Pieza clave del mantenimiento de la ocupación:
Un vacío legal garantiza plena impunidad a los mercenarios
contratados en Iraq
Por
Sinfo Fernández Navarro (*)
CSCAweb, 02/08/04
Nadie
puede sorprenderse por el estado de ruina general en el que la guerra
de 2003 y la posterior ocupación militar han subsumido a Iraq. La
violencia de los ocupantes y los sabotajes de los insurgentes han
socavado profundamente hasta límites incalculables y trágicos la
situación cotidiana de la población, por ejemplo, ya en pleno
verano, en relación al suministro eléctrico y las posibilidad de
refrigeración de domicilios y hospitales, de almacenes de alimentos,
etc.[1]. Únase a todo esto los preámbulos vividos a través
de una década de guerra con Irán propiciada por Occidente con EEUU a
la cabeza; súmese también la primera Guerra del Golfo (con una
destrucción de infraestructura civil cifrada por las propias Naciones
Unidas en varios miles de millones de dólares), los doce años
posteriores de sanciones y la situación final nos llevará hasta un cocktail
explosivo de desmantelamiento de las infraestructuras en todos los ámbitos.
Por eso, ¿a quién puede extrañarle que según la encuesta encargada
por la anterior instancia de poder en Iraq, la Autoridad
Provisional de la Coalición (APC), y de cuyo resultado daba cuenta The
New York Times, la gran mayoría del pueblo iraquí quiera que las
tropas ocupantes salgan definitivamente del país?
Mercenarios y contratistas
Como refleja Stewart Nusbaumer en un reciente artículo [2],
la Administración Bush sobrevaloró la capacidad de sus militares que
según se ha demostrado carecen realmente de habilidad, formación,
comprensión y, por supuesto, interés para poder controlar y dirigir
un país de 25 millones de personas abocadas a un profundo estado de
resistencia civil y armada frente a la indignación y frustración que
provoca la ocupación. Si en algo son hábiles los militares
estadounidenses es precisamente en reventar situaciones y después
largarse sin solucionar nada dejando el caos sobrenadando.
Los militares del Pentágono tienen amplia experiencia en los
resultantes de sus aventuras militares. Vietnam les enseñó una lección
que, de aprovecharla, hubiera resultado muy valiosa: aunque su poder
militar sea el más fuerte del mundo, existen unos límites a ese
poder que no pueden ignorar. Y que el adversario más difícil es
precisamente el que no sigue las normas tradicionales de la
guerra.
Sin embargo, fueron los halcones civiles de la Casa
Blanca y sus intereses económicos, y los de las compañías privadas
con las que mantienen firmes lazos, los que insistieron en el ataque
militar contra Iraq. La oposición asentada en el exterior -con el ya
periclitado Chalabi y el actual primer ministro Allawi a la cabeza-
llevó a la Administración Bush a pensar que sus tropas serían
recibidas como liberadores y que campañas del modelo Conmoción
y Pavor acobardarían a todos los que ellos consideraban criminales.
Quizá tuvo también algo que ver su profunda ignorancia, ¿su
demencia?, su arrogancia, sus mentiras, su absoluto desprecio hacia la
dignidad y las capacidades de otros pueblos
Todas las previsiones falsamente levantadas han llevado hasta
la presente situación. La economía nacional permanece muerta, sin
inversiones y sin esperanza. Poco más de un año después de la
declaración por Bush del fin de la guerra, la resistencia armada en
Iraq ha continuado creciendo y extendiéndose, pudiendo alcanzar también
en el comprometido año de las elecciones estadounidenses al resultado
de las mismas, que se presenta cada vez más incierto para los
republicanos, aunque su actual presidente, ante el riesgo de no
resultar reelegido, esté dispuesto a dar otro quiebro más a la
situación obsequiando a sus ciudadanos con una nueva letanía de
amenazas para la patria que aconsejaría retrasar la fecha de
las elecciones.
Con las tropas en franco retroceso, el vacío se ha ido
llenando con los mercenarios alquilados de las compañías militares
privadas [3]. El fenómeno, que empezó a manifestarse en la época
del presidente Ronald Reagan, ha alcanzado en la actualidad y en Iraq
su punto de inflexión máximo debido a un notable cambio cualitativo:
de proporcionar apoyo logístico (transporte, construcción de
barracones, servicios de cocina, etc.) han pasado a convertirse en las
tropas que luchan en Iraq, con sus propios arsenales militares y helicópteros,
y en los interrogatorios dentro de las cárceles. Se trata de un ejército
privado, armado, comprado y pagado por los contribuyentes
estadounidenses, una fuerza mercenaria que lucha en su nombre en una
guerra. Los contratistas militares aseguraban equipos y servían
comida por dinero; los mercenarios matan gente por dinero. La distinción
entre contratista y mercenario no siempre está clara pero lo que está
claro es que los militares estadounidenses están delegando cada vez más
en mercenarios que matan y son matados.
La economía de Occidente y de forma fundamental la de EEUU,
ha llegado a ser totalmente dependiente del petróleo extranjero en
virtud de los intereses de las grandes compañías del sector, y para
defender finalmente ese statu quo es por lo que los militares
han pasado también a depender de los soldados privados. En muchas de
las instancias oficiales nadie parece preocuparse por el desarrollo de
esos acontecimientos. Sin embargo, y como recoge en su artículo
Nusbaumer, esa es la deriva que siguen los Imperios cuando entran en
período de decadencia.
La participación libanesa
Esa fuerza mercenaria, comprada y pagada por los
contribuyentes de los países ocupantes, está afectando aún más las
sensibilidades del Mundo Árabe con el reciente reclutamiento de
libaneses para las empresas de seguridad privadas, debido a las
demandas relativamente inferiores de salarios por parte de aquéllos.
Los libaneses son requeridos debido a la experiencia desarrollada en
temas militares y de seguridad durante las numerosas guerras que
machacaron también su país debido a sus demandas de salario
relativamente bajas comparadas con las de sus colegas occidentales y
por su conocimiento de la lengua árabe, que les permite desenvolverse
en un ambiente hostil a los occidentales [4]. Los salarios
ofrecidos a los libaneses fluctúan entre los mil y los cuatro mil dólares
al mes, una suma baladí comparada con los salarios que se pagan a
franceses, estadounidenses, británicos, croatas, etc., que pueden
demandar pagos hasta de 1.500 dólares al día por determinadas
misiones.
Parece ser que la mayoría de los reclutados son antiguos
milicianos de la guerra civil de 1975-90, la mayoría integrantes de
facciones cristianas, los temibles falangistas. Ese éxodo de
nacionales para luchar en la guerra de Iraq ha empezado a preocupar al
gobierno libanés, que se opuso en su día con firmeza a la ocupación
estadounidense. Los servicios de seguridad estatales publicaron un
anuncio de prensa pidiendo testimonios que pudieran contribuir a
elaborar "[...] listas completas de nacionales libaneses y
refugiados palestinos en Líbano que hubieran sido reclutados para
trabajar en Iraq", habiéndose llegado a identificar a unos 70.
Este anuncio se publicó tras la noticia de que tres libaneses fueron
secuestrados en Iraq, uno de ellos fue liberado más tarde mientras un
cuarto era asesinado.
Impunidad de los mercenarios
Uno de los múltiples aspectos preocupantes de privatización
de la guerra y la ocupación en Iraq, y al que habría que hacer
frente de forma ejemplar para impedir que se sigan produciendo nuevos
capítulos de violaciones y para prevenir abusos futuros, es impedir
que los responsables de las torturas contra los prisioneros iraquíes
-o contra cualquier prisionero en cualquier otro lugar del mundo- no
puedan ser perseguidos, procesados y castigados. El vigilante oficial
de las Convenciones de Ginebra, el Comité Internacional de la Cruz
Roja, ha denunciado la ignominia que supone dar poder a los
contratistas civiles para interrogar a los detenidos y que a causa de
esto sean responsables de actos de violencia y abusos infamantes. Pero
lo más terrible de todo es que los autores de esos hechos salgan
impunes de los mismos.
Sin duda, las víctimas iraquíes y sus familias preferirían
los juicios en el país, pero esa opción es altamente improbable, por
no decir nula. En Iraq, bajo el paraguas de un decreto promulgado el año
pasado por las autoridades de la APC, los contratistas civiles gozan
de protección e inmunidad frente a encausamientos penales locales por
todo tipo de conductas criminales, incluso por hechos tales como
asesinato, tortura y violación. Este decreto seguirá en vigencia
incluso dentro de la nueva Ley de Seguridad Nacional aprobada por el
nuevo gobierno de Allawi [5].
¿Enjuiciamiento en tribunales de
EEUU?
La opción que podría tener alguna posibilidad sería la de
que esos criminales fueran procesados en tribunales penales
estadounidenses. El pasado mes de mayo, el Fiscal General
estadounidense Ashcrof declaró que el Departamento de Justicia tenía
jurisdicción para perseguir a los civiles implicados en los crímenes
en Iraq. Hay dos leyes federales que podrían ser utilizadas
dependiendo de la ofensa en cuestión:
Los crímenes más graves podrían ser procesados bajo el
Acta de Crímenes de Guerra de 1996. Los crímenes de guerra, como los
define la ley, incluyen las violaciones graves de las Convenciones de
Ginebra de 1949 (tales como tortura o trato inhumano) y las
violaciones del artículo 3 común a las dos Convenciones
("ultrajes a la dignidad personal" y "trato humillante
y degradante"). Las posibles penas por las condenas bajo esa Ley
incluyen la cadena perpetua, prisión durante una serie de años o, si
la víctima del crimen ha muerto, pena de muerte.
Otro tipo de crímenes podrían ser perseguidos bajo el Acta
de la de la Jurisdicción Militar Extraterritorial. Este Acta que fue
promulgada en su origen para proteger a los soldados estadounidenses y
a sus familias que viven fuera del país abarca crímenes punibles con
más de un año de prisión. Sin embargo, aunque fue aprobada en 2000
todavía no se ha estrenado.
Sin embargo, pesar de la citada declaración del Fiscal
General estadounidense Ashcroft de que el Departamento de Justicia tenía
jurisdicción sobre los crímenes de los contratistas civiles en Iraq
no ha mencionado lo que piensa hacer el gobierno estadounidense con
estos casos. Y desde luego, las posibilidades de procesamiento no
parecen ir muy lejos. Ashcroft ha declarado que mejor que enviar a los
agentes del FBI a Iraq para investigar los crímenes, era que los
fiscales federales esperaran el resultado de las investigaciones del
Pentágono. Pero mientras los investigadores militares quizá pueden
ser competentes para reunir pruebas para los procedimientos de un
tribunal militar, es tarea del FBI responder por los crímenes
civiles.
La negativa del gobierno de EEUU para llevar a cabo una
investigación seria es un signo preocupante. Para poder perseguir con
éxito los crímenes cometidos en Iraq se requeriría una asignación
seria de recursos. ¿Quien podría, por ejemplo, llevar a EEUU a las víctimas
para testificar? ¿Y sería posible o imaginable que un jurado
estadounidense llegara a condenar a un contratista de su país
responsable de causar daños a un detenido -considerado incluso como
enemigo- extranjero?
Reclamaciones de empleados
Otro aspecto más de los hechos considerados que está
alarmando además a los responsables de la elaboración de algunas
partidas del presupuesto de EEUU, es que desde hace un año casi la
mitad de todas las reclamaciones por muertos y heridos presentadas por
los contratistas privados ante el gobierno de EEUU fue por sucesos que
habían tenido lugar en Iraq [6]. El gobierno federal tendrá
que gastar millones de dólares en pagos para compensar a estos
trabajadores.
La ley federal requiere que todos los contratistas y
subcontratistas del gobierno de EEUU tengan seguros de compensación
para sus empleados civiles que trabajen en el exterior. Si se informa
sobre un caso de herido o muerto provocado por un "riesgo por
motivo de guerra", el Acta de Compensación por Amenazas en Caso
de Guerra proporciona a los corredores de seguros una serie de
reembolsos por parte del gobierno.
De las 771 reclamaciones por heridos presentadas este año
por contratistas de EEUU, 345 tuvieron lugar en Iraq. De las 66
muertes sobre las que se informó durante la primera semana de junio,
excepto 9, todas habían sucedido en Iraq, según el Departamento de
Trabajo, que es quien maneja los informes de reclamaciones y
compensaciones. Desde enero de 2003 ha habido reclamaciones por 476
heridos y 80 muertes en Iraq.
Los funcionarios
del Departamento de Trabajo declaran que no han valorado el coste de
los reembolsos por las reclamaciones referidas a Iraq pero
considerando que el pago máximo es de 1.030,78 dólares por semana y
teniendo en cuenta la cifra de heridos y muertos, las compensaciones
ascenderán a cantidades multimillonarias. El Fondo de Compensación
de los Empleados, organismo encargado de pagar por los riesgos que
puedan correr los trabajadores federales, tiene asignado unos 2.300
millones de dólares anuales.
Notas:
1.The Washington Post, 28 de julio de 2004. Véase al respecto al reciente informe
de la US General Accounting Office del Congreso de EEUU, de 28
de junio de 2004, Rebuilding Iraq. Resources, Security, Governance,
Essebtial Services, and Oversights Issues, que concluye que la
situación cotidiana de los iraquíes ha empeorado desde la invasión
al menos en lo que atañe a prestaciones sociales.
2.
Nusbaumer, S.: "Bush's Mercenary Army", 18 de
junio de 2004 en Intervention Magazine, www.uruknet.info/?=3638
3. Véase en CSCAweb: Sinfo Fernández Navarro: El
mantenimiento de la ocupación en Iraq depende cada vez más de la
seguridad privada y enlaces relacionados.
4.
An-Nahar, www.middle-east-online.com/english/?id=10338
5. Véase en CSCAweb: Una "ley de seguridad
nacional" contra la resistencia y para la ocupación militar de
Iraq
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