La guerra de los testaferros en el Nuevo Irak
Por
Patrick Cockburn
The Independent, 15/08/04
El momento más ridículo desde el comienzo de la crisis de
Irak ocurrió el fin de semana pasado cuando Ahmed Chalabi, que recién
el año pasado era el preferido del Pentágono para gobernar Irak, fue
acusado de falsificación por el principal juez de investigación de
Irak. Su sobrino Salem Chalabi, al que EEUU puso a cargo de organizar
el juicio de Saddam Hussein, está acusado de asesinato y se niega a
volver a Irak.
Las acusaciones son el resultado de una guerra burocrática
en Washington. Los Chalabis han dependido hace tiempo de sus amigos
entre los civiles que dirigen el Pentágono y los funcionarios
neoconservadores en otros sitios en la administración Bush. Han sido
odiados durante años por la CIA y el Departamento de Estado. Es este
último, que escala cada vez más posiciones, que ahora cobra su
revancha.
Esta guerra intestina entre diferentes ramas de la
administración de EEUU ha constituido una característica recurrente
y dañina de la ocupación de EEUU en Irak. Fue Donald Rumsfeld,
secretario de Defensa, el que destruyó los planes del Departamento de
Estado de dirigir Irak después del derrocamiento de Saddam Hussein y
que excluyó a todo experto considerado hostil a la familia Chalabi.
¿Cuáles son los méritos de las acusaciones? Todos los
grupos de exiliados iraquíes que entraron el año pasado a Bagdad
detrás de los tanques estadounidenses se desacreditaron rápidamente
ante los iraquíes de a pie por su ilicitud y codicia.
El Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi, en gran parte
su vehículo político personal, se estableció en el Hunting Club,
que solía ser el sitio favorito de la elite iraquí. Se hizo
tristemente célebre entre los empresarios iraquíes porque si alguien
quería hacer negocios con la ocupación de EEUU tenía que darle una
tajada al CNI o a otros grupos de exiliados iraquíes.
Probablemente el CNI no fue peor que los demás. El Acuerdo
Nacional Iraquí de Iyad Allawi, el actual primer ministro iraquí,
también tuvo su hocico en el comedero poco después de su llegada a
Bagdad. Un exiliado retornado, dos de cuyos hermanos habían sido
asesinados por Saddam Hussein, me dijo desesperado: "Saddam solía
nombrar a verdaderos expertos así como a parientes y compinches, pero
los partidos políticos distribuyen ahora puestos a sus parientes
aunque no tengan la menor idea de lo que están haciendo".
El régimen de ocupación estuvo plagado de corrupción desde
el momento mismo en que fue establecido.
Las acusaciones que ahora se presentan contra Ahmed y Salem
Chalabi suenan chocantes, pero se podrían hacer acusaciones similares
contra casi toda la oposición triunfante que volvió a Bagdad montada
en los tanques estadounidenses.
Algunos miembros del CNI fueron acusados de secuestros;
coches robados en grandes cantidades en Bagdad a punta de pistola,
fueron exportados como asunto de rutina sin que se hicieran preguntas
a través del territorio controlado por los dirigentes kurdos iraquíes;
los empresarios iraquíes sospechaban que oficiales de EEUU en la
Autoridad Provisional de la Coalición eran sobornables.
Las acusaciones contra Ahmed Chalabi, después de la afirmación
de que informó a los iraníes de que EEUU había descifrado su código
diplomático, significan probablemente que nunca recuperará su
antigua influencia en Washington.
Pero, como lo formuló un político iraquí: "Hasta que
vea a Ahmed en su tumba con una estaca clavada en su corazón, no voy
a escribir su obituario político".A medida que sus vínculos con
Washington se debilitan, Mr. Chalabi ha estado reinventándose como líder
chií, asociándose con Muqtada Sadr, el clérigo radical. No le será
fácil a Mr. Chalabi cambiar de ser un símbolo de la ocupación de
EEUU a ser su oponente, pero podría suceder, sobre todo si tiene
apoyo iraní.
La actual situación en Irak es engañosa. Parecería que Mr.
Allawi y su gobierno están ganando apoyo. Pero Irak está cada vez más
fragmentado y es cada vez más parecido a Afganistán. Mr. Allawi podrá
hablar duro, pero depende de 138.000 soldados de EEUU. Ciudades
alrededor de Bagdad como Faluya y Samarra están bajo el control de
militantes islámicos. En Ramadi, al oeste de Bagdad, la policía
local patrulla esta ciudad de 400.000 habitantes entre las 8 de la mañana
y las 2 de la tarde. El resto del tiempo Ramadi es dirigida por los
insurgentes.
La lucha por Irak no hace más que comenzar. Los árabes sunníes
y chiíes y los kurdos, las tres grandes comunidades de Irak, no han
logrado sus objetivos. A EEUU todavía le gustaría ser el poder
predominante en Irak aunque tenga que ejercer el control a través de
testaferros iraquíes. Siria e Irán temen que EEUU utilizará a
Bagdad como la base de lanzamiento para la desestabilización de sus
gobiernos. En este lío un político ágil como Mr. Chalabi podría
encontrar nuevos aliados.
En los meses antes de la elección presidencial de EEUU en
noviembre, Washington hace todo lo que puede por mostrar que la
situación en Irak mejora. Y no es verdad. Gran parte de Irak está
fuera del control del gobierno central. Mr. Allawi se comporta como el
antiguo baasista que fue, amenazando con aplastar a sus enemigos. Le
iría mucho mejor si tratara de aumentar el número de sus amigos.
Las acusaciones contra los Chalabis muestran las dificultades
que EEUU tiene para producir una política coherente en Irak. Si Salem
Chalabi es arrestado por asesinato, existe la absurda posibilidad de
que tenga que organizar el juicio de Saddam Hussein desde una celda
vecina a la del líder iraquí.
La verdadera lección del año pasado es que ninguno de los
antiguos líderes de la oposición, como Chalabi o Allawi, goza de
suficiente apoyo para establecer un gobierno estable.
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