Déjà vu en Chad
Por
Juan Carlos Galindo (*)
AIS
(Agencia de Información Solidaria), 04/05/06
“Presidente
en la primera vuelta”. Este es uno de los lemas con los que Idriss Déby
Itno, 54 años, 16 de ellos en el poder, acudía el 3 de mayo a las urnas
para ser reelegido como presidente de Chad. Sonaría a broma si no fuese
por la sangre y el sufrimiento que hay detrás. Porque, con independencia
de cómo se resuelva la farsa electoral, Déby será elegido de nuevo
presidente. Frente a él sólo quedan un puñado de candidatos títere. Un
desconocido independiente, dos ministros del gobierno y un miembro de la
mayoría gubernamental en la Asamblea Nacional. Los resultados se publican
el 14 de mayo, pero no habrá que esperar hasta entontes.
La
Coordinación de partidos políticos por la defensa de la Constitución,
coalición de 20 partidos de la oposición, ha llamado al boicot en forma
de abstención. Es lo poco que le queda a un bando opositor masacrado por
una dictadura sanguinaria que ha asesinado a gran parte de quienes se han
opuesto a ella.
Francia,
siempre Francia
La
única duda que planeaba sobre los comicios era la de saber si los
rebeldes, que ya alcanzaron la capital el pasado 13 de abril pero que
fueron expulsados por las fuerzas gubernamentales ayudadas por el
contingente francés, cumplirían con lo prometido y volverían a atacar
en el día de las elecciones.
Según
las últimas informaciones de que se dispone a través de Radio France
International y la agencia AFP, los comicios han transcurrido con
normalidad. Afortunadamente, porque la llegada al poder por la fuerza,
tradición en Chad, nunca ha traído más que desgracias a un pueblo históricamente
subyugado.
Primero,
por la metrópoli, Francia, hasta su independencia en 1960. Después, por
diversos dictadores, siempre apoyados por la ex potencia colonial.
Especialmente Hissène Habré, perseguido por crímenes contra la
humanidad y su ex jefe de Estado Mayor, traidor después para hacerse con
el poder, Idriss Déby. El organizador de estas farsas electorales fue
educado en la Escuela de Guerra de París. No es, ni mucho menos, el
primero dictador africano que disfruta de tal honor. No es tampoco, el
primero que recibe apoyo logístico del ejército francés para perpetuar
el horror, ni el primero que es ayudado, protegido y aconsejado por
militares franceses y miembros de sus servicios de información.
Francia
se excusa y asegura que se limita a completar la capacidad de la armada
chadiana, a “garantizar la soberanía del país” y a realizar misiones
de “información y apoyo”. Curiosa forma de llamar al blindaje de una
dictadura. El 13 de abril, los Mirages de la aviación republicana
sobrevolaban las columnas de rebeldes que avanzaban hacia la capital,
aportado a Déby información precisa de su avance y paradero. Según
informa el diario Le Monde, los franceses realizaron un único disparo, de
advertencia. Mensaje recibido.
Con
la misma o menor sutileza, Francia ha apoyado los regímenes asesinos y
opresores de Omar Bongo en Gabón, Denis Sassou N´Guesso en Congo
Brazaville, Paul Biya en Camerún, Eyadéma en Togo… la lista es
interminable. Siempre Francia, la petrolera ELF, hoy Total, y los
intereses de una mafia político–empresarial por encima de los de las
poblaciones civiles. Es lo que se ha dado en llamar Françafrique.
Déby
el demócrata
Pero
lo cierto es que se comprende la preocupación del Elíseo por el
mantenimiento en el poder de un amante de la democracia como Idriss Déby,
que llegó al poder en 1990 por las armas y que después se ha mantenido a
través de sucesivas farsas como la de este 3 de mayo. Primero en 1996 y
en 2001 y, después, cuando ya no se lo permitía la Constitución,
mediante un referéndum amañado para cambiar la Carta Magna y
garantizarse la reelección en 2006. Todo ello con una presencia de más
de 1.000 militares y “consejeros” franceses desplegados desde 1986 en
la llamada misión Epervier. Y con otras presencias más sutiles como la
del asesor electoral de Déby, un tal Jérôme Grand d’Esnon, pieza
central de las campañas electorales, y ya van unas cuantas, de Jaques
Chirac.
“Estamos
abiertos a dialogar con la oposición que se hace llamar democrática”
asegura Déby. Curiosa forma de diálogo la de quien se ha llegado a
encargar de torturar a sus rivales con sus propias manos. En 1992, 220
miembros del Movimiento por la Democracia y el Desarrollo (MDD) fueron
conducidos ilegalmente a Nigeria para ser después torturados y asesinados
en presencia de un entusiasta presidente de Chad. Mamadou Bissou era un
joven y brillante ejecutivo que fue acusado de redactar el programa de uno
de los partidos que, en 1992, acababa de ser legalizado. Fue asesinado en
presencia de su mujer e hijos por orden de Déby, el demócrata. La
información está reflejada en un dossier extraordinariamente bien
documentado, elaborado por la oposición y publicado por la prestigiosa
organización francesa Survie.
Riesgos
inminentes
Perpetuado
el desastre, éste no tiene límites. Chad se encuentra en estos momentos
aislado internacionalmente, a excepción del apoyo francés. Su
presidente, también. El Banco Mundial ha congelado los ingresos petrolíferos
del país por el incumplimiento de sus compromisos por parte de Déby, que
gasta en armamento lo que había prometido que invertiría en garantizar
el futuro de los habitantes de Chad.
Además,
aislado y carente de cualquier forma de legitimidad, Déby ha jugado
cartas muy peligrosas. Por un lado, las acusaciones contra Sudán, al que
culpa a todos los males del país. Es cierto que el régimen criminal de
Omar el– Bechir apoya la rebelión en Chad. Pero no lo es menos que Déby
hace otro tanto en Sudán, país sumido en una interminable guerra civil.
En su escalada de acusaciones y amenazas al país vecino y a los 200.000
sudaneses refugiados en Chad, Déby da un salto delante de imprevisibles
consecuencias.
El
despliegue de una fuerza multinacional bajo supervisión de la ONU y de la
Unión Africana y el inicio de un proceso de transición, diálogo y
justicia con todos los sectores de la sociedad civil es el único camino
para la normalización del país. Pero no parece que nadie, ni la ex
colonia, ni Estados Unidos ni la Unión Europea estén dispuestos a
iniciarlo.
La
alternativa: más muertes, escalada de violencia, radicalización de los
grupos rebeldes, guerra civil, más empobrecimiento y más inestabilidad
regional.
(*)
Periodista.
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