El
caso de Somalia
Sistema
imperial: jerarquías, redes y clientes
Por James
Petras (*)
La Haine,
23/02/07
Traducido por Sinfo Fernández
Frente
al aumento de estados y movimientos anti-imperialistas laicos e islámicos,
al disponer de numerosos regímenes cipayos en el Norte de África y
el grupo de la ASS, Washington está organizando un comando militar
estadounidense para África
Introducción
El
sistema imperial es algo mucho más complejo que lo habitualmente
designado como “Imperio USA”. El Imperio USA, con su vasta de red
de inversiones financieras, bases militares, corporaciones
multinacionales y estados clientelistas, es el elemento más
importante del sistema global imperial (1).
Sin
embargo, sería demasiado simplista pasar por alto las complejas
jerarquías, redes, estados adeptos y clientelistas que definen el
sistema imperial contemporáneo (2). Hoy en día, para que podamos
comprender qué es el imperio y qué es el imperialismo es necesario
examinar el complejo y cambiante sistema de estratificación imperial.
Jerarquías
Imperiales
Se
puede entender mejor la estructura de poder del sistema imperial
mundial elaborando una clasificación de países a partir de su
organización política, económica, diplomática y militar. Ese
sistema podría tener el siguiente esquema:
Jerarquía
Imperial (de arriba a bajo):
A.
Estados Imperiales Centrales (CIS, en sus siglas en inglés)
B.
Nuevas Potencias Imperiales Emergentes (NEIP, en sus siglas en inglés)
C.
Regímenes Clientelistas Semi-Autónomos (SACR, en sus siglas en inglés)
D.
Regímenes Colaboradores Clientelistas (CCR, en sus siglas en inglés)
Estados
Independientes:
A.
Revolucionarios: Cuba y Venezuela
B.
Nacionalistas: Sudán, Irán, Zimbabwe, Corea del Norte
Territorios
Controvertidos y Regímenes en Transición
A.
Resistencia armada, regímenes electos, movimientos sociales
En
la cima del sistema imperial se hallan aquellos estados imperiales
cuyo poder se proyecta a escala mundial, cuyas clases gobernantes
dominan los mercados inversores y financieros y que son capaces de
penetrar las economías del resto del mundo. En la cumbre del sistema
imperial se encuentran los EEUU, la Unión Europea (muy estratificada)
y Japón. Con EEUU al frente, han establecido redes de ‘estados
imperiales adeptos’ (en gran medida hegemonías regionales) y
estados vasallos o clientelistas, que actúan con frecuencia como
fuerzas militares sustitutivas. Los estados imperiales actúan
concertadamente para derribar las barreras a la penetración y a las
absorciones, mientras compiten, al mismo tiempo, para conseguir
ventajas para sus propios estados e intereses multinacionales.
Justo
por debajo de los estados imperiales centrales están las nuevas
potencias imperiales emergentes (NEIP), fundamentalmente China, India,
Canadá, Rusia y Australia. Los estados NEIP están sometidos a la
penetración imperial, a la vez que ellos mismos se extienden por países
subdesarrollados vecinos y del exterior y por países ricos en
recursos extractivos. Los NEIP están unidos a los estados imperiales
centrales (CIS) en sus mismos estados a través de empresas mixtas, al
mismo tiempo que compiten cada vez más por el control de los recursos
extractivos en los países subdesarrollados.
‘Siguen’
con frecuencia los pasos de las potencias imperiales y, en algunos
casos, se aprovechan de los conflictos para mejorar su propia posición.
Por ejemplo, la expansión exterior de China y la India se centra en
las inversiones en los sectores energéticos y de extracción de
minerales para alimentar la industrialización doméstica, de forma
similar a las tempranas prácticas imperiales (1880-1950) de EEUU y
Europa. De modo parecido, China invierte en países africanos que están
en conflicto con EEUU y la UE, al igual que EEUU desarrolló lazos con
los regímenes anti-coloniales (Argelia, Kenia y África francófona)
que estaban en conflicto con sus antiguos gobernantes coloniales
europeos durante las décadas de 1950 y 1960.
Más
hacia abajo en la jerarquía del sistema imperial se hallan los ‘regímenes
clientelistas semi-autónomos’ (SACR). Estos incluyen a Brasil,
Corea del Sur, Sudáfrica, Taiwán, Argentina, Arabia Saudí, Chile y,
últimamente, Bolivia. Estos estados tienen una sustancial base económica
nacional de apoyo a través de la propiedad pública o privada de
sectores económicos clave. Son gobernados por regímenes que buscan
mercados diversificados, aunque muy dependientes de las exportaciones
de los estados imperiales emergentes. Por otra parte, estos estados
dependen mucho de la protección militar estatal imperial (Taiwán,
Corea del Sur y Arabia Saudí) y proporcionan bases militares
regionales para las operaciones imperiales. Muchos de ellos son
exportadores dependientes de recursos (Arabia Saudí, Chile, Nigeria y
Bolivia) que comparten ingresos y beneficios con las multinacionales
de los estados imperiales. Incluyen a países que fueron rápidamente
industrializados (Taiwán y Corea del Sur), así como estados
relativamente exportadores de productos agro-mineros (Brasil,
Argentina y Chile).
Los
estados petrolíferos ricos tienen estrechos lazos con las clases
gobernantes financieras de los países imperiales e invierten mucho en
bienes inmuebles, instrumentos financieros y bonos del Tesoro que
sirven para financiar el déficit de EEUU e Inglaterra.
En
cuestiones clave, como las guerras imperiales en Oriente Medio, la
invasión de Haití o los regímenes desestabilizados en África,
apoyan las políticas neoliberales globales y la absorción imperial
de sectores estratégicos, colaborando con los gobernantes de los CIS
y los NEIP. Sin embargo, a causa de los intereses de sus elites
poderosas y, en algunos casos, de potentes movimientos sociales
nacionales, entran en conflictos limitados con los poderes imperiales.
Por ejemplo, Brasil, Chile y Argentina no estaban de acuerdo con los
esfuerzos estadounidenses para socavar el gobierno nacionalista
venezolano. Tienen lucrativas relaciones comerciales, energéticas y
de inversión con Venezuela. Además, no desean legitimar golpes
militares que puedan amenazar su propio gobierno y legitimidad ante un
electorado proclive al Presidente Chavez. Aunque a nivel estructural
están muy integrados en el sistema imperial, los regímenes SACR
conservan un cierto grado de autonomía a la hora de formular políticas
domésticas y exteriores, que incluso puede llevarles a entrar en
conflicto o a competir con los intereses imperiales.
A
pesar de su ‘autonomía relativa’, esos regímenes proporcionan
también mercenarios políticos y militares al servicio de los países
imperialistas. Como ejemplo de esto resulta muy ilustrativo el caso de
Haití. Tras la invasión estadounidense y el derrocamiento del
gobierno electo de Aristide en 2004, los EEUU consiguieron asegurarse
una fuerza de ocupación compuesta por sus indiscutidos clientes y regímenes
clientelistas ‘semi-autónomos’. El Presidente Lula de Brasil mandó
un contingente importante. Un general brasileño estaba al mando de
toda la fuerza militar mercenaria. Gabriel Valdez, de Chile, encabezó
la administración de la ocupación de Naciones Unidas como el
funcionario más importante a la hora de supervisar la sangrienta
represión de los movimientos de resistencia de Haití. Otros clientes
‘semi-autónomos’, como Uruguay y Bolivia, añadieron contingentes
militares, además de los soldados de regímenes clientelistas tales
como Panamá, Paraguay, Colombia y Perú.
El
Presidente Evo Morales justificó la continuada colaboración militar
de Bolivia con los EEUU en Haití bajo su presidencia aludiendo a su
‘papel de mantenedores de la paz’, sabiendo perfectamente que
entre diciembre de 2006 y febrero de 2007, durante una invasión a
gran escala de tropas de Naciones Unidas en los suburbios más pobres
y más densamente poblados de Haití, se masacró decenas de haitianos
paupérrimos.
Teniendo
en cuenta la actual situación de Washington, el punto clave teórico
es que está comprometido en las dos guerras en curso en Oriente Medio
y en Asia Occidental, por lo que depende de sus clientes para que le
hagan de policía y repriman a los movimientos anti-imperialistas de
cualquier lugar del mundo. Somalia, como Haití, fue invadida por
mercenarios de Etiopía, entrenados, financiados, armados y dirigidos
por asesores militares estadounidenses. En consecuencia con lo
expresado al principio, durante la ocupación, Washington consiguió
asegurar de sus clientes africanos (a través de la denominada
Organización para la Unidad Africana, con el hombre de paja de la
Casa Blanca, el portavoz del ejército ugandés Capitán Paddy Ankunda)
el envío de un ejército mercenario de ocupación para que
apuntalaran a su impopular gobernante clientelista y señor de la
guerra somalí. A pesar de la oposición de su Parlamento, Uganda está
enviando 1.500 mercenarios junto a contingentes de Nigeria, Burundi,
Ghana y Malawi.
En
la base de la jerarquía imperial están los regímenes colaboradores
clientelistas (CCR). En este grupo se incluyen Egipto, Jordania, los
Estados del Golfo, América Central y los estados de las islas caribeñas,
el Eje de Estados Títere Sub-Saharianos (ASS, en sus siglas en inglés)
-fundamentalmente, Kenia, Uganda, Etiopía, Ruanda y Gana-, Colombia,
Perú, Paraguay, México, los Estados de Europa del Este (de dentro y
fuera de la UE), los antiguos estados de la URSS (Georgia, Ucrania,
Kazajstán, Latvia, etc.), Filipinas, Indonesia, África del Norte y
Pakistán. Estos países están gobernados por elites políticas
autoritarias que dependen del imperio o de los estados NEIP en
cuestiones relativas a armamento, financiación y apoyo político.
Facilitan todo tipo de oportunidades para que se exploten y exporten
materias primas.
Al
contrario que los SACR, las exportaciones de los regímenes
clientelistas tienen poco valor añadido, ya que el proceso industrial
de esas materias primas tiene lugar en países imperiales,
especialmente en los NEIP. En los CCR gobiernan una serie de elites
depredadoras, rentistas, compradoras y cleptocráticas que carecen de
toda vocación emprendedora empresarial. Con frecuencia proporcionan
soldados mercenarios al servicio de países imperiales para que
intervengan, conquisten, ocupen e impongan regímenes clientelistas en
los países que se constituyen en objetivo del imperio. Así, los regímenes
clientelistas son colaboradores subordinados de los poderes imperiales
en el expolio de la riqueza, en la explotación de miles de millones
de trabajadores, en el desplazamiento de campesinos y en la destrucción
del medio ambiente.
La
estructura del sistema imperial se basa en el poder de las clases
gobernantes para ejercer y proyectar poder estatal y de mercado, para
conservar el control de relaciones de clase explotadoras dentro y
fuera del país y para organizar ejércitos mercenarios entre sus
estados clientelistas. Guiados y dirigidos por oficiales imperiales,
los ejércitos mercenarios colaboran en la destrucción de movimientos
nacionalistas populares autónomos y de Estados independientes.
Los
regímenes clientelistas suponen un vínculo esencial para el
mantenimiento de los poderes imperiales. Complementan a las fuerzas de
ocupación imperiales, facilitando la extracción de materias primas.
Sin los ‘mercenarios de color’, los poderes imperiales tendrían
que extender y desplegar sus propias fuerzas militares, lo que
provocaría altos niveles de oposición interna y elevaría la
resistencia exterior a emprender guerras de recolonización. Además,
los mercenarios de los regímenes clientelistas resultan menos
costosos, en términos de financiación y de reducción de pérdidas
de vidas, que los soldados imperiales. Estos son los eufemísticos términos
utilizados para describir esas fuerzas mercenarias clientelistas:
Naciones Unidas, Organización de Estados Americanos y ‘mantenedores
de la paz’ de la Organización de la Unidad Africana, la “Coalición
de la Buena Voluntad’, entre otros. En muchos casos, unos cuantos
antiguos oficiales imperiales blancos mandan a oficiales de menor
rango y soldados de color de los ejércitos mercenarios clientelistas.
Movimientos
y Estados Independientes
El
sistema imperial, aunque extendido por todo el globo y penetrando
profundamente en sociedades, economías y estados, no es ni
omnipotente ni omnisciente. Los desafíos al sistema imperial proceden
de dos fuentes: estados relativamente independientes y movimientos políticos
y sociales vigorosos.
Los
estados ‘independientes’ son regímenes que se oponen con fuerza a
los estados imperiales, de los que se constituyen en objeto de
persecución. Se incluyen en este capítulo Venezuela, Cuba, Irán,
Corea el Norte, Sudán y Zimbabwe. Lo que define como
‘independientes’ a estos regímenes es su voluntad de rechazar las
políticas de las potencias imperiales, especialmente las
intervenciones militares imperiales. También rechazan las demandas
imperialistas de acceso incondicional a mercados, fuentes y bases
militares.
Estos
regímenes difieren bastante entre ellos en términos de política
social, grado de apoyo popular, identidades religiosas o laicas,
desarrollo económico y consistencia en la oposición a la agresión
imperialista. Pero todos ellos enfrentan amenazas militares inmediatas
y/o programas de desestabilización, diseñados para sustituir a los
gobiernos independientes con regímenes clientelistas.
Territorios
Controvertidos
La
jerarquía imperial y sus redes están basadas en relaciones
nacionales de clase y de poder. Eso significa que el mantenimiento de
todo el sistema se apoya en las clases gobernantes que dominan a la
población subyacente, una situación muy problemática, dada la
desigual distribución de costes y beneficios entre gobernantes y
gobernados. En la actualidad, hay movimientos sociales y de
resistencia de masas en numerosos países desafiando al sistema
imperial.
Los
territorios controvertidos serían Iraq, Afganistán, Colombia,
Somalia, Palestina, Sudán y Líbano, donde la resistencia armada
trata de derrotar a los clientes imperiales. Lugares de confrontación
de masas son Bolivia, Ecuador, Venezuela e Irán, donde los poderes
imperiales tratan de derrocar a regímenes independientes
recientemente elegidos. Últimamente, en México, Palestina, Líbano,
China, Ecuador y otros lugares han surgido una serie de movimientos
sociales a gran escala que se organizan para combatir a los regímenes
clientelistas y a los patrones imperiales. Dentro de los estados
imperiales hay una oposición de masas ante políticas y guerras
imperiales específicas, pero sólo pequeños y débiles movimientos
anti-imperialistas.
La
Anomalía: Israel en el Sistema Imperial
Israel
es claramente un poder colonialista, con el cuarto o quinto mayor
arsenal nuclear, que se constituye en el segundo exportador de armas
del mundo. Sin embargo, su tamaño de población, extensión
territorial y economía son endebles en comparación con el imperio y
con los nuevos poderes imperiales emergentes. A pesar de esas
limitaciones, Israel ejerce un poder supremo a la hora de influir en
la dirección de la política de guerra de Estados Unidos en Oriente
Medio a través de un poderoso aparato político sionista que impregna
el estado, los medios de masas, los sectores económicos de elite y la
sociedad civil (3a).
A
través de la influencia política directa de Israel en la elaboración
de la política exterior estadounidense, así como por su colaboración
militar exterior con regímenes clientelistas imperiales
dictatoriales, puede considerársele como parte de la configuración
del poder imperial, a pesar de las restricciones demográficas que le
hacen figurar cerca del estatus diplomático del paria universal y de
que su economía está siendo mantenida desde el exterior.
Regímenes
en Transición
El
sistema imperial es muy asimétrico, está en constante desequilibrio
y por tanto se dan una serie de flujos continuos: guerras, estallidos
de luchas nacionales y de clase y crisis económicas que derriban regímenes
y ponen en el poder a nuevas fuerzas políticas. En tiempos recientes,
hemos presenciado la rápida transformación de Rusia de contendiente
hegemónico mundial (antes de 1989), a convertirse en un estado
clientelista imperial sometido a un saqueo sin precedentes
(1991-1999), hasta su actual posición como reciente estado imperial
emergente. Aunque Rusia es uno de los casos más dramáticos de
cambios rápidos y profundos del sistema imperialista mundial, otras
experiencias históricas sirven de ejemplo de la importancia de los
cambios sociales y políticos a la hora de conformar la relación de
los países con el sistema imperialista mundial. China y Vietnam,
anteriores bastiones como estados independientes y anti-imperialistas,
han sido testigos de la ascensión de elites capitalistas liberales,
del desmantelamiento de la economía socializada y de la incorporación
de China como nueva potencia imperialista emergente y Vietnam como régimen
clientelista semi-autónomo.
Las
grandes transiciones habidas durante los años de las décadas de 1980
y 1990 implicaron la conversión de estados anti-imperialistas
independientes en regímenes clientelistas imperiales. En el
hemisferio occidental, esas transiciones incluyen a Nicaragua, Chile,
Bolivia, Argentina, Jamaica y Granada. En África, afectan a Angola,
Mozambique, Guinea Bissau, Argelia, Etiopía y Libia, todos ellos
convertidos en regímenes clientelistas cleptocráticos. En Asia, se
han puesto en marcha procesos similares en Indochina.
Debido
a las consecuencias desastrosas de políticas centradas en el imperio
administradas por regímenes clientelistas, la primera década del
nuevo milenio está siendo testigo de una serie de agitaciones
populares masivas y cambios de régimen, especialmente en Latinoamérica.
Insurrecciones populares en Argentina y Bolivia produjeron los cambios
de regímenes clientelistas a clientelistas semi-autónomos. En
Venezuela, tras un golpe fallido y una campaña de desestabilización,
el régimen de Chavez se movió de forma decisiva desde una posición
de clientelista semi-autónomo a una posición anti-imperialista
independiente.
Los
continuos conflictos entre estados imperiales y anti-imperialistas,
entre regímenes clientelistas y movimientos nacionalistas, entre
estados imperiales y nuevos estados imperialistas emergentes cambiarán
la estructura del sistema imperial. Los resultados de estos conflictos
producirán nuevas coaliciones entre las fuerzas principales que
componen la jerarquía imperial y sus adversarios. Lo que está claro
en este relato es que no hay un ‘estado imperial’ singular
omnipotente que pueda definir unilateralmente el sistema
internacional, ni siquiera el sistema imperial.
Incluso
el más poderoso estado imperial se ha mostrado incapaz de derrotar
unilateralmente (con clientes o socios imperiales), y ni siquiera
contener, la resistencia popular anti-colonial en Iraq o Afganistán.
Los mayores éxitos políticos imperiales han tenido lugar donde los
estados imperiales han podido activar las fuerzas militares de regímenes
clientelistas o semi-autónomos, asegurar una tapadera regional (OEA,
OUA y OTAN) o de Naciones Unidas para legitimar sus conquistas. Las
elites colaboracionistas de los estados clientelistas o semi-autónomos
son eslabones esenciales para el mantenimiento y consolidación del
sistema imperial y, en particular, del imperio estadounidense. Un caso
específico es la intervención y derrocamiento del régimen islámico
somalí por parte de EEUU.
El
Caso de Somalia: Máscaras Negras – Rostros Blancos
La
reciente invasión etíope de Somalia (diciembre de 2006) y el
derrocamiento de la gobernante de facto Unión de Tribunales Islámicos
(ICU, en sus siglas en inglés) o Consejo Supremo de Tribunales Islámicos
y la imposición de un ‘gobierno de transición’ al estilo de los
señores de la guerra es un excelente estudio de caso práctico del
papel central de los regímenes colaboracionistas en el mantenimiento
y expansión del imperio estadounidense.
Desde
1991, con el derrocamiento del gobierno de Siad Barre, hasta la mitad
de 2006, Somalia se vio devastada por conflictos entre señores de la
guerra que tenían su base en feudos controlados por clanes (3).
Durante la invasión de EEUU/NNUU y la ocupación temporal de
Mogadiscio a mitad de la década de 1990, se produjo la masacre de
unos 10.000 civiles somalíes y la matanza y heridos de unos cuantos
soldados de EEUU/NNUU (4). Durante los años de la década sin ley de
los noventa, se fueron estableciendo pequeños grupos locales, cuyos líderes
compusieron más tarde el ICU, que empezó a formar organizaciones
basadas en la comunidad contra las depredaciones de los señores de la
guerra.
Al
basar su éxito en la construcción de movimientos sociales a partir
de la comunidad, superando las alianzas tribales y de clanes, el ICU
empezó a expulsar a los corruptos señores de la guerra, poniendo fin
al pago de extorsiones impuestas sobre comercios y hogares (5). En
junio de 2006, esta amplia coalición de clérigos islámicos,
juristas, trabajadores, fuerzas de seguridad y comerciantes echaron de
la capital, Mogadiscio, a los señores de la guerra más poderosos. El
ICU se ganó amplios apoyos entre una multitud de vendedores del
mercado y pequeños comerciantes.
Ante
la total ausencia de cualquier apariencia de gobierno, el ICU empezó
a proporcionar seguridad, principios de derecho y protección a
hogares y propiedades frente a los depredadores criminales (6). Se
instaló una extensa red de programas y centros de seguridad social,
clínicas sanitarias, cocinas colectivas y escuelas primarias para
atender a gran número de refugiados, campesinos desplazados y pobres
urbanos. Estas actuaciones aumentaron el apoyo popular a los ICU.
Tras
expulsar a los últimos señores de la guerra de Mogadiscio y de la
mayor parte del país, el ICU estableció un gobierno de facto, al que
la gran mayoría de somalíes, alrededor del 90% de la población,
reconoció y dio la bienvenida (7a). Todos los informes, incluso los
hostiles al ICU, señalaban que el pueblo somalí recibió alborozado
el fin del gobierno de los señores de la guerra y el orden que llevó
el ICU. El ICU fue una administración relativamente honesta, que puso
fin a la corrupción y extorsión de los señores de la guerra. La
seguridad personal y propiedades fueron protegidas, terminando con las
confiscaciones arbitrarias y los secuestros que llevaban a cabo los señores
de la guerra y sus matones armados. El ICU es un movimiento amplio que
agrupa muchas tendencias y que incluye a islamistas moderados y
radicales, políticos civiles y combatientes armados, populistas y
liberales, autoritarios y electoralistas (7).
Lo
más importante es que los Tribunales consiguieron unificar el país y
crear una semblanza de nación, superando la fragmentación de clanes.
En el proceso de unificación del país, el gobierno de los Tribunales
Islámicos reafirmó la soberanía somalí y la oposición a la
intervención imperialista estadounidense en Oriente Medio y
especialmente en el Cuerno de África a través de su régimen
clientelista etíope.
Intervención
USA: Las Naciones Unidas, Ocupación Militar, Señores de la Guerra y
Apoderados
La
historia reciente de los esfuerzos estadounidenses para incorporar a
Somalia a su red de estados clientelistas africanos comenzó a
desplegarse en los primeros años de la década de 1990 bajo el
Presidente Clinton (8). Aunque la mayoría de los comentaristas se
refieren actualmente a Bush como un belicista obsesivo por sus guerras
en Iraq y Afganistán, olvidan que el Presidente Clinton, en su época,
se embarcó en varios actos y secuencias solapados de guerra en
Somalia, Iraq, Sudán y Yugoslavia. Las acciones militares de Clinton
y sus embargos mataron y mutilaron a miles de somalíes, causaron
500.000 muertos sólo entre los niños iraquíes y provocaron miles de
muertes de civiles y heridos en los Balcanes. Clinton ordenó la
destrucción de la principal planta farmacéutica de Sudán, que
producía vacunas vitales y medicinas esenciales tanto para las
personas como para sus animales provocando carencias graves de las
mismas (9).
En
1994, el Presidente Clinton envió miles de tropas a Somalia a ocupar
el país bajo la apariencia de ‘misión humanitaria’ (10).
Washington intervino para apoyar a su dúctil partidario señor de la
guerra contra otro, en contra del consejo de los comandantes italianos
de las tropas de Naciones Unidas en Somalia. Dos docenas de soldados
estadounidenses murieron en un intento fracasado de asesinato y
residentes furiosos arrastraron sus cuerpos mutilados por las calles
de la capital somalí. Washington envió helicópteros de combate que
bombardearon duramente zonas pobladas de Mogadiscio, matando y
mutilando a miles de civiles en represalia.
Los
EEUU se vieron finalmente obligados a retirar a sus soldados cuando el
Congreso y la opinión pública se volvieron mayoritariamente contra
la turbia pequeña guerra de Clinton. Las Naciones Unidas, que no
necesitaban ya proporcionar tapadera a la intervención
estadounidense, también se retiraron. La política de Clinton dio un
giro a fin de asegurarse un subgrupo de clientelistas señores de la
guerra contra los demás, una política que tuvo continuidad durante
la Administración Bush. El actual ‘Presidente’ del régimen títere
de EEUU, apodado “Gobierno Federal de Transición”, es Abdullahi
Yusuf. Es un veterano señor de la guerra profundamente implicado en
todas las depredaciones corruptas e ilegales que caracterizaron
Somalia entre 1991 a 2006 (12). Yusuf fue el presidente del estado autónomo
y disidente de Puntland en los años de la década de 1990.
A
pesar del apoyo financiero estadounidense y etíope, Abdullahi Yusuf y
sus asociados señores de la guerra fueron finalmente sacados de
Mogadiscio en junio de 2006 y expulsados de toda la parte central
sureste del país. Yusuf fue escondido y arrinconado en una única
ciudad provincial en la frontera etíope, careciendo de toda base
social de apoyo, incluso por parte de los clanes de señores de la
guerra que permanecían en la capital (13). Algunos señores de la
guerra habían retirado su apoyo a Yusuf y aceptaron las ofertas del
ICU de desarmarse e integrarse en la sociedad somalí, subrayando el
hecho de que el títere aislado y desacreditado de Washington no suponía
ya un factor militar o político real en Somalia.
Sin
embargo, Washington aseguró que una resolución del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas reconociera el diminuto enclave del señor
de la guerra de Baidoa como gobierno legítimo. Esto se llevó a cabo
a pesar del hecho de que toda la existencia del TFG dependía de un
contingente de varios cientos de mercenarios etíopes financiados por
los EEUU. Como las tropas del ICU se desplazaron hacia el oeste para
desalojar a Yusuf de su puesto fronterizo –que comprendía menos del
5% del país-, los EEUU aumentaron su financiación al régimen
dictatorial de Meles Zenawi en Etiopía para que invadiera Somalia
(14).
A
pesar de los percances, decenas de asesores militares estadounidenses
prepararon a los mercenarios etíopes para una invasión por tierra y
aire a gran escala de Somalia a fin de volver a instalar a su señor
de la guerra títere Yusuf. Meles Zenawi, el dictador etíope, depende
absolutamente del ejército y armamento para la policía de EEUU, de
sus créditos y asesores para conservar el poder para su régimen étnico
Tigrayan y para mantener algún apoyo en el disputado territorio somalí.
El grupo étnico Tigrayan representa a menos del 10% de la población
multiétnica etíope. Meles se enfrentó a la creciente oposición
armada de los movimientos de liberación Oromo y Ugandés (15). Su régimen
fue despreciado por la influyente populación Amhara en la capital por
manipular las elecciones de mayo de 2005, por asesinar en octubre de
2006 a 200 estudiantes que protestaban y encarcelar a decenas de miles
(16). Muchos oficiales militares se le opusieron por haberse implicado
en una guerra fronteriza perdida con Eritrea.
Meles,
que carece de apoyo popular, se ha convertido en el más leal y servil
cliente de EEUU en la región. Repitiendo bochornosamente la retórica
imperial ‘anti-terrorista’ de Washington para atacar a Somalia,
Meles envió unas 15.000 tropas, cientos de vehículos blindados,
docenas de helicópteros y aviones de combate a Somalia (17).
Proclamando que estaba comprometido con la ‘guerra contra el
terrorismo’, Meles aterrorizó al pueblo de Somalia con bombardeos aéreos
y una política de tierra arrasada. En nombre de la ‘seguridad
nacional’, Meles envió a sus tropas al rescate del rodeado señor
de la guerra y hombre de paja de EEUU, Abdullahi Yusuf.
Washington
coordinó sus fuerzas aéreas y navales con el avance de la invasora
fuerza devastadora militar etíope. Como EEUU asesoró el avance de
los mercenarios etíopes por tierra, la fuerza aérea estadounidense
bombardeó a los somalíes que huían, matando a decenas,
supuestamente a la caza de simpatizantes de Al Qaida (18). Según
informes fidedignos, que fueron confirmados después por fuentes de
EEUU y del títere somalí, las fuerzas militares somalíes y
estadounidenses fracasaron a la hora de identificar a un solo
dirigente de Al Qaida tras examinar a decenas de muertos, refugiados y
combatientes capturados (19). Una vez más se ha demostrado que era
falso el pretexto utilizado por Washington y su cliente etíope para
invadir Somalia –que se atacaba al ICU porque daba refugio a
terroristas de Al Qaida-.
Las
fuerzas navales estadounidenses interceptaron todos los buques que
pasaban frente a la costa de Somalia en busca de dirigentes somalíes
en huida. En Kenia, Washington dio órdenes a su cliente Nairobi de
capturar y devolver a los somalíes que cruzaran la frontera. Bajo la
dirección de Washington, tanto las Naciones Unidas como la Organización
de la ‘Unidad’ Africana (sic) acordaron enviar un ejército de
ocupación de ‘mantenedores de la paz’ para proteger el impuesto régimen
títere etíope de Yusuf.
Dada
la precaria posición interna de Meles, no pudo mantener mucho tiempo
su ejército de ocupación de 15.000 mercenarios en Somalia (20). El
odio somalí hacia los ocupantes etíopes surgió desde el primer día
en que entraron en Mogadiscio. Hubo manifestaciones masivas a diario y
cada vez más incidentes de la resistencia armada de combatientes
reagrupados del ICU, militantes locales y señores de la guerra
contrarios a Yusuf (21). La ocupación etíope dirigida por EEUU fue
seguida por el regreso de los mismos señores de la guerra que habían
saqueado el país entre 1991-2005 (22).
La
mayor parte de periodistas, expertos y observadores independientes
reconocen que sin la presencia de un apoyo ‘exterior’,
principalmente la presencia de al menos 10.000 mercenarios africanos
(‘mantenedores de la paz’) financiados por EEUU y la UE, el régimen
de Yusuf se hubiera hundido en cuestión de días, cuando no de horas.
Washington
cuenta con una coalición informal de clientes africanos –una
especie de ‘Asociación de Hombres de Paja Subsaharianos’ (ASS, en
sus siglas en ingles)- para reprimir el descontento masivo de la
población somalí e impedir el retorno de los Tribunales Islámicos
populares. Las Naciones Unidas declararon que no enviarían un ejército
de ocupación hasta que los contingentes militares de la ‘ASS’ de
la Organización para la Unidad Africana hubieran ‘pacificado’ el
país (23).
Sin
embargo, la ASS, aún queriendo complacer a sus gobernantes
clientelistas y ofrecer tropas mercenarias para cumplir las órdenes
de Washington, encontró difícil cumplir ese envío. Una vez que se
vio claramente que era una operación ‘made in Washington’, ese
envío de fuerzas de la ASS contra la creciente resistencia nacional
somalí se convirtió en algo muy impopular. Incluso Yoweri Musevent,
de Uganda, el servil cliente de Washington, encontró resistencia
entre su ‘leal’ aprobación automática del congreso (24).
El
resto de los países de la ASS se negó a mover sus tropas hasta que
la UE y EEUU les pusieran el dinero en la mano y los etíopes les
aseguraran el país antes de llegar. Enfrentando la oposición pasiva
de la gran mayoría de somalíes y de la resistencia militante activa
de los Tribunales, el dictador etíope empezó a retirar sus tropas
mercenarias. Washington, reconociendo que su hombre de paja somalí,
el ‘Presidente Yusuf’ está completamente aislado y desacreditado,
trató de cooptar a los más conservadores entre los dirigentes de las
Cortes Islámicas (25). Yusuf, siempre temeroso de perder su frágil
control del poder, se negó a cumplir la táctica de Washington de
dividir el ICU.
La
Invasión Somalí: el Imperio y sus Redes
El
caso somalí ilustra la importancia de los gobernantes clientelistas,
señores de la guerra, clanes y otros colaboradores como primera línea
de defensa de las posiciones estratégicas geo-políticas para
extender y defender el imperio estadounidense. La experiencia somalí
subraya la importancia de la intervención por parte de gobernantes
clientelistas y regionales de estados vecinos en defensa del imperio.
Los regímenes clientelistas y las elites colaboradoras reducen en
gran medida el coste económico y político de mantenimiento de los
puestos de avanzada del imperio. Este es especialmente el caso en
Iraq, Afganistán y en la inminente confrontación con la República
Islámica de Irán, dado el excesivo despliegue actual de fuerzas de
tierra estadounidenses.
Al
considerar excesivo ese ‘despliegue’ de las fuerzas terrestres de
EEUU, el imperio confía en los ataques aéreos y navales, combinados
con fuerzas de tierra mercenarias regionales, para expulsar a un régimen
independiente con apoyo popular.
Sin
la invasión etíope, el títere somalí y señor de la guerra
Abdullahi Yusuf habría sido fácilmente expulsado de Somalía, el país
se habría unificado y Washington ya no tendría por más tiempo el
control de las áreas costeras situadas frente a una ruta importante
de transporte marítimo del petróleo. La pérdida del régimen de
paja somalí habría privado a Washington de una plataforma costera
para amenazar a Sudán y Eritrea.
Sin
embargo, desde una perspectiva práctica, los planes estratégicos de
Washington para controlar el Cuerno de África son un completo
desastre. Para asegurarse el máximo control sobre los somalíes, la
Casa Blanca decidió volver a poner en el poder a un veterano señor
de la guerra que era profundamente detestado, sin base social en el país
y dependiente de desacreditados clanes guerreros y criminales señores
de la guerra. Gobernantes aislados y desacreditados suponen una frágil
amenaza sobre la que construir políticas estratégicas de intervención
regional (bases militares y misiones de asesoramiento).
En
segundo lugar, Washington eligió utilizar un país vecino (Etiopía)
odiado por toda la población somalí por apoyar a su títere
nacional. Etiopía había atacado a los somalíes hasta finales de
1979 por la independencia de Ogadén, cuya población se siente
cercana a los somalíes. Washington confiaba en el ejército invasor
de un régimen en Addis Abeba, que se enfrentaba a crecientes
tensiones populares y nacionales y era claramente incapaz de sostener
una ocupación prolongada. Finalmente, Washington contó con las
seguridades verbales de los regímenes de la ASS para enviar tropas
con prontitud para proteger a su reinstalado cliente.
Los
regímenes clientelistas siempre les dicen a sus amos imperiales lo
que éstos quieren escuchar aunque sean incapaces de cumplirlo total y
prontamente. Este es especialmente el caso cuando los clientes temen
que su oposición interna y prolongadas y costosas complicaciones
exteriores les lleven al descrédito total.
La
experiencia somalí demuestra el abismo entre la estratégica proyección
de poder del imperio y su capacidad actual para conseguir sus metas.
También ejemplifica cómo los imperialistas, impresionados por el número
de clientes, sus compromisos de ‘papel’ y la conducta servil,
fallan a la hora de reconocer su debilidad estratégica frente a los
movimientos populares de liberación nacional.
Los
esfuerzos de construcción del imperio estadounidense en el Cuerno de
África, especialmente en Somalia, demuestran que incluso con
colaboradores de elite y regímenes clientelistas, con ejércitos
mercenarios y aliados regionales de la ASS, el imperio encuentra
grandes dificultades para contener o derrotar a los movimientos
populares de liberación nacional. El fracaso de la política de
Clinton en la intervención de Somalia de 1993-94 dejó muy claro este
extremo.
El
coste económico y humano de invasiones militares prolongadas con
tropas de tierra ha llevado repetidamente al pueblo estadounidense a
pedir la retirada (e incluso a aceptar la derrota) como se probó en
Corea, Indochina y cada vez más en Iraq.
El
apoyo diplomático y financiero, incluidas las decisiones del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas y los equipos de asesores militares no
son suficientes para establecer regímenes clientelistas estables. La
precariedad de los mercenarios impuestos, como la dictadura del señor
de la guerra Yusuf, demuestra los límites de los mandatos de Naciones
Unidas patrocinados por EEUU.
La
experiencia somalí en la fallida construcción del imperio revela
otro lado más oscuro aún del imperialismo: la política de
‘gobernar o arrasar’. El fracaso del régimen de Clinton para
conquistar Somalia fue seguido de una política de intentar enfrentar
a un brutal señor de la guerra contra otro, aterrorizar a la población,
destruir el país y su economía, hasta el ascenso de la Unión de
Tribunales Islámicos. La política de ‘gobernar o arrasar’ es la
que está siendo seguida actualmente en Iraq y Afganistán y se volverá
a poner en marcha con el inminente ataque por mar y aire de EEUU
contra Irán, con el apoyo de Israel.
Los
orígenes de las políticas de ‘gobernar o arrasar’ hunden sus raíces
en el hecho de que las conquistas de los ejércitos imperiales no
consiguen instaurar regímenes populares, legítimos y estables. Al
ser producto de la conquista imperial, estos regímenes clientelistas
son inestables y dependen de ejércitos extranjeros que los sostengan.
La
ocupación exterior y las consiguientes guerras con los movimientos
nacionalistas provocan oposición masiva. La resistencia de las masas
produce la represión imperial sobre poblaciones enteras y su
infraestructura. La incapacidad para establecer una ocupación estable
y un régimen clientelista lleva de forma inevitable a que los
gobernantes imperiales decidan arrasar el país entero con el
pensamiento último de que un adversario débil y destruido supone un
consuelo para una guerra imperial perdida.
Frente
al aumento de estados y movimientos anti-imperialistas laicos e islámicos,
al disponer de numerosos regímenes cipayos en el Norte de África y
el grupo de la ASS, Washington está organizando un comando militar
estadounidense para África. El Comando África servirá para
intensificar el control de Washington sobre las fuerzas militares
africanas y acelerar su envío cuando toque reprimir movimientos de
independencia o derrocar regímenes anti-imperialistas. Dada la amplia
y muy competitiva presencia de comerciantes, inversores y programas de
ayuda chinos, Washington está reforzando sus aliados fiables entre
las elites y generales clientelistas africanos (26).
Notas:
(*) El libro más reciente de James Petras
es The Power of Israel in the United States (Clarity Press: Atlanta
1. Petras, James and Morris Morley. Empire
or Republic (NY: Routledge, 1995); Petras, J. and M. Morley: “The
Role of the Imperial State” in US Hegemony Under Siege (London”
Verso Books 1990).
2. Petras, James and Morris Morley. “The
US imperial State” in James Petras et al Class State and Power in
the Third World (Allanheld, Osmin: Montclair NJ, 1981).
3A. Véase Petras, James The Power of
Israel in the United States (Clarity: Atlanta 2006)
3B. Véase Andrew England “Spectre of
Rival Clans Returns to Mogadishu”, Financial Times (London), 29
diciembre 2006 p.3)
4.
Financial Times, 22 enero 2007 p.12.
5.
Financial Times, 29 diciembre 2006 p.3.
6. William Church: “Somalia: CIA Blowback
Weakens East Africa” Sudan Tribune, 2 febrero 2007.
7A.
El gobierno de transición se quedó restringido en Baldoa, una pequeña
ciudad y su supervivencia dependía de Addis Abeba. Financial Times,
29 diciembre 2006 p.3
7B.
Financial Times, 31 diciembre 2007 p.2.
8. Stephan Shalom “Gravy Train: Feeding
the Pentagon by Feeding Somalia” Z Magazine, febrero 1993.
9.
Clinton proclamó que la planta farmacéutica estaba produciendo armas
biológicas y químicas, una historia que fue rechazada por
investigadores científicos.
10. Shalom
ibid.
11. Mark Bowden Black Hawk Down (Signet:
New York 2002)
12.
FT, 31 diciembre 2006 p.2
13.
FT, 5 enero 2007 p. 4
14. William Church
ibid.
15. “Somalia” Another War Made in the
USA” entrevista con Mohamed Hassan (Michel.Collon@skynet.be)
16.
ibid
17.
FT, 5 de enero de 2007 p.5; FT, 29 diciembre 2006 p. 3
18. BBC News “US Somali Air Strikes
‘Kill Many’”, 9 enero 2007; aljazeera.net “US Launches Air
Strikes on Somalia”, 9 enero 2007
19.
FT, 5 enero 2007, p.5 “…todavía no se ha podido convirmar la
presencia de sospechosos de Al Qaida, según Zeles Zenawi, Primer
Ministro etíope”
20.
aljazeera.net, 23 enero 2007; BBC News
“More Ethiopians to Quit Somalia”, 28 enero 2007.
21.
aljazeera.net, 29 diciembre 2006;
aljazeera.net, 6 enero 2007; BBC News, 26 enero 2007; Aljazeere.net,
28 enero 2007; 22. aljazeera.net, 11 febrero 2007
“Estallaron
saqueos y tiroteos tan pronto como los combatientes islámicos
salieron de la desmoronada capital y las milicias leales a los clanes
locales aparecieron por las calles.” FT, 29 diciembre 2006
23.
BBC News, 25 enero 2007; BBC, 30 enero 2007;BBC, 5 enero 2007.
24.
People’s Daily Online “El Parlamento ugandés para el intento de
precipitar el despliegue de mantenedores de la paz en Somalia.” 2
febrero 2007.
25.
Financial Times, 26 enero 2007, p.6.
26.
aljazeera.net, 7 febrero 2007.
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