Informe
contra el Imperio
Algunas
cosas que usted debe saber antes de que se acabe el mundo
Por
William Blunt ,
desde New York
Red
Voltaire, 11/08/06
¿Sabe
usted a qué equivale un año de presupuesto militar estadounidense? Un año.
Pues equivale a más de veinte mil dólares por hora por cada hora
transcurrida desde el nacimiento de Jesucristo. El Imperio Norteamericano
tiene por el mundo una carga de bombardeos, invasiones, derrocamientos de
gobiernos y torturas.
Cómo
utilicé mis 15 minutos de fama
El
19 de enero de este año se dio a conocer la última grabación de Osama
bin Laden y en ella declaraba: “Si ustedes [los norteamericanos] son
sinceros en su deseo de paz y seguridad, ya les hemos respondido. Y si
Bush decide continuar con sus mentiras y su opresión, entonces les vendría
bien leer el libro Estado villano que plantea en su introducción...”
Y
seguidamente citaba el inicio de un párrafo que escribí (que solo
aparece en el Prefacio de la edición británica, la cual fue luego
traducida al árabe), el cual dice en su totalidad:
“Si
yo fuera el presidente, podría detener los ataques terroristas contra
Estados Unidos en pocos días. Y en forma permanente. Primero pediría
disculpas –de manera pública y muy sincera– a todas las viudas y los
huérfanos, los empobrecidos y los torturados, y a todos los otros muchos
millones de víctimas del imperialismo norteamericano.
“Luego
anunciaría que las intervenciones globales estadounidenses –incluidos
los espantosos bombardeos– han llegado a su fin. E informaría a Israel
que ha dejado de ser el estado 51 de la unión para ser –por extraño
que parezca– un país extranjero. Más tarde reduciría el presupuesto
militar en, al menos, un 90 % y usaría ese dinero ahorrado en pagar
indemnizaciones a las víctimas y reparar los daños causados por los
numerosos bombardeos e invasiones norteamericanas. Habría dinero más que
suficiente.
“¿Sabe
usted a qué equivale un año de presupuesto militar estadounidense? Un año.
Pues equivale a más de veinte mil dólares por hora por cada hora
transcurrida desde el nacimiento de Jesucristo. Eso es lo que haría en
mis tres primeros días en la Casa Blanca. El cuarto día sería
asesinado”.
En
pocas horas fui asediado por la prensa y pronto fui invitado a muchos de
los programas televisivos de mayor audiencia, docenas de programas
radiales, y amplias semblanzas sobre mí aparecieron en el Washington
Post, y en varias páginas web. Durante los diez años precedentes, el
Post se negó a publicar una sola de mis cartas, en la mayoría de las
cuales señalaba errores que habían cometido al reportar sucesos en el
extranjero. Ahora mi foto figuró en la primera página.
Muchos
de los reporteros deseaban que dijera que me irritaba la recomendación de
Bin Laden de que leyesen mi libro. No dije tal cosa porque no era cierta.
Después de ser entrevistado durante un par de días, logré coordinar
bien mi respuesta y era algo parecido a esto:
“Aquí
hay dos elementos a tener en cuenta: por un lado, yo rechazo por completo
cualquier tipo de fundamentalismo religioso y las sociedades basadas en
ellos, tales como los talibanes en Afganistán. Por otro lado, formo parte
de un movimiento que tiene el ambicioso propósito de dificultar, si no
detener, el avance del Imperio Norteamericano por el mundo con su carga de
bombardeos, invasiones, derrocamientos de gobiernos y torturas. Para tener
algún éxito en ello, necesitamos que nuestro mensaje llegue al pueblo
norteamericano. Y para llegar al pueblo norteamericano necesitamos acceso
a los medios masivos de comunicación. Lo que acaba de pasar me ha dado la
oportunidad de dirigirme a millones de personas que, de otro modo, habrían
estado fuera de mi alcance. ¿Por qué no habría de sentirme satisfecho?
¿Cómo podría desperdiciar tal oportunidad?”
La
celebridad –el mayor logro cultural de la civilización moderna– es un
fenómeno peculiar. En realidad no sirve de nada, a menos que usted haga
uso de ella. Los oyentes y espectadores que llamaban a los programas a los
que fui invitado, y en ocasiones también el animador, además de
numerosos correos electrónicos que recibí, repetían dos argumentos
principales en mi contra:
1)
¿En qué otro lugar del mundo, aparte de los Estados Unidos, tendría la
libertad de decir lo que decía en medios nacionales?
Además
de su profunda ignorancia al no conocer montones de países que tienen al
menos una libertad de palabra equivalente (en particular desde el 11 de
septiembre de 2001), lo que querían decir realmente era que yo debía
estar agradecido por esa libertad de expresión y debía mostrar mi
gratitud absteniéndome de utilizarla. Si no era eso lo que querían
decir, ¿qué era entonces? 2) Estados Unidos ha hecho siempre cosas
maravillosas en el mundo, desde el Plan Marshall y la derrota del
comunismo y el talibán hasta la reconstrucción de países destruidos y
la liberación de Iraq.
Yo
había tenido que lidiar desde antes con estos mitos y conceptos erróneos;
como las partículas subatómicas, los mismos se comportan de manera
diferente cuando son observados. Por ejemplo, en mi informe del mes
anterior [Blum circula mensualmente informes que titula “Informe contra
el Imperio. Algo que usted debe saber antes de que se acabe el mundo”.
El artículo actual es su informe de febrero] yo señalaba en detalle que
los “países destruidos” por lo general debían su destrucción a los
bombardeos norteamericanos, y Estados Unidos no los reconstruía. En
cuanto a los talibanes, el gobierno estadounidense derrocó un gobierno
afgano seglar, que defendía los derechos de las mujeres, lo que permitió
el ascenso al poder de los talibanes, de modo que mal puede nuestra nación
reclamar honores por haberlos expulsado una década más tarde, y
reemplazarlos con una ocupación norteamericana, un presidente títere,
sus correspondientes señores de la guerra y mujeres encadenadas.
Pero
traten de explicar todo esto en el minuto que le conceden a uno en radio o
televisión. Creo, no obstante, que me las arreglé para deslizar bastante
información e inquietudes nuevas en la psiquis estadounidense. Algunos de
los animadores y muchos de mis interlocutores telefónicos mostraban
verdadero dolor al escucharme decir que los terroristas
antinorteamericanos estaban tomando represalias por el daño infligido a
sus países por la política exterior estadounidense, y no eran simples
mentes perversas y enloquecidas de otro planeta. [1] Muchos de ellos asumían,
con total seguridad y sin argumento alguno, que yo era partidario del
Partido Demócrata y proferían ataques contra Bill Clinton. Cuando les
aclaraba que no era seguidor ni de Clinton ni de los demócratas, quedaban
por lo general confusos y silenciosos por breves momentos, antes de
lanzarse por cualquier otra senda disparatada. No tienen idea de que
existe todo un mundo de alternativas por encima y más allá de demócratas
y republicanos.
En
fecha reciente hemos escuchado y leído comentarios en los medios
estadounidenses sobre las desesperadamente retrógradas y violentas
protestas de los musulmanes contra las caricaturas de Mahoma en Dinamarca,
y que en ellas se enarbolaron carteles que pedían que se decapitara a los
que insultaban al Islam. Pero una de las personas que llamó a un programa
de radio en el que fui entrevistado dijo que “debían hacerse cargo de mí”
y uno de los cientos de mensajes electrónicos insultantes que recibí
comenzaba diciendo: “Muerte a ti y a tu familia”.
Uno
de mis momentos favoritos: en un programa de radio en Pennsylvania, donde
discutíamos sobre el conflicto Israel–Palestina, la locutora (con
verdadera angustia en su voz) me preguntó: “¿Pero qué daño le ha
hecho Israel a los palestinos?”, a lo que respondí: “¿Por casualidad
estuvo usted en estado de coma durante los últimos veinte años?”
Pudiera haber hecho esa misma pregunta a muchos de los que me interrogaron
en las últimas semanas. En realidad debía haber elevado el plazo a
sesenta años.
Las
elecciones de las que nunca me habló mi maestro
Los
norteamericanos hemos sido enseñados desde la niñez acerca de la
significación y santidad de las elecciones libres: No se puede tener lo
que llamamos “democracia” sin lo que llamamos “elecciones libres”.
Y cuando usted tiene elecciones libres eso es sinónimo virtual de tener
democracia. ¿Y quién nos enseñaron que era el mayor campeón de las
elecciones libres en todo el mundo? Pues, nuestro propio maestro, el país
elegido por Dios, Estados Unidos de América.
Pero
¿qué estaba haciendo en realidad ese país elegido por Dios durante
todos esos años en que fuimos adoctrinados y convencidos de esta enseñanza?
Interferir en todas las elecciones libres que se llevaban a cabo en
cualquier parte del mundo conocido, y con toda seriedad. El último
ejemplo son las elecciones recientes en Palestina, donde la AID derramó
unos dos millones de dólares (una cifra respetable en una zona tan pobre)
para tratar de impulsar la elección de la Autoridad Palestina y su rama
política: Al Fatah, y evitar que el grupo radical Hamas tomara el poder.
El dinero fue invertido en varios programas sociales y eventos para
aumentar la popularidad de la Autoridad Palestina; los proyectos no
mostraban evidencias de la participación de Estados Unidos y no podían
ser considerados dentro de las acciones de desarrollo tradicionales. En
adición a esto, EE.UU. financió numerosos anuncios en la prensa
divulgando estos proyectos en nombre de la AP, sin mencionar a la AID.
“El
acceso al público está integrado en el diseño de cada proyecto para
destacar el papel de la AP en la satisfacción de las necesidades
ciudadanas”, decía un informe sobre el avance de los proyectos. “El
plan es tener acciones desarrollándose cada día a partir del 13 de
enero, de modo que haya un constante fluir de anuncios publicitarios y
mensajes públicos acerca de sucesos positivos en todas las áreas
palestinas durante la semana crítica antes de las elecciones”.
Bajo
las leyes del sistema electoral palestino, las campañas y candidatos tenían
prohibido recibir fondos de fuentes extranjeras. [2] La ley estadounidense
prohibe lo mismo de manera explícita en las elecciones norteamericanas.
Como Hamas ganó las elecciones, Estados Unidos ha expresado claramente
que no reconoce la elección como una victoria de la democracia y que no
tiene intención alguna de sostener relaciones diplomáticas normales con
el gobierno de Hamas. (Israel ha adoptado una actitud similar, pero no
debe olvidarse que Israel financió y apoyó el surgimiento de Hamas en
Gaza, durante su etapa inicial, con la esperanza de que desestabilizara a
la Organización por la Liberación Palestina y a los elementos de
izquierda palestinos).
Por
mi conteo, Washington ha interferido de manera grosera en más de treinta
ocasiones en elecciones foráneas desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial –desde Italia en 1948, pasando por Filipinas y el Líbano en los
años 50, hasta Nicaragua, Bolivia y Eslovaquia en los 2000– y en la
mayoría de los casos lo hizo de forma toda vía más abierta que en el
ejemplo palestino. [3] Algunas de las técnicas empleadas han sido
utilizadas en el propio sistema electoral estadounidense, una vez que lo
que fue motivo de gran orgullo nacional e internacional, el lema “una
persona, un voto” se ha ido transformando de manera inexorable en “un
dólar, un voto”.
A
punto de suceder en un país (o una ciudad) cercana a usted
El
13 de enero los Estados Unidos de América, en su impactante y asombrosa
sabiduría, encontraron apropiado enviar una aeronave sobre una aldea
remota en la nación soberana de Paquistán y disparar un misil Hellfire
(Fuego del infierno) en un complejo residencial con el fin de matar a
algunos “tipos malos”. Varias casas fueron incineradas, dieciocho
personas murieron, entre ellas un número no precisado de “malos”; los
reportes desde entonces ofrecen indicios de que el número no precisado de
los “malos” puede ser tan bajo como cero, y que el segundo al mando de
Al Qaeda, Ayman al–Zawahiri, que era el blanco principal, no está entre
ellos.
La
indignación todavía se hace sentir en Paquistán. En Estados Unidos, la
reacción en el Senado tipifica la indignación norteamericana: “Lo
lamentamos, pero no puedo decirle que no volveríamos a hacerlo”, dijo
el senador John McCain, de Arizona. “Es una situación deplorable, pero
¿qué otra cosa podíamos hacer?”, dijo el senador Evan Bayh, de
Indiana. “Mi información es que el ataque estaba claramente justificado
por la información de inteligencia”, dijo el senador Trent Lott, de
Mississippi. [4]
Ataques
estadounidenses similares utilizando dispositivos y misiles como esos han
enfurecido a los ciudadanos y líderes políticos en Afganistán, Iraq y
Yemen. En numerosos casos la destrucción ha llegado a extremos tales que
ha sido imposible establecer el número de muertos, o de quiénes se
trataba. Amnistía Internacional ha elevado quejas ante los
“bushistas” en cada ataque con estas características. Un informe de
la ONU al día siguiente del ataque a Yemen en 2002, lo calificaba de
“un precedente alarmante [y] un claro caso de asesinato
extrajudicial”, que violaba las leyes y tratados internacionales. [5] ¿Podría
alguien imaginar que los funcionarios norteamericanos dispararan un misil
contra una vivienda en París, Londres u Ottawa, debido a que sospechasen
que en ella se encontraban altos jefes de Al Qaeda? ¿Incluso si se
supiera que su presencia era un hecho, y no una mera especulación como en
los casos señalados anteriormente? Bueno, es muy probable que no, pero ¿hay
algo fuera del alcance de los Superarrogantes–Superpotentes–Vaqueros
con esteroides? Después de todo, ya lo han hecho con su propia gente, en
Filadelfia, Pennsylvania.
El
13 de mayo de 1985, una bomba lanzada desde un helicóptero redujo a
cenizas toda una manzana, cerca de sesenta casas destruidas, once muertos,
entre ellos varios niños pequeños. La policía, la alcaldía y el FBI
estuvieron involucrados en este esfuerzo por eliminar una organización
llamada MOVE, de la vivienda donde habitaban. Las víctimas eran todas
personas negras, por supuesto. De modo que replanteemos la cuestión: ¿podría
alguien imaginar que funcionarios norteamericanos dispararían un misil
contra un área residencial en Beverly Hills, o en la parte alta de
Manhattan? Permanezca en sintonía.
“La lucha de un hombre contra la tiranía es la lucha de la memoria
contra el olvido”. (Milan
Kundera)
En
ocasiones me recriminan que sea tan negativo acerca del papel de Estados
Unidos en el mundo. ¿Por qué insiste en sacar a la luz todo lo negativo
y apartar lo positivo?, me preguntan. Bueno, es un trabajo desagradable,
pero alguien debe hacerlo. Además, por cada elemento negativo que expongo
Al Qaeda me paga quinientos dólares. Y la publicidad que Osama ha dado a
mis libros es… inapreciable.
El
nuevo documental realizado por Eugene Jarecki, Why we fight (Por qué
luchamos), ganador del premio del Gran Jurado del Festival de Sundance,
relata cómo las guerras llevadas a cabo por Estados Unidos después de la
II Guerra Mundial han estado impulsadas mucho más por el afán de
ganancias de los mercaderes de armas y las grandes corporaciones que por
amor alguno a la libertad y la democracia. El increíble héroe de este
film es Dwight Eisenhower, cuya famosa advertencia acerca de los peligros
que representaba el “complejo militar–industrial” es el leitmotiv
principal de la obra. Veamos una entrevista realizada por el Washington
Post a Jarecki:
Post: ¿Qué lo llevó a realizar “Por qué luchamos”?
Jarecki:
La respuesta es simple: Eisenhower. Me tomó desprevenido. Parecía tener
tanto que decir acerca de nuestra sociedad contemporánea y nuestra
inclinación general hacia el militarismo […] Los discursos en
Washington y en los medios se han vuelto tan chillones […] Parece
importante sumar algunas canas [aportar un poco de la pasada experiencia]
a este conjunto.
Post:
¿Cómo se definiría usted políticamente? Ha sido acusado de
izquierdista.
Jarecki:
Soy un centrista radical […] Si Dwight Eisenhower es de izquierda, yo
también lo soy. En ese caso estaría al lado de Ike. [6] [Las elipses
pertenecen al texto original]
¿No
resulta magnífico que un documental que muestra el lado más oscuro del
complejo militar–industrial esté recibiendo tanta atención del público?
¿Y que seamos capaces de recordar con afecto a un presidente
norteamericano? ¿Por cuánto tiempo ha sucedido esto? Bueno, aquí voy de
nuevo.
Eisenhower,
independientemente de lo que dijera al dejar la presidencia, no representó
un obstáculo para el militarismo norteamericano o el imperialismo
corporativo. Durante los ocho años de su mandato, Estados Unidos llevó a
cabo intervenciones en todo el mundo, y derrocó los gobiernos de Irán,
Guatemala, Laos, Congo y Guyana británica, además de intentar hacerlo en
Costa Rica, Siria, Egipto e Indonesia, al igual que preparó el terreno
militar y políticamente para el holocausto que sobrevendría en
Indochina.
El
altivo y supermoralista secretario de Estado de Eisenhower, John Foster
Dulles, resumió la visión del mundo de su gobierno con la siguiente
frase: “Para nosotros hay dos clases de personas en el mundo: los
cristianos que apoyan la libre empresa y los otros”. [7]
Notas:
[1]
Ver mi ensayo sobre el tema en http://members.aol.com/essays6/myth.htm
[2]
Washington Post, 22 y 24 de enero del 2006.
[3]
Estado villano, capítulo 18, incluye el texto de la ley norteamericana
que prohíbe las contribuciones extranjeras en las elecciones
estadounidenses.
[4]
Associated Press, 15 de enero de 2006
[5]
Los Angeles Times, 29 de enero de 2006
[6]
Washington Post, 12 de febrero de 2006, p. N3
[7]
Roger Morgan: “Estados Unidos y Alemania Occidental, 1945–1973”, p.
54
.– Autor de Asesinando
la esperanza: intervenciones de la CIA y el ejército de Estados
Unidos desde la II Guerra Mundial (2005) y Estado villano: una
guía para la única superpotencia mundial (2004). Sus “Informe
contra el Imperio” pueden ser leídos en www.killinghope.org
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