Los
planes imperiales de los EEUU son un barco que se hunde
Por Gilbert Achcar corriente[a]lterna, 09/08/06
Traducido
por C. Ayala y R. Bernabe.
"La
derrota de Hezbolá sería una gran pérdida para Irán, tanto sicológicamente
como estratégicamente. Irán perdería su influencia en el Líbano.
Perdería su principal medio de desestabilización y su forma de
inyectarse en el corazón del Oriente Medio. Se demostraría que se ha
extendido excesivamente al tratar de establecerse como una superpotencia
regional. Los Estados Unidos se han arriesgado grandemente para permitirle
a Israel que gane y ahora sucede todo esto. Ha contado con la capacidad de
Israel de hacer el trabajo. Pero ha sido defraudado. El Primer Ministro
Ehud Olmert ha provisto un liderazgo errático e incierto…. Su búsqueda
de una victoria a bajo costo ha puesto en peligro no solamente a la
operación del Líbano sino a la propia confianza de los EEUU en
Israel". (Charles
Krauthammer, Washington Post, 4 de agosto del 2006)
"Pero
la administración ahora tiene que admitir lo que todo el mundo que creía
en la importancia de hacer lo correcto en Irak- incluyéndome a mi- tiene
que admitir: Por razones de Bush o de los árabes, las cosas no están
marchando, y no podemos malgastar más vidas encima de las buenas vidas ya
gastadas… Pero lo segundo mejor sería irse de Irak. Por que la peor
opción-la que le encanta a Irán - es que nos quedemos en Irak,
sangrando, y a fácil alcance de Irán si atacamos sus capacidades
nucleares…. Tenemos que enfrentar a Irán y Siria, pero desde una posición
de fuerza-y eso requiere una amplia coalición. Mientras más tiempo
mantengamos una estrategia unilateral fallida en Irak, más difícil será
construir tal coalición, y se fortalecerán los enemigos de la
libertad". (Thomas
Friedman, New York Times, 4 de agosto del 2006)
Cada día
que pasa presenciamos a más y más personas que apoyaron la aventura
imperial de Bush en el Medio Oriente saltando de un barco que zozobra. Ya
no puede haber duda de que lo que muchos predijeron hace tiempo se está
comprobando: la administración Bush va a pasar a la historia como el
equipo más torpe que haya dirigido al Imperio Norteamericano.
Bush y
sus secuaces ya se han establecido en la memoria colectiva como los
sepultadores de las ambiciones imperiales post-Guerra Fría de los EEUU:
han logrado la hazaña incomparable de malgastar las condiciones
excepcionalmente favorables de las cuales gozaba el imperialismo
norteamericano desde que se comenzó a desplomar el otro coloso mundial en
el 1989. Han desperdiciado la ventana de oportunidad única a la cual el
propio Krauthammer citado arriba se refirió en el 1990 como "el
momento unipolar". Pero la desperdiciaron porque se inspiraban en
precisamente el mismo hubris imperial que distingue a los Krauthammer y a
los Friedman.
El artículo
que encabeza un número reciente de la revista Time, publicado
antes de que comenzara la nueva Guerra de Israel en el Líbano, anunciaba
"el fin de la diplomacia de los vaqueros"-y señalaba el hecho
obvio de que "la doctrina Bush naufragó en el lugar principal donde
los EEUU intentaron aplicarla":
Aunque
nadie en la Casa Blanca cuestiona abiertamente la decisión de Bush de
lanzarse a la Guerra en Irak, algunos asistentes ahora reconocen que ha
sido muy costosa en recursos militares, apoyo público y credibilidad en
el exterior. La administración está pagando la cuenta cada día a medida
que trata de bregar con otras crisis. Proseguir la doctrina ofensiva
contenida en la Doctrina Bush es casi imposible en un momento en que los
EEUU están tratando de averiguar cómo desprenderse de Irak. Alrededor
del mundo, tanto los amigos de los EEUU como sus adversarios se están
dando cuenta del hecho-y en muchos casos, tomando provecho-de las
tensiones de la superpotencia. Si el derrocamiento de Saddam Hussein marcó
el cenit de la hegemonía de los EEUU, los pasados tres años han sido
testimonio de la erosión constante de la capacidad de Washington de
imponer su voluntad al mundo. [1]
La queja
más seria del autor se planteaba de esta manera:
"Según
resulta, Irak puede que se convierta no en el primer sino en el último
laboratorio para la Guerra preventiva. En vez de desalentar a los
mandatarios de Teherán y Pyongyang, las dificultades de la ocupación
norteamericana han envalentonado a esos regímenes en su búsqueda de
armas nucleares a la vez que restringen las capacidades militares de los
EEUU de frenarlos".
Este
amargo estimado se acompañaba en el artículo de Time por la
misma esperanza que compartía el gran coro de aliados, protegidos, y
clientes de los norteamericanos; para todos ellos, con la excepción
sobresaliente del gobierno israelí, el hecho de que los neoconservadores
más prominentes de la administración Bush habían sido echados a un lado
nutría la esperanza de que se gestaba en la administración un nuevo
curso, más saludable, en materia de política exterior.
Los
cambios de personal que acompañaron el segundo término de George W.
Bush, a pesar de la salida del comandante en jefe de los realistas, Colin
Powell, quien de todas formas tenía una influencia limitada sobre la
administración, parecía confirmar la "penumbra de los
neoconservadores" que había sido anunciada hace dos años por
algunos seguidores de Clinton. [2]
Sin
embargo, lo que los autores de Time anunciaron como marca del fin
de la época de la "diplomacia de los vaqueros" - "se hace
evidente un cambio estratégico con la ascendencia de la Secretaria de
Estado Condoleezza Rice" -se convirtió en deseos fantasiosos casi al
momento de imprimirse, en vista de los eventos que inmediatamente
sucedieron al desatar Israel su agresión más brutal. Resultó ser que la
diplomacia de los vaqueros había sido simplemente sustituida por la
diplomacia de la vaquera, y el cambio es insignificante.
Es cierto
que Condoleezza Rice hizo un esfuerzo por ponerle algún maquillaje a la
faz de la política exterior de la administración Bush, pero la realidad
es que no ha habido cambio significativo en su sustancia. Rice ha sido uno
de los pilares de la administración desde su comienzo, y comparte los
mismos delirios y descabellados planes grandiosos que caracterizan al
resto del equipo. Fue puesta a cargo del Departamento de Estado en la
segunda administración de Bush. La principal misión de Rice consistió
en su mayoría en tapar los huecos y sellar las muchas goteras en la nave
de política exterior de la administración: se trataba, en realidad, de
una misión imposible. El barco inevitablemente se está hundiendo en las
profundidades oscuras del petróleo de Irak.
La
"hiperpotencia" estadounidense capaz de derrotar a cualquier
otro ejército regular en el planeta-la hiperpotencia cuyo gasto militar
excede el gasto combinado de más de 200 estados que constituyen el resto
del mundo, y cuyo presupuesto militar por si solo sobrepasa el producto
interno bruto de todos los otros países exceptuando 14-probó una vez más
en la historia contemporánea que es incapaz de controlar a las
poblaciones en rebelión. Para ese propósito, toda la impresionante
tecnología que posee el Pentágono es de muy poca ayuda. El control de
las poblaciones requiere tropas: se trata de un tipo de industria en la
cual la mano de obra no se puede reemplazar fácilmente con maqunarias. Es
por eso, incidentalmente, que las dictaduras son relativamente más
eficientes en este negocio, por que pueden movilizar a voluntad a sectores
de sus poblaciones y no temen pagar un precio alto en vidas de soldados.
Los EEUU
fueron incapaces de controlar a Vietnam con una tasa mayor de tropas de
ocupación por habitante que en Irak. Y sin embargo, el poder militar de
los EEUU es hoy mucho mayor que durante la guerra de Vietnam, en todos los
aspectos exceptuando el que resulta ser decisivo para las ocupaciones de
territorios: las tropas. El número de tropas estadounidenses ha sido
reducido drásticamente desde la época de Vietnam y de la Guerra Fría.
Inspirado por el espíritu típico del capitalismo en la época de la
automatización, el Pentágono creía que podía compensar la falta de
recursos humanos con armamentos sofisticados-la llamada "revolución
en asuntos militares". Entró así en la era de las guerras
"post-heroicas", como fueron llamadas estas guerras por un
analista independiente de los asuntos militares.[3] Y de hecho, no le costó
mucho trabajo a los EEUU derrotar "post-heroicamente" al ejército
de Saddam Hussein. Controlar a la población iraquí
"post-heroicamente", sin embargo, ha resultado ser un reto muy
distinto.
Los EEUU
han estado perdiendo progresivamente el control de Irak desde que la
ocupación se estabilizó en el 2003. Por una parte se ha enfrentado a una
insurgencia en las áreas sunís árabes, la cual no ha podido apaciguar
con el número limitado de tropas disponibles. Y es que, si un ejército
invasor es incapaz de ejercer su control sobre cada hectárea de
territorio poblado, como lo hacen las fuerzas locales, solo queda una
forma segura de eliminar cualquier insurgencia que se desempeñe con el
apoyo de su base popular, "como peces en el agua", para utilizar
la frase de Mao Zedong: hay que vaciar la piscina. Esto quiere decir o
bien cometer el genocidio, como lo han comenzado a hacer las tropas rusas
en Chechenia, o desplazar a la población a campos de concentración, o
una combinación de las dos, según el patrón que practicaron los EEUU en
Vietnam pero no pudieron llevar a cabo por que la población
norteamericana no lo hubiera tolerado.
En Irak,
Washington se enfrentó, por otra parte, con un problema mucho más grave,
y que se perfiló claramente a principios del 2004: la administración
Bush había sido inducida, por su propia estupidez y por el pregón de
algunos amigos iraquíes del Pentágono o por los estúpidos delirios de
otros-a creer que se podía ganar la simpatía de la comunidad mayoritaria
de Irak, la comunidad árabe chiíta. Esto resultó ser un desastre total
debido a que la influencia de las organizaciones fundamentalistas chiítas
predispuestas favorablemente hacia Irán resultó ser muchísimo más
fuerte que la influencia que pudieran comprar los lacayos de los EEUU
entre los chiítas de Irak. La administración Bush se quedo sin
alternativas para sus designios imperiales exceptuando la receta clásica
de dividir y conquistar, tratando de promover el antagonismo entre los
tres componentes principales de la población iraquí, utilizando una
alianza entre árabes sunís y kurdos como contrapeso contra la mayoría
chiíta. Terminó alimentando el fuego que desliza al país hacia la
guerra civil, empeorando aun más su fracasado intento de controlarlo.[4]
No hay
duda de que la forma en que los liliputianos de Irak han amarrado al
Guliver norteamericano ha envalentonado considerablemente a Irán, el otro
pilar en el Medio Oriente de lo que George W. Bush llamó el "eje del
mal" al comenzar su trayectoria guerrerista después de los eventos
de septiembre 11. La actitud francamente desafiante, y hasta provocadora,
de Irán se debe al hecho de que el coloso norteamericano en Irak resultó
tener los pies de arcilla. Y Teherán ripostó exitosamente contra el
intento de los clientes árabes de Washington de expandir las luchas
sectarias de Irak al resto del mundo árabe para aislar al régimen chiíta
de Irán-un truco que se utilizó con cierto éxito tras la revolución
iraní del 1979. Teherán contrarrestó el intento de los gobiernos árabes
descollando en su hostilidad hacia Israel, construyendo así su imagen de
campeón de la causa pan-islámica.
Una clave
para el éxito de Teherán es la alianza que tejió con Hamas, la
encarnación más popular del fundamentalismo islámico suní. Esta
alianza se fortaleció cuando la sección más grande de la Hermandad
Musulmana (de la cual Hamas es la rama palestina), la sección egipcia, se
expresó abiertamente a favor de las declaraciones provocadoras del
presidente iraní Ahmadinejad en contra de Israel. La subida al poder de
Hamas a través de las elecciones palestinas de enero del 2006 le
propinaron otro golpe más a la estrategia regional de los EEUU. Teherán
celebró en júbilo, descollando contra todos sus rivales árabes en su
apoyo al nuevo gobierno palestino. Fue en esa ocasión que Israel entró
en escena, visto desde Washington como el mejor candidato a la salvación
de lo que por otra parte se perfila cada vez más como un Titanic
imperial.
Una vez más
en cuatro décadas de alianza estratégica entre el patrocinador
estadounidense y el campeón israelí, Washington, todavía creyente en la
infalibilidad del conocimiento israelí de cómo lidiar con sus enemigos
árabes, les lanzo a su albacea favorito a los que estimaba que eran los
albaceas de Irán, Hamas y Hezbolá. Lo que la administración Bush ha
pasado por alto, sin embargo, es que la reputación de Israel ya se había
corroído bastante por su fracaso en controlar los territorios palestinos
ocupados desde 1967, y aun más, por la salida de tipo Saigón que
tuvieron que efectuar del sur del Líbano en el 2000, después de 18 años
de ocupación. Israel ya ha experimentado su propio Vietnam en el Líbano.
Al igual
que el Pentágono tras Vietnam, los planificadores de la guerra de Israel
se han desplazado desde la salida del Líbano al terreno de la "política
militar post-heroica", confiando mucho más en su armamento superior
que en la capacidad de combate de sus propias tropas de infantería.
Cuando invadió al Líbano en el 1982, Israel se enfrentaba principalmente
a las guerrillas de la OLP: en el Líbano, estas no eran exactamente
"peces en el agua" ya que se las arreglaron para enajenar a la
población libanesa a través de su comportamiento arrogante y torpe. La
resistencia libanesa que cobró ímpetu a partir del 1982, en la cual
Hezbolá llegó a jugar el rol principal, es un asunto completamente
distinto. Se trata del primer encuentro del ejército israelí con una
resistencia armada verdaderamente popular, con líneas de abastecimiento
en un terreno adecuado a la guerra de guerrilla. Israel confrontó el
mismo dilema descrito arriba en torno a Irak, y, al igual que los EEUU en
Vietnam, tuvo que beberse el trago amargo de una retirada que prácticamente
equivalía a una derrota.
La
creencia de Israel en la invincibilidad de sus armamentos superiores-su
hubris aumentado por la calidad amateur de Olmert y Peretz en asuntos
militares, los capitanes del equipo en estos momentos--- llevó a los
israelíes a pensar que podían forzar a Hezbolá a rendirse, o empujar a
los libaneses hacia una nueva guerra civil, tomando de rehén a la
totalidad del Líbano, destruyendo su infraestructura civil, y saturando
de bombas a las zonas de poblaciones chiítas. Israel demolió
deliberadamente vecindarios enteros y aldeas, en un patrón que se asemeja
a algunos de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial-- a Faluyah, a
mucho mayor escala, y por lo tanto con mucha mayor visibilidad. La nueva
guerra de Israel en el Líbano despliega la furia asesina de un acto de
venganza contra la única población que se las arregló para obligarlo a
salir incondicionalmente de un territorio ocupado.
El
comportamiento criminal de las fuerzas armadas israelíes en el Líbano,
con respecto a las convenciones internacionales de lo que constituye un
crimen de guerra, sobrepasa lo que los EEUU han perpetrado a escala masiva
en sus actividades militares post-Vietnam, ya sea en Irak en lo que fue
una vez Yugoslavia. En esto, el asalto de Israel al Líbano equivale a una
instancia de la política de las llamadas "entregas
extrajudiciales" (en inglés, "extraordinary rendition").
Es bien conocido que los EEUU entregan a los individuos que quiere que
sean "interrogados" a países aliados que no tienen limitaciones
legislativas como las de EEUU en materia de interrogación y que por lo
tanto no tienen impedimentos en cuanto al negocio sucio de la tortura.
Ahora Washington le ha confiado a Israel la tarea de derrotar a Hezbolá,
lo cual se considera una ficha de envergadura en la contra-ofensiva
regional dirigida contra Irán, con la esperanza de que Israel pueda
llevar a cabo esta tarea sucia sin incurrir en grandes problemas.
Explotando
sin trazo de vergüenza la horrible memoria del judeocidio Nazi-una
explotación que ha llegado a nuevos niveles de indecencia en la ocasión
de la guerra presente-los líderes de Israel pensaron que podrían desviar
cualquier crítica de los poderes occidentales, a.k.a. "la
"comunidad internacional". Y aunque los recursos para esa
explotación se están acabando, a medida que Israel cruza vez tras vez
nuevos umbrales de brutalidad, todavía resulta efectiva la explotación
del judeocidio Nazi: a cualquier otro estado del mundo que hubiese atacado
a un país vecino, cometiendo deliberadamente crímenes en un período
concentrado de tiempo de la forma que lo está haciendo Israel en el Líbano,
le hubiera llovido una marejada de protesta de una magnitud que no guarda
proporción con los tímidos reproches que se le hacen a Israel sobre el
tema de que se está sobrepasando.
Pero aun
así, la agresión brutal de Israel no ha sido exitosa. Al contrario, ya
ha resultado ser lo que Ze'ev Sternhell describió, algo eufemísticamente,
como su "guerra menos exitosa", [5] concluyendo con esta
declaración amarga:
"Da
miedo pensar que los que decidieron embarcarse en el curso de la guerra
actual ni siquiera soñaron en sus resultados y en sus consecuencias
destructivas en casi todos los ámbitos, en el daño político y psicológico,
el serio golpe a la credibilidad del gobierno, y, hay que decirlo-la
matanza de niños en vano. El cinismo que demuestran los portavoces del
gobierno, oficiales o no, incluyendo a varios corresponsales militares,
ante el desastre que sufren los libaneses, deslumbra aun a alguien que
hace tiempo que perdió muchas de sus ilusiones juveniles".
Lejos de
inducir una guerra civil entre los libaneses, la agresión brutal de
Israel solo ha conseguido unificarlos en su resentimiento común contra su
brutalidad asesina. Lejos de forzar a Hezbolá a rendirse, ha convertido a
esa organización fundamentalista chiíta en el enemigo más prestigioso
que jamás haya tenido Israel desde que derrotó a Egipto en 1967,
transformando al jefe de Hezbolá, Nasrallah, en el héroe árabe de mayor
popularidad desde Nasser. Lejos de facilitar los esfuerzos de Washington y
sus clientes árabes de insertar una cuña entre los sunís y los chiítas,
llevó a que muchos predicadores sunís prominentes proclamaran su apoyo
abierto a Hezbolá, inclusive predicadores del interior del reino
saudita-el colmo de la humillación para la familia reinante de Arabia
Saudita. Los iraquíes unánimemente denunciaron la agresión israelí,
mientras que el enemigo más formidable de EEUU en Irak, que es aliado de
Teherán, Moqtada al-Sadr, se aprovechó de la oportunidad para organizar
otra inmensa demostración comparable con la que organizó contra la
ocupación de EEUU en abril 9 del 2005.
Al
momento de escribir estas líneas, Washington todavía se esfuerza por
conseguirle más tiempo a Israel, imponiendo condiciones inaceptables al
llamado al cese de fuego del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Y los generales israelíes, ante el total fracaso de la campaña
"post-heroica" de bombardeo, están en una carrera contra el
reloj para apoderarse, a través de un ofensiva "post-heroica"
totalmente destructiva, de la mayor cantidad posible de territorio libanés,
al menor costo posible en vidas de soldados de Israel.
Pero lo más
que pueden esperar, en términos realistas, es ceder ese territorio a una
fuerza internacional aceptable a Hezbolá. El propio presidente de Francia
Jacques Chirac, a pesar de que ha sido colaborador cercano de Washington
en los asuntos del Líbano desde el 2004, ha enfatizado que el
consentimiento de Hezbolá es una condición que hay que cumplir. Ningún
país del planeta está dispuesto a llevar a cabo en el Líbano la misión
que el propio Israel no puede cumplir. Y la organización chiíta ya ha
declarado que no aceptará ninguna fuerza con mandatos que excedan
sustancialmente los de la ya existente UNIFIL, que Israel considera un
estorbo.
Cualquiera
que sea el resultado final de la guerra actual en el Líbano, queda claro
que en vez de sacar a flote la nave zozobrante del Imperio Norteamericano,
el bote de rescate de Israel lo que ha hecho es empeorar el naufragio, y
en estos momentos de está hundiendo también.
Notas:
1. Mike Allen y Romesh Ratnesar, "The End of
Cowboy Diplomacy", Time, fechado 17 de julio, 2006.
2. Stefan Halper y Jonathan Clarke, 'Twilight of the
Neocons", Washington Monthly, marzo del 2004.
3. Edward Luttwak, "A Post-Heroic Military
Policy", Foreign Affairs, vol. 75, núm. 4, julio/agosto del
1996.
4. He
descrito este proceso en Perilous Power (ver la línea biográfica
al pie). Un extracto sobre Irak pronto se publicará en la Internet.
5. Ze'ev Sternhell, "The Most Unsuccessful
War", Haaretz, 2 de agosto, 2006.
.- Gilbert
Achcar creció en el Líbano y enseña ciencias políticas en la
Universidad de Paris-VIII. Su libro bestseller The
Clash of Barbarisms acaba de salir en una segunda edición expandida. Su libro de diálogos
con Noam Chomsky sobre el Medio Oriente, Perilous Power,
está por salir, ambos por Paradigm Publishers. Stephen R. Shalom, el
editor de Perilous Power,
generosamente ha editado este artículo.
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