El
imperialismo
hoy
Alex
Callinicos
Publicado
en el libro Marxism and the New Imperialism, Bookmarks
(Londres, 1994), con el título "Imperialism Today". Alex
Callinicos es profesor de Política en la Universidad de York y
miembro del Socialist Workers Party de Gran Bretaña.
Primera
parte
Introducción
La
sangrienta guerra lanzada por las grandes potencias contra Irak en
1991 demostró que el imperialismo, en el sentido más general de
utilización directa de la fuerza para imponer la voluntad de las
grandes potencias sobre Estados menores, se encuentra prosperando. La
guerra fue más notable aún por haber ocurrido en un momento en el
cual se consolidaba la creencia de que el mundo estaba entrando en una
era posimperialista. Dos razones principales dieron base a esta
creencia.
Una
de ellas fue, obviamente, la expectativa de que el final de la Guerra
Fría produciría lo que George Bush (padre) llamó un "Nuevo
Orden Mundial", en el cual las disputas entre los Estados podrían
ser resueltas pacíficamente bajo la tutela de las Naciones Unidas.
Hoy resulta más que claro que el "Nuevo Orden Mundial" es
tan sólo el viejo orden imperialista, con la diferencia fruto del
colapso de la Unión Soviética, de que la ONU puede ser utilizada
para legitimar intervenciones militares que Estados Unidos hubiera
realizado unilateralmente durante la Guerra Fría.
La
segunda razón para despachar el imperialismo al basurero de la
historia surgió de una interpretación bastante aceptada, de los dramáticos
cambios verificados en la economía mundial durante la última
generación. Se ha afirmado que la internacionalización de la
producción y, paralelamente, la integración global del capital
volvería la guerra obsoleta. Así, Tim Congdon, un destacado
monetarista británico, declaró recientemente:
El
nacionalismo económico, una de las fuerzas más poderosas y
destructivas del siglo XX, está quedado obsoleto. El carácter
internacional del comercio y de las finanzas aumenta tan rápidamente,
y la estrategia comercial de las grandes compañías es tan
globalizada, que la idea del Estado-nación está perdiendo su
importancia.
Congdon
dejó claro que esos cambios económicos estaban teniendo
consecuencias políticas -entre ellas, a largo plazo, el final de la
guerra:
"La
idea de una guerra entre Gran Bretaña y Alemania, o entre Estados
Unidos y Japón, ya es, obviamente, un disparate. Cada vez más los
antagonismos entre las naciones se irán haciendo literalmente
absurdos, así como la separación entre naciones acabará y se volverá
sin sentido."[1]
La
idea de que la interdependencia económica entre los Estados determina
que ya no les interesa realizar guerras no es nueva. Durante los años
de gestación de la Primera Guerra Mundial, el pacifista Norman Angell
publicó La Gran Ilusión (1910), donde argumentaba que una
guerra total entre las grandes potencias sería tan destructiva económicamente
que resulta inconcebible que ellas se arriesgasen a una aventura tan
irracional. Ese mismo análisis fue realizado de forma aparentemente
marxista por Karl Kautsky, en un famoso artículo publicado poco después
del inicio de la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914:
"No
hay necesidad económica para la continuidad de la carrera
armamentista después de la Guerra Mundial, incluso desde el punto de
vista de la propia clase capitalista, con la posible excepción de
ciertos intereses armamentistas. Por el contrario, la economía
capitalista está seriamente amenazada precisamente por estas
disputas. Todo capitalista perspicaz debe hoy alardear a sus compañeros:
¡Capitalistas de todo el mundo, unios!" [2]
Kautsky
argumentó que los procesos económicos podrían empujar a los
capitalistas hacia la unidad global:
"Lo
que Marx dijo sobre el capitalismo puede también ser aplicado al
imperialismo: el monopolio crea la competencia, y la competencia crea
el monopolio. La frenética competencia entre las grandes firmas, los
gigantes bancos y los multimillonarios hizo que los grandes grupos
financieros que estaban absorbiendo a los pequeños inventasen el cártel.
Del mismo modo la Guerra Mundial entre las grandes potencias
imperialistas puede dar como resultado una federación de las más
fuertes, renunciando estas a la corrida armamentista.
"Desde
el punto de vista puramente económico, por lo tanto, no es imposible
para el capitalismo entrar en otra fase, de incorporación de ese
proceso de formación de cárteles a su política de relaciones
exteriores: la fase del ultraimperialismo."[3]
La
previsión de Kautsky de que los antagonismos interimperialistas podrían
ser pacíficamente reconciliados en los marcos de un cártel
capitalista global demostró no servir como orientación durante lo
que Arno Mayer llamó "la Crisis General y la Guerra de los
Treinta Años del siglo XX", entre 1914 y 1945.[4] Empero, la
idea de que el imperialismo es simplemente una etapa en la historia
del capitalismo, y una etapa que ya fue o está siendo superada, ha
sido reavivada recientemente. Quizás el intento más influyente ha
sido el de Bill Warren, que intentó demostrar que el Tercer Mundo ha
pasado luego de la Segunda Guerra Mundial no por el "desarrollo
del subdesarrollo", como afirman los teóricos de la dependencia
como André Gunder Frank, sino por "un importante crecimiento en
las relaciones sociales capitalistas y en las fuerzas
productivas". El concluyó que:
"En
un contexto de interdependencia económica cada vez mayor, los lazos
de dependencia (o subordinación) que unen al Tercer Mundo con el
mundo imperialista, han sido y están siendo notablemente desatados
con la ascensión de capitalismos nativos; a través de este proceso
la distribución del poder político-económico al interior del mundo
capitalista es cada vez menos desigual. En consecuencia, aunque una
dimensión del imperialismo sea la dominación y explotación del
mundo no comunista por una docena de países capitalistas
desarrollados (Estados Unidos, Alemania Occidental, Gran Bretaña,
Francia, Japón, etc.) estamos, pese a todo, en una era de
imperialismo decadente y de capitalismo avanzado."[5]
Las
transformaciones económicas de las últimas décadas -la
internacionalización del capital, la ascensión de los NICs (los
Nuevos Países Industrializados), el declive relativo de ambas
superpotencias- han sido, sin duda, enormes. La cuestión a ser
tratada en este artículo es si estas transformaciones (y las
convulsiones políticas que les acompañaron, sobre todo las asociadas
al final de la Guerra Fría) pueden todavía ser comprendidas dentro
de los marcos de la teoría marxista del imperialismo. La respuesta a
esta pregunta tiene implicaciones prácticas importantes: mostrará si
la masacre del Golfo Pérsico de 1991 -y otros acontecimientos
semejantes, como la intervención de la ONU en Somalia- representan el
último suspiro de una versión obsoleta y moribunda del capitalismo,
o en cambio el mecanismo intrínseco de un sistema todavía sujeto a
producir guerras importantes. El primer paso para resolver esta cuestión
es establecer en que consiste realmente la teoría marxista del
imperialismo.
La
teoría marxista del imperialismo
El imperialismo puede ser definido de un modo bien amplio como la
dominación, a través de la historia, de pequeños países por
Estados más fuertes, o de manera más restringida, como la política
llevada a cabo por las grandes potencias desde el último tercio del
siglo XIX, para subordinar a la mayor parte del resto del mundo a su
dominio. La definición marxista clásica del imperialismo, dada por
Lenin, es más específica que la primera definición, y más general
que la definición más restringida. El imperialismo no es ni una
característica universal de la sociedad humana, ni una política
específica, sino que es una "etapa particular en el desarrollo
del capitalismo", de hecho, como afirma el título del libro de
Lenin, "la etapa superior del capitalismo". Lenin intentó
caracterizar esta etapa de desarrollo capitalista ofreciendo una
famosa definición del imperialismo:
1)
la concentración de la producción y del capital elevada a un grado
tan alto de desarrollo que hizo crear los monopolios, los cuales
cumplen un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del
capital bancario con el capital industrial y la creación, basada en
ese "capital financiero" de una oligarquía financiera; 3)
la exportación de capitales, que difiere de la exportación de
mercaderías, adquiere una importancia particularmente grande; 4) la
formación de asociaciones internacionales de capitalistas
monopolistas, que se reparten el mundo entre sí, y 5) la concreción
de una división territorial del mundo entre las potencias
capitalistas más importantes.[6]
La
definición de Lenin es tratada con frecuencia como un dogma
incuestionable por la mayoría de la izquierda, pero sus limitaciones
merecen ser señaladas. Ella es, claramente, una lista de lo que Lenin
denomina "características básicas" del imperialismo. Pero
no es posible a partir de esta lista, establecer la importancia
relativa de esas características. Esta es una debilidad seria, una
vez que ha quedado claro que algunas de ellas son mucho menos básicas
que otras. Por ejemplo, el capital financiero -la integración del
capital bancario con el capital industrial- se desarrolló mucho más
en algunas potencias imperialistas que en otras; mucho más en
Alemania que en Gran Bretaña. Pero además, no sólo la relación
entre las inversiones en el extranjero y la expansión colonial fue
mucho más desigual de lo que sugería Lenin, también algunas
potencias imperialistas, notablemente Estados Unidos y Japón, fueron
importadores líquidos de capital hasta 1914.[7]
La
concepción básica de Lenin sobre el Imperialismo, sin embargo,
emerge ilesa de estas críticas. El fue cuidadoso en poner énfasis en
el "valor condicional y relativo de todas las definiciones en
general". Pero además, su estudio del imperialismo no pretendía
ser un estudio científico definitivo, en vez de esto, como declara su
subtítulo, era "un esbozo popular" basado, en gran parte,
en obras influyentes como El Imperialismo del liberal-radical
J. A. Hobson y El Capital Financiero del austro-marxista Rudolf
Hilferding. Con base en estas investigaciones, Lenin no tenía duda en
cuanto a la característica decisiva del imperialismo: "en su
esencia económica el imperialismo es capitalismo monopolista".
Esto le permitió ubicar históricamente al imperialismo, determinar
"su lugar en la historia, ya que el monopolio que crece sobre la
base de la libre competencia, determina la transición del sistema
capitalista a un orden socioeconómico más elevado".[8] Por lo
tanto, los antagonismos y guerras entre las grandes potencias no eran
una simple aberración, como Kautsky dio a entender, surgían de la
dinámica del desarrollo capitalista, sobre todo de la tendencia a la
concentración y centralización del capital analizada por Marx. Estos
antagonismos y guerras podrían eliminarse, pero solamente gracias a
la revolución socialista.
Así,
en el análisis más sistemático y rigurosos de Bujarin, el
imperialismo nace de las:
"...tendencias
del desarrollo capitalista-financiero. El problema organizativo, que
envuelve más y más ramas de la "economía nacional" a través
de la creación de conglomerados y a través del papel organizativo
que cumplen los bancos, ha llevado a la conversión de cada
"sistema nacional" capitalista desarrollado en un "trust
capitalista-estatal". Por otra parte, el proceso de desarrollo de
las fuerzas productivas lleva a estos sistemas "nacionales"
a conflictos más agudos en su lucha competitiva por el mercado
mundial."[9]
En
este abordaje el imperialismo adopta dos características
fundamentales. La primera es una consecuencia de la tendencia a la
concentración y centralización del capital. La acumulación
competitiva de capital lleva tanto al crecimiento en el tamaño de las
unidades individuales de capital como a la incorporación de capitales
menores por los mayores, especialmente durante las crisis. El poder
económico se hace cada vez más concentrado. Sectores de la economía
quedan monopolizados, dominados por una pequeña cantidad de grandes
firmas o incluso por una única corporación. Además el capital
industrial tiende a fundirse con los grandes bancos para formar el
capital financiero. La etapa final de ese proceso de "organización"
es la creciente integración del capital privado con el Estado-nación,
en otras palabras, el surgimiento del capitalismo de Estado.
En
segundo lugar, a pesar de todo, esa organización nacional del
capitalismo ocurre en un contexto de creciente internacionalización
de las fuerzas productivas. La economía mundial, que Bujarin define
como "un sistema de relaciones de producción y,
correspondientemente, de relaciones de cambio a nivel mundial",
constituye el campo en el cual compiten los "trust capitalistas
de Estado". La competencia entre capitales deja de ser una simple
disputa por mercados entre empresas privadas: asume cada vez más la
forma de rivalidades militares y territoriales entre capitales
estatales a escala mundial. "La lucha entre trusts capitalistas
de Estado es decidida, en primer lugar por la relación entre sus
fuerzas militares, pues el poder militar es el último recurso de los
"grupos nacionales" de capitalistas en lucha".[10]
Guerras interimperialistas, como las de 1914-18 y 1939-45, son un
aspecto necesario de una economía mundial dividida entre distintos
capitales.
La
versión de Bujarin de la teoría del imperialismo no deja de tener
sus debilidades. La más importante es que subestima el grado en el
cual las dos tendencias que él identifica con el imperialismo -en
dirección al capitalismo de Estado y a la internacionalización del
capital- pueden contradecirse mutuamente. En forma consecuente él
trata las economías nacionales como bloques capitalistas de Estado
plenamente "organizados", en los cuales cualquier tendencia
a la crisis económica (aunque no a la guerra) habría sido
eliminada.[11] Pero una vez que estos errores son tomados en cuenta
podemos considerar que la teoría de Bujarin identifica las características
esenciales del imperialismo, tomado como etapa específica en la
historia del capitalismo. Podemos resumir entonces la teoría del
imperialismo de la siguiente manera:
I.
El imperialismo es la etapa de desarrollo en el capitalismo donde: 1)
la concentración y centralización del capital tiende a llevar a la
integración del capital monopolista privado con el Estado; y 2) la
internacionalización de las fuerzas productivas tiende a forzar a los
capitales a competir entre sí por mercados, inversiones y materias
primas a escala mundial.
II.
Las principales consecuencias de estas dos tendencias son: 1) la
competencia entre capitales toma la forma de rivalidades militares
entre Estados-nación, 2) las relaciones entre los Estados-nación son
desiguales: el desarrollo desigual y combinado del capitalismo permite
a un pequeño número de Estados capitalistas avanzados (los países
imperialistas) en virtud de sus recursos productivos y de su fuerza
militar, dominar el resto del mundo; 3) el desarrollo desigual y
combinado del imperialismo intensifica todavía más la competencia
militar y da lugar a las guerras, incluyendo tanto las guerras entre
las propias potencias imperialistas, como aquellas que surgen de las
naciones oprimidas en lucha contra la dominación imperialista.[12]
Esta
definición del imperialismo es más abstracta que la de Lenin, aunque
ella capta el núcleo de su concepción. Una ventaja de esta definición
es que puede ser usada para demostrar cómo la dinámica del
imperialismo da lugar a distintas fases en su desarrollo. Gran parte
de este artículo estará dedicado al análisis de estas fases.
Argumentaremos que hubieron tres fases principales en la historia del
imperialismo: el imperialismo clásico, 1875-1945 -analizado
por Lenin, Bujarin, Luxemburg, Hilferding, Kautsky y Hobson, que es el
imperialismo que dio lugar a la "Guerra de los Treinta Años"
de Arno Mayer; el imperialismo de las superpotencias, 1945-1990
-período en el cual el mundo fue repartido entre dos grandes bloques
militares rivales-; y el imperialismo después de la Guerra Fría
-el "Nuevo Orden Mundial" de Bush (padre), en realidad una
versión más inestable del antiguo orden mundial.
Cualquier
periodización de este tipo conlleva un grado de arbitrariedad. Como
quedará claro en la detallada discusión que sigue, las características
de cada fase están típicamente presentes en una forma menos
desarrollada en las anteriores fases. Pero, este modo de dividir la
historia del imperialismo, desde mi óptica, ayuda a aclarar su dinámica
interna y las transformaciones por las cuales atravesó. Por razones
obvias, el imperialismo contemporáneo recibirá una atención
detallada.
El
imperialismo Clásico, 1875-1945
1. Un mundo económica y políticamente multipolar. La moderna
historia europea, del siglo XV en adelante, está dominada por un
proceso feroz y continuo de competencia militar y territorial entre
las grandes potencias. Un modo de resumir la naturaleza del
imperialismo es diciendo que marcó el punto en el cual ese proceso se
fundió con la expansión del capitalismo industrial y a esta se
subordinó. Eric Hobsbawm comenta sobre el siglo XIX que "la
economía mundial ahora era notablemente más pluralista que antes. La
economía británica dejó de ser la única totalmente industrializada
y, en realidad, la única industrial".[13]
Un
factor en ese cambio fue lo que William McNeill llama la
"industrialización de guerra" de mediados del siglo XIX
-los incrementos en la movilidad proporcionada por los rieles, por la
navegación a vapor, y por la producción en masa de nuevas armas como
el rifle de repetición y la ametralladora. El poder militar de los
Estados dependía ahora directamente de su nivel de industrialización.
Las grandes monarquías absolutistas de Europa Central y Oriental
-Prusia, Austria-Hungría y Rusia- fueron forzadas a promover la
expansión del capitalismo industrial para fortalecer la base material
de las modernas fuerzas armadas.
Al
mismo tiempo la expansión territorial del capitalismo industrial
exacerbó las rivalidades entre las grandes potencias, particularmente
cuando Gran Bretaña vio su supremacía industrial y naval desafiada
por Alemania. El resultado fue una carrera armamentista naval
impulsada por la innovación tecnológica, y la incorporación de Gran
Bretaña a uno de los dos grandes bloques militares en los cuales
Europa estaba dividida. La competencia económica y militar se
reforzaría mutuamente en un mundo dominado por una pequeña porción
de Estados.[14]
2.
Expansión Colonial. "La transición del capitalismo a la
etapa del capitalismo monopolista, del capital financiero, está
conectada a la intensificación de la lucha por el reparto del
mundo", escribió Lenin.[15] Las posesiones coloniales europeas
crecieron de 4.3 millones de Km2 y 148 millones de habitantes en 1860
a 46,4 millones de Km2 y 568 millones de habitantes en 1914, y aún así
el proceso de expansión todavía no estaba completo, ya que las
posesiones del Imperio Otomano en Medio Oriente fueron divididas entre
Francia y Gran Bretaña solamente al final de la Primera Guerra
Mundial. La conquista colonial fue acompañada por un aumento enorme
en la inversión externa europea, de 2.000 millones de libras
esterlinas en 1862 a 44.000 millones en 1913.[16]
De
esto no se sigue, como sugieren las groseras versiones de la teoría
de Lenin, que la dinámica del imperialismo fue proporcionada por la
exportación de capitales para explotar esclavos coloniales. Para
empezar, la expansión de la inversión extranjera fue muy desigual:
Gran Bretaña fue la primer y por lejos la mayor exportadora de
capital a partir de la década de 1860, Francia le siguió hacia
finales de los años 1870, Alemania solamente después de 1900,
mientras que Estados Unidos y Japón importaron capital hasta 1914.
Además, como señaló Hobsbawm:
"Cerca
del 80% del comercio europeo durante todo el siglo XIX, tanto de
importación como de exportación, era hecho con otros países
desarrollados; lo mismo es verdad en lo que atañe a las inversiones
europeas en el exterior. La parcela de inversiones destinada a países
de ultramar era mayoritariamente dirigida a un pequeño número de
economías en desarrollo rápido, sobre todo pobladas por
descendientes de europeos -Canadá, Australia, Sudáfrica, Argentina,
etc.- y claro también, a EEUU."[17]
Este
patrón emerge muy claramente de los datos referentes a la inversión
externa británica en la Tabla 1.
TABLA
1
Muestra por región de la inversión británica en el extranjero.
1860-1929 (%)
REGIONES
|
1860-70
|
1881-90
|
1891-13
|
1927-29
|
Imperio
Británico (total)
|
36.0
|
47.0
|
46.0
|
59.0
|
Canadá
|
25.0
|
13.0
|
13.0
|
17.0
|
Australia
/ N.Zelandia
|
9.5
|
16.0
|
17.0
|
20.0
|
India
|
11.2
|
15.0
|
10.5
|
14.0
|
Otros
|
0.3
|
3.0
|
5.5
|
8.0
|
América
Latina
|
10.5
|
20.0
|
22.0
|
22.0
|
Estados
Unidos
|
27.0
|
22.0
|
19.0
|
5.5
|
Europa
|
25.0
|
8.0
|
6.0
|
8.0
|
Otros
|
1.5
|
3.0
|
7.0
|
5.5
|
(Fuente:
M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism (Harmondsworth,
1974), Tabla 17, pp. 190-1)
Las
colonias jugarán, entretanto, un papel económico vital. India proveyó
a Gran Bretaña con un tributo anual extraído directamente (los
"home charges") además del excedente comercial, tasas de
interés sobre inversiones y otras ganancias invisibles.[18]
Según
Berrick Saul "Gran Bretaña liquidó más de un tercio de sus déficits
con Europa y Estados Unidos a través de la India".[19] El
reciente y excepcional estudio de Avner Offer sobre la Primera Guerra
Mundial demuestra que el Imperio Británico jugó un papel todavía más
directo en el proceso de competencia interimperialista. Gran Bretaña
y Alemania, las dos grandes potencias más industrializadas en el
pasaje del siglo XIX al XX, tenían economías altamente
especializadas y dependientes de materias primas y alimentos
importados.
La
clase dominante británica, sin embargo, gozaba de una ventaja
decisiva: controlaba un gran imperio capaz de abastecerla con esas
mercaderías, al mismo tiempo que su supremacía le permitía tanto
proteger sus propias rutas marítimas como bloquear el acceso de
Alemania al alimento y a las materias primas que necesitaba. El
planeamiento para la guerra económica fue, por lo tanto, una parte
importante de los preparativos británicos antes de 1914. La lucha por
alimentos y materias primas fue un factor importante en la derrota de
Alemania en 1918, no solo a causa del impacto del bloqueo británico
sobre las potencias centrales, sino también porque la campaña naval
alemana en el Atlántico trajo a Estados Unidos a la guerra, cambiando
así la balanza en favor de la Entente (la alianza entre Inglaterra,
Francia, Bélgica, etc.).[20]
La
importancia de las colonias en la competencia interimperialista se
evidenció una vez más durante la Gran Depresión de la década del
30 de este siglo, cuando la economía mundial se fragmentó en bloques
comerciales rivales. Las potencias que como Gran Bretaña y Francia,
pudieron apoyarse en sus colonias para tener mercados protegidos y
materias primas, fueron capaces de resistir mejor a la depresión que
aquellas como Estados Unidos y Alemania, que no poseían imperios.
Para estos últimos Estados la Segunda Guerra Mundial ofreció una
salida al problema.
3.
Capitalismo de Estado militarizado. Lenin, Hilferding y Bujarin
tomaron la centralización cualitativamente mayor del poder económico
como una característica decisiva de la nueva etapa de desarrollo
capitalista, que se hizo evidente en el cambio del siglo XIX al XX. De
hecho, el desarrollo que Hilferding denominó "capitalismo
organizado" implicó variaciones considerables -por ejemplo, Gran
Bretaña quedó significativamente detrás de Alemania y Estados
Unidos. Hilferding explicó estas variaciones en términos de
desarrollo desigual y combinado del capitalismo. El desarrollo
relativamente "orgánico" del capitalismo británico
determinó que los fondos para inversiones fueran acumulados
gradualmente en las manos de capitalistas individuales, sin la
necesidad de recurrir a los bancos o a la Bolsa de Valores para
financiar la expansión. Inversamente, los capitalistas alemanes,
industrializándose a la sombra del monopolio manufacturero de Gran
Bretaña, podrían solamente conseguir los fondos necesarios a través
de un grado de organización superior, provisto por las "join
stock company" (sociedades anónimas por acciones) y por el papel
cumplido por los bancos en el financiamiento de la inversión
productiva.
En
Alemania, por consiguiente, y en Estados Unidos de un modo un poco
diferente, la relación de los bancos con la industria fue
necesariamente y desde el principio, bastante diferente de la que
existía en Gran Bretaña. Aunque esa diferencia se debió al atraso y
al desarrollo tardío de Alemania, la estrecha conexión entre capital
industrial y bancario se transformó, tanto en Alemania como en
Estados Unidos, en un factor importante en su avance hacia una forma más
elevada de organización capitalista.[21]
Por
razones semejantes, tanto en Alemania como en Estados Unidos, el
Estado se volvió intervencionista mucho antes que en Gran Bretaña
-por ejemplo, introduciendo tarifas proteccionistas para aislar sus
industrias manufactureras de la competencia de Gran Bretaña. La Gran
Depresión de los años 30 persuadió a la clase dominante británica
a abandonar el libre comercio, un paso tomado por sus compañeros
americanos setenta años antes, al comienzo de la Guerra Civil.
Es
esta integración del Estado y del capital privado la que explica la
propensión del imperialismo a la guerra: las rivalidades económicas
globales entre los grandes bloques de capital integrados nacionalmente
que emergieron del proceso de organización analizado por Hilferding y
Bujarin, sólo podrían ser resueltas mediante el choque de sus
relativas fuerzas militares. Pero la guerra interimperialista sirvió
también para acelerar la tendencia al capitalismo de Estado. Bujarin
había comprendido eso ya en 1915. La movilización de recursos
exigidos por la guerra total tendía a transformar la economía en una
"organización directamente subordinada al control del poder
estatal". Así, "la guerra es acompañada no solamente por
una tremenda destrucción de fuerzas productivas: ella proporciona
también un extraordinario refuerzo e intensificación de las
tendencias desarrollistas inherentes al capitalismo".[22]
Las
economías de guerra de los períodos 1914-18 y 1939-45 llevaron a un
aumento cualitativo en el nivel de la dirección estatal de la economía,
que no fue revertido en los períodos de paz que les siguieron. De
hecho, la Gran Depresión de 1929-39 representó una continuación de
este proceso, mientras la economía mundial se fragmentaba en bloques
comerciales proteccionistas y todas las principales potencias
imperialistas fortalecían sus aparatos de intervención estatal -un
proceso que alcanzó su clímax en la Rusia estalinista.[23] Una
consecuencia de esto fue el declive en el nivel de integración económica
global en relación al que había sido alcanzado antes de 1914. De
esta manera, la proporción del comercio de bienes manufacturados en
relación a la producción mundial superó el nivel de 1913 solamente
a mediados de los años 70.[24]
Este
movimiento en dirección a la autarquía económica por las grandes
potencias, sirvió solamente para exacerbar las tensiones entre ellas,
ya que esto dio a aquellos Estados imperialistas que no contaban con
un acceso rápido a mercados y materias primas coloniales
-notablemente Alemania y Japón- un poderoso incentivo para usar sus
maquinarias militares y atrapar una porción mayor de los recursos
mundiales. De esta forma la contradicción que Bujarin había
identificado entre la internacionalización y la estatización del
capital produjo un segundo período, todavía más destructivo, de
reparto del planeta entre las potencias imperialistas.[25]
A
la segunda parte >>>
Notas:
1.
T. Congdon, "How the City is Making Economic Nationalism Obsolete",
Spectator, 13 de Febrero de 1988, pp21, 25.
2.
K. Kautsky, "Imperialism", en J. Riddell, ed., Lenin's
Struggle for a Revolutionary International. Documents 1907-1916. The
Preparatory Years, Nueva York, 1984, p. 180.
3.
Idem, p.181.
4.
A. J. Mayer, Why Did the Heavens Not Darken?, Nueva York 1990,
p.31.
5.
B. Warren, Imperialism-Pioneer of Capitalism, Londres 1980,
p.31.
6.
Lenin, Collected Works, Moscu 1964, vol. XXII, pp. 266, 267.
7.
Ver, por ejemplo, M. Kidron, Capitalism and Theory, Londres
1974, cap. 6; M. Barratt Brown, The Economics of Imperialism,
Harmondsworth 1974, cap. 8, y Warren, Imperialism, pp 57-70.
8.
Lenin, Collected Works, p.298.
9.
Bujarin, Selected Writings on the State and the Transition to
Socialism, Nottinhgham 1982, pp. 16-17.
10.
Idem, Imperialism and World Economy , Londres 1972, pp. 25-6,
125
11.
Ver mi discusión sobre Lenin y Bujarin en Imperialism, Capitalism
and the State Today, ISJ 2:35, 1987, pp79-88.
12.
El concepto de desarrollo desigual y combinado es, ciertamente, una de
las principales contribuciones de Trotsky al marxismo. Sin el no se
pude explicar la naturaleza jerárquica del imperialismo (el dominio
de los países avanzados), ni su inestabilidad (la división desigual
de los recursos da lugar a constantes disputas interimperialistas por
la repartición del mundo).
13.
E. Hobsbawm, Age of Empire, p.51.
14.
W. H. McNeill, The Pursuit of Power, Oxford 1982, cap. 7 e 8.
15.
Lenin, op. cit., p. 255.
16.
M. Barratt Brown, Imperialism, cap. 8.Todos los datos sobre
inversión extranjera son de este libro.
17.
Hobsbawm, Age of Empire, pp 73-4.
18.
R. P. Dutt, India Today, Londres 1940, cap. VII. Citado en M.
Barratt Brown, op. cit..
20.
A. Offer, The First World War: An Agrarian Interpretation,
Londres 1989.
21.
R. Hilferding, Finance Capital, Londres 1981, p. 307
22.
Bujarin, Sellected Writings, pp 18, 19.
23.
C. Harman, Explaining the Crisis, Londres 1984, cap. 2.
24.
M. Wolf, "The Need to Look to the Long Term", Financial
Times, 16 de Noviembre de 1987.
25.
E. Mandel, The Meaning of the Second World War, Londres 1986.
Esta es la única obra marxista que intenta ofrecer una interpretación
seria y global, aunque posea debilidades, notoriamente la distinción
típicamente escolástica que realiza Mandel entre varios tipos de
guerra implicados en el conflicto.
A
la segunda parte >>>
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