Llegó
la hora del motín
¿Los
aliados de Bush lo seguirán en su caída en Irak?
Por
Naomi Klein (*)
La Jornada, México,09/05/04
Es
hora de rebelarse contra la ocupación estadounidense de Irak, asegura
la analista canadiense. A un año de su inicio, parece destinada a
fracasar en todos los frentes: el político, el económico y el
militar. Oleadas de soldados, trabajadores y políticos bajo el mando
de la autoridad de la ocupación se rehúsan a seguir órdenes y
abandonan sus puestos. Cada vez hay más países que se amotinan: España,
Honduras, República Dominicana, Nicaragua y Kazajastán ya retiraron
sus tropas. Soldados estadounidenses abandonan Irak y hasta los
contratistas se repliegan. Incluso la ONU, que ha jugado un papel
despreciable, podría –según la autora– reivindicarse si también
se suma al motín.
¿Podemos,
por favor, dejar de llamarlo un cenagal? Estados Unidos no está
atorado en un pantano o en una ciénaga en Irak; está en caída libre
desde una barranca. Ahora, la única pregunta es: ¿quién seguirá al
clan de Bush en su caída del precipicio, y quién se rehusará a
brincar?
Más
y más gente, por fortuna, opta por la segunda opción. El último mes
de provocadora agresión estadounidense en Irak ha inspirado una
respuesta entre los miembros de la coalición estadounidense que sólo
puede ser descrita como un motín. Oleadas de soldados, trabajadores y
políticos bajo el mando de la autoridad de la ocupación
estadounidense de pronto se rehúsan a seguir órdenes y abandonan sus
puestos. Primero España anunció que retiraría sus tropas, luego
Honduras, República Dominicana, Nicaragua, Kazajastán. Las tropas
sudcoreanas y búlgaras fueron replegadas a sus bases, mientras que
Nueva Zelanda está retirando a sus ingenieros. El Salvador, Noruega,
los Países Bajos y Tailandia probablemente serán los próximos.
Y
luego, se han amotinado miembros del ejército iraquí, controlado por
Estados Unidos. Desde que comenzó la más reciente ola de combates,
han donado sus armas a los luchadores de la resistencia en el sur y se
han rehúsado a pelear en Fallujah, argumentando que no se afiliaron
al ejército para matar a otros iraquíes. A fines de abril, el
general Martin Dempsey, comandante de la Primera División Armada de
Estados Unidos, informaba que “cerca de 40% [de los agentes de
seguridad iraquíes] dejaron el empleo a causa de la intimidación. Y
casi 10% trabaja contra nosotros”.
No
sólo los soldados iraquíes han desertado de la ocupación. En
protesta, cuatro ministros del Consejo Gobernante Iraquí renunciaron
a sus puestos. La mitad de los iraquíes con trabajos en la asegurada
“zona verde” –como traductores, choferes y empleados de
limpieza– no se presenta a trabajar. Y eso está mejor que hace un
par de semanas, cuando 75% de los iraquíes empleados por la autoridad
de la ocupación estadounidense se quedaron en casa (esa impresionante
cifra proviene del almirante David Nash, que supervisa el otorgamiento
de los contratos de reconstrucción).
Pequeñas
señales de amotinamiento surgen incluso dentro de las filas de los
militares estadounidenses: los soldados Jeremy Hinzman y Brandon
Hughey solicitaron refugio en Canadá, por ser objetores de
conciencia, y el sargento Camilo Mejía se enfrenta a una corte
marcial, tras rehusarse a regresar a Irak bajo el argumento de que ya
no sabía de qué se trataba la guerra.
Rebelarse
contra el mando estadounidense en Irak no es una traición, tampoco le
da “un falso consuelo a los terroristas”, como recientemente le
advirtió George Bush al nuevo presidente de España. Es una respuesta
completamente racional y basada en principios, a políticas que han
puesto en un grave e inaceptable peligro a todos los que viven y
trabajan bajo el mando estadounidense. Este punto de vista es
compartido por los 52 ex diplomáticos británicos que recientemente
enviaron una carta al primer ministro Tony Blair, declarando que a
pesar de que estaban de acuerdo con sus intentos por influir en la política
estadounidense en Medio Oriente “no había razón alguna para apoyar
políticas que están destinadas al fracaso”.
Y,
a un año de su inicio, la ocupación iraquí parece destinada a
fracasar en todos los frentes: el político, el económico y el
militar. En el frente político, la idea de que Estados Unidos podría
traer una genuina democracia a Irak fue irremediablemente
desacreditada: demasiados parientes de miembros del Consejo Gobernante
Iraquí obtuvieron los más codiciados empleos y amañados contratos,
demasiados grupos que exigen elecciones directas fueron reprimidos,
demasiados periódicos fueron clausurados y demasiados periodistas árabes
fueron asesinados mientras intentaban hacer su trabajo. Las más
recientes bajas fueron dos empleados de la televisora Al Iraqiya.
Soldados estadounidenses abrieron fuego contra ellos y los mataron
mientras filmaban una caseta de revisión en Samarra. Irónicamente, Al
Iraqiya es la red de propaganda controlada por Estados Unidos, que
se suponía que debilitaría el poder de Al jazeera y Al
Arabiya, las cuales también han perdido reporteros en el último
año a causa de los fusiles y cohetes estadounidenses.
Los
planes de la Casa Blanca de convertir a Irak en un modelo de la economía
de libre mercado también están en mala forma, plagados de escándalos
de corrupción y la furia de los iraquíes que han visto pocos
beneficios –tanto en servicios como en empleos– gracias a la
reconstrucción. Las exposiciones de comercio fueron canceladas en
todo Irak, los inversionistas se reubican en Amman, y el Ministerio de
Vivienda iraquí calcula que más de mil 500 contratistas extranjeros
huyeron del país. Bechtel, mientras tanto, admite que ya no puede
operar “en los puntos calientes” (y hay pocos y preciados puntos
fríos), los traileros tienen miedo de viajar por las carreteras con
bienes valiosos, y General Electric suspendió su trabajo en plantas
generadoras estratégicas. El momento no podría ser peor: se aproxima
el calor de verano y la demanda de electricidad está a punto de
incrementarse.
Conforme
este predecible (y predicho) desastre se desarrolla, muchos voltean
hacia la ONU en busca de ayuda: en enero, el gran ayatola Ali Sistani
hizo un llamado a la ONU a que apoyara su demanda de elecciones
directas. Más recientemente, hizo un llamado a la ONU a negarse a
ratificar la despreciada constitución interina, la cual la mayoría
de los iraquíes ve como un intento de Estados Unidos de mantener el
control del futuro de Irak mucho tiempo después de la “entrega de
poder” del 30 de junio, a través de, entre otras medidas, darle a
los kurdos (los únicos aliados que le quedan a Estados Unidos) un
aplastante poder de veto. El nuevo presidente de España, José Luis
Rodríguez Zapatero, antes de sacar sus tropas, hizo un llamado a la
ONU a que remplazara a Estados Unidos al frente de la misión. Hasta
Muqtada Sadr, el clérigo chiíta “bandido”, pide a la ONU que
prevenga una carnicería en Najaf. El 18 de abril, el vocero de Sadr,
Qais Khazaali dijo a una televisora búlgara que “es del interés de
todo el mundo enviar fuerzas de paz bajo la bandera de la ONU”.
¿Cuál
ha sido la respuesta de la ONU? Peor que el silencio, se ha puesto del
lado de Washington en todas estas cuestiones críticas, anulando las
esperanzas de que pudiera proveer una genuina alternativa a la
ingobernabilidad y brutalidad de la ocupación. Primero, se rehusó a
apoyar el llamado a elecciones directas, aduciendo preocupaciones de
seguridad. En retrospectiva, apoyar el llamado a elecciones directas
podría haber prevenido mucha de la violencia en la que ahora está
sumergida el país. Después de todo, la respuesta de la ONU debilitó
a Sistani, el más moderado, y fortaleció a Sadr, cuyos seguidores
siguieron demandando elecciones directas y lanzaron una campaña
contra el plan estadounidense de transición y la constitución
interina. Esto fue lo que empujó al jefe enviado por Estados Unidos,
Paul Bremer, a acabar con Sadr, provocación que desencadenó la
resistencia chiíta.
La
ONU ha demostrado ser igual de sorda a los llamados a remplazar la
ocupación militar estadounidense con una operación de mantenimiento
de paz. Al contrario, ha dejado claro que sólo reingresará a Irak si
Estados Unidos garantiza la seguridad de su personal –aparentemente
inconsciente del hecho de que estar rodeado de guardaespaldas
estadounidenses es la mejor manera de garantizar que la ONU sea un
blanco. “Tenemos una obligación desde [el ataque contra las
oficinas de la ONU] el verano pasado de insistir en que haya claridad
y en saber qué se nos está pidiendo”, declaró Edward Mortimer, un
alto asistente del secretario general Kofi Annan, a The New York
Times. “¿Cuáles son los riesgos? ¿Qué garantías nos pueden
dar de que no vamos a volar en pedazos? Y, ¿es lo suficientemente
importante el trabajo como para justificar el riesgo?”, preguntó.
Aun
tomando en cuenta aquel terrible atentado con bombas, ésta es una
asombrosa serie de preguntas, ya que provienen de un funcionario de la
ONU. ¿Tienen los iraquíes garantías de que no volarán en pedazos
cuando vayan al mercado en la ciudad de Sadr, cuando sus niños se
suban al camión escolar en Basora, cuando envíen a sus heridos a un
hospital en Fallujah? ¿Hay trabajo más importante para el futuro de
la seguridad global que el mantenimiento de la paz en Irak?
La
mayor traición de la ONU está en la manera en que vuelve a entrar a
Irak: no como un agente independiente, sino como un subcontratista
estadounidense glorificado, el arma política de la prolongada ocupación
estadounidense. El gobierno de transición post-30 de junio que el
enviado de la ONU, Lakhdar Brahimi, está en proceso de establecer,
estará sujeto a todas las restricciones a la soberanía iraquí que
provocaron, en primer lugar, el actual levantamiento. Estados Unidos
mantendrá completo control de la “seguridad” en Irak, incluyendo
del ejército iraquí. Y de los fondos de reconstrucción.
Y,
lo peor de todo, el gobierno de transición estará sujeto a las leyes
establecidas en la constitución interina, incluyendo la cláusula que
establece que debe cumplir las órdenes escritas por los ocupantes
estadounidenses. La ONU debería de estar defendiendo a Irak contra
este intento ilegal de socavar su independencia. En vez de eso,
vergonzosamente ayuda a Washington a convencer al mundo de que un país
bajo continua ocupación militar por un poder extranjero es, en
realidad, soberano.
Irak
necesita urgentemente a la ONU como una voz clara e independiente en
la región. La gente lo pide, ruega que la institución internacional
cumpla con su mandato como pacificador y que diga la verdad. Y sin
embargo, justo cuando más es necesitada, la ONU está en su momento más
comprometido y cobarde.
Hay
una manera en la que la ONU puede redimirse en Irak. Podría optar por
sumarse al motín y aislar aún más a Estados Unidos. Esto ayudaría
a forzar a Washington a entregar el poder real –en último término
a los iraquíes, pero primero a una coalición multilateral que no
haya participado en la invasión y ocupación y que tenga la
suficiente credibilidad como para supervisar unas elecciones directas.
Esto podría funcionar, pero sólo a través de un proceso que proteja
ferozmente la soberanía de Irak. Lo cual implica:
–Deshacerse
de la constitución interina. La constitución interina es tan
ampliamente odiada en Irak que cualquiera que esté sujeto a sus
reglas inmediatamente será visto como ilegítimo. Algunos argumentan
que Irak necesita una constitución interina para prevenir que unas
elecciones abiertas entreguen el país a los extremistas religiosos.
Sin embargo, según una encuesta de febrero de 2004, realizada por
Oxford Research International, los iraquíes no tienen ningún deseo
de ver que su país se convierta en otro Irán. Cuando se les pidió
jerarquizar sus preferencias en cuanto a sistemas y actores políticos,
48.5% de los iraquíes catalogaron a la “democracia” como la más
importante, mientras que un “Estado islámico” recibió 20.5% de
apoyo. Cuando se les preguntó qué tipo de político preferían,
55.3% escogió a “demócratas”, mientras que sólo 13.7% optó por
políticos religiosos. Si se les da a los iraquíes la oportunidad de
votar según su voluntad, no existe razón alguna para esperar que los
resultados no reflejen un equilibrio entre su fe y sus aspiraciones
seculares.
Siempre
hay maneras de proteger los derechos de las mujeres y las minorías
sin forzar a Irak a aceptar una constitución escrita bajo una ocupación
extranjera. La solución más simple sería restablecer pasajes de la
constitución provisional de 1970, la cual, según Human Rights Watch,
“formalmente garantizaba igualdad de derechos para las mujeres y,
específicamente, aseguraba su derecho al voto, a ir a la escuela,
contender por cargos políticos y ser dueños de propiedades”. La
constitución también garantizaba la libertad religiosa, las
libertades civiles y el derecho a formar sindicatos. Estas cláusulas
fácilmente pueden ser rescatadas, y se pueden eliminar las partes del
documento diseñadas para afianzar el mandato baatista.
–Poner
el dinero en un fideicomiso. Un punto crucial en el proceso de lograr
una transición de Irak hacia la soberanía es salvaguardar sus bienes
nacionales: sus ingresos petroleros, el petróleo restante para pagar
el programa “petróleo a cambio de alimentos” (actualmente
administrado por Estados Unidos sin supervisión externa), así como
lo que queda de los 18.4 mil millones de dólares de los fondos de
reconstrucción. Ahora, Estados Unidos planea mantener el control de
este dinero después del 30 de junio; la ONU debería insistir en que
sea puesto en un fideicomiso para que un gobierno iraquí lo gaste.
–Des-chalabificar Irak. Hasta ahora, Estados Unidos no ha podido instalar a Ahmed Chalabi
como el próximo líder de Irak –consecuencia de su historia de
corrupción y absoluta ausencia de una base política. Sin embargo, a
miembros de la familia Chalabi se les ha dado control, de una manera
callada, en todas las áreas de la vida política, económica y
judicial. Fue un proceso de dos fases. Primero, como líder de la
comisión des-baatificadora, Chalabi purgó a sus rivales del
poder. Luego, como director de la Comisión Económica y Financiera
del Consejo Gobernante, instaló a sus amigos y aliados en puestos
clave: ministro de Petróleo, ministro de Finanzas, ministro de
Comercio, gobernador del Banco Central, y más. Ahora, el sobrino de
Chalabi, Salem Chalabi, fue designado por Estados Unidos para
encabezar la corte que lleva el juicio de Saddam Hussein. Y una
empresa con estrechas ligas con Chalabi se quedó con el contrato para
resguardar la infraestructura petrolera de Irak –básicamente una
licencia para construir un ejército privado. No es suficiente
mantener a Chalabi fuera del gobierno interino. La ONU debe
desmantelar el Estado fantasma de chalabi a través de un proceso de
des-Chalabificación a la par del ahora abandonado proceso de des-Baatificación.
–Demandar
el retiro de las tropas estadounidenses. Al pedirle a Estados Unidos
que sea su guardaespaldas para volver a Irak, la ONU pone las cosas al
revés: sólo debería de entrar si Estados Unidos se sale. Las tropas
que participaron en la invasión y en la ocupación deberían de ser
remplazadas por quienes mantengan la paz –preferentemente los
Estados árabes vecinos– y trabajen extremadamente bajo el limitado
mandato, para que aseguren que se puedan realizar elecciones
generales. Si se saca a Estados Unidos hay una fuerte posibilidad de
que los países que se opusieron a la guerra estén dispuestos a hacer
este trabajo.
El
25 de abril, la junta editorial de The New York Times hizo un
llamado hacia el enfoque opuesto: argumentó que sólo una gran
inyección de tropas estadounidenses y “un verdadero incremento de
largo plazo en las fuerzas en Irak” podrían traer seguridad. Pero
estas tropas, si llegan, no brindarán seguridad a nadie –ni a los
iraquíes, ni a sus compañeros soldados, ni a la ONU. Los soldados
estadounidenses provocan más violencia, no sólo por la brutalidad de
la ocupación en Irak sino también por el apoyo estadounidense a la
mortal ocupación israelí de territorios palestinos. En las mentes de
muchos iraquíes, las dos ocupaciones se fusionaron en una sola
barbaridad antiárabe, con los soldados israelíes y estadounidenses
vistos como intercambiables y los iraquíes identificándose con los
palestinos.
Sin
las tropas estadounidenses, la incitación principal a la violencia
dejaría de estar presente, y permitiría que el país se
estabilizara, con muchos menos soldados y mucha menos fuerza. Irak aún
enfrentaría retos en materia de seguridad –todavía habría
extremistas dispuestos a morir por imponer la ley islámica, así como
intentos por recobrar el poder de parte de leales seguidores de Saddam.
Por otro lado, con los chiítas y sunitas unificados contra la ocupación,
es el mejor momento para que un agente honesto negocie un acuerdo
equitativo para compartir el poder.
Algunos
estarán de acuerdo en que Estados Unidos es demasiado fuerte como
para ser sacado a la fuerza de Irak. Pero desde el principio, Bush
necesitaba una máscara multilateral para esta guerra –por eso formó
la “coalición de los dispuestos”, y por eso ahora va a la ONU.
Imagine lo que podría pasar si más países se salen de la coalición,
si Francia y Alemania se rehúsan a reconocer un Irak ocupado como una
nación soberana. Imagine que la ONU decidiera no ir a rescatar a
Washington. Se volvería la ocupación de uno solo.
La
invasión de Irak comenzó con un llamado a amotinarse –un llamado
hecho por Estados Unidos. En las semanas anteriores a la invasión del
año pasado, el Comando Central estadounidense bombardeó a los
funcionarios militares y políticos iraquíes con llamadas y correos
electrónicos en los que los conminaban a abandonar las filas de
Saddam. Los aviones de combate dejaron caer 8 millones de volantes en
los que pedían a los soldados iraquíes que abandonaran sus puestos y
les aseguraban que no saldrían perjudicados.
Por
supuesto que estos soldados rápidamente fueron despedidos cuando Paul
Bremer tomó el mando y ahora son frenéticamente contratados de
nuevo, como parte del cambio de rumbo de la política de des-baatificación.
Es sólo un ejemplo más de la letal incompetencia que debería
provocar que todos los que aún apoyan la política estadounidense en
Irak lleguen a una conclusión inevitable: es la hora de un motín.
(Traducción:
Tania Molina Ramírez. Copyright Naomi Klein 2004. Este texto fue publicado en The Nation)
(*)Autora
de No logo y Vallas y ventanas.
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