupado por la posibilidad de conflictos
accidentales, les inquieta que la supremacía nuclear estadounidense pueda
inducir a otras potencias nucleares a adoptar posturas estratégicas, como
el dar control sobre armas nucleares a oficiales de bajo rango, lo que
aumentaría la probabilidad de un ataque nuclear no autorizado, creando lo
que los teóricos de la estrategia llaman "crisis de
inestabilidad."
El
arsenal de una democracia
Durante 50 años, los
planificadores bélicos del Pentágono han estructurado el arsenal nuclear
estadounidense para la disuasión de ataques nucleares a los EEUU, y también
para ganar una guerra nuclear lanzando un ataque anticipatorio que
destruya las fuerzas nucleares de un enemigo. Para estos fines, Estados
Unidos se basa en una tríada que comprende bombarderos estratégicos,
misiles balísticos intercontinentales (ICBM) y submarinos lanzadores de
misiles balísticos (conocidos como SSBN–ballistic missiles launching
submarines). Esta tríada reduce las chances de que un enemigo pueda
destruir todas las fuerzas nucleares en un solo ataque, incluso con un
ataque sorpresa, asegurando que Estados Unidos tenga la capacidad de
lanzar una respuesta devastadora.
Esta represalia sólo
debería ser capaz de destruir una fracción suficiente de ciudades e
industria del atacante como para impedir un ataque. Sin embargo, esta
misma tríada nuclear podría ser usada en una ofensiva contra las fuerzas
nucleares de un adversario. Los bombarderos stealth podrían esquivar los
radares enemigos, los submarinos podrían disparar sus misiles cerca de la
costa enemiga para que los líderes enemigos no tengan tiempo de
responder, y los misiles basados en tierra, de alta precisión, podrían
destruir incluso silos que han sido reforzados, y otros blancos que
precisen ser alcanzados directamente. La capacidad de destruir todas las
fuerzas nucleares de un adversario, eliminando así la posibilidad de una
represalia, se conoce como capacidad de "primer ataque" o
supremacía nuclear.
Estados Unidos obtuvo
inmensos beneficios estratégicos de su supremacía nuclear durante los
primeros años de la Guerra Fría, tanto en términos de negociación de
crisis respecto de la Unión Soviética (por ejemplo, en el caso de Berlín
a fines de los 50 y principios de los 60) como de planificación de una
guerra contra el Ejército Rojo en Europa. En caso de que los soviéticos
invadieran Europa Occidental, Estados Unidos pensaba ganar la Tercera
Guerra Mundial lanzando inmediatamente un masivo ataque nuclear sobre la
Unión Soviética, sus clientes de Europa Oriental, y sus aliados chinos.
Y esto no eran invenciones de oscuros burócratas del Pentágono: estaba
aprobado por los más altos niveles del gobierno de EEUU.
La supremacía nuclear
estadounidense fue declinando a comienzos de los 60, a medida que los soviéticos
desarrollaban la capacidad de lanzar un ataque de represalia. Esto dio
lugar al comienzo de la DMA. Washington abandonó su estrategia de ataque
anticipatorio, pero durante el resto de la Guerra Fría se esforzó por
escapar a la DMA y restablecer su dominio nuclear. Para ello amplió su
arsenal nuclear, mejorando continuamente la precisión y letalidad de las
armas apuntadas hacia objetivos soviéticos, puso en la mira los sistemas
soviéticos de mando y control, invirtió en escudos de defensa misilística,
envió submarinos de ataque a rastrear los SSBN rusos, y construyó
misiles balísticos multiojiva (tanto ubicados en tierra como lanzables
desde submarinos) así como bombarderos stealth y misiles nucleares de
crucero dificiles de detectar. La Unión Soviética, que tampoco estaba
feliz con la DMA, montó un arsenal masivo con la esperanza de obtener la
superioridad nuclear. Ninguno de los lados estuvo siquiera cerca de
obtener la capacidad de "primer ataque", pero sería un error
considerar la carrera armamentista como enteramente irracional: ambas
superpotencias eran muy conscientes de los beneficios de la supremacía
nuclear, y ninguna estaba dispuesta a correr el riesgo de quedarse atrás.
Desde el final de la
Guerra Fría el arsenal nuclear de Estados Unidos ha sido mejorado
significativamente. Los misiles balísticos en submarinos fueron
reemplazados por los sensiblemente más precisos misiles Trident II D–5,
muchos de los cuales incorporan nuevas ojivas de mejor rendimiento. La
marina estadounidense ha desplazado una mayor proporción de sus SSBN
hacia el Pacifico, para que puedan patrullar cerca de la costa china, o en
el punto ciego de la red de radares de alerta temprana de Rusia. La fuerza
Aérea de Estados Unidos ha terminado de equipar a sus bombarderos B–52
con misiles de crucero nucleares, que probablemente sean invisibles para
los radares de la defensa aérea de Rusia y China. Y la fuerza aérea
también ha mejorado la aeroelectrónica de sus bombarderos B–2 stealth
para permitirles volar a muy bajas altitudes, con el objeto de evitar
hasta los radares más sofisticados. Por último, aunque la fuerza aérea
ya terminó en 2005 de desmantelar sus altamente letales misiles MX para
cumplir con los acuerdos de control de armamento, está mejorando
significativamente los ICBM restantes instalándoles las ojivas de alto
rendimiento de los MX, y avanzados vehículos de reentrada en los ICBM
Minuteman, y ha modernizado los sistemas de guía de los Minuteman para
alcanzar la precisión de los MX.
Desequilibrio
del terror
Desde el final de la
Guerra Fría, el arsenal estratégico ruso se ha deteriorado marcadamente,
aun cuando las fuerzas nucleares de Estados Unidos se han reforzado. Rusia
tiene 39 por ciento menos de bombarderos de largo alcance, 50 menos ICBM y
80 por ciento menos SSBN que los que la Unión Soviética tuvo durante sus
últimos días. Sin embargo, el verdadero nivel de degradación del
arsenal ruso es mucho mayor que lo que estos recortes sugieren. Las pocas
fuerzas nucleares que Rusia conserva están lejos de estar listas para ser
usadas. Los bombarderos estratégicos rusos, que ahora están ubicados en
sólo dos bases y son por lo tanto vulnerables a un ataque sorpresa, casi
no realizan ejercicios de entrenamiento y sus ojivas están almacenadas
fuera de las bases. Más del 80 por ciento de los ICBM rusos ubicados en
silos han excedido sus vidas útiles, y los planes para reemplazarlos con
nuevos misiles han sido pospuestos a causa de pruebas fallidas y bajos índices
de producción. Los ICBM rusos móviles casi no patrullan y, si bien podrían
disparar sus misiles desde sus bases si se los advirtiera con suficiente
anticipación, parece improbable que tuvieran tiempo de hacerlo.
La tercera pata de la tríada
nuclear rusa es la que más se ha debilitado. Desde 2000, los SSBN de
Rusia realizan aproximadamente dos patrullas por año, lo que debe
compararse con las 60 de 1990. (En contraste los SSBN estadounidenses
hacen aproximadamente 40 patrullas por año.) Durante la mayor parte del
tiempo los nueve submarinos rusos que llevan misiles balísticos descansan
en puerto, donde resultan blancos fáciles. Además, los submarinos
necesitan tripulaciones bien entrenadas para ser efectivos. Operar un
submarino que cuenta con misiles balísticos, y coordinar silenciosamente
sus operaciones con barcos en la superficie y con submarinos de ataque
para eludir fuerzas enemigas, no es una tarea simple. Sin patrullas
frecuentes, las habilidades de los submarinistas rusos, así como los
submarinos mismos, se están degradando. Es revelador el hecho de que una
prueba del 2004 de varios misiles balísticos lanzados desde submarinos (a
la que asistió Vladimir Putin) fue un fiasco total: todos ellos o bien
fallaron o bien se desviaron de su curso. El hecho de que fallas similares
ocurrieran durante el verano y el otoño de 2005 completa esta poco
halagadora imagen de las fuerzas nucleares rusas.
Estos problemas son
amplificados por el estado desastroso de los sistemas rusos de alerta
temprana. Los satélites soviéticos y rusos nunca han sido capaces de
detectar misiles lanzados desde submarinos estadounidenses. (En una
declaración pública reciente un importante general ruso describió la
constelación de satélites de alerta temprana de su país como
"desesperadamente anticuada.") En su lugar, los comandantes
rusos dependen de sistemas de radar ubicados en tierra para detectar
ojivas entrantes de misiles lanzados por submarinos. Pero la red de
radares tiene un enorme agujero en su cobertura que se encuentra en el
este del país, hacia el océano Pacífico. Si los submarinos
estadounidenses lanzaran misiles desde ciertas áreas en el Pacífico, los
líderes rusos probablemente no se enterarían hasta que las ojivas
hubieran detonado. La cobertura de los radares rusos de algunas áreas del
Atlántico Norte también es irregular, dando apenas algunos minutos de
alerta antes del impacto de ojivas lanzadas desde submarinos.
Moscú podría tratar de
reducir su vulnerabilidad consiguiendo dinero para mantener dispersos sus
submarinos y misiles móviles. Pero esa sería sólo una solución
temporaria. Rusia ya ha extendido la vida útil de sus envejecidos misiles
móviles, lo que no puede hacer indefinidamente, y sus esfuerzos para
desplegar nuevas armas estratégicas continúan fracasando. El plan de la
marina rusa de lanzar una nueva clase de submarino lanzador de misiles balísticos
se ha retrasado mucho. Es muy probable que ni un solo submarino esté
operacional antes de 2008, y que se tarde aún más en desplegarlos.
Mientras las fuerzas
nucleares rusas se van deteriorando, Estados Unidos está mejorando su
capacidad de rastrear submarinos y misiles móviles, erosionando aún más
la confianza de los líderes rusos en su capacidad de disuasión nuclear.
(Ya en 1998 estos mismos líderes expresaron sus dudas acerca de la
habilidad de los submarinos rusos de no ser detectados por los
estadounidenses.) Además, Moscú ha anunciado que planea reducir el número
de ICBM ubicados en tierra en otro 35 por ciento para 2010; expertos
extranjeros predicen que los recortes serán en realidad del 50 al 75 por
ciento de la fuerza actual, posiblemente dejando a Rusia con apenas 150
ICBM para el fin de esta década, lo que debe ser comparado con los 1300
misiles que poseía en 1990. Mientras más se reduzca el arsenal nuclear
ruso, más fácil será para Estados Unidos llevar a cabo un primer
ataque.
Para determinar cuanto ha
cambiado el balance nuclear desde la Guerra Fría, hemos realizado una
simulación computacional de un hipotético ataque de Estados Unidos al
arsenal nuclear ruso usando las formulas estándar desclasificadas que los
analistas de defensa han usado por décadas. Asignamos ojivas nucleares
estadounidenses a blancos rusos usando dos criterios: las armas de mayor
precisión se apuntaron a los blancos más difíciles, y las armas de
llegada más rápida a las fuerzas rusas capaces de reaccionar más rápidamente.
Dado que Rusia es esencialmente ciega a ataques lanzados desde submarinos
en el Pacífico, y que tendría grandes dificultades en detectar el
acercamiento de misiles nucleares de crucero volando bajo, apuntamos al
menos un misil ubicado en submarinos o de crucero a cada sistema de armas
ruso. De un ataque organizado de esta manera los líderes rusos no recibirían
virtualmente ninguna alerta.
Se puede suponer que este
simple plan sería menos efectivo que la estrategia real de Washington,
que el gobierno estadounidense ha estado perfeccionando por décadas. Es
posible que el verdadero plan de los Estados Unidos requiera atacar
primero los sistemas rusos de control y mando, saboteando las estaciones
de radar, o tomar otras medidas anticipatorias, las cuales harían a las
fuerzas estadounidenses mucho más letales que lo que asume nuestro
modelo.
De acuerdo a nuestro
modelo, un ataque tan simple como éste tendría buenas chances de
destruir cada uno de los submarinos, ICBM y bases de bombarderos.(). Y nuestros resultados no
están basados en un escenario ideal o en hipótesis no realistas, como
que los misiles estadounidenses funcionen perfectamente o que las ojivas
nunca fallen en alcanzar su blanco. Más bien usamos suposiciones estándar
para estimar la posible imprecisión y falta de confiabilidad de los
sistemas de armas de EEUU. Además, nuestro modelo muestra que todo el
arsenal estratégico nuclear de Rusia sería destruido, incluso en el caso
de que el armamento estadounidense fuese 20 por ciento menos preciso que
lo que asumimos, o si su confiabilidad fuese sólo del 70 por ciento, o si
los silos rusos de ICBM fueran un 50 por ciento más resistentes (o sea, más
reforzados) que lo que esperábamos. (Por supuesto, es posible que las
estimaciones desclasificadas que usamos subestimen las capacidades de las
fuerzas estadounidenses, lo que haría que un ataque real tenga aún más
probabilidades de éxito.)
Debe quedar claro que
esto no significa que un primer ataque de los Estados Unidos vaya a
funcionar en la realidad; un ataque así implica muchas incertezas. Por
supuesto, tampoco significa que un primer ataque sea probable. Pero lo que
nuestro análisis sugiere es profundo: los líderes rusos ya no pueden
contar con una capacidad de disuasión a la que puedan sobrevivir. Y, a
menos que cambien el curso rápidamente, la vulnerabilidad de Rusia no hará
más que incrementarse con el tiempo.
El arsenal nuclear de
China es aún más vulnerable a un ataque estadounidense. Un primer ataque
de Estados Unidos tendría éxito ya sea que fuese sorpresivo o lanzado en
el medio de una crisis y durante una alerta china. El arsenal estratégico
nuclear chino es limitado. El Ejército de Liberación del Pueblo no posee
actualmente SSBN modernos o bombarderos de largo alcance. Su brazo naval
solía tener dos submarinos que contaban con misiles balísticos, pero uno
se hundió y el otro, cuyas capacidades eran tan pobres que nunca salió
de aguas chinas, ya no está operacional. La flota de bombarderos de
mediano alcance tampoco impresiona: los bombarderos ya son obsoletos y
vulnerables a un ataque. De acuerdo a estimaciones desclasificadas del
gobierno de Estados Unidos, todo el arsenal nuclear intercontinental de
China consiste en 18 ICBM estacionarios de una ojiva. Y estos no están
listos para ser lanzados durante una alerta: sus ojivas se encuentran
almacenadas y los misiles mismos están sin combustible. (Los ICBM chinos
usan combustible líquido, que corroe los misiles después de 24 horas.
Cargarles el combustible lleva aproximadamente dos horas.) La falta de un
sistema sofisticado de alerta temprana incrementa la vulnerabilidad de los
ICBM. Es probable que China no llegue a tener ninguna alerta de un ataque
misilístico realizado desde submarinos o de un ataque usando cientos de
misiles nucleares de crucero stealth.
Muchas fuentes afirman
que China está tratando de reducir la vulnerabilidad de sus ICBM
construyendo silos–señuelo. Pero los señuelos no pueden servir de base
firme para la disuasión. Tendría que haber cerca de un millar de silos
falsos para que un primer ataque estadounidense a China fuera tan difícil
como un ataque a Rusia, y no hay información disponible sobre la fuerza
nuclear china que sugiera la existencia de semejante cantidad de señuelos.
E incluso si China los construyera, sus comandantes siempre se preguntarían
si los sensores estadounidenses realmente no pueden distinguir los silos
falsos de los reales.
A pesar de todo lo que se
dice acerca de la modernización militar de China, son escasas las chances
de que durante la próxima década China adquiera una capacidad de disuasión
nuclear a la que pueda sobrevivir. Los esfuerzos de modernización en
China se han enfocado en las fuerzas convencionales, y por ello la
modernización de su arsenal nuclear ha sido lenta. Desde mediados de los
80 China ha estado tratando de desarrollar un nuevo misil balístico para
su futuro submarino así como ICBM móviles (el DF–31, y el DF–31A, de
mayor alcance) para reemplazar su actual fuerza de ICBM. El Departamento
de Defensa de EEUU predice que China desplegará DF31s en unos pocos años,
aunque este pronóstico debería ser recibido con escepticismo: la
inteligencia estadounidense ha estado anunciando el inminente despliegue
de este misil desde hace décadas.
Pero incluso cuando sean
desplegados, es improbable que los DF–31 vayan a reducir
significativamente la vulnerabilidad de China. El limitado alcance de los
misiles, estimado en apenas 8000 km. (4970 millas) impone grandes
restricciones al área donde podrían ser escondidos, reduciendo la
dificultad de buscarlos. Los DF31 sólo podrían llegar a Estados Unidos
si fueran desplegados muy al noreste en China, principalmente en la
provincia de Heilongjiang, cerca de la frontera entre Rusia y Corea del
Norte. Pero Heilongjiang es muy montañosa, con lo cual los misiles sólo
podrían desplegarse a lo largo de unos pocos cientos de kilómetros de
buenos caminos, o en una pequeña llanura en el centro de la provincia.
Tales restricciones incrementan la vulnerabilidad de los misiles, y llevan
incluso a preguntarse si sus blancos estarán en EEUU o si más bien serán
apuntados a blancos en Rusia y Asia.
Dado el lento paso de la
modernización nuclear de China, es dudoso que una capacidad de segundo
ataque pueda materializarse en un futuro cercano. Estados Unidos tiene hoy
una capacidad de "primer ataque" respecto a China, y debería
ser capaz de mantenerla por una década o más.
¿Diseño
inteligente?
¿Están los Estados
Unidos buscando intencionalmente la supremacía nuclear? ¿O esta supremacía
es más bien un subproducto involuntario de la competición dentro del
Pentágono por mayores tajadas del presupuesto, o de programas ideados
para contrarrestar nuevas amenazas de los terroristas o de los así
llamados "estados canallas"?
Las verdaderas
motivaciones son siempre difíciles de precisar, pero el peso de la
evidencia sugiere que Washington está de hecho deliberadamente buscando
la supremacía nuclear. De hecho, los líderes de EEUU siempre han
aspirado a ella. Y la naturaleza de los cambios realizados al arsenal
actual y tanto la política como la retórica oficiales apoyan esta
conclusión.
Las mejoras realizadas a
su arsenal nuclear son evidencia de que los Estados Unidos están
activamente buscando la supremacía en este campo. La Marina, por ejemplo,
está actualizando el detonador de su ojiva nuclear W–76, con la que
cuenta la mayor parte de los misiles lanzados desde submarinos.
Actualmente las ojivas sólo pueden ser detonadas en explosiones aéreas
bastante lejos del suelo, pero el nuevo detonador les permitirá también
ser detonadas a nivel del suelo o apenas por encima, lo que las hace
ideales para atacar blancos muy duros, como los silos de ICBM. Otro
programa de investigación de la Marina busca mejorar sustancialmente la
precisión de sus misiles lanzados desde submarinos (que ya están entre
los más precisos del mundo.) Pero incluso si estos esfuerzos no llegan a
alcanzar sus objetivos, cualquier mejora en la precisión, combinada con
los detonadores que explotan a nivel del suelo, multiplicará la letalidad
de estos misiles. Semejantes mejoras sólo tienen sentido si lo que se
pretende de los misiles es que sean capaces de destruir un gran número de
objetivos difíciles. Y dado que los B–2 ya son muy complicados de
detectar, es difícil ver cómo la Fuerza Aérea podría justificar el
aumento del riesgo de estrellarlos contra el suelo al hacerlos volar a muy
bajas altitudes para evitar ser detectados por los radares, a menos que su
misión sea penetrar una red de defensa antiaérea altamente sofisticada
como la de Rusia o, quizás en el futuro, la de China.
Durante la Guerra Fría,
una explicación para la evolución de la carrera armamentista nuclear era
que la competencia entre servicios militares rivales por mayores tajadas
del presupuesto los llevaba a construir cada vez más armas nucleares.
Pero los Estados Unidos no están alcanzando la supremacía nuclear por
medio de grandes proyectos como podrían serlo nuevos SSBN, bombarderos o
ICBM. Los programas actuales de modernización involucran mejoras
graduales a sistemas ya existentes. El reciclado de ojivas y vehículos de
reentrada de misiles MX discontinuados por la Fuerza Aérea (incluso hay
informes de que ojivas MX adicionales pueden ser colocadas en misiles
lanzados de submarinos) es la clase de utilización eficiente de recursos
que no encaja en una teoría basada en competencia interna por más
presupuesto. Antes que reflejar batallas por los recursos institucionales,
estas acciones lucen más bien como un conjunto coordinado de programas
para mejorar las capacidades de "primer ataque" de los Estados
Unidos.
Algunos pueden
preguntarse si los esfuerzos realizados por EEUU para modernizar su
arsenal nuclear no están en realidad pensados teniendo en mente
terroristas o estados canallas. Dada la guerra contra el terrorismo
llevada a cabo actualmente por EE. UU y su continuo interés en destruir búnkers
situados a gran profundidad (reflejado en los esfuerzos de la administración
Bush para desarrollar nuevas armas nucleares para destruir blancos subterráneos),
uno podría asumir que las actualizaciones de la ojiva W–76 están diseñadas
para ser usadas contra blancos tales como arsenales de armas de destrucción
masiva de estados canallas o terroristas escondidos en cuevas. Pero esta
explicación no se sostiene. Estados Unidos ya tiene más de un millar de
ojivas nucleares capaces de atacar búnkers o cuevas. Si la modernización
nuclear de EEUU apuntara realmente a terroristas o estados canallas, la
fuerza nuclear del país no necesitaría el millar adicional de ojivas
capaces de explotar en tierra que resultarán del programa de modernización
de las W–76. En otras palabras, la fuerza nuclear actual y futura de
EEUU parece pensada para llevar a cabo un ataque anticipatorio que pueda
desarmar a Rusia o China.
Además, la búsqueda
deliberada de la supremacía nuclear es totalmente consistente con la explícitamente
declarada política de los Estados Unidos de expandir su dominación
global. En la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Bush,
de 2002, se dice explícitamente que Estados Unidos apunta a establecer su
supremacía militar: "Nuestras fuerzas serán lo suficientemente
poderosas como para disuadir a potenciales adversarios de embarcarse en
una escalada militar con el objeto de superar o igualar el poder de los
Estados Unidos." Con este fin Estados Unidos está buscando
abiertamente la supremacía en cada aspecto de la moderna tecnología
militar, tanto para su arsenal convencional como para el nuclear.
La búsqueda de
Washington de la supremacía nuclear ayuda a entender, por ejemplo, su
estrategia de defensa misilística. Críticos de la defensa misilística
argumentan que un escudo nacional de defensa contra misiles, como el
prototipo que Estados Unidos ha desplegado en Alaska y California, sería
fácilmente abrumado por una nube de ojivas y señuelos lanzados desde
Rusia o China. Y tienen razón: es altamente improbable que incluso un
sistema de varios niveles, con elementos basados en tierra, aire, agua y
espacio, pueda proteger a los EEUU de un ataque nuclear a gran escala.
Pero se equivocan al concluir que eso implica que el sistema de defensa
misilística es inútil, como también se equivocan los partidarios de la
defensa misilística que argumentan que, por razones parecidas, un sistema
así solo podría preocupar a los estados canallas y a los terroristas, y
no a las grandes potencias nucleares.
Lo que ambos bandos pasan
por alto es que el tipo de defensa misilística que los Estados Unidos
podrían plausiblemente desplegar tendría valor principalmente en un
contexto ofensivo, no en uno defensivo, es decir como un agregado de la
capacidad de primer ataque de EEUU y no como un escudo independiente. Si
Estados Unidos lanzara un ataque nuclear contra Rusia o China, en el mejor
de los casos sólo una minúscula parte del arsenal del país atacado podría
sobrevivir. En ese caso, incluso un sistema de defensa misilística
modesto o ineficiciente bastaría como protección contra cualquier
represalia, dado que al enemigo, devastado, le quedarían muy pocas ojivas
o señuelos.
Durante la Guerra Fría
Washington confiaba en su arsenal nuclear no sólo para impedir ataques
nucleares de sus enemigos sino también para disuadir al Pacto de Varsovia
de explotar su superioridad en armas convencionales para atacar Europa
occidental. Era principalmente esto último lo que hizo que Washington
evitara hacer promesas acerca de "no ser el primero en usar"
armas nucleares. Ahora que este objetivo se ha vuelto
"obsoleto", y los EEUU están empezando a recuperar su supremacía
nuclear, la continua negativa de Washington a renunciar a un primer
ataque, así como el desarrollo de una limitada capacidad de defensa misilística,
adquieren un significado nuevo y posiblemente más amenazador. Las
conclusiones más lógicas que pueden sacarse de esto son que la capacidad
de librar una guerra nuclear sigue siendo un componente clave en la
doctrina militar de los Estados Unidos, y que la supremacía nuclear sigue
siendo un objetivo de los Estados Unidos.
¿Dejar
de preocuparse y amar la bomba?
Durante la Guerra Fría,
la DMA hizo que el debate acerca de lo acertado de la supremacía nuclear
fuera poco más que un ejercicio teórico. Ahora que el delicado
equilibrio impuesto por la DMA está por romperse, esa discusión se ha
vuelto mortalmente seria. Que EEUU alcance la supremacía nuclear es visto
por los halcones como un evento positivo. Antes se lamentaban de que la
DMA hacía a los Estados Unidos vulnerables a un ataque nuclear. Ellos
argumentan que, con la desaparición de la DMA, Washington tendrá lo que
los estrategas llaman "dominación de escalada", que es la
habilidad de ganar una guerra de cualquier nivel de violencia, y por eso
estará mejor preparado para frenar las ambiciones de estados peligrosos,
como China, Corea del Norte e Irán. Las palomas, por otro lado, temen un
mundo en el que EEUU tenga la libertad de amenazar, e incluso usar la
fuerza, para alcanzar sus objetivos de política exterior.
Según su punto de vista,
las armas nucleares sólo pueden producir paz y estabilidad si todas las
potencias nucleares son igualmente vulnerables. A las lechuzas les
preocupa que la supremacía nuclear pueda causar reacciones
desestabilizadoras en otros gobiernos, independientemente de las
intenciones de los Estados Unidos. Ellos asumen que Rusia y China trabajarán
furiosamente para reducir su vulnerabilidad construyendo más misiles,
submarinos y bombarderos; poniendo más ojivas en cada arma, manteniendo
sus fuerzas nucleares en niveles mayores de alerta en tiempos de paz, y
adoptar políticas de represalia del tipo "hair–trigger" (en
las que el menor estímulo lleva a una reacción. N. del T.). Las lechuzas
argumentan que, si Rusia y China siguen estos pasos, los riesgos de una
guerra accidental, no autorizada, o incluso intencional (especialmente
durante momentos de crisis) pueden trepar a niveles no vistos por décadas.
En última instancia, es
sólo en el contexto de los objetivos de la política exterior de EEUU que
puede evaluarse lo acertado o no de su búsqueda de la supremacía
nuclear. Estados Unidos está ahora tratando de mantener su preeminencia
global, que la administración Bush define como la habilidad de impedir
que surjan competidores y evitar que los países más débiles sean
capaces de desafiar a EEUU en regiones críticas como el Golfo Pérsico.
Si Washington continúa creyendo que esa preeminencia es necesaria para su
seguridad, entonces los beneficios de la supremacía nuclear pueden
superar a sus riesgos. Pero si Estados Unidos adopta una política
exterior más contenida (por ejemplo usando como premisas un mayor
escepticismo sobre los beneficios de exportar la democracia por la fuerza,
de lanzar ataques para prevenir la proliferación de armas de destrucción
masiva y de frenar agresivamente el ascenso de posibles competidores),
entonces los beneficios de la supremacía nuclear serán superados por sus
peligros.
Notas:
.– (*)
Keir A. Lieber, autor de "War and Engineers: the primacy of
Politics Over Techonology", es profesor asistente de Ciencias Políticas
en la Universidad de Notre Dame. Daryl G. Press, autor de
"Calculating Credibility: How Leaders Asess Military
Threats", es profesor asociado de Ciencias Políticas en la
Universidad de Pennsilvania. Fuente: foreignaffairs.org. Traducido
para Rebelión por Sebastian Risau.
.–
Ampliamos este argumento en "The end of MAD? The nuclear
dimension of U.S. primacy", International Security 30, 4
(primavera de 2006).
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