Tortura de EEUU en
Irak: de la comezón a la gangrena
Por James
Petras
La Jornada, México, 10/05/04
Traducción de Jorge Anaya
El mundo entero conoce ahora la sistemática tortura en gran
escala que aplica Estados Unidos a los prisioneros iraquíes. La
violación tumultuaria de mujeres y hombres iraquíes, la degradación
sexual de hombres árabes encapuchados y maniatados; soldados británicos
y estadunidenses que golpean, asesinan y se orinan sobre miles de
"sospechosos" iraquíes detenidos en incursiones masivas que
se llevan a cabo a medianoche en vecindarios y mezquitas, echando
puertas abajo y atrapando a quien esté a la vista. Los soldados de
los dos países invasores no sólo siguen órdenes de sus superiores
en la inteligencia militar y en la CIA: están orgullosos de sus
sucias tareas, toman fotos y videos de recuerdo para mostrarlos a sus
amigos y parientes, o tal vez para venderlos a la industria de la
pornografía violenta cuando vuelvan "a casa".
Desde el principio de la guerra colonial, e incluso antes,
el gobierno de Estados Unidos estimulaba a propósito el uso
irrestricto de la violencia. El secretario de la Defensa, Donald
Rumsfeld, hablaba de valerse de "todos los medios necesarios para
ganar la guerra". Bush aseguró al público de su país:
"haremos cuanto esté en nuestro poder para llevar esta guerra a
una conclusión exitosa". Los ideólogos sionistas del gobierno
promovieron el uso de "técnicas israelíes", es decir, la
tortura sistemática y humillación de prisioneros desnudos, atados y
encapuchados que se practica contra los luchadores de la resistencia
palestina se usa también para combatir el "terrorismo"
iraquí.
Desde muy pronto el alto mando militar estadunidense, en
especial en Irak, estimuló entre los soldados el uso de lenguaje
peyorativo contra los iraquíes: "cabezas de trapo",
"camelleros", "hadjis". La "política del
lenguaje colonial" se volvió el punto de arranque para el salto
hacia una política de torturas sin fin y de perversas prácticas sicópatas
de los soldados angloestadunidenses.
La infección ha avanzado de la comezón a la gangrena. Las
torturas y abusos practicados por Washington contra prisioneros son
paralelas a las políticas del Estado israelí contra los palestinos.
No es una coincidencia casual, puesto que los arquitectos sionistas de
la guerra en el Pentágono han establecido sesiones conjuntas de
entrenamiento en técnicas de interrogatorio dirigidas por
instructores del ejército y del Mossad israelíes, expertos en
explotar los más humillantes tormentos de prisioneros musulmanes y árabes.
Algunos de los grandes medios de Estados Unidos han
publicado elocuentes fotografías de la tortura infligida a
prisioneros iraquíes desnudos. Sin embargo, la principal preocupación
de la elite política estadunidense y de los medios masivos no son los
crímenes contra la humanidad, la gran malignidad moral que tiene sus
raíces en la guerra colonial contra todo un pueblo, sino el impacto
que tendrá para las relaciones públicas entre el "pueblo árabe",
entre los musulmanes del mundo, la "imagen" de Estados
Unidos, su "credibilidad" como potencia imperial. Les gustaría
hacernos creer que las únicas personas a quienes asquean los actos de
barbarie perpetrados por la inteligencia militar estadunidense son árabes
y musulmanes, y no la inmensa mayoría de cristianos, budistas, ateos
y otros en Europa, América Latina, Asia y Africa. El esfuerzo del
presidente Bush y de sus colegas sionistas por limitar la indignación
por los crímenes de guerra cometidos contra "árabes y
musulmanes" es indicativo de su ignorancia supina de la opinión
mundial y una táctica manipuladora para socavar el escándalo moral
dentro de su propio país. El encabezado de la primera plana del
Financial Times (6/5/04) rezaba: "Un humilde Bush hace un voto de
justicia a los árabes". El propósito del presidente es
convertir estos crímenes contra la humanidad en un asunto de justicia
"árabe".
Sin embargo, la justicia no es sólo un problema árabe, ni
se obtendrá por medio de "votos" presidenciales. La
injusticia está ligada de manera estructural e inexorable con las
ocupaciones coloniales, las guerras y el imperio. El 6 de mayo de
2004, la BBC publicó extractos de un informe de Amnistía
Internacional sobre Kosovo y la forma en que soldados de Naciones
Unidas y de la OTAN (en su mayoría estadunidenses y europeos)
"alimentan el negocio del sexo". Describe el caso de niñas
de 11 años que son vendidas a los mercados del sexo de Bosnia y
Kosovo (de 60 a 2 mil dólares cada una) y obligadas a trabajar en más
de 200 burdeles (antes de la ocupación encabezada por Estados Unidos
había sólo 18).
En Afganistán, miles de prisioneros fueron torturados y
asesinados en contenedores de metal y arrojados a fosas comunes por señores
de la guerra tribales supervisados por la CIA... Y la tortura es práctica
rutinaria de interrogadores estadunidenses y de sus contrapartes
israelíes.
El colonialismo saca a la luz la peor brutalidad de los ejércitos
conquistadores. Hasta el más vil de los soldados -hombre o mujer- se
siente superior a su prisionero, libre de aplicar al "otro",
al "cabeza de trapo", toda la humillación que ha
experimentado en la vida civil y militar. El alto mando militar, en
general distante de la violencia sexual, del hedor de la orina y de
las heces, de la vista de la sangre fresca o coagulada, de los gritos
y gemidos de los prisioneros atormentados, deja la rienda suelta a sus
subordinados, como beneficio lateral para quienes no reciben ganancias
económicas de la guerra colonial y en cambio corren todos los riesgos
de morir a manos de un combatiente de la resistencia.
Y ahora que el tufo de la muerte ha llegado a la opinión pública
mundial y le ha causado repulsión, y que la tortura de iraquíes se
ha vuelto conocida en todas partes, los generales y el presidente
alegan ignorancia, demandan investigaciones, juegan con la ingenuidad
del público de su país, que no está enterado de que desde 16 meses
antes existe un informe militar de 53 páginas que proporciona todos
los detalles de la participación de la CIA y de inteligencia militar
en la tortura sistemática.
Ya aparecen fisuras en la monolítica estructura elitista
que apoya las guerras coloniales de Washington en Medio Oriente. A
fines de abril de 2004, Lakhdar Brahimi, enviado de la ONU que cuenta
con el respaldo de Estados Unidos, criticó la política colonial de
ese país, señalando que los iraquíes están cansados de que los
soldados los detengan sin cargos, los retengan sin juicio, los
torturen, les inflijan tratos brutales y a menudo los maten. El
enviado expresó asimismo que las políticas coloniales de Israel y
sus brutales ataques contra los palestinos constituyen "el gran
veneno en la región", que mina los esfuerzos para asegurar la
paz. De inmediato el régimen de Tel Aviv denunció al enviado y puso
en movimiento su cadena de transmisión en Estados Unidos: todas las
organizaciones judías importantes (la Liga Antidifamación, la
Conferencia de Presidentes de Grandes Organizaciones Judías, el Comité
Judío Estadunidense, etc.) se apresuraron a condenar y desacreditar a
Brahimi. Hasta ahora todas las principales organizaciones judías de
"derechos civiles" han apoyado el asesinato israelí de
palestinos y ninguna ha condenado la tortura de prisioneros iraquíes,
y ninguna lo hará, a menos que Sharon oprima el botón.
Decenas de diplomáticos estadunidenses en retiro se unieron
a sus colegas británicos y condenaron la brutalidad de la ocupación
colonial de Irak y la consideraron, junto con la purga étnica israelí
de los palestinos, un obstáculo a los esfuerzos de paz.
La liga entre el colonialismo israelí, la guerra con Irak y
el sionismo estadunidense se ha hecho del dominio público en todo el
mundo, excepto en Estados Unidos, donde, según Abraham Forman, de la
Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), "los
grupos judíos se preocuparon desde el principio por el vínculo
Israel-Irak pero lograron detenerlo". Añadió: "Ahora ha
resurgido en forma aún más fea (sic) con Brahimi y la carta de los
embajadores británicos" (The Forward, semanario judío
neoyorquino, 5/5/2004). ¿Cómo logró la ADL "detener" las
versiones de una liga Israel-Irak? Valiéndose de toda su influencia
directa e indirecta en los medios masivos para censurar toda mención
del tema y amenazando a periodistas, académicos y políticos con
represalias financieras o, peor aún, con tildar de
"antisemita" a cualquier crítico.
Los alegatos de inocencia de Bush y la campaña sionista en
los medios masivos para negar los crímenes de Estado de Tel Aviv y
Washington en Irak y Palestina han conducido a la gran mayoría del público
estadunidense a permanecer pasivo ante las imágenes e informes de la
bárbara tortura infligida por soldados del Pentágono a civiles iraquíes,
si es que no de plano la apoya.
En cambio, las imágenes del tormento sistemático ejecutado
en todo Irak no serán borradas de la mente de los ciudadanos del
mundo por unas cuantas protestas de intelectuales en Estados Unidos.
Lo escandaloso e indignante en el Estados Unidos actual es la ausencia
de cualquier protesta pública en vista del conocimiento explícito de
esa tortura de Estado. Peor que en Alemania, nuestro pueblo, nuestros
intelectuales no pueden alegar que "no sabían", a pesar de
haber recibido la "noticia" en la sala de su casa (con todo
y los esfuerzos sionistas por "detener" el debate). O lo
saben y se niegan a reconocerlo, o fingen no saber y se niegan a
actuar, o no les importa lo que les ocurra a los "malditos árabes".
Hasta los "mejores y más brillantes" de nuestros
intelectuales se niegan a contar la verdad sobre el vínculo entre la
tortura en Irak e Israel, y sobre el papel de las organizaciones
sionistas en la "detención" del debate. ¿Se trata de un
caso de amnesia selectiva intelectual, de arraigadas lealtades
irracionales, o de mera cobardía intelectual?.
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