El
imperialismo
hoy
Segunda
parte
El
imperialismo de las superpotencias, 1945-1990
1.
Un mundo políticamente bipolar, pero económicamente multipolar.
La competencia interimperialista sufrió un cambio fundamental después
de la derrota de Alemania y Japón en 1945. El sistema europeo de
Estados dejó de ser el eje de la política mundial, tal como lo había
sido hasta entonces. En vez de esto el continente europeo fue
repartido e integrado en dos alianzas militares globales, cada una de
ellas dominada por una de las superpotencias, Estados Unidos y la Unión
Soviética. Este estado de cosas había sido preanunciado durante la
época de las dos guerras mundiales. La inestabilidad del sistema
europeos de Estados que dio origen a la "Guerra de los Treinta Años"
de 1914-1945, reflejó la incapacidad de contener el impacto de la
ascensión de Alemania al status de potencia mundial. El dominio sin
precedente de Gran Bretaña en la política europea durante los
preparativos de la Segunda Guerra Mundial, representó el intento de
la hasta entonces principal potencia imperialista de dominar un
sistema de Estados totalmente debilitado, un papel que Gran Bretaña,
cuyo relativo declive económico fue expuesto brutalmente por la
guerra, sólo pudo cumplir mientras las dos potencias continentales,
EEUU y la URSS, quedasen como señaló Paul Kennedy, "fuera de
escena".[26]
En
1945, lo que un historiador llamó la "última guerra
europea" tuvo su final cuando ambos Estados se movieron para el
centro del escenario. EEUU sustituyó definitivamente a Gran Bretaña
como potencia dominante a nivel mundial, traduciendo su amplia fuerza
económica en un aplastante poderío militar. Al mismo tiempo los
gobernantes de EEUU usaron su predominio en la alianza contra Hitler
para sentar las bases de una economía mundial de posguerra abierta a
las inversiones y exportaciones norteamericanas, en un intento por
impedir una repetición de la catástrofe que soportó su economía a
causa de las guerras comerciales de los años 30. El principal obstáculo
para alcanzar ese objetivo era la clase dominante soviética: la fusión
del poder económico y político alcanzado por las transformaciones
capitalistas de Estado ocurridas en los años 30, significaba que la
integración en un mercado mundial dominado por EEUU amenazaría el
dominio de la burocracia estalinista. De esta forma, estaba pronta la
base para la división de Europa después de la guerra en dos bloques
militares rivales.[27]
La
Guerra Fría que emergió del conflicto entre los triunfadores de 1945
implicó una nueva modalidad de conflicto interimperialista. En primer
lugar, las rivalidades territoriales y militares entre los Estados
fueron encuadradas en un molde bipolar. Anteriormente la competencia
entre Estados había ocurrido entre una pluralidad de grandes
potencias que, mientras podían formar alianzas temporarias, mantenían
sus opciones abiertas en las interminables maniobras entre las
cancillerías de Europa, las cuales fueron el núcleo de la política
internacional desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX.
El
axioma básico de esta política fue resumido por uno de sus máximos
practicantes, Parlmerston, cuando dijo: "Inglaterra no tiene
amigos ni enemigos eternos, solamente intereses eternos". De esta
forma, Alemania y Rusia emprendieron dos terribles guerras en el siglo
XX, a despecho de la antigua amistad entre las casas de los
Hohenstaufen y de los Romanov durante el siglo anterior; Gran Bretaña
y Francia, casi continuamente en guerra entre 1689 y 1815, se aliaron
contra Alemania en las dos guerras mundiales; los preparativos de
guerra británicos llevaron a Trotsky a pronosticar algo que parecía
plausible a comienzos de la década del 20: un conflicto entre Gran
Bretaña y Estados Unidos.[28] La política internacional perdió su
fluidez después de 1945. Los Estados europeos quedaron enclaustrados
dentro de los dos bloques de superpotencias, un estado de cosas que
reflejaba en varios grados una convergencia de intereses entre las
clases dominantes aliadas y la ausencia de cualquier otra elección.
Las
relaciones políticas entre los Estados eran más inestables en las márgenes
del sistema: en el Tercer Mundo. Egipto en el período de posguerra,
por ejemplo, representa quizá la más dramática sucesión de status:
semicolonia británica, Estado neutral balanceado entre las dos
superpotencias, el más importante aliado de la URSS en el Tercer
Mundo, el segundo mayor receptor de ayuda militar de EEUU en el
planeta.[29] Además, el efectivo reparto del globo entre los dos
superbloques impuso rigurosos límites al campo de maniobra de los
Estados. Cuando Egipto, fuertemente armado por la URSS -a pesar de la
expulsión de los asesores militares soviéticos en julio de 1972 por
el presidente Anuar Sadat- lanzó el ataque militar de mayor éxito de
los Estados árabes contra Israel en octubre de 1973, Estados Unidos
respondió con un gran puente aéreo de municiones para el ejercito
israelí y, a cierta altura, puso incluso hasta sus propias fuerzas
nucleares en alerta.[30] La Guerra Fría actuó como una especie de
camisa de fuerza, obligando a los Estados individuales a poner en línea
sus acciones con los intereses de uno de los dos bloques de
superpotencias.
En
segundo lugar, la competencia interimperialista después de 1945 no
llevó a ninguna guerra general entre las grandes potencias. Guerras,
claro está, siguieron ocurriendo en la periferia del sistema, tal
como habían ocurrido durante la conquista europea de Africa y de Asia
en el siglo XIX: entre 15 y 30 millones de personas murieron en
aproximadamente 80 guerras desde 1945, pero el núcleo del sistema
permaneció en situación de paz.[31] La razón más obvia de esto fue
con toda probabilidad el hecho de que las superpotencias poseyeran
armas nucleares. Aunque esto no hacía imposible una guerra total, sin
duda impuso un comportamiento más cauteloso tanto de Washington como
de Moscú. De cualquier forma, esta fue una interrupción notable del
estado de guerra casi continua en que se había hallado Europa desde
el surgimiento de las monarquías absolutistas. De hecho, también un
supuestamente pacífico siglo XIX había presenciado una explosión de
guerras entre las grandes potencias entre 1855 y 1871, cuyo resultado
fue la unificación de Italia y de Alemania, y el desalojo, por esta
última, de Francia como la principal potencia del continente. La
ausencia de una guerra total después de 1945 aumentó la rigidez de
la política mundial, ya que privó al capital del principal mecanismo
a través del cual el sistema de Estados había sido ordenado, con la
distribución -en permanente cambio- del poder económico global. Al
mismo tiempo, sin embargo, los preparativos de guerra se volvieron endémicos.
La
carrera armamentista entre Gran Bretaña y Alemania antes de 1914 fue
ínfima en comparación con la que se inició a partir del final de
los años 40 entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. Niveles de gastos
armamentistas sin precedentes en tiempos de paz fueron sustentados
particularmente por EEUU y la URSS, a través de toda la generación
posterior a 1945. En su auge, entre los años 50 y el principio de los
años 60, esa economía armamentista permanente tuvo la consecuencia
no intencional, de contrarrestar la caída tendencial de la tasa de
ganancias, dando estímulo así al más poderoso y largo boom en la
historia del capitalismo. Entre 1948 y 1973 la renta mundial se
triplicó.[32]
El
largo boom está estrechamente relacionado a una tercer
peculiaridad de la competencia interimperialista después de la
Segunda Guerra Mundial. El reparto del mundo entre las dos
superpotencias fue altamente desigual, ya que la alianza occidental
incluía no solamente a EEUU (por lejos la mayor economía del mundo),
sino también a Europa Occidental, Japón y Canadá. Eso no sólo puso
a la URSS en una fuerte desventaja, sino que también dio lugar a una
contradicción cada vez más importante en el campo occidental. La
inclusión de todas las economías avanzadas en un único bloque político,
al interior del cual EEUU era la potencia militar dominante, creó un
espacio económico muy grande en el cual la competencia entre
capitales no dio lugar al tipo de conflictos militares endémicos
antes de 1945. En este punto el modelo analizado por Bujarin dejó de
aplicarse, ya que las rivalidades interimperialistas se desarrollaron
al interior del bloque capitalista occidental sin que existiera una
tendencia a su resolución a través de los que Shakespeare llamó
"el sangriento arbitraje de la guerra". La competencia económica
entre capitales fue, de esta forma, disociada de los conflictos
militares entre los Estados.
Este
desarrollo tuvo además consecuencias a largo plazo que se mostraron
desestabilizadoras. La primera, yo apenas la voy a mencionar aquí
(pero la retomaré más adelante): el orden económico global erigido
sobre el liderazgo de EEUU al final de la Segunda Guerra Mundial, creó
un marco institucional (el acuerdo de Bretton Woods, etc.) que promovió
una considerable internacionalización del capital. En segundo lugar,
como fue señalado anteriormente, este marco tenía por fin proveer a
EEUU con mercados y áreas de inversión. Sin embargo, la recuperación
durante el largo boom de las economías europea y japonesa de la
devastación de la guerra (un proceso promovido por EEUU para
convertir a estos países en trincheras contra la revolución y las
presiones militares rusas) llevó al surgimiento de capitales cada vez
más capaces de minar el propio dominio norteamericano en el mercado
mundial.
Los
altos niveles de gastos en armamentos, los cuales fueron una condición
de la hegemonía político-militar norteamericana, desviaron capital
de las inversiones productivas; al mismo tiempo, los gastos militares
relativamente bajos de Alemania Occidental y de Japón hicieron
posibles tasas muy altas de acumulación de capital y,
consecuentemente, la progresiva erosión de la competitividad de la
industria manufacturera norteamericana. Para los años 60 el declive
económico relativo de EEUU era evidente. La consecuente intensificación
de la competencia al interior del bloque capitalista occidental
fracturó el sistema financiero internacional y provocó una reducción
en los gastos militares norteamericanos. Una economía armamentista
debilitada ya no podía impedir la caída de la tasa mundial de
ganancias, preparando el escenario para las grandes recesiones de
1973-74 y 1979-82.[33] Así, una profunda contradicción se había
manifestado entre un orden que permanecía políticamente bipolar,
pero que era económicamente multipolar. La distribución global del
poder político-militar no correspondía más a la distribución del
poder económico.[34]
2.
El Tercer Mundo: "negligencia" malvada e industrialización
parcial. El más dramático cambio después de 1945, ocurrido
fuera del núcleo capitalista occidental del sistema, fue el
desmantelamiento de los imperios coloniales europeos. En cierto grado
este cambio fue ocasionado por el declive de las potencias europeas y
de su dependencia de un EEUU ávido por tener acceso a los mercados
coloniales cerrados a él durante el período de entre guerras. Las
heroicas luchas de liberación nacional en China, Vietnam, Argelia y
en las colonias portuguesas, también cumplieron su parte. Pero la
descolonización como proceso político correspondía también a la
disminución de importancia del Tercer Mundo para los países
capitalistas avanzados. El cuadro descrito por Lenin de un sistema
imperialista basado en la exportación de capital a las colonias -una
verdad parcial incluso en su época, como vimos- estaba completamente
desenfocado de la realidad del capitalismo internacional después de
1945. Resumiendo la experiencia inmediata del período posterior a la
Segunda Guerra Mundial, Michael Kidron escribió en 1962: "El
capital no fluye de países capitalistas maduros a países
capitalistas en desarrollo, por el contrario, las inversiones en el
extranjero son crecientemente realizadas entre los propios países
capitalistas desarrollados".[35] Como demuestra la Tabla 2, esa
afirmación siguió siendo verdadera para la economía mundial entre
1965 y 1983. El Banco Mundial expresaba en 1985:
"...desde
1965, aproximadamente tres cuartos de las inversiones extranjeras
directas fueron a países industrializados. El restante estuvo
concentrado en su mayor parte en unos pocos países en desarrollo,
predominantemente en aquellos de mayor renta de Asia y América
Latina. En particular Brasil y México recibieron grandes volúmenes
de inversión directa. En Asia, Hong Kong, Malasia, Filipinas y
Singapur han sido los mayores receptores de inversión extranjera
directa en Asia en los recientes años."[36]
Estos
datos contradicen directamente los análisis del sistema mundial
hechos por los teóricos de la dependencia como André Gunder Frank y
por los teóricos del intercambio desigual como Samir Amin.[37] La
prosperidad de los capitalistas (y de los trabajadores) de los países
capitalistas avanzados no depende de la pobreza del Tercer Mundo,
puesto que los principales flujos de capital y mercancías pasan bien
lejos de los países pobres (la mayor parcela del comercio mundial
ocurre entre las economías desarrolladas). Y, claro está, la
principal concentración de riquezas se mantiene en las economías
occidentales. La explicación es bastante simple. Como vimos, la
importancia clave de las colonias en el período del imperialismo clásico,
estaba en las materias primas que ellas proporcionaban para las economías
industriales crecientemente especializadas de la metrópolis
imperialistas. Pero el giro en dirección a la autarquía durante la
"Guerra de los Treinta Años" de 1914-1945 implicó
esfuerzos permanentes y consecuentes por parte de las economías
avanzadas para reducir su dependencia de materias primas importadas:
así, los sustitutos sintéticos fueron desarrollados en gran escala,
las materias primas fueron utilizadas más eficientemente, y la
producción agrícola de los países industrializados creció
bastante.[38] Además, gracias a la economía armamentista permanente,
los propios países desarrollados conocieron un boom. Nigel
Harris explicó la consecuencia de estas transformaciones:
"Ingresos
reales crecientes en los países capitalistas avanzados,
proporcionaron mercados en expansión para una producción cada vez más
sofisticada y costosa. Esto aseguró tasas de ganancias sobre nuevas
inversiones que succionaban continuamente una porción cada vez mayor
de los nuevos ahorros mundiales. Tanto el trabajo como el capital
fueron retirados de los países atrasados para servir a las economías
de los países avanzados. El comercio entre países capitalistas
avanzados proporcionó el dínamo para una expansión sin precedentes
del comercio y de la producción mundial en el período después de
1948, y para una concentración de capital todavía mayor que antes en
manos de los países ricos. Aquello que los imperialistas consideraban
como la división internacional del trabajo -entre países
manufactureros avanzados y países atrasados exportadores de materias
primas- fue superado por una división entre enclaves avanzados
relativamente autosuficientes y una masa de dependientes
pobres."[39]
TABLA
2 Inversiones Extranjeras
Directas en grupos selectos de países, 1965-83
|
FLUJO
MEDIO ANUAL
(billones de U$S)
|
PORCENTAJE
DE LAS INVERSIONES
|
Años
|
65-69
|
70-74
|
75-79
|
80-83
|
65-69
|
70-74
|
75-79
|
80-83
|
Países
industrializados
|
5.2
|
11.0
|
18.4
|
31.3
|
79.0
|
86.0
|
72.0
|
63.0
|
Países
en desarrollo
|
1.2
|
2.8
|
6.6
|
13.4
|
18.0
|
22.0
|
26.0
|
27.0
|
América
Latina y el Caribe
|
0.8
|
1.4
|
3.4
|
6.7
|
12.0
|
11.0
|
13.0
|
14.0
|
Africa
|
0.2
|
0.6
|
1.0
|
1.4
|
3.0
|
5.0
|
4.0
|
3.0
|
Asia
(inc. Medio Oriente)
|
0.2
|
0.8
|
2.2
|
5.2
|
3.0
|
6.0
|
9.0
|
11.0
|
Otros
países y flujos
|
0.2
|
-1.0
|
0.6
|
4.8
|
3.0
|
-8.0
|
2.0
|
10.0
|
Total
|
6.6
|
12.8
|
25.6
|
49.4
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
100.0
|
(Fuente:
Banco Mundial, Registro de desarrollo mundial 1985)
Cuando
Kidron y Harris, analizaron por primera vez en los años 60 estos
cambios en las relaciones entre las economías avanzadas y las economías
en desarrollo, ambos notaron una excepción muy importante a este patrón
de dependencia occidental cada vez menor de materias primas: el petróleo.[40]
De hecho, junto con la ascensión de los NICs del sudeste asiático,
esta es la principal explicación para el crecimiento de la inversión
extranjera directa en el Tercer Mundo después de 1975 (ver Tabla 2,
que muestra a Asia, incluyendo al Medio Oriente, aumentando su parcela
de inversiones extranjeras directas del 3% en 1965-69 al 11% en
1980-83). Sin embargo, el petróleo es precisamente una excepción. La
norma en el Tercer Mundo no fue la explotación intensiva por parte de
las multinacionales occidentales, sino la exclusión efectiva de la
mayoría de los países pobres del comercio mundial y de las
inversiones. Los trabajadores y campesinos de Africa, Asia y América
Latina vivían en situación de miseria, no tanto porque los frutos de
su explotación fueran fuente principal de los beneficios
imperialistas, sino más bien debido al hecho de que su trabajo era
irrelevante para los principales centros del capital en Norteamérica,
Europa Occidental y Japón, a menos que estos siguiesen a este capital
hasta sus lugares de origen.
Además
de esto no se podía concluir -como Frank y Amin lo hicieron- que todo
el Tercer Mundo estuviera condenado a un estancamiento permanente. Por
el contrario, algunos países poco desarrollados fueron capaces de
alcanzar altos niveles de crecimiento industrial. La ascensión
durante los años 70 y 80 de los NICs del sudeste asiático y América
Latina, marcó un cambio significativo en la división internacional
del trabajo. Fases anteriores de industrialización fuera del centro
imperialista habían implicado típicamente la producción de bienes
de consumo anteriormente importados. Las dos guerras mundiales
permitieron a muchas colonias y semicolonias (por ejemplo a India,
Egipto y Sudáfrica) sacar ventaja del desvío de las industrias
manufactureras de las metrópolis hacia la producción militar,
impulsando a los capitalistas locales a que produjeran para sus
propios mercados internos.
Después
de 1945 muchos Estados del Tercer Mundo buscaron mantener una
industrialización basada en la sustitución de importaciones. Los más
ambiciosos -la China de Mao, la India de Nehru, el Egipto de Nasser-
copiaron los métodos de mando y control burocrático de la Rusia
estalinista, con la esperanza de construir su propia industria pesada.
Estos
ensayos de capitalismos estatales autárquicos fueron generalmente
incapaces de movilizar recursos internos suficientes, para lograr las
amplias inversiones sobre los cuales se apoyaban las industrias
pesadas de los países capitalistas avanzados. Por esto, los esfuerzos
de Nasser de finales de los años 50 y de los años 60 por construir
una industria pesada estatal fueron posibles solo gracias a las
grandes reservas de moneda extranjera acumuladas durante el boom
del principal producto de exportación de Egipto -el algodón- durante
la guerra de Corea. Estas reservas financiaron las importaciones de
maquinarias, insumos y otros recursos necesarios para construir la
base industrial egipcia. Pero cuando las reservas se acabaron, las
nuevas importaciones solo podían ser financiadas por exportaciones
hacia mercados donde la industria egipcia no podía competir, o por préstamos
rusos, los cuales eran pagados con las exportaciones de algodón y
arroz embarcados a Rusia. El fracaso de la política capitalista
estatal de Nasser está por detrás de la política de Sadat de buscar
la apertura de Egipto a la economía mundial.[41]
Los
NICs del sudeste asiático y América Latina constituyeron una
divergencia significativa a esta norma. Mientras Mao, Nehru y Nasser
habían intentado copiar a Stalin, buscando una autarquía capitalista
estatal, países como Corea y Brasil se orientaron al mercado mundial.
Ellos producían bienes manufacturados no necesariamente para el
mercado interno, sino para exportar. Y en general fueron capaces de
penetrar en el comercio mundial de bienes manufacturados usando métodos
propios del capitalismo de Estado. El Estado surcoreano, por ejemplo,
ejerció un direccionamiento centralizado de las inversiones privadas,
no para intentar reproducir el tipo de economía industrial
diversificada, característica de los países más avanzados, sino
para identificar los mercados mundiales donde sus empresarios podrían
penetrar, en caso de concentrar sus recursos en un número limitado de
industrias. El Estado intervencionista, operando frecuentemente contra
los axiomas de la escuela neoclásica del libre mercado, funcionó
como un ariete para ingresar al mercado mundial, y no como un medio
para escapar de él.[42]
El
surgimiento de los NICs confirma la afirmación de Warren de que
"estamos en una era de imperialismo decadente y capitalismo
avanzado". Indudablemente la industrialización parcial del
Tercer Mundo es un evento de importancia considerable, porque
representa la cristalización de nuevos centros, relativamente
independientes, de acumulación de capital -un desarrollo cuyo
significado político discuto más adelante, como causa de la
considerable expansión de la clase trabajadora a escala mundial, de
la cual fue responsable. Es esencial poner énfasis, entretanto, en el
hecho de que la ascensión de los NICs marcó solamente una
transformación parcial del Tercer Mundo. Esto quedó muy claro con el
comienzo de la crisis de la deuda en los años 80. En la década del
70 los bancos occidentales respondieron a la internacionalización de
los mercados financieros, a la escasez de oportunidades para invertir
en las economías avanzadas en depresión, y a la superoferta de
capital (fondos occidentales ociosos aumentados por un influjo
importante de beneficios provenientes del petróleo del Golfo),
aumentando masivamente los préstamos al Tercer Mundo. El comienzo de
una segunda recesión mundial importante en 1979, le hizo imposible a
las economías deudoras la generación mediante exportaciones de las
ganancias necesarias para pagar estos préstamos: el resultado fue la
crisis que explotó cuando México no pagó sus obligaciones en agosto
de 1982.
Los
países menos desarrollados se encontraron incapaces de conseguir
nuevos préstamos. Estos estaban bajo la enorme presión de sus
acreedores occidentales para pagar una deuda externa cuyo monto era de
U$S 1.089,2 billones en 1987, un 49,5 % del Producto Bruto Interno de
los países en desarrollo importadores de capital.[43] El resultado
fue la obscenidad de que durante gran parte de los años 80, estos países
en realidad terminaran transfiriendo más recursos financieros a las
economías avanzadas de los que ellos recibieron en nuevos préstamos,
en inversiones y en comercio externo (ver Tabla 3). El resultado para
gran parte del Tercer Mundo, fue el estancamiento. Las Naciones Unidas
informaban a finales de los años 80:
"Durante
los años 70 la producción per cápita en todos los países en
desarrollo crecía más rápidamente que en las economías de mercado
avanzadas, y el abismo se incrementaba. En los años 80 la situación
ha sido más compleja. Un importante grupo de países asiáticos,
grandes y pequeños, han crecido más rápidamente, tanto en términos
globales como en términos per cápita, que las economías de
mercado desarrolladas. Otros, principalmente en Africa y América
Latina, han mostrado un crecimiento lento y sus conexiones
internacionales han sido más negativas que positivas."[44]
Dicho
de un modo más directo, los Estados deudores no solamente tuvieron
que transferir recursos a sus acreedores occidentales, sino que también
debieron someterse a "programas de ajuste estructural"
dictados por el FMI, los cuales exigían típicamente medidas de
austeridad para restringir el consumo interno y estimular las
exportaciones necesarias para proveer los fondos que permitieran pagar
las deudas. La peor víctima fue el Africa subsahariana. A finales de
1989 el Banco Mundial informaba: "Globalmente los africanos son
tan pobres hoy como treinta años atrás".[45] Partes del
continente han incluso retrocedido, como es el caso del "Cuerno
de Africa", Angola y Mozambique, donde la guerra provocó cientos
de miles y hasta millones de muertes. Los pocos vínculos todavía
existentes con la economía mundial eran generalmente del tipo más
primitivo. La Lonrho (multinacional británica cuyas inversiones están
principalmente en Africa) contrató un ejercito particular para
vigilar sus plantaciones en Mozambique. Incluso las economías
relativamente industrializadas de América Latina pasaron por una
terrible experiencia de estancamiento, hiperinflación y pauperización.
Los dinámicos NICs del sudeste asiático -los "Cuatro
Tigres" (Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong), ahora
acompañados por otros como Malasia, Tailandia y Filipinas- parecían
ser una excepción a ser explicada en gran parte por el creciente
flujo de capital a la región y por las exportaciones traídas de la más
competitiva de las economías avanzadas, Japón.
TABLA
3
La crisis de la deuda: transferencia de recursos financieros de los países
en desarrollo importadores de capital, 1980-1988
|
1980
|
1981
|
1982
|
1983
|
1984
|
1985
|
1986
|
1987
|
Transf.
líquida
por inversiones directas
|
-4.5
|
0.8
|
-2.0
|
-2.8
|
-2.4
|
-1.0
|
-1.3
|
0.4
|
Transf.
líquida
por créditos privados
|
17.2
|
7.5
|
-18.7
|
-26.5
|
-33.0
|
-40.9
|
-32.1
|
-34.7
|
Transf.
líquida
por canales oficiales
|
29.0
|
34.3
|
32.0
|
28.6
|
25.8
|
16.3
|
12.7
|
8.7
|
Transf.
líquida
|
41.7
|
42.6
|
11.3
|
-0.7
|
-9.6
|
-25.6
|
-26.7
|
-25.6
|
(Fuente:
Naciones Unidas, World Economic Survey 1989)
Sería
un error ver la crisis de la deuda simplemente como resultado de la
imposición de una forma de "dependencia" sobre el Tercer
Mundo. James Petras y Michael Morley han señalado la importancia del
fenómeno de la fuga de capitales de América Latina —la
transferencia de capitales locales hacia las economías avanzadas,
calculando un monto aproximado de U$S 100.000 millones, siendo la
deuda externa latinoamericana de U$S 368.000 millones en 1985:
"Inversiones
y depósitos bancarios realizados a gran escala por latinoamericanos,
fundamentalmente en Estados Unidos y en Europa -la "fuga de
capital"- registraron el surgimiento de un nuevo estrato de clase
en América Latina: los capitalistas trasnacionales... Capitalistas
locales están transfiriendo sus ahorros a bancos multinacionales que,
a su vez, prestan capital a los Estados latinoamericanos. Estos, por
su parte, prestan dinero a capitalistas privados. Esa actitud permite
a los capitalistas privados proteger sus ahorros, mientras aumentan
una deuda externa que es garantizada por el Estado local. Préstamos
externos e inversiones en el extranjero se han hecho un lucrativo modo
de vida para un estrato pequeño pero poderoso de capitalistas. Cuando
las condiciones locales son desfavorables, las ganancias pueden ser
maximizadas a través de los circuitos financieros internacionales; la
actividad productiva nacional se vuelve secundaria, casi un pretexto
para crecientes flujos de préstamos e inversiones. Cuando las
condiciones se hacen más favorables, el capital puede retornar de los
circuitos internacionales para invertir en el país de
origen."[46]
La
crisis de la deuda implica por esto, no tanto un conflicto entre
distintos Estados-nación, países ricos versus países pobres, sino
una lucha de clases, en la cual la burguesía latinoamericana, cada
vez más integrada a los circuitos financieros internacionales, se
acomoda con bancos y corporaciones multinacionales occidentales,
exigiendo soluciones que promuevan la apertura de sus economías al
mercado mundial. Como hacen notar Petras y Morley "la austeridad
tiene un significado diferente para aquellos que son capaces de mover
sus fondos hacia afuera de su ambiente doméstico, que para aquellos
cuyos fondos o medios de vida no tienen movilidad y están siendo
directamente afectados por el pago de la deuda y por los programas de
austeridad del FMI".[47]
3.
La internacionalización del capital. La evolución del Tercer
Mundo revela, de esta forma, el mismo proceso evidente en el centro
del sistema mundial: la creciente integración internacional del
capital. Se puede decir de las dos principales tendencias, en cuyos términos
Bujarin definió al imperialismo, que, si bien la primera de ellas
-aquella que iba rumbo al capitalismo de Estado- predominó durante el
período de 1875-1945, fue la segunda -en dirección a la
internacionalización del capital- la que resultó crecientemente
importante después de 1945.[48]
Desarrollándose
durante el largo boom, pero siguiendo o hasta acelerándose en
los años de crisis prolongada que siguieron, esta tendencia en
dirección a la integración global del capital tuvo tres dimensiones
principales. Primero, la internacionalización de la producción a
través de lo que Nigel Harris llamó "un sistema manufacturero
global", organizado fundamentalmente por las grandes
corporaciones multinacionales. En segundo lugar, el peso creciente del
comercio internacional, que se hizo posible por la unidad política
del capitalismo occidental y por la formación y expansión de la
Comunidad Europea, pero envolviendo en grado significativo
transacciones al interior de las compañías multinacionales y sus
proveedores de insumos. En tercer lugar, el desarrollo de circuitos
financieros internacionales en gran medida fuera del control de los
Estados-nación, un proceso promovido por la creciente incapacidad de
EEUU para ejercer su papel de eje fundamental del sistema monetario
internacional después de la Segunda Guerra Mundial, y acelerado por
las tendencias compulsivas a la desregulación y especulación
financiera típicas de la era Reagan-Thatcher.
El
más importante de estos cambios fue la reducción drástica de la
capacidad del Estado-nación para manejar las actividades económicas
dentro de sus fronteras. Lo que Nigel Harris llama "el fin del
capitalismo en un solo país" fue un factor importante en las
grandes recesiones de mediados y finales de los años 70. Las técnicas
keynesianas de gerenciamiento comprobaron ser instrumentos de control
económico débiles en cuanto la rentabilidad se hundió y el dinero
podía cruzar el mundo en microsegundos. La integración global del
sistema se hizo sentir de varios modos, desde el colapso del intento
del gobierno Mitterrand en 1981-83 de recomponer la economía francesa
en un momento de recesión mundial, hasta el retroceso de la autarquía
de regímenes del Tercer Mundo hasta entonces duramente hostiles al laissez-faire,
tales como China bajo Deng Xiaoping y Sudáfrica bajo P. W. Botha.
Sin
embargo, al final, fueron las economías donde era mayor la tendencia
en dirección al capitalismo nacionalmente organizado, las que
terminaron sufriendo más con la internacionalización del capital.
Las revoluciones del Este europeo y la crisis paralela en la URSS
marcaron el punto en el cual finalmente los regímenes estalinistas
-cada vez más incapaces por su economía de mando y control burocrático
de recoger los beneficios de la división internacional del trabajo-
quebraron bajo la presión, abriéndose para permitir la incorporación
de estos Estados al mercado mundial. Resultó obvio para todos
(excepto para el excéntrico Dr. Fukuyama, quien soñaba con el fin de
la historia) que había empezado una nueva época de la historia.[49]
El
imperialismo después de la Guerra Fría
1.
De vuelta a un mundo tanto política como económicamente
multipolar. Las revoluciones del Este europeo marcaron el fin de
la Guerra Fría, en el sentido del reparto del mundo entre dos bloques
imperialistas rivales. La sustitución de los regímenes estalinistas
del Este europeo por gobiernos (ya sea de perspectivas políticas
liberales, autoritarias o neoestalinistas) comprometidos con políticas
dirigidas a empujar sus economías más profundamente al mercado
mundial y la desintegración del Pacto de Varsovia en cuanto alianza
militar efectiva, equivalió al colapso de todo Bloque oriental
unificado. Una gran porción de Europa Central y Oriental súbitamente
se volvió a la esfera de influencia occidental. Al mismo tiempo, una
variedad de factores -las negociaciones sobre armas entre las
superpotencias, la crisis económica en la URSS, las presiones
aislacionistas internas en Estados Unidos, la unificación de
Alemania, la Segunda Guerra del Golfo (1991)- se combinaron para
posibilitar que las grandes concentraciones de tropas y armas en la
frontera central de Europa fuesen retiradas muy rápidamente. Al mismo
tiempo, fuera de Europa una URSS debilitada fue efectivamente forzada
a hacer masivas concesiones a los intereses occidentales en varias
regiones, quizás más notablemente en Indochina y en Sudáfrica. Regímenes
y movimientos del Tercer Mundo que antes se apoyaban en la ayuda rusa
se vieron aislados.
Una
interpretación popular de estos cambios es que ellos permitieron a
EEUU asumir una posición de predominio global, incluso mayor a la que
disfrutó después de la Segunda Guerra Mundial. Particularmente, con
el comienzo del ataque occidental contra Irak en 1991, se hizo popular
considerar a EEUU como "la única superpotencia". El diario Independent
on Sunday preguntaba:
"¿Dónde
están los alemanes y japoneses ahora? A ellos no se los puede
encontrar en el Golfo, a no ser como hombres de negocios. Que
inteligente, dirán algunos, seguir fabricando diligentemente automóviles
y computadoras, mientras Estados Unidos y Gran Bretaña se sacrifican
en nombre de Occidente. ¿Pero cuál es la finalidad del sacrificio?
En el caso de EEUU podría ser una apoteosis de su poderío militar y
económico. El mundo debe percibir que ningún otro país podría diseñar
y producir tantas maravillas de la tecnología, después
transportarlas en tal escala a través de la mitad del mundo y usarlas
con un resultado tan claro. A ningún país le gustaría hacer esto;
ciertamente no a la URSS, preocupada en mantenerse entera. Ahí está
la cuestión de ser una superpotencia. Es una cuestión de capacidad y
de voluntad. Solamente EEUU posee las dos cosas."[50]
Argumentos
de este tipo no son totalmente inválidos. El impacto inmediato de las
revoluciones del Este europeo fue aumentar el peso político y militar
de EEUU. Pero las proclamaciones sobre "un mundo con una única
superpotencia" interpretan de modo totalmente equivocado la
verdadera tendencia de los eventos. El colapso del estalinismo fue un
episodio de importancia histórica mundial, precisamente porque rompió
la rígida división bipolar del mundo, característica de la era de
posguerra. Con eso permitió un regreso a una era de competencia
interimperialista mucho más fluida, en la cual una pluralidad de
grandes potencias dominan el escenario, en vez de dos superpotencias.
Las precondiciones económicas de esta transformación política
fueron decididas en la era de la Guerra Fría: el descenso económico
relativo tanto de EEUU como de la URSS, la creciente dominación del
comercio mundial por otras grandes potencias capitalistas,
notablemente Japón y Alemania, y la emergencia de los NICs,
representaron cambios significativos en la correlación de fuerzas
globales que habían desestabilizado cada vez más el sistema en las
dos décadas posteriores a 1968. Pero fue solamente después de la
desintegración del Bloque oriental que quedaron claros los contornos
políticos de esta nueva fase de competencia interimperialista.
Alemania,
ya el mayor exportador mundial y la fuerza dominante en la Comunidad
Europea, había resurgido como una potencia mundial gracias a su
unificación y a la retirada de la influencia rusa de Europa Central y
Oriental. La dinámica exportadora de la economía japonesa, le
posibilitó un enorme aumento de las inversiones extranjeras en los años
80, incluyendo gran parte de los préstamos necesarios para subsidiar
la deuda externa norteamericana. El reducido papel mundial de la URSS
ayudó a hacer más visibles las crecientes tensiones entre EEUU y las
otras grandes potencias occidentales, especialmente la Comunidad
Europea encabezada por Alemania. La clase dominante alemana, teniendo
su confianza política reforzada por la absorción trágicamente rápida
de Alemania Oriental, parecía querer cada vez más librarse de las
riendas de Washington: así, el canciller Helmut Kohl resolvió la
cuestión de la participación de la Alemania unificada en la OTAN a
través de negociaciones bilaterales con Mijail Gorbachov en julio de
1990, sin preocuparse en consultar a la administración Bush -una
amenaza mayor al status quo fue el hecho de que Bonn fue
fundamental para el sustento de la línea dura adoptada por la
Comunidad Europea, lo que causó el colapso de las negociaciones
comerciales del GATT en diciembre de 1990, conjurando temores de una
guerra aduanera comparable a la de los años 30. Finalmente, la
resistencia de Alemania y Japón para sumarse plenamente a la política
de EEUU en el Golfo en 1991 amenazó transformar su
"deslealtad" a la alianza occidental en una cuestión
importante de la política interna norteamericana.
Los
crecientes conflictos entre las potencias capitalistas occidentales
hicieron evidente la posición contradictoria de EEUU. La administración
Reagan de 1981-89 había buscado revertir el relativo descenso económico
norteamericano. En realidad, su política económica práctica
-aumento del gasto público y privado, financiado por préstamos a
largo plazo- sirvieron, por el contrario, para reducir todavía más
la competitividad de EEUU y crear los "deficits dobles" -de
los gastos del Estado y de la balanza de pagos- que transformaron a
EEUU en el mayor deudor mundial.
En
los años 80, EEUU se volvió dependiente de la transferencia líquida
de recursos financieros del resto del mundo, tanto de los países
ricos como de los pobres (ver la Tabla 4). Las tendencias económicas
internas más notables fueron una amplia inversión especulativa en
bienes inmobiliarios y en la Bolsa de Valores, que motivó el boom de
los "junk bonds" (títulos con un elevado retorno pero de
alto riesgo) a mediados de los años 80, pero que resultó en la
poderosa resaca de la crisis de los Savings and Loans (bancos
hipotecarios de EEUU). Esta crisis envolvió hasta 1990 unos U$S
500.000 millones de "deudas malas" (o sea, incobrables) y
una reorientación de la industria manufacturera a la producción
militar, un cambio que reflejaba el enorme aumento en el gasto en
armas iniciado por la administración Carter al final de los años 70
y seguido por Reagan.[51] Este mismo "keynesianismo militar"
terminó por exacerbar los problemas de largo plazo del capitalismo
norteamericano, al desviar recursos de inversiones productivas que
podrían haber mejorado la competitividad de sus industrias. De hecho,
se hizo más evidente la creciente dependencia de importaciones por
parte de la economía norteamericana. Conforme a un estudio hecho por
el Congreso norteamericano, más del 80% de los semiconductores usados
en los sistemas bélicos de alta tecnología -tan estimados como señal
de la proeza tecnológica norteamericana- fueron de hecho, producidos
en Asia y principalmente en Japón.[52]
TABLA
4
Dependencia financiera de EEUU: transferencia líquida de recursos a
EEUU por regiones, 1980-1988 (*) (en billones de U$S)
|
1980
|
1981
|
1982
|
1983
|
1984
|
1985
|
1986
|
1987
|
Canadá
|
-0.3
|
0.8
|
8.3
|
9.4
|
12.7
|
13.4
|
10.6
|
9.8
|
Japón
|
9.8
|
14.9
|
15.9
|
23.2
|
36.2
|
42.8
|
54.5
|
56.2
|
Europa
Occidental
|
-16.6
|
-9.0
|
-2.9
|
5.8
|
23.3
|
32.5
|
36.3
|
35.5
|
Alemania
Occidental
|
1.8
|
2.4
|
4.8
|
7.8
|
12.8
|
15.4
|
18.9
|
20.2
|
A.
Latina y Caribe
|
-0.9
|
-4.4
|
6.3
|
20.0
|
22.8
|
18.7
|
15.2
|
16.9
|
México
|
-2.4
|
-5.1
|
4.5
|
10.4
|
8.3
|
7.9
|
7.9
|
8.8
|
Africa
y Asia
|
36.1
|
26.6
|
7.6
|
2.7
|
6.2
|
4.0
|
2.5
|
7.6
|
Otros
países en desarrollo
|
-2.5
|
0.7
|
2.2
|
11.0
|
21.3
|
22.4
|
32.7
|
41.4
|
Europa
Oriental
|
-2.5
|
-2.8
|
-2.7
|
-1.5
|
-2.0
|
-1.1
|
0.2
|
0.0
|
Otros
países
|
-0.1
|
-4.7
|
-3.4
|
-5.9
|
-3.7
|
-2.9
|
-1.9
|
-3.2
|
Total
|
23.0
|
22.1
|
31.3
|
64.7
|
116.9
|
129.8
|
150.1
|
164.3
|
(*)
o sea, la balanza de pagos sobre bonos, transferencias privadas y
servicios, excluyendo la renta de inversiones como señal de lo
invertido. (Fuente:
ONU, World Economic Survey 1989)
Además,
la expansión y reconstrucción del aparato militar norteamericano en
los años 80, dio a la clase dominante los medios para perseguir
estrategias destinadas a compensar el descenso económico a través de
la reafirmación de su liderazgo político y militar en el bloque
capitalista occidental.[53] Estas estrategias fueron seguidas en
varias dimensiones. Primero, Reagan trató de aprovechar el período
de confrontación intensificada con la URSS después de la invasión
de Afganistán en 1979, para obligar a Japón y Europa Occidental a
seguir la misma política que EEUU; por ejemplo, los intentos de
sabotear las negociaciones sobre oleoductos de la URSS, y de imponer
sanciones a Polonia después del golpe de 1981. Segundo, y con más éxito
que los fracasos anteriormente descriptos, Washington promovió el
desarrollo de movimientos guerrilleros de derecha -los Contras en
Nicaragua y la UNITA en Angola- cuyo objetivo era, junto con las
presiones económicas, subvertir regímenes hostiles en el Tercer
Mundo.[54] Tercero, fueron hechos innumerables intentos para superar
el "Síndrome de Vietnam" -oposición de la población
norteamericana a la intervención militar directa en otros países-
con creciente éxito: Líbano (1982-83), Granada (1983), Libia (1986),
Primera Guerra del Golfo (1987-88), Panamá (1989-90).
A la tercera
parte>>>
Notas:
26.
Ver Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers,
Londres 1989, cap. 4 e 5.
27.
Ver G. Kolko, The Politics of War, Nueva York 1970.
28.
Trotsky, Europe and America , Nueva York 1971.
29.
Ver J. Waterbury, The Egypt of Nasser and Sadat, Princeton
1983.
30.
Sunday Times, Insight on the Middle East, Londres 1974, sección
IV.
31.
P. Brogan, World Conflicts, Londres 1992, p. vii; comparar con
V. G. Kierman, The European Empires from Conquest to Collapse,
1815-1960, Londres 1982.
32.
Ver M. Kidron, A Permanent Arms Economy, reedición realizada
en Londres en 1989, y C. Harman, Explaining the Crisis, cap.3.
33.
C. Harman, Explaining the Crisis, cap.3.
34.
Ciertamente este es el principal tema del libro de P. Kennedy: ver
especialmente Rise and Fall, pp 509-64.
35.
M. Kidron, Capitalism, p.132.
36.
World Bank, World Development Report 1985, Nueva York 1985, p.
126.
37.
Ver, por ex., A. G. Frank, Capitalism and Underdevelopment in Latin
America, Harmondsworth 1971, e S.Amin, Unequal Development,
Hassocks 1976, y, entre los críticos de la teoría del intercambo
desigual, M.Kidron, Capitalism and Theory, cap.5, y Nigel
Harris, Theories of Unequal Exchange, ISJ 2:33, 1986.
38.
M. Kidron, Capitalism, pp 134-7.
39.
N. Harris, India-China: Underdevelopment and Revolution, Nueva
Delhi, 1974, p.171.
40.
M. Kidron, Capitalism, p.162, y Harris, India-China, pp
173-4.
41.
Ver P. Clawson, The development of capitalism in Egypt, Khamsin
9¸ 1981, y .J. Waterbury, Egypt.
42.
Ver N. Harris, The End of the Third World, Londres 1986, y A.
H. Amsden, "Third World Industrialisation", New Left
Review, 182, 1990.
43.
United Nations Department of International Economic and Social
Affairs, World Economic Survey 1989, Nueva York, Tabla 4, p.64.
44.
Idem, p.25.
45.
Financial Times, 15 Nov.1989.
46.
J. Petras e M. Morley, US Hegemony under Siege, Londres 1990,
pp 197, 198.
47.
Idem, p. 201.
48.
Ver particularmente N. Harris, Of Bread and Guns, Hardmonsworth
1983, P. Green, Nation States and the World Economy, ISJ 2:19,
1983, Callinicos, Imperialism, Harman, The storm breaks,
ISJ 2:46, 1990, y Harman, The state and capitalism today, ISJ
2:51, 1991.
49.
Un análisis definitivo del colapso del estalinismo fue realizado por
Chris Harman, The storm breaks; ver também Callinicos, The
Revenge of History, Cambridge 1991,
50.
Independent on Sunday, 20 de Enero de 1991.
51.
Ver P.Green, Contradictions of the American Boom, ISJ 2:26,
1985, y M. Davies, Prisioners of the American Dream, Londres
1986.
52.
J. Petras y M. Morley, US Hegemony, p.78.
A la tercera
parte>>>
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