Alicia en el nuevo país de las
maravillas de Irak
Por Robert Fisk
CounterPunch, 29/06/04
Traducción de Socialismo o
Barbarie
Al fin de cuentas, fueron los enemigos de Washington quienes
fijaron la fecha. La entrega de "plena soberanía" se
adelantó en secreto para que el ex funcionario de la CIA que ahora se
presenta como "primer ministro" de Irak pudiera evitar otra
sangrienta ofensiva de los enemigos de Estados Unidos. La que se suponía
que iba a ser la fecha más importante de la historia moderna de Irak
se cambió —como si fuera una fiesta de cumpleaños— por si fuera
a llover el miércoles.
"Deplorable"
es la palabra que a uno se le viene a la mente. Henos aquí entregando
"plena soberanía" al pueblo iraquí. Soberanía
"plena", por supuesto, siempre y cuando nos olvidemos de los
160.000 soldados extranjeros a los que el primer ministro Iyad Allawi
aparentemente ha pedido que permanezcan en el país. Soberanía
"plena" en la medida que no tengamos en cuenta a los 3.000
mil diplomáticos norteamericanos que constituirán la embajada más
numerosa de su país en el mundo. Y ni siquiera a ese pueblo iraquí
le avisamos que habíamos cambiado la fecha.
Pocos, excepto los iraquíes, por supuesto, entendieron la más
cruel paradoja de este acontecimiento. Porque fue el nuevo ministro
iraquí del Exterior —¿no deberíamos poner también su puesto
entre comillas?— quien decidió filtrar, durante la reunión de la
OTAN en Turquía, la noticia del "adelanto" de la entrega de
soberanía a Irak. Así pues, esta nueva fecha sin precedente en la
historia moderna de Irak fue anunciada no en Bagdad, sino en la
capital del antiguo imperio otomano, que alguna vez reinó sobre Irak.
Alicia, la del País de las Maravillas, no lo hubiera hecho
mejor: el espejo refleja todo el trayecto de Bagdad a Washington. Con
su salvaje ironía, Ibsen habría podido hacer justicia a la ocasión.
Después de todo, qué habría podido resultar más familiar que ese
llamado de Allawi a los iraquíes a "combatir a los enemigos del
pueblo".
El poder fue ritualmente entregado en documentos legales. El
nuevo gobierno juró sobre el Corán. El procónsul estadunidense,
Paul Bremer, dio un formal apretón de manos a Allawi y abordó su
C130 para volar a casa, protegido por miembros de las fuerzas
especiales con anteojos oscuros.
Costaba trabajo recordar que Bremer fue elegido para el cargo
hace más de un año porque era experto en
"contraterrorismo" —en definitiva esto sí hay que ponerlo
entre comillas— y que aquellos a quienes se refería como
"fracasados" (fanáticos baasistas) lograron volver casi a
todo el pueblo iraquí contra EEUU y Gran Bretaña en pocos meses.
Según lo dicho este lunes por Allawi, los
"fracasados" y "remanentes" pertenecían a Saddam
Hussein. Los que no hayan cometido crímenes hasta podrían integrarse
al nuevo gobierno, anunció. Pero ya había quedado claro que el
primer ministro considera decretar la ley marcial, ese sine qua non de
toda dictadura árabe, en esta ocasión impuesto a un Estado árabe
—el cielo nos ampare— por un ejército occidental comandado por un
gobierno que se proclama cristiano. ¿Quién fue el último hombre en
imponer la ley marcial en Irak? ¿Acaso no fue Saddam Hussein?
No, Allawi y sus compinches —junto con el defraudador
convicto Ahmed Chalabi, ahora resucitado de su tumba política— no
son pequeños Saddam. De hecho, el ascenso de Allawi a la fama se debe
a que fue leal a Saddam hasta que hizo las valijas y huyó a Londres.
Por poco lo asesina Saddam antes de que —y esto según confesión
propia— recibiera los chelines del Reino Unido (MI6) y los dólares
de la CIA y —otra vez por confesión propia— de otras 12 agencias
de inteligencia.
Allawi hablaba ayer de un "día histórico". Por lo
que al primer ministro se refiere, los iraquíes están a punto de
disfrutar de "plena soberanía". Los que entrecomillamos la
"liberación" de Irak en 2003 debemos ahora hacer lo propio
con la "soberanía". Poner comillas se ha vuelto parte del
oficio de reportear en Medio Oriente.
Tal vez lo más
notable de todo fue la demanda de Allawi de que "los mercenarios
que han venido a Irak desde países extranjeros" deben marcharse.
Hay, por supuesto, 80 mil "mercenarios" occidentales en
Irak, la mayoría ataviados con ropa occidental. Pero claro que Allawi
no se refería a ellos. Y allí existe un problema. Un día habrá que
renunciar a los clichés, cuando tengamos que abandonar las pesadillas
estadounidenses. Al Qaeda no tenía una filial originaria en Irak. Y
los iraquíes no planearon los ataques del 11 de septiembre de 2001
Pero no hay que preocuparse. El nuevo ministro iraquí pronto
impondrá la ley marcial —los periodistas que creen que pueden
escapar de hacer críticas deben reflexionar de nuevo— y por tanto
todos podemos esperar una petición al Capitolio de elevar el número
de soldados estadounidenses "a solicitud formal del gobierno
provisional".
Esperemos, pues, la primera expulsión de periodistas. Según
"se espera", se celebrarán elecciones democráticas en Irak
en el curso de cinco meses. Bueno, ya veremos.
Cierto, Allawi promete un futuro Irak con "una sociedad
de todos los iraquíes, sin distinción de etnicidad, color o religión".
Pero entre los iraquíes a los que Allawi ha jurado proteger al
parecer no figuran los 5 mil prisioneros existentes en los notorios
campamentos estadounidenses en el país. Por lo menos 3 mil seguirán
en cautiverio, la mayoría en poder del ejército de Washington.
Hubo ayer muchas
promesas de que Saddam Hussein y sus colegas serán procesados,
aunque, de manera nada sorprendente, los abogados iraquíes sienten
que hay asuntos más apremiantes para resolver. Paul Bremer abolió la
pena de muerte en Irak, pero parece que Allawi quiere restablecerla.
Al preguntársele si Hussein podría ser ejecutado, enfatizó que
"eso es algo que se debate en el sistema judicial de Irak".
Aclaró, sin embargo, que está a favor de la pena capital.
Según fuentes estadounidenses, EEUU ha estado presionando a
Allawi durante dos semanas o más con la esperanza de que sus
ministros puedan, al menos en teoría, funcionar sin apoyo de
Washington. De muchas instituciones iraquíes se han retirado ya los
asesores estadounidenses. Sin embargo, al aparecer en público este
lunes, el nuevo primer ministro pronunció palabras que podrían haber
provenido de George W. Bush. Advirtió a las "fuerzas del
terror" que "no olvidaremos quién estuvo con nosotros y quién
contra nosotros en esta crisis". Y mientras los miembros del
nuevo "gabinete" se adelantaban para poner las manos sobre
el Corán, multitud de banderas iraquíes tapizaban el podio a sus
espaldas, aunque no eran esos extraños estandartes de color azul y
blanco que el antiguo consejo interino inventó hace dos meses.
El verdadero problema para Allawi es que tiene que ser un líder
independiente a la vez que depende de una fuerza extranjera,
occidental y cristiana por añadidura, para apuntalar su gobierno. No
puede brindar seguridad sin el apoyo de una fuerza extraña, pero
tampoco tiene control sobre esa fuerza. No puede ordenar a los
estadounidenses que se vayan. Pero he aquí la verdadera pregunta:
Si Allawi de veras pretende gobernar a Irak, la demostración
más poderosa que podría hacer es demandar el retiro inmediato de
todas las fuerzas extranjeras. En cuestión de horas sería un héroe
en su patria y los estadounidenses estarían acabados.
Pero, ¿tiene Allawi la sabiduría para darse cuenta de que
ese paso definitivo podría salvarlo? ¿Quién podría decirlo en esta
hora crítica y sangrienta? Ya se ha sabido de sátrapas sostenidos
por Washington que traicionaron a sus amos. Sin embargo, la dolorosa
ecuación en Bagdad ahora es que Allawi depende del ejército cuya
evacuación necesita para demostrar su propia credibilidad.
Las potencias ocupantes occidentales han dejado atrás una
estela de legislación de dudosa legitimidad en Irak. Gran parte de
ella permite que las compañías extranjeras succionen las ganancias
de la “reconstrucción” —asunto sobre el cual los iraquíes no
tienen opción—, y a muchas personas en el país no les interesa que
se prolongue la vigencia de las leyes de ocupación de Bremer. No es
probable, por ejemplo, que alguien vaya a pasar un mes en prisión por
conducir sin licencia. Pero, ¿por qué las empresas de Estados Unidos
y otros países de Occidente deben gozar de inmunidad ante las leyes
iraquíes? Cuando un mercenario británico o estadounidense asesine a
un iraquí, no podrá ser llevado ante un tribunal local.
Sin embargo, Allawi está dependiendo de esos mismos
mercenarios. Y por eso, de manera triste e inevitable, él y su
gobierno fracasarán.
La insurgencia tiene ahora vida propia... y un plan. Si puede
sostener una lucha independentista para los nacionalistas de las zonas
musulmanas sunitas que se extienden al norte y al oeste de Bagdad, los
sunitas podrían reclamar el derecho a formar el primer gobierno iraquí
independiente una vez que los estadounidenses se marchen.
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