Irak resiste

 

Rebelión en Irak, crisis en Washington

El fracaso de una colonización

Por Roberto Ramírez
Socialismo o Barbarie, periódico, 09/05/04

“EEUU ya perdió la paz.. EEUU podrá imponer finalmente su abrumadora superioridad militar y ocupar Bagdad... y la “paz” —es decir el plan imperialista para regir Irak después de la “victoria”— consiste en el establecimiento por tiempo indefinido de una colonia petrolera, con un norteamericano como virrey, una corte de iraquíes traidores y un ejército de ocupación angloyanqui para mantener el «orden». Pero ese plan de posguerra fue imaginado sobre el mismo escenario optimista de los planes de guerra: que el pueblo iraquí recibiría a sus “libertadores” tirándoles flores y no balas. Sin embargo, lo más probable no es la inauguración de un pacífico virreinato de las mil y una noches, sino de una super-Argelia. Con la inmensa desventaja respecto a la guerra de Argelia (1954-62), que EE.UU. no tiene un millón de colonos propios asentados desde hace tiempo en Irak, como Francia tenía en su colonia al millón de pieds noirs. La perspectiva de una ocupación militar prolongada, pone al ejército norteamericano ante el único escenario bélico que con razón teme: la guerra urbana y de guerrilla. Ya ha comenzado a darse una combinación de ambas... En esos escenarios —guerra urbana y de guerrillas— la superioridad del ejército de EE.UU., basada en la tecnología, quedará extremadamente reducida...” (La guerra de Bush, artículo de Socialismo o Barbarie, periódico, 1° de abril de 2003)

Hace un año hacíamos la predicción de que la ocupación de Irak y el intento de establecer un poder colonial desencadenaría una guerra de liberación nacional como la de Argelia.

Por supuesto, pronósticos como éste no fueron una exclusividad de Socialismo o Barbarie. Los analistas con más de un dedo de frente –incluso algunos de derecha [[1]]– coincidieron en todo el mundo que EEUU se había lanzado a una aventura extremadamente peligrosa, y que su previsible triunfo militar contra Saddam Hussein significaría poco y nada ante los desafíos de la “posguerra”. Lo único realmente importante iba a ser la actitud del pueblo de Irak ante la ocupación militar imperialista. Y que todo indicaba –entre varias razones, por su tradición de casi un siglo de lucha antiimperialista– que éste no iba tolerar la recolonización de su país.

Lo notable (y difícil de prever) fue la velocidad sorprendente con que se han verificado estos pronósticos. En apenas doce meses, el poder colonial ya está en situación crítica, lo que en el caso de Argelia tardó años en suceder.

La otra comparación que se hace más frecuentemente, la de Vietnam, revela la misma aceleración. Si tomamos como referencia el número de bajas imperialistas de los primeros doce meses de ocupación, Irak supera ya de lejos a Vietnam.

Ha transcurrido poco más de un año de la entrada triunfal de la Coalición imperialista en Bagdad y de que Bush declarara oficialmente finalizada la guerra, un error tan ridículo que es difícil encontrar uno semejante en la historia.[[2]] Mientras tanto, arrecia la rebelión popular contra los ocupantes, y Bremer, el virrey yanqui de Irak, se bambolea de un lado al otro, cambiando de política todas las semanas. Finalmente no ha tenido mejor idea que apelar a los ex generales de Saddam para tratar de establecer una apariencia de “orden”.

Pero la trascendencia de los acontecimientos de Irak exceden sus fronteras, tienen alcances mundiales. Lo que esta en juego, en última instancia, es el proyecto “neo-conservador” de un “nuevo orden mundial”, en el que EEUU jugaría el rol (imposible) de un “superimperialismo” que impone su ley (tanto a los países de la periferia como incluso a los otros imperialismos) basado fundamentalmente en su poder militar, el único factor en el que tiene una superioridad cualitativa. La perspectiva de una derrota precisamente en ese terreno ha desencadenado una crisis política en Washington.

Ambos sucesos íntimamente relacionados –la rebelión nacional del pueblo de Irak y la crisis política de la conducción del imperialismo yanqui– son hoy los hechos más importantes de la política mundial. De su desenlace depende en buena medida el conjunto de la situación mundial. Estamos ante un problema estratégico.

Aquí, en este artículo, analizaremos el primer aspecto, el levantamiento nacional contra la ocupación imperialista en Irak. En el próximo número de Socialismo o Barbarie, desarrollaremos el tema de la crisis de Washington.

De  mal en peor: crónica del fracaso de la ocupación

La revista Nación Árabe, en su última edición de finales de abril [[3]], señala cuatro fases de la ocupación norteamericana y su política. El paso de una a otra y los correspondientes cambios de línea, fueron marcando los sucesivos fracasos experimentados tras cada mudanza de rumbo.

Por supuesto, en este despeñadero son un factor decisivo las crecientes acciones armadas de la resistencia. Pero no hay que olvidar que esta eficiencia militar no ha sido más que la expresión armada de un proceso político y social mucho más vasto de las masas iraquíes. Es la derrota política, gracias al repudio y la movilización de las masas iraquíes, del intento de erigir un poder colonial aceptado (o por lo menos tolerado). Esto ha tenido como consecuencia que la resistencia armada también sea masiva.

Esto se expresa no sólo en el creciente número de iraquíes que toman las armas, sino también en los festejos masivos que siguen a cada acción de la resistencia. El relato de dos periodistas norteamericanos pinta bien esta situación, que además de producir bajas desmoraliza a las tropas imperialistas:

“El ataque al convoy en la principal autopista de Bagdad... es una medida de cuan peligrosa se ha vuelto esta ciudad, tanto para las patrullas como para los convoyes de suministros... El golpe atronador y la gran columna de humo negro que se eleva en el horizonte atrajo inmediatamente una multitud de iraquíes, que se empujan para ver el espectáculo, bailan alrededor de los camiones quemados y posan ante las cámaras para gritar consignas antinorteamericanas. Los autos y camiones iraquíes hacen sonar sus bocinas festejando, cuando pasan al lado de los esqueletos de los vehículos quemados...

“Un hombre nos lleva aparte, se identifica como combatiente de la resistencia y nos dice: «Los norteamericanos afirman que la resistencia está compuesta de ex saddamistas. No es verdad. Saddam fue un opresor y yo perdí un hermano por él... La resistencia trabaja en una red de grupos combinados y dispersos a lo largo de todas las rutas de convoyes... En los próximos días ya verán los golpes que vamos a asestar a los norteamericanos.»

“Los ataques en las carreteras y las emboscadas son un hecho diario... El espectáculo de centenares de iraquíes regocijándose alrededor de los vehículos militares norteamericanos destruidos es cosa de todos los días en las calles de Bagdad. A veces, las tropas llegan rápidamente y buscan sospechosos entre las multitudes que bailan y corean consignas en medio de los destrozos... Pero en otras ocasiones, los soldados, muy desanimados por la violencia, sólo aparecen brevemente para retirar los muertos y heridos y luego irse, dejando celebrar a los iraquíes.

“Un hombre, Bassim Chumakh, que está entre las docenas que bailan y terminan de hacer trizas un camión, me dice que ésta es otra victoria contra los ocupantes: «Sacamos de allí a cuatro soldados quemados. Uno de ellos todavía vivía».” [[4]]

Estos testimonios de la misma prensa estadounidense permiten medir el ridículo de Bush y su procónsul Bremer cuando atribuyen las acciones de la resistencia a una minoría insignificante de “extranjeros de Al Qaeda” y “partidarios de Saddam”, que no tienen nada que ver con el pueblo iraquí que, por supuesto adora, a los EEUU y apoya la ocupación.

Pero lo importante de estos testimonios es que muestran cómo la creciente movilización y el vuelco de las masas contra la ocupación ha sido el elemento determinante del fortalecimiento de la resistencia y de los sucesivos fracasos del poder colonial.

Primera fase: una posguerra hegemónica 

“Culminada la ocupación de Iraq, la Administración Bush y el gobierno Blair se dispusieron a gestionar hegemónicamente su feudo tras haber llevado adelante su proyecto de invasión de Iraq sin el respaldo de resolución alguna de las Naciones Unidas...” [[5]]

Después de negociaciones llevadas a cabo entre EEUU y el Reino Unido, por una parte, y Alemania, Rusia y Francia, por la otra, garantizando el pago de la deuda externa iraquí a los países opuestos a la invasión, el Consejo de Seguridad de la ONU vota en mayo del 2003 la infame resolución 1483 por la cual acepta y legitima a posteriori la invasión y ocupación anglonorteamericana. Esto parecía poner la rúbrica final del triunfo imperialista en Irak.

EEUU tiende la mesa para que sus corporaciones y las de sus aliados se den la gran comilona con las riquezas de Irak. Paul Bremer anuncia la privatización generalizada de la economía. Aunque todavía sin privatizar formalmente el petróleo, la repartija incluye fabulosos contratos en ese rubro, que le tocan principalmente a Haliburton, la empresa relacionada con Bush y el vicepresidente Cheney. Se plantea la formación de un “Área de Libre Comercio EEUU-Medio Oriente”, que hasta abarcaría a Israel. El llamado “Proyecto para un Gran Medio Oriente” incluye también facetas políticas y militares de intervención regional.                                             

En la esfera política, Bremer anuncia la creación de un “Consejo Gubernamental”, con 25 iraquíes traidores, designados a dedo y encabezados por su agente favorito, el banquero estafador Ahmed Chalabi.

En ese momento, la formación del Consejo Gubernamental no responde a plan alguno de traspaso de poderes a ninguna instancia iraquí. Se trataba sólo de dar una fachada “iraquí” al poder colonial. Mientras Bremer y la CPA (Autoridad Provisional de la Coalición) dictan leyes sin siquiera consultar al Consejo títere, éste no puede tomar ninguna disposición que no sea avalada por la firma del virrey.

Segunda fase: “internacionalizar” la ocupación

Pero esta gestión hegemónica, con la perspectiva de establecer un virreinato de duración indefinida, rápidamente entra en crisis. Los meses del verano iraquí del 2003 (que comienza el 21 de junio) presencian la aparición y ascenso de la resistencia.

El Pentágono y los británicos deben renunciar, como estaba previsto, a repatriar el grueso de las tropas. Por el contrario, se necesitan más soldados. EEUU debe llamar a filas a reservistas de los distintos cuerpos.

Esto motiva el primer intento de “internacionalizar” la ocupación. EEUU presiona a diferentes países para que envíen tropas. Pero los ataques de la resistencia empiezan enfriar los ánimos para proveer soldados en cifras que sean más que una ayuda simbólica. En su pico máximo no habrán de llegar a más de 20.000 los soldados aportados por unos veinte países.

Simultáneamente, EEUU intenta tapar el agujero poniendo en pie cinco cuerpos policiales y paramilitares de iraquíes, que llegarán a contar con 200.000 hombres. Sigue la vieja política colonial británica de reclutar mercenarios nativos para someter a la población, como hicieron en el siglo XIX en la India, alistando a los cipayos, los shiks y los gurkas.

A eso se agrega un proceso de “privatización” de la seguridad y de una variedad de funciones tradicionalmente cumplidas por las fuerzas armadas. Para eso contratan internacionalmente unos 15.000 mercenarios extranjeros –desde torturadores que trabajaron en los servicios de Pinochet hasta racistas sudafricanos–. Estos son los famosos “contratistas”, cuatro de los cuales fueron ejecutados por la resistencia en Faluya, dando origen a los combates en esa ciudad.

Pero el surgimiento de la resistencia no sólo trastorna los planes político-militares del imperialismo. También hunde el proyectado festín económico. “Los ingresos esperados por la inmediata recuperación de las exportaciones de crudo una vez afianzada la ocupación no se materializan y la factura de la ocupación es ingente... la invasión a Irak, según la investigadora estadounidense Phyllis Benis ha costado más de 162.000 millones de dólares a EEUU... [Bush pedirá luego al Congreso 87.500 millones más.] Los reiterados sabotajes de la resistencia han impedido la reapertura del principal oleoducto del país, el del norte,... mientras en marzo y abril del 2004 comienzan los sabotajes en el oleoducto red del sur, la única que era operativa...

“De la asunción que EEUU no estaría dispuesto a repartir la torta iraquí..., se ha pasado a la constatación que no hay torta que repartir...” [[6]]

Tercera fase: la “iraquización” de la crisis

Tras fracasar en el primer intento de solucionar la crisis apelando a la participación de gran número de países y de sus tropas en la ocupación, EEUU paso a la política de tratar de “iraquizar” su dominio colonial.

Los planes de mantener el virreinato por los siglos de los siglos se dejaron de lado. En noviembre del 2003, Bremer anuncia al Consejo Gubernativo títere un plan de “traspaso de la soberanía”. El 30 de junio de 2004 es la fecha establecida para la disolución de la “Autoridad Provisional de la Coalición” y la cesión de la soberanía formal a un “Gobierno” o “Consejo Interino”.

Este “Gobierno iraquí” no será electo por los iraquíes sino designado a dedo por Bush, la CPA será sustituida por una embajada estadounidense que con 5.000 funcionarios será la mayor del mundo, las fuerzas armadas y la policía “iraquíes” serán comandadas por un general de EEUU y las tropas de ocupación seguirá en el país. En estas condiciones hablar de “traspaso de soberanía” es un mal chiste. 

El montaje de esta parodia de “gobierno iraquí” tiene varios objetivos. En primer lugar, tratar de legitimar la ocupación y dominio colonial. El nuevo “gobierno” pediría la presencia de tropas extranjeras y de la OTAN, así como la bendición de las ONU. Los ejércitos imperialistas ya no estarían como meros invasores que ocupan un país por la fuerza, sino como “invitados” por el “legítimo gobierno de Irak”.

EEUU confiaba en que este gobierno títere y sus tropas de mercenarios nativos se harían cargo de “imponer el orden”. Las tropas de ocupación se retirarían de las ciudades a seis bases militares alejadas, fuera del alcance de la resistencia.

Asimismo, el gobierno títere estaría en condiciones de legalizar la principal aspiración económica del imperialismo: la entrega del petróleo a la mafia de Texas.

Cuarta fase: vuelta a la “internacionalización” apelando a la ONU

El salto de la resistencia en marzo y especialmente en el mes de abril ha abierto una nueva situación. La heroica epopeya de Faluya y la rebelión chíita encabezada por Moqtada al Sadr indican que la resistencia ha alcanzado el nivel de una rebelión nacional. Más que una mera “resistencia” estamos ante una guerra de liberación nacional contra los ocupantes imperialistas. En esta nueva situación se han deteriorado o directamente se han venido abajo varios de los puntos de apoyo de la política imperialista.

En primer lugar, con la retirada de España y otros países ha comenzado un desbande de la misma Coalición imperialista.

Pero aún más importantes son dos hechos internos: el nuevo “ejército iraquí” reclutado por los norteamericanos es incapaz de enfrentar seriamente a la resistencia y la entrada en combate de un amplio sector de las masas chíitas malogra la política imperialista de aprovecharse de las diferencias étnicas y/o religiosas para fortalecer su dominio.     

El plan de retirarse a bases alejadas de las grandes poblaciones y dejar a los iraquíes que se maten entre ellos, no tiene bases sólidas. El nuevo ejército y policía iraquíes se han derrumbado ante la resistencia. Algunos se han pasado directamente al otro bando, otros han desertado y otros se han negado a combatir, como sucedió con el cuerpo al que se ordenó marchar contra Faluya.

Pero más importante aun ha sido la incorporación de los chiítas de al Sadr a la lucha armada. Aprovechando las persecuciones sufridas bajo el régimen de Hussein, EEUU logró inicialmente neutralizar a ese sector importante del pueblo de Irak. En el Consejo Gubernamental” incorporó a la principal autoridad religiosa del chiísmo, al ayatola Sistani. Pero el ala colaboracionista fue perdiendo cada vez más sus bases sociales, entre otros motivos porque con buenos modales no logra arrancar concesiones importantes a EEUU.

La lucha de Faluya, por un lado, y el levantamiento de al Sadr, por el otro, contribuyeron a romper la fragmentación étnica y confesional (que además ha sido exagerada por la propaganda imperialista). De Bagdad fue hacia Faluya una columna de miles de manifestantes al frito de “no somos ni shiíes ni sunníes, somos iraquíes” y que desafió a las tropas que estaban sitiando esa ciudad.

La nueva situación se refleja en que EEUU ni pudo tomar por asalto Faluya ni tampoco logró apresar a al Sadr y destruir su “Ejército del Madhi”. Por el contrario, por primera vez EEUU se vio obligado a reconocer como interlocutores a fuerzas beligerantes que antes consideraba como meros “terroristas”, negociado tanto con los resistentes de Faluya como con al Sadr. Esto evidencia cómo están las relaciones de fuerzas.

Simultáneamente, se profundizan las divisiones en el campo colaboracionista y también sus peleas con el amo de Washington. Ahmed Chalabi ha sido dejado de lado. Entonces, ha pasado a criticar duramente a EEUU. Es que la última desesperada maniobra de Bremer es la de recurrir a los cuadros del antiguo régimen, especialmente a los militares,. Después de haber disuelto el antiguo ejército, EEUU ahora busca a los generales de Saddam. Para mantener el orden después de la retirada de los marines de Faluya, Bremer encargó a un ex general de la ex Guardia Republicana de Saddam la formación de un “éjercito” ad hoc. Pero esta es una carta tan pérfida como de doble filo. Los saddamistas rehabilitados no se presentan como servidores incondicionales estilo Chalabi.

 Después de haber demonizado al partido Baath y al régimen de Saddam, ahora EEUU “está tratando de ganar el respaldo de cuadros de la vieja burocracia de Hussein que había sido proscripta desde la invasión”, señala The New York Times. [[7]] Pero este viraje algo desesperado ha traído la inmediata reacción de sectores chiítas, que fueron perseguidos por los mismos personajes del antiguo régimen a los que ahora apela Bremer.

No obstante, la principal maniobra de EEUU para salir del atolladero es intentar otra vez una “internacionalización” del conflicto. No ahora mediante una “Coalición” que se le está disgregando, sino apelando a las Naciones Unidas. “La nueva táctica –señala The New York Timesincluye ceder poderes substanciales a la ONU para impulsar juntos un gobierno de transición, atenuando además la proscripción de miembros del partido Baath en el nuevo gobierno... Después de mantener durante mucho tiempo al margen a la ONU, Bush ahora se apoya fuertemente en ella para erigir un gobierno transicional.” [[8]]

La ONU, antigua alcahueta del imperialismo, se ha puesto a disposición de EEUU. Pero, eso no allana por sí mismo el camino. ¿Por qué motivos el pueblo de Irak, que no se somete a los EEUU, se va arrodillar ante la ONU? ¿Que va a cambiar si las tropas de EEUU siguen en Irak, pero ahora como “fuerzas de la ONU”? ¿Por eso la resistencia no las va a atacar?

Por otra parte aunque sea en general un instrumento del imperialismo, la ONU no expresa simple y directamente la política norteamericana, sino los acuerdos del conjunto de las “grandes potencias”. En concreto, nada sale de la ONU si no hay convenios con el bloque Francia-Alemania y con Rusia y China. Y cuando esos acuerdos no existen, la ONU se paraliza.

Es necesario poner otra vez de pie un movimiento mundial contra la guerra y por la retirada inmediata e incondicional de las tropas de Irak

El imperialismo está en un grave aprieto. Sin embargo, sería un error pensar que la suerte ya está decidida. EEUU se juega mucho en la carta de Irak y no se va a retirar fácilmente. Una derrota categórica allí sería de consecuencias aun más vastas que la de Vietnam, dado el proyecto hegemónico mundial en que está embarcado.

Por un lado, su situación como ocupante de Irak se vuelve cada vez más insostenible. Pero, por el otro lado, retirar sus tropas corrido por la resistencia y sin dejar un gobierno adicto sería una catástrofe. Debería irse, pero no puede irse.

Las masas iraquíes han hecho ya una hazaña al poner en pie una resistencia de tal magnitud en tan poco tiempo. Sin embargo, esa proeza no debe ocultarnos sus dificultades y límites. A diferencia de las guerras de liberación nacional de Argelia y Vietnam, Irak no tiene apoyo de ningún país importante y/o limítrofe. Aunque las masas árabes e islámicas tienen una inmensa simpatía por sus hermanos de Irak y un odio mortal a EEUU, los gobiernos de la región compiten en quién es más servil al imperialismo.

La misma resistencia en Irak no está aún centralizada ni golpea como un solo puño ni con la misma política. La lucha común contra el invasor imperialista está haciendo pasar a un segundo plano los problemas étnicos y confesionales, pero no las ha borrado.

Que no exista una centralización de la resistencia, nos remite a los problemas de los programas y las políticas de la direcciones que están en la escena. Como lo indican diversas experiencias, entre ellas la cercana de Irán, el peso de direcciones islamistas en la resistencia no es ninguna garantía.  

Pese a la ruina del país, en Irak sigue habiendo clases sociales, y vemos cómo el imperialismo maniobra para instrumentar a sectores de la burguesía iraquí y de las clases medias, y a sus agentes políticos y religiosos. Si esto se engarza con las maniobras “democráticas” de la ONU, puede impedir que la lucha del pueblo de Irak por su liberación nacional vaya hasta el fin.

Es por esa y otras razones que para lograr una victoria pronta y categórica, se hace imprescindible reanudar la grandes movilizaciones que se dieron el año pasado en vísperas de la invasión.

Especialmente decisivo sería desarrollar la protesta dentro del mismo EEUU. La combinación del crecimiento de la resistencia en Irak con las movilizaciones en EEUU exigiendo el regreso inmediato de las tropas, daría el golpe de gracia a la aventura de Bush en Medio Oriente, como sucedió hace treinta años con la intervención en Vietnam.

Como señalamos al principio, la rebelión de Irak y la crisis política del imperialismo yanqui son hoy los hechos más importantes de la lucha de clases a nivel mundial. Son la clave estratégica de la actual situación mundial. Por esos motivos, hoy los luchadores de todos los países debemos unir fuerzas para tratar de movilizar a las masas trabajadores bajo estas consignas:

¡Por el retiro inmediato e incondicional de todas las tropas extranjeras, aunque ahora quieran venir o quedarse bajo la bandera de la ONU! ¡Ninguna confianza en la maniobras de la ONU!

¡Pongamos otra vez en pie un gran movimiento de masas contra la guerra imperialista y en apoyo a la lucha del pueblo de Irak!

Notas:

[1].- Como The Economist, de Londres; que alertaba que “los invasores extranjeros podrían encontrarse no con un ejército sino con 25 millones de ciudadanos hostiles”. (Iraq: Waiting with Bravado and Anxiety, The Economist, 17/10/02)

[2].- El 1° de mayo de 2003, desde la cubierta del portaviones Lincoln, bajo una cartel que decía: “Misión cumplida”, Bush proclamó la terminación de la guerra.

[3].- Iraq, el fracaso de la ocupación, Nación Árabe N° 51, primavera 2004, Madrid.

[4].- Christine Hauser y Warzer Jaff, After Days in Wait, the Tip-Off, Ambush and Explosion, Followed by Dancing in the Streets, The New York Times, 02/05/04.

[5].- Nación Árabe, cit., pág. 4.

[6].- Cit. pág. 6.

[7].- John F. Burns y Ian Fisher, U.S., Seeking to Stabilize Iraq, Casts Baathists in Lead Roles, The New York Times, 03/05/04.

[8].- Richard W. Stevenson y David E. Sanger, For Bush, Same Goal in Iraq, New Tactics, The New York Times, 02/05/04.

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