¿Qué
papel juega Israel en esta guerra?
Por
Clara María Thomas de Antonio (*)
Solidaridad con el Pueblo
Palestino, 15/06/04
Entre
las causas de la crisis de Iraq hay un tema que sigue muy silenciado:
el papel de Israel en el conflicto. Causa indignación que EEUU y Gran
Bretaña argumenten que hay que atacar a Iraq porque ha incumplido las
resoluciones de la ONU desde la Guerra del Golfo de 1991, pero
silencien que el Estado de Israel las ha incumplido sistemáticamente
desde su creación en 1948. Pero esto no aparece en los medios, ni en
los argumentos de los políticos, salvo en contadísimas ocasiones. ¿Por
qué la comunidad internacional aplica ese doble rasero en sus
decisiones? ¿Qué intereses se ocultan tras ese silencio?
Hemos
observado cómo, en las manifestaciones que se producen en Iraq contra
la guerra, se queman banderas de EEUU y de Israel. Por otro lado, el
titular de portada del ABC del pasado 7 de febrero de 2003 dice:
"EEUU montará misiles Patriot en Jordania para defender a Israel
de los ataques iraquíes". ¿Es que Israel tiene algo que ver con
la actual crisis? Una primera pista la da Edward Said (2002: 4) cuando
afirma que la política de EEUU para Oriente Medio, apoyada por Gran
Bretaña, se asienta en dos pilares centrales: el control de las
abundantes reservas de petróleo de la región y la seguridad de
Israel. ¿Por qué EEUU tiene tanto interés en defender al Estado de
Israel? ¿Y qué pinta Gran Bretaña en esta historia?
El
eje Bush—Blair—Sharón no surge en la actualidad como resultado de
la condenable política del régimen iraquí, sino que forma parte de
un largo proceso —al que ha aludido Mz. Montávez— en el que ahora
convergen dos proyectos: el proyecto neocolonial de EEUU para la
reorganización geoestratégica de la región y el proyecto sionista
para Palestina, es decir, el proyecto del Gran Israel que se inició
hace muchas décadas y se plasmó en su bandera con las dos franjas
azules que simbolizan el Eúfrates y el Nilo.
Del
proyecto sionista apenas se habla, aunque se conozca la conflictividad
que existe en lo que hoy llaman Israel, pues ya han borrado de los
mapas el nombre de Palestina. Se conoce lo que ocurre en la
actualidad, pero —de nuevo como ha señalado Mz. Montávez— parece
que el conflicto nace hoy. No se analizan las raíces.
Por
eso nos vamos a centrar en este aspecto tan silenciado de la crisis de
Iraq. Como hay muchos datos sobre el tema, y en especial sobre la
evolución del proyecto sionista y la protección que le han ofrecido
EEUU y Gran Bretaña, nos vamos a limitar a ofrecer los hitos más
importantes del proceso, partiendo de la historia de Palestina, de
Israel y del mundo árabe moderno.
Suele
pensarse que un arabista siempre es parcial al enfrentarse al tema de
Israel. Por tanto, apenas usaremos argumentos aducidos por estudiosos
árabes, como Edward Said, ensayista palestino, profesor de la
Universidad de Columbia en Nueva York y Premio Príncipe de Asturias a
la Concordia en 2002. Preferimos recurrir a los llamados "nuevos
historiadores" israelíes —como Ilan Pappé, profesor de
Historia de la Universidad de Haifa sobre el que pesa la amenaza de
despido— que están espigando en los archivos secretos israelíes
para sacar a la luz lo que se nos ha ocultado durante este larguísimo
proceso, en su intento por reconstruir la verdadera historia del
Estado de Israel. También recurriremos a algún periodista israelí
—como Ury Avnery, fundador de la asociación pacifista "Gush
Salom" y autor de Doce mentiras convencionales sobre el conflicto
palestino—israelí— o a los argumentos de algunas organizaciones
de judíos americanos —como "Judíos por la Justicia"—
que rechazan que los dirigentes de Israel aniquilen a los palestinos
en su nombre, diciendo algo que se ha convertido en un lema en
manifestaciones contra la guerra de Iraq: "no en nuestro
nombre" (not in our name).
La
creación del Estado de Israel en 1948 no fue sólo fruto ocasional de
la mala conciencia de Occidente ante el espantoso Holocausto nazi que
se produjo durante la 2ª Guerra Mundial, sino que formaba parte,
desde 1882, del proyecto sionista de crear un estado judío en
Palestina. En 1882 Leon Pinsker reivindicaba una patria para los judíos
en Autoemancipación. En 1896 Theodor Herlz publicó en Viena El
Estado Judío, en que proponía la vuelta a Sión y la creación del
"movimiento sionista", y declaró su intención de hacer
desaparecer discretamente a la población árabe pobre, negándole el
trabajo en Palestina y buscándoselo fuera de sus fronteras. Y más
tarde el barón Edmond de Rothschild, banquero judío francés, apoyó
el establecimiento judío en Palestina financiando la colonización.
Para
llevar a cabo estos planes era necesario "desarabizar Palestina y
judaizarla" (Pappé, 2002: 2). Leyendo los diarios de los
fundadores del Sionismo, se comprueba que éstos eran conscientes de
que sus aspiraciones a un Estado Judío chocaban con "la
existencia de una población indígena que había estado viviendo en
Palestina durante miles de años", y que "conocían la
presencia de una sociedad y una cultura locales incluso antes de que
los primeros colonos [judíos] llegasen a Palestina" (Pappé,
2002: 2).
Para
cambiar esa realidad, los sionistas inventaron un falso slogan que
fueron propagando hábilmente: que Palestina era "una tierra sin
hombres para unos hombres sin tierra". Se hizo creer a muchos judíos
que en Palestina no había gente o que sobraban tierras para cultivar
y se les ofrecía una magnífica oportunidad para volver a Sión. Y
para hacer realidad ese falso slogan se sirvieron principalmente de
dos métodos: la "expulsión" o la desposesión de sus
tierras de la población indígena, y el "asentamiento" o su
repoblación con colonos judíos (Pappé, 2002: 2). Y ésta es la política
que, como todos hemos podido comprobar, han ido practicando de forma
sistemática desde entonces hasta la actualidad.
Los
fundadores del sionismo eran conscientes de que el proceso de
asentamiento sería largo, porque su movimiento no había alcanzado
legitimidad regional ni internacional, por lo que tendrían que
aprovechar las "coyunturas históricas" que lo favorecieran.
David Ben Gurión, líder de la comunidad judía en los años 30 del
s. XX y futuro Presidente de Israel, ha aludido en muchas ocasiones a
que, para imponer su proyecto en Palestina, eran necesarias unas
"condiciones revolucionarias", en referencia a ciertas
coyunturas que lo favorecieran, como una guerra y los posibles cambios
de gobierno que pudieran producirse (Pappé, 2002: 2), como ocurre
ahora con la crisis de Iraq.
En
espera de esas coyunturas, fueron preparando el terreno. Fundaron el
Banco Judío para financiar la empresa y fueron comprando tierras en
Palestina para los primeros kibbutzs o "asentamientos" de
colonos judíos, dejando sin trabajo a los jornaleros árabes. Los
dirigentes sionistas sabían que no había tierra buena disponible,
por lo que la colonización judía significaba el desposeimiento de
los árabes. Además, las tierras compradas se ponían a nombre del
Fondo Nacional Judío, para mantenerlas como propiedad inalienable del
pueblo judío.
Tampoco
descuidaron los aspectos políticos, frecuentando las cancillerías
europeas y americanas para recabar apoyos. Aunque al principio el
movimiento sionista era débil[1], fue creando poco a poco poderosas
organizaciones —como la Sociedad Judía o la Compañía Judía— y
sociedades sionistas o pro—sionistas por todo el mundo, en especial
en Gran Bretaña y en EEUU
La
"primera coyuntura" favorable para el proyecto sionista se
presentó con la 1ª Guerra Mundial. Durante la guerra, Gran Bretaña
hizo promesas a los árabes —"Correspondencia Husayn—McMahon"—
de crear un reino árabe unido tras la guerra a cambio de su apoyo
contra los turcos, mientras firmaba en secreto el acuerdo "Sykes—Picot"
con Francia y Rusia para repartirse los restos del Imperio Otomano.
Además en 1917, el banquero judío Lord Balfour[2] comunicó en una
carta secreta al barón Lionel Walter de Rothschild, judío sionista,
la decisión de su gobierno de crear un "Hogar Nacional Judío"
en Palestina, en el que se respetarían los derechos de la población
no—judía. Esta "Declaración Balfour"[3], pronto aprobada
por Francia, Italia y EEUU, fue el primer paso para hacer realidad el
proyecto sionista.
Al
acabar la guerra, Gran Bretaña dio un nuevo paso al lograr que la
Sociedad de Naciones le asignara el Mandato[4] sobre Palestina e Iraq.
Desde 1915, algunos medios británicos ya habían aconsejado crear en
Palestina un estado "tapón" judío bajo protección británica.
Por otro lado, en junio de 1916 un informe de Sykes destacaba el interés
del petróleo de los países árabes. Dos curiosas coincidencias con
la crisis actual.
Una
vez adjudicado el Mandato en 1920, Gran Bretaña siguió apoyando la
política sionista, nombrando Alto Comisario para Palestina al judío
Herbert Samuel, fijando amplias cuotas para la inmigración judía o
destituyendo al alcalde de Jerusalén por oponerse a su política. En
1929 se creó la Agencia Judía para financiar la instalación de
colonos, y los británicos reprimieron con energía la rebelión árabe
de al—Buraq que se produjo como reacción. En 1930, la Comisión
Shaw concluía su informe sobre los disturbios de 1929 diciendo:
"los árabes han llegado a considerar la inmigración judía no sólo
como una amenaza para sus medios de existencia inmediatos, sino como
una dominación potencial en el futuro"; y la Comisión Hope—Simpson
reconocía que ya no había tierras para los colonos judíos y que la
inmigración creaba desempleo árabe. De 1936 a 1939 los británicos
reprimieron la gran revuelta árabe y usaron campos de detención,
dinamitaron las casas de los sospechosos, deportaron a los líderes y
disolvieron las organizaciones palestinas, hechos que recuerdan a las
actuales prácticas del gobierno de Ariel Sharón. En 1938 Gandhi
escribió un artículo en el que afirmaba que Palestina pertenecía a
los árabes y que era injustificable que los judíos entraran allí
"protegidos por los fusiles británicos" (JJ: 8). Por otro
lado, Ben Gurión, cuyas aspiraciones no se limitaban a Palestina sino
al Gran Israel de las fronteras bíblicas, reconocería la lógica de
la insurrección árabe: "políticamente, somos los agresores, y
ellos se defienden (...). El país es suyo, porque ellos lo habitan,
mientras que nosotros queremos venir aquí a implantarnos" (JJ:
7, 15).
Gran
Bretaña facilitó, por tanto, la inmigración judía y la compra de
tierras, a pesar de las protestas y revueltas palestinas. La población
judía se incrementaba, mientras miles de palestinos se veían
forzados a emigrar, como denuncia el palestino Ibrahim Tuqán
(1905—1941) en su poema Mil:
Hay
un número negro que no es trece,
pero
que lo supera en fechorías.
Es
el número 1000. Nunca se ha golpeado
con
tanta y tanta saña a Palestina.
Mil
que emigran... Otros mil que se escapan...
Y
mil turistas que entran sin retorno...
Hay
mil salvoconductos... Y también mil maneras
para
aliviarles todos los obstáculos.
Y
en la mar hay millares... Su oleaje
viene
todo cargado de navíos.
(Mz.
Montávez, 1985: 80)
Tuqán,
avizorando la futura Partición, denuncia en otro poema el sarcasmo de
cuantos participaban en el expolio de Palestina, y la ineficacia de
los dirigentes árabes para impedirlo:
Vosotros,
los devotos patriotas.
Vosotros,
los que cargáis con "la cuestión".
Vosotros,
los que obráis sin hablar.
¡Bendiga
Dios vuestros potentes brazos!
¡Cuántas
"declaraciones" vuestras
valen
por un ejército potente
con
sus pertrechos bélicos a rastras!
¡Cuántos
"congresos" vuestros nos devuelven
un
glorioso pasado de conquistas omeyas!
Con
las floridas fiestas que se vienen,
el
final del país está a la puerta.
Reconocemos
—sí— vuestros "favores",
pero
un deseo en el alma aún nos late:
Ya
que nos queda aún un trozo de país,
sentaos,
no sea que vuele, como el resto.
(Mz.
Montávez, 1985: 79—80).
La
"segunda coyuntura" favorable llegó con la 20 Guerra
Mundial y el terrible Holocausto nazi que aniquiló a varios millones
de judíos ante la pasividad de la comunidad internacional. Los
sionistas acusaron al mundo por su indiferencia y exigieron
compensaciones materiales, políticas y morales[5]. Pero, a la vez, el
Holocausto les brindó una ocasión única para comenzar a hacer
realidad su proyecto. Y sacarán ventajas políticas de él explotando
el victimismo hasta la actualidad, como ha denunciado la organización
"Judíos por la Justicia". Israel lo explotó para
financiarse, consiguiendo ayudas de muchos países y exigiendo
compensaciones de guerra a Alemania. También lo va a explotar en las
siguientes décadas, manteniendo la mala conciencia occidental a través
de los medios de comunicación o la industria cinematográfica
—donde abunda el capital judío— para poner de relieve la
violencia palestina o para recordar el Holocausto en películas que en
estos momentos se están proyectando de forma masiva en las
televisiones de todo el mundo.
Tras
el Holocausto se produjo una llegada masiva a Palestina de judíos
supervivientes, lo que suponía el desplazamiento de la población árabe.
Ante la reacción de los palestinos, Gran Bretaña se vio forzada a
frenar esa inmigración —como se evidencia, por ejemplo, en el
incidente del barco Exodus en julio del 47, reflejado en la película
del mismo nombre—. Esto provocó los primeros enfrentamientos de los
judíos contra los británicos, seguidos de una campaña de atentados
del Stern y el Irgún —liderado por Beguín— que culminó en 1946
con la voladura del Hotel Rey David, sede del cuartel general británico.
Mientras
tanto, los dirigentes sionistas lograron que el Presidente Truman y el
gobierno Británico aceptaran su idea de crear el Estado de Israel. En
1937, Gran Bretaña ya había propuesto un primer Plan de Partición,
recomendando crear un Estado Judío, sin población árabe, y otro
Estado Árabe que se fusionaría con Jordania, plan muy similar a los
actuales proyectos anglo—americanos para Oriente Medio (cfr. CSCA,
2002) tras el ataque contra Iraq.
Por
todo ello, Gran Bretaña decidió en 1947 trasladar el problema a la
recién creada ONU, que aprobó la Partición de Palestina
(29—11—1947) por la Resolución 181, que contó con 33 votos a
favor, 13 en contra (países árabes, Afganistán, India, Pakistán,
Turquía, Cuba y Grecia), y 10 abstenciones (Argentina, Colombia,
Chile, El Salvador, Etiopía, Honduras, México, Yugoslavia y Gran
Bretaña) Aunque la población judía era sólo 1/3 del total, el
Estado Judío recibía el 55% de la tierra, en la que el 48% era
población árabe. Lógicamente, los árabes rechazaron la partición,
y los judíos la aceptaron, pero no de forma unánime: Beguín
consideraba ilegal la partición de la "patria" y declaró
que Eretz Israel sería devuelta al pueblo de Israel, toda y para
siempre; y Ben Gurión declaró en 1948 que la aboliría, aunque vio
en la Partición la oportunidad ideal para ensanchar las fronteras
asignadas por la ONU (JJ: 9).
Pero
la creación del Estado de Israel no fue sólo fruto de la compasión
hacia los judíos supervivientes y de la mala conciencia occidental,
sino un primer paso de EEUU para instalar en Oriente Medio un estado
"amigo" que le permitiera contrarrestar el poder de la URSS
en la zona. Gran Bretaña había cumplido su promesa de crear un
"Hogar Judío" en Palestina, pero era necesario que se
retirara para que surgiera el Estado Judío. Y éste se creó con la
ayuda americana, ya que la 2ª Guerra Mundial había acabado con la
hegemonía de Francia y Gran Bretaña, que ahora pasaba a EEUU y la
URSS.
La
importancia de la comunidad judía americana[6] fue decisiva para que
EEUU fuera el primer país en reconocer al Estado de Israel
(15—5—1948), como lo confirman las palabras de Truman: "Lo
siento, señores, pero tengo que satisfacer a cientos de miles que están
ansiosos de ver el éxito del sionismo. No tengo cientos de miles de
árabes entre mis electores" (JJ: 8—9). Además EEUU fue el
partidario más agresivo de la Partición y demoró la votación de la
Asamblea General hasta convencer —se habló de "intimidación
diplomática" (JJ: 8) a ciertas repúblicas de Latinoamérica,
que no podían arriesgarse a sus represalias— para que la votaran o
al menos se abstuvieran, como ha intentado en esta crisis de Iraq.
La
creación del Estado de Israel — proclamado por Ben Gurión el 14 de
mayo de 1948, nada más finalizar el Mandato británico— y los
acontecimientos posteriores representan para los árabes y los
palestinos la Nakba, la "catástrofe", pues la comunidad
internacional les hizo pagar a ellos los crímenes cometidos por los
nazis, arrebatándoles gran parte de sus tierras y dando inicio a su
largo drama. Aunque la Resolución 181 obligaba a salvaguardar los
derechos de los palestinos, la decisión de la ONU pudo ser legal,
pero nunca lícita ni ética. Como dice "Judíos por la
Justicia" (pp. 20—21), la decisión fue "una respuesta
emocional de culpabilidad a los horrores del Holocausto", y de no
haber sido por ello, "hubieran prevalecido las incontestables
reivindicaciones de la mayoría árabe". "No se soluciona un
error cometiendo otro".
A
partir de la creación del Estado de Israel, se sucedieron varias
guerras en Palestina. Antes incluso de que comenzara la Guerra de
1948—49 —que los israelíes llaman la "Guerra de Liberación"—
los judíos desataron una campaña de terror —recuérdese la masacre
de Dayr Yasín (9—4—1948)— para forzar el éxodo de la población
árabe, no sólo de la tierra asignada al Estado Judío, sino de la
adjudicada al Estado Árabe por la ONU. Israel ha presentado siempre
esta guerra como defensiva, diciendo que los ejércitos árabes —que
no entraron en Palestina hasta el 16 de mayo del 48— querían
"echar a los judíos al mar"; pero fue una guerra ofensiva,
iniciada aún con la presencia británica para ampliar los límites
fijados en la Resolución 181, como reconocerá Beguín más tarde:
"Fuimos los primeros en pasar de la defensiva a la ofensiva
(...). Los árabes comenzaron a huir aterrorizados" (JJ: 10).
También
hay que señalar que la actual actitud de Jordania en la crisis de
Iraq recuerda a la mantenida en 1948—49, cuando el rey Abdallah[7]
"prometió a israelíes y británicos que la Legión Árabe, la
única fuerza de combate de los ejércitos árabes, evitarían el
combate con los asentamientos judíos" (JJ: 11), por lo que la
parte asignada al estado judío por la ONU no fue puesta en peligro
por los ejércitos árabes.
Al
final de la guerra del 48—49, un millón de palestinos había huido
de sus tierras, y los judíos habían ocupado y confiscado ilegalmente
gran parte del territorio asignado al Estado Árabe por el Plan de
Partición. Israel emitió leyes para confiscar las tierras
abandonadas por los palestinos[8], y varias resoluciones de las ONU
—en especial, la Resolución 194— exigieron al Estado de Israel,
entre otras cosas, que devolviera sus tierras a los palestinos y les
permitiera el retorno, pero Israel las incumplió, comenzando así su
larga lista de conculcaciones de la legalidad internacional[9].
Israel
había realizado, en cuanto había podido, una importante
"limpieza étnica" con los palestinos. Ya en 1940 el
director del Fondo Nacional Agrario judío, Joseph Weitz, abogaba por
ella diciendo: "no debemos dejar una sola aldea, ni una sola
tribu" (JJ: 11), porque sabía que no había sitio para dos
pueblos en Palestina. Durante la guerra del 48, Ben Gurión aludía a
dicha "limpieza étnica" con un eufemismo: "Apoyo el
'traslado coercitivo'. No veo nada inmoral en él" (JJ: 11—12),
porque no quería pasar a la historia como el "gran expulsador"
y confiaba en que sus generales "comprendieran" lo que tenían
que hacer. Sobre la campaña judía de terror, dice el historiador
israelí Uri Milstein: "cada campaña terminaba en una masacre de
árabes"; y, según el ex—director de archivos del ejército
israelí, "se cometieron actos que son definidos como crímenes
de guerra, masacres y violaciones en casi cada aldea que
ocupamos" (JJ: 10). Entre las 350 aldeas árabes atacadas,
destaca la masacre de Dayr Yasín (9—4—1948), en que el Stern y el
Irgún mataron a 254 palestinos, en su mayoría ancianos, mujeres y niños;
por ello, el 16 de mayo del 48 —dos días después de proclamarse el
Estado de Israel— habían huido ya 200.000 palestinos, y en
diciembre había un millón de refugiados palestinos, aunque Israel
mantendrá durante mucho tiempo que éstos abandonaron sus hogares
voluntariamente. Y, tras esta guerra, seguirán atacando aldeas
palestinas dentro y fuera de su territorio.
Ilan
Pappé (2002: 3) explica que esta "limpieza étnica" que se
produjo en 1948 no necesitaba de órdenes escritas de los mandos
militares israelíes pues, gracias al servicio de educación y
adoctrinamiento ideológico —apoyado en unos eficaces servicios de
inteligencia—, cada miembro de la comunidad judía sabía qué debía
hacer para "vaciar la tierra de su población indígena".
Sus dirigentes habían dejado claro que no les importaban los medios
que usaran para conseguir que cada operación contribuyera a la
judaización de Palestina. Y esa labor de adoctrinamiento ha
proseguido a nivel internacional hasta la actualidad gracias al
formidable aparato de propaganda en que se ha volcado el capital judío.
Para
Pappé (2002: 1—2), en 1948 se unieron el momento más glorioso y el
más perverso de la historia judía. El más glorioso fue el milagro
de "tener un Estado o alcanzar un sueño de retorno a la tierra
después de lo que ellos contemplaban como 2000 años de exilio".
El más perverso fue la colonización, las masacres, las violaciones y
la quema de aldeas palestinas, porque "los judíos hicieron en
Palestina lo que no habían hecho en ningún lugar durante los 2000 años
anteriores". Por ello, la memoria colectiva israelí ha borrado
el momento perverso, distorsionando la historia de los acontecimientos
del 48: términos como "limpieza étnica" o "expulsión"
de palestinos no existen, y han sido reemplazados —en los libros de
texto, en los contenidos académicos y en el discurso político— por
una historia de liberación nacional y de gloriosas campañas,
repletas de heroísmo, coraje y superioridad. Y esa memoria colectiva
lucha contra cualquiera que intente recordarle la realidad, tanto
fuera como dentro de Israel.
Al
acabar la guerra del 48, Israel había conseguido el 78% del
territorio de Palestina, mientras Jordania y Egipto se quedaban con
Cisjordania y Gaza respectivamente hasta 1967. También cabe resaltar
que Iraq fue el único país árabe que no firmó el armisticio de
Rodas de principios del 49 que ponía fin a la guerra, y que en la
Conferencia de Lausana de abril del 49 Israel prefirió un armisticio,
pues un acuerdo de paz habría supuesto reconocer un Estado Palestino
y admitir el retorno de los refugiados y la devolución de sus tierras
(JJ: 13)
Otro
intento de expansión fallido se produjo en la crisis de Suez de
1956.Gran Bretaña se alió con Israel y Francia para organizar un
complot militar, en el que el ataque israelí en el Sinaí sirviera de
excusa para que las fuerzas franco—británica intentaran recuperar
el Canal. El ataque fue precedido por otra masacre de campesinos en la
aldea de Kufr Qásim (29—10—1956), a fin de distraer la atención.
Sin embargo, EEUU la URSS y la ONU condenaron el ataque, y las tropas
tuvieron que retirarse.
La
conquista de Palestina continuó en la Guerra de Junio de 1967, en la
que Israel ocupó Gaza y Cisjordania —tierras palestinas que habían
estado desde 1948 bajo administración jordana y egipcia, y en las que
prosiguieron su política de expulsión y colonización— así como
el Golán sirio y el Sinaí egipcio. Esta guerra también fue
ofensiva, a pesar de que la teoría oficial la considera un
"ataque preventivo" para defenderse de la alianza de Egipto,
Siria y Jordania. En realidad, como dijo Rabín en 1968, fue sólo un
"pretexto", o una ocasión para expandirse, como declararon
varios líderes israelíes: "no había amenaza de destrucción",
pero "el ataque estaba justificado en todo caso para que Israel
pudiera existir según la escala, el espíritu y la calidad que ahora
encarna" (JJ: 16).
Así
esas tierras se convirtieron en lo que hoy se denomina
"Territorios Ocupados" (TTOO). El general Moshé Dayán, héroe
de la guerra del 67, era consciente de la usurpación, porque dijo más
tarde: "Este país ya estaba poblado por árabes, y estamos
estableciendo aquí un estado hebreo, es decir, judío (...) Las
aldeas judías fueron construidas remplazando a las aldeas árabes. No
hay una sola comunidad en el país que no haya tenido antes una
población árabe". "Les estamos quitando su tierra ante sus
propios ojos" (JJ: 24, 26). Dayán confesó también que
provocaron a Siria metiendo tractores en sus tierras para que
dispararan y poder atacar ellos (JJ: 16). Su biógrafo aclara las tácticas
israelíes para apoderarse de esa tierra, como la de "inventar
peligros" para entrar en el ciclo de "provocación—revancha"
—táctica que han seguido practicando con asiduidad y que también
está usando ahora el eje Bush—Blair—Sharón—, pues consideraba
la espada como principal arma de Israel y deseaba una guerra con los
países árabes para expandirse más allá de sus fronteras en busca
del Gran Israel bíblico (JJ: 26).
A
partir del 67 los "Territorios Ocupados" quedaron sometidos
al control de Israel, que volvió a conculcar la legalidad
internacional incumpliendo las distintas resoluciones de la ONU, como
la 242 que le exigía retirarse porque se juzgaba "inadmisible la
adquisición de territorios por la guerra". Pero, según la
interpretación sionista, no tiene sentido hablar de ocupación de
Gaza y Cisjordania: refiriéndose a esos "territorios
ocupados", ha dicho en sus recientes declaraciones a la TV
estadounidense Uzi Landau, Ministro de Seguridad de Israel:
"somos un pueblo que vuelve a casa" (Said, 2002: 6). Por
tanto, Israel prosiguió e intensificó su política de expulsión y
colonización[10].
Al
no esperar ya ayuda de los países árabes, a partir del 67 se va a
producir una oleada de atentados de la OLP para mantener viva en la
opinión pública la existencia de la causa palestina. Pero la hábil
propaganda judía sacará aprovecho de ello: a mediados de los 70,
Israel empezó a usar la palabra "terrorista" para describir
cualquier acto de resistencia palestina, norma que adoptará desde
entonces para eliminar la diferencia entre puro terror y resistencia
armada (Said, 2002: 2). Así, en la opinión publica irá calando la
asociación mental entre "palestino"y
"terrorista".
Otro
suceso clave para los intereses israelíes fue su incursión en el Líbano
de 1982[11]: pretextando "autodefensa", Israel desencadenó
la operación "Paz en Galilea", durante la que bombardeó
Beirut, con el objetivo de acabar con la resistencia palestina y con
su líder Arafat, causando 20.000 muertos, la mayoría de ellos entre
la población civil libanesa. Y con la ayuda de las Falanges libanesas
perpetraron las terribles matanzas de Sabra y Chatila
(16/18—11—1882), de las que está acusado Ariel Sharón en los
tribunales internacionales[12]. Ambas acciones serán condenadas por
la ONU, que le exigirá retirarse, pero Israel seguirá ocupando el
sur del Líbano hasta el año 2000.
La
total impunidad de la actuación israelí dejó claro ante el mundo
que ni los EEUU ni los regímenes árabes de la región harían nada
para frenar los ataques de su poderoso ejército. Desde 1948, EEUU ha
venido dando su apoyo incondicional al Estado de Israel y le ha
garantizado la supervivencia con ayudas directas y con su apoyo en los
organismos internacionales[13], entre otras razones, porque el lobby
judío y su capital dominan los medios de comunicación y las grandes
multinacionales, y tienen mucho peso en las campañas electorales. Por
otro lado, cuentan con la connivencia de distintos países de Europa,
aún culpabilizados por el Holocausto nazi. Y los dirigentes árabes,
que en un principio apoyaron a los palestinos, luego se han mostrado
incapaces de hacer nada eficaz por defenderlos[14].
Tras
una etapa de olvido internacional sobre la cuestión palestina, el
estallido de la primera Intifada en diciembre de 1987 (1987—1990)
sensibilizó a la opinión pública internacional al mostrar la
brutalidad que empleaba el poderoso ejército israelí contra niños y
jóvenes armados con piedras[15]. La Comisión de Derechos Humanos de
la ONU ha considerado muchas de esas acciones como "crímenes de
guerra", y la Resolución 605 (22—12—1987) condenó la
represión, con la abstención de EEUU )Fue una casualidad que en esta
atmósfera EEUU, con Bush padre a la cabeza, liderara una coalición
internacional para desatar la Tormenta del Desierto sobre Iraq (Guerra
del Golfo de 1990—1991), que luego pusiera en marcha el denominado
Nuevo Orden Regional para Oriente Medio y que pensara en una
Conferencia de Paz?
Lo
cierto es que EEUU, la URSS y distintos países europeos y árabes
iniciaron un controvertido "Proceso de Paz", que comenzó en
Madrid en octubre de 1991 y culminó en los Acuerdos de Oslo de 1993,
en los que se planteaba la creación de unas zonas autónomas en
Cisjordania y Gaza que podrían desembocar en un Estado Palestino al
cabo de 5 años. Pero Israel los torpedeó, violando impunemente los
derechos palestinos y aumentando sus asentamientos; y poco después,
los partidarios de judeizar Palestina no dudaron en acabar con tan tímidas
esperanzas, asesinando a Rabín (4—11—1995). Además, cada
denuncia palestina de la violación de los Acuerdos de Oslo ha caído
en saco roto, gracias al apoyo que Israel recibe en la ONU de los EEUU,
aunque Israel no podrá evitar las condenas de asociaciones de
Derechos Humanos.
De
nuevo Pappé (2002a: 4—5) nos proporciona una explicación bien
diferente del llamado "Proceso de Paz". Según él, desde
1969 —en que EEUU pone en marcha el Plan Rogers para Oriente
Medio— "la agenda del proceso de paz ha sido un juego de EEUU
Los estadounidenses inventaron el concepto de >proceso de paz= por
el cual el proceso es más importante que la paz"; para mantener
sus intereses contrapuestos —protección de Israel y protección de
determinados regímenes de Oriente Medio que piden el apoyo a la causa
palestina—, "es mejor tener un proceso de paz que no sea ni la
guerra ni la paz". Así, mediante la Resolución 242, Tel Aviv,
Londres, París y Nueva York "inventan el concepto de 'paz por
territorios= ", lo que supone borrar de la agenda los sucesos de
1948 y enfocarla a lo sucedido en 1967, "permitiendo a los
palestinos hablar de construir algo parecido a una entidad política
en el 20% de Palestina", a cambio de renunciar definitivamente al
80% restante. Y este proceso debe "mantenerse
permanentemente", evitando tratar las cuestiones de fondo, pues
una solución justa sería inaceptable para Israel[16].
En
septiembre del 2000 la visita de Sharón a la explanada de las
mezquitas provocó[17] la 2ª Intifada, que Pappé (2002: 6) define
como un "movimiento popular determinado a paralizar un proceso de
paz que habría destruido Palestina de una vez por todas". La
administración Clinton había intentado relanzar el agonizante
"Proceso de Paz" desde 1999, pero las intensas negociaciones
de Camp David II no condujeron a un acuerdo, según Pappé (2002: 5),
no sólo por el estallido de la 2ª Intifada, sino porque el
ofrecimiento del gobierno de Barak, vendido a la opinión pública
como "la oferta israelí más generosa nunca hecha para la
paz"[18], era inaceptable. "Si este proceso hubiera tenido
éxito, la historia habría sido testigo, no sólo de la expulsión de
los palestinos de sus hogares en 1948, sino de la erradicación de
nuestra memoria colectiva de los refugiados, de la minoría palestina
de Israel, y quizás, incluso, de Palestina". Dada la represión
israelí contra los palestinos que se está produciendo al amparo del
ataque a Iraq, puede predecirse que si se reanuda el "proceso de
paz", las ofertas no serán más "generosas", a pesar
de las declaraciones que se están haciendo sobre el tema.
El
fracaso de la cumbre de Camp David II del 2000 se saldó con la
llegada al poder en Israel del ultra—derechista Sharón en febrero
de 2001, que puso en marcha su plan para acabar con los
palestinos[19]. Poco después, en junio de 2001, llegó a la
presidencia de EEUU George Bush hijo, que nombró Vicepresidente a un
judío, Dick Cheney[20]. Desde entonces, como la familia de Bush y
muchos miembros de su administración tienen importantes intereses en
las compañías petrolíferas, Bush intentará conciliar dos
necesidades contrapuestas: por un lado, proteger a Israel[21], y por
otro, no enemistarse con los principales productores petroleros de la
región. Así, mientras declaraba su deseo de que se creara un Estado
Palestino en el futuro, se ha entrevistado en numerosas ocasiones con
Sharón (7—5—2002), al que llegó a llamar "hombre de
paz" [sic], y ha vetado las resoluciones de condena a Israel por
sus graves violaciones de los derechos de los palestinos.
La
"tercera coyuntura" favorable para que Israel desaloje a los
palestinos de los TTOO e incluso para que pueda expandirse aún más
en un futuro se le ha presentado como consecuencia del proceso bélico
iniciado tras los terribles atentados contra las Torres Gemelas y el
Pentágono del 11 de septiembre del 2001, atribuidos a Bin Ladin y a
su organización al—Qa'ida[22]. De hecho, ya se ha ampliado el
abismo que estaba abierto ante los palestinos. Por un lado, la cruzada
internacional contra el terrorismo ha sido utilizada por Sharón para
enterrar definitivamente el proceso de paz y acabar con la Autoridad
Palestina[23]. Por otro, la asociación mental "palestino =
terrorista" se ha ampliado a "palestino—árabe—musulmán
= terrorista", porque los mass media sólo muestran los aspectos
más perversos del mundo arabo—musulmán, de forma que éste quede
asociado al concepto de "terrorismo" y de enemigo a
batir[24].
Las
primeras reacciones de la administración Bush se dirigieron contra
Afganistán, con la pretensión de acabar con Bin Ladin y su
organización[25], pero su aparente fracaso les llevó a diseñar un
"eje del mal", formado por países de mayoría islámica,
como nuevo blanco de su "cruzada contra el terrorismo
internacional". A partir de entonces, la administración Bush,
con la ayuda británica, ha orquestado la campaña para acabar con el
régimen iraquí, mientras está tomando otras medidas ante los desafíos
nucleares de Corea del Norte.
¿Por
qué ha elegido continuar su cruzada precisamente por Iraq? Entre
otras muchas e importantes razones —algunas de las cuales ya se han
señalado—, porque, para su proyecto geoestratégico, necesita
proteger a Israel, su principal aliado en la región. Con este ataque,
ambos salen ganando: EEUU continúa su asentamiento en una zona rica
en petróleo, e Israel se queda con las manos libres para completar su
proyecto sobre Palestina, como pone de relieve Pappé (2002: 2):
"No sorprende leer hoy en la prensa israelí que Ariel Sharón
piensa que él es el nuevo Ben Gurión, que está a punto de conducir
a su pueblo a otro nuevo momento revolucionario —la guerra contra
Iraq— en el que la expulsión, y no la solución política, puede
ser utilizada de hecho para completar más aún el proceso comenzado
en 1882 de desarabizar Palestina y judaizarla". Y además existe
el riesgo de que, tras la guerra, Israel quede en condiciones de
ampliar sus dominios.
Las
masivas manifestaciones que se produjeron el 15 de febrero en todo el
planeta han puesto en evidencia el peligro que representa para la paz
mundial la política de las administraciones norteamericana y británica
en Oriente Medio, pero sigue sin salir a la luz la importancia del
papel que juega Israel y su política en esta crisis.
La
comunidad internacional sigue mirando para otro lado ante las
atrocidades que está cometiendo, sin relacionarlas con esta guerra, y
sigue aplicando el doble rasero. Si están justificados los reproches
que se hacen a Saddam Husain y a su régimen, los mismos reproches se
le tienen que hacer a Ariel Sharón y al Estado de Israel por muchas
razones:
—
Sharón comenzó su carrera política como "terrorista" en
los años 50 y 60, dirigiendo la Unidad 101 que asesinó a civiles árabes
y arrasó sus casas con la aprobación de Ben Gurión, y la siguió
dirigiendo en las operaciones de "pacificación" de Gaza y
Cisjordania en 1970 y 1971 o en la campaña contra el Líbano de 1982.
—
Sharón ha cometido crímenes contra la humanidad: está acusado de
las masacres de Sabra y Chatila de 1982, y desde que está al frente
del gobierno israelí ha machacado sistemáticamente a los palestinos
—recuérdese, entre otras, la reciente masacre de Yenín
(4—4—2002), por no hablar de la violación continua de sus
derechos.
—
Israel practica el "terrorismo de estado"[26] contra la
población civil palestina, sometiéndola a todo tipo de privaciones,
vejaciones y humillaciones: detenciones administrativas sin juicio,
deportaciones y asesinatos selectivos de pretendidos terroristas o de
autoridades electas palestinas, demolición de miles de casas, cortes
de luz y agua, expropiaciones de tierras, tala de árboles, desecación
de pozos, cierre de fronteras con el consiguiente paro palestino,
estrangulamiento de sus recursos económicos, o destrucción de los
organismos de una Autoridad Palestina refrendada por los Acuerdos de
Oslo, por no hablar de las masacres mencionadas o los atentados del
Mossad dentro y fuera de Israel. La impunidad de la que goza está
fomentando la radicalización de la población palestina, así como la
de los países árabes y musulmanes, lo que aumenta los riesgos de
expansión del "terrorismo internacional".
—
Israel tiene armas de destrucción masiva —en la central de Dimona y
en otros lugares se fabrican bombas nucleares (cfr. Pearce, 2003)— y
el ejército más poderoso de Oriente Medio, y ya ha atacado a Egipto
en 1956 y 1967, a Jordania en 1965 y 1968, a Siria en 1967, al Líbano
en 1968, 1972, 1973, 1976, 1978, 1981 y 1982, a Iraq en 1981, o a Túnez
en 1985; ha ocupado ilegalmente el Sinaí desde 1967 al 1980/82, el
Golán desde 1967 a la actualidad, la zona sur del Líbano de 1982 al
2000, o los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania desde 1967; y
ha reocupado las zonas autónomas palestinas en la última Intifada.
Estas actuaciones han sido condenadas por la ONU, que las considera
como una amenaza para la paz y la seguridad internacionales (JJ: 16).
—
Pero tal vez el hecho más llamativo en la actual crisis es que, si
Iraq ha incumplido las resoluciones de la ONU desde la Guerra del
Golfo en 1991, el Estado de Israel, por sólo citar un ejemplo, las ha
incumplido sistemáticamente desde su creación en 1948, ante la
pasividad de la comunidad internacional y con el apoyo de la
administración de EEUU, que veta o se abstiene en cualquier resolución
de condena contra Israel.
Paso
a paso, y por la vía de los "hechos consumados", el
proyecto sionista se ha ido abriendo camino, y la ocupación de Iraq
le brinda una magnífica ocasión para culminar la desarabización de
Palestina,"una oportunidad extraordinaria para solucionar el
problema[27], para "resolver la cuestión palestina de una vez
por todas", en aparente contradicción con los discursos
oficiales de la coalición que ha ocupado Iraq (Cfr. Gutride, 2002).
Según
Pappé (2002: 6), el discurso del transfer[28] y la expulsión, que
antes era propio de la ultra—derecha israelí, ahora es un referente
del centro, y "si comienza una guerra contra Iraq, el transfer
deberá formar parte de la agenda". Existe, por tanto, un riesgo
real de que Israel acelere sus planes de ocupar toda Palestina y se
repita la "limpieza étnica" de 1948, ya que sus dirigentes
saben que tiene carta blanca de EEUU, y que serán "condenados
por el mundo, pero eso durará poco y al final se olvidará",
gracias a la ayuda de sus poderosos protectores. Pero, como también
dijo el poeta palestino Ibrahim Tuqán, "matar a un individuo es
un crimen; matar a un pueblo entero es un asunto a discutir".
Por
todo lo expuesto se puede concluir que las pretendidas razones de Bush
y Blair para atacar a Iraq son sólo una cortina de humo para ocultar
los oscuros intereses que se esconden tras su empresa: entre ellos, el
ya evidente de instalarse en la región, apoderarse de sus recursos
petrolíferos y controlar la economía mundial —incluida la de
Europa ¡atención a este dato! (cfr. Harris, 2003 o Valverde,
2003)—, y el aún silenciado de proteger y consolidar a Israel, su
necesario aliado, aunque este estado no respete los derechos humanos
del pueblo palestino, haya atacado y ocupado ilegalmente zonas de los
países vecinos y los territorios palestinos y haya incumplido de
manera sistemática las resoluciones de las Naciones Unidas desde
1948.
Es
evidente que la política belicista del eje Bush—Blair—Sharón sí
supone una grave amenaza para la paz mundial, mayor incluso de la que
podía suponer la del debilitado Iraq[29]. Por desgracia, el eje
anglo—americano— israelí no va a renunciar a sus metas por lo
mucho que se juega en el envite —como están demostrando los
acontecimientos—, aunque tal vez la oposición de la sociedad civil
internacional y la denuncia de los verdaderos intereses que se
esconden tras su agresión puedan ayudar a paliar o modificar las
consecuencias previsibles e imprevisibles de la ocupación de Iraq. De
hecho, ya están obligándoles a negar esos intereses, pero la
comunidad internacional debe seguir atenta el proceso para que las
administraciones de EEUU, Gran Bretaña e Israel no logren los turbios
objetivos que están persiguiendo.
Notas:
(*)
Clara María Thomas de Antonio es profesora de la Universidad de
Sevilla y autora de Principales Interrogantes sobre la crisis de
Iraq, Ed. Sec. Pub. Universidad de Sevilla, abril de 2003.
[1]
En 1900, un millón de judíos se habían establecido en EEUU y otros
muchos en diversos países de Europa, desoyendo sus primeras llamadas
a instalarse en Palestina.
[2]
Por entonces Ministro de Exteriores británico del gobierno de George
Lloyd y amigo del dirigente sionista Weizmann.
[3]
Fue considerada inválida por los árabes porque Gran Bretaña no tenía
aún dominio sobre Palestina.
[4]
En 1919, Balfour declaró que las 4 potencias del momento estaban
comprometidas con el sionismo, lo que pesaba más que los 700.000
habitantes de Palestina, por lo que ni siquiera se consultó a la
población de este país para la implantación de los Mandatos,
contraviniendo la Declaración Anglo—francesa de 1918. Y en el texto
de la declaración del Mandato no se menciona la palabra "árabe",
a pesar de que el 90% de la población de Palestina lo era.
[5]
Sin embargo, hay muchos datos que confirman ciertas connivencias
sionistas con los nazis o de boicot hacia intentos de salvarlos si no
era para llevarlos a Palestina: el propio Ben Gurión y otros
dirigentes no hicieron nada por salvar a los judíos e incluso
sabotearon muchos planes para acogerlos, salvo cuando se dirigían a
Palestina; terroristas judíos volaron en 1940 el Buque Patria porque
no transportaba a los judíos a Palestina; las organizaciones
sionistas trataron como un traidor a Roosevelt por su propuesta de
1945 —secundada por Gran Bretaña y otros países— de aceptar un
gran cupo de judíos en EEUU (JJ: 22, 25).
[6]
Ya en 1942 congresistas y personalidades de EEUU habían entregado un
memorandum al Presidente Roosevelt de apoyo a la creación del ejército
judío y se había celebrado una conferencia sionista en el Hotel
Biltmore de Nueva York, donde se elaboró el programa propuesto por
Ben Gurión para crear el Estado de Israel y organizar un ejército
judío, que será apoyado en enero de 1944 por el Congreso de EEUU En
el verano de 1944, los partidos demócrata y republicano de EEUU
reclamaron la libre inmigración judía a Palestina . En junio de
1945, el presidente Truman pidió que se autorizara la inmigración
inmediata a Palestina de 100.000 judíos, y luego Dewey, gobernador de
Nueva York, reclamó la inmigración de cientos de miles de judíos (CP:
12, 16).
[7]
Según Mz. Carreras (1991: 105, 107), el objetivo de Abdallah era
anexionarse Jerusalén y Cisjordania, como así ocurrió, y lo negoció
con Golda Meir y con el gobierno británico. Tal vez ésta fue la razón
de que un palestino le asesinara en 1951. Además, en julio de 1970,
tanto Israel como Jordania aceptan el Plan Rogers para Oriente Medio,
por lo que Jordania tendrá problemas con los palestinos, que
culminaron en el llamado "Septiembre Negro" en que la
resistencia palestina fue aplastada por el ejército jordano y
expulsada de Jordania.
[8]
Según "Judíos por la Justicia" (p. 13), la confiscación
de tierras por conquista militar no deroga el derecho a la propiedad y
los bienes personales de la población civil no combatiente.
[9]
Hay que recordar también que la ONU, que rechazó la primera
solicitud de ingreso de Israel "por incumplir sus resoluciones@,
la admitió meses más tarde, poniendo como condición que cumpliera
las Resoluciones 181 y 194, que sigue sin cumplir hoy día.
[10]
En octubre de 1978, Ariel Sharón, entonces Ministro de Agricultura
del gobierno de Beguín, presentó el Plan Dobres (1979—1983) para
intensificar la colonización en Judea y Samaria. El 22 de marzo de
1979 el CS de la ONU aprobó la Resolución 446 exigiendo a Israel que
desmantelara los asentamientos de los TTOO; Israel no la cumplió, y
la ONU le volvió a condenar en julio de ese año. En 1981 Sharón se
convirtió en Ministro de Defensa, y se intensificó la política de
colonización (Álvarez—Ossorio, 2001: 130, 132, 307).
[11]
En esta ofensiva Ariel Sharón era el Ministro de Defensa del gobierno
de Beguín. Testimonios recientes confirman que su objetivo era
asesinar a Arafat. Cuando, a raíz de los acuerdos de Oslo de 1993,
Arafat entró en Gaza en 1994 como Presidente de la Autoridad
Palestina, Sharón declaró que se arrepentía de no haberlo asesinado
en Beirut. Y Edward Said (2002: 1, 2) apostilla que no fue por no
haberlo intentado también en numerosas ocasiones posteriores. La
invasión del Líbano había sido precedida por otras en 1976 y 1978,
en las que perpetraron masacres en los campos de refugiados de Tal
Zactar o Karantina.
[12]
La masacre de Sabra y Chatila será condenada también por la opinión
pública israelí, y la Comisión Kahane (8—2—1983) consideró a
Sharón como su instigador, por lo que éste tuvo que dimitir 3 días
después (Álvarez—Ossorio, 2001: 308).
[13]
En 14 de octubre de 1974, EEUU e Israel rechazaron la Resolución 3210
de la ONU en que se reconocía a la OLP como representante legítima
del pueblo palestino, pero el 13 de noviembre Arafat se dirigió a la
Asamblea General de la ONU diciendo: "Traigo una rama de olivo en
una mano y un fusil en la otra. No dejéis que la rama de olivo caiga
de mi mano". La Resolución 3236 (22—11—1974) sobre el
derecho palestino a la autodeterminación, la independencia y la
soberanía, y al retorno de los refugiados, volvió a ser desoída por
Israel. El 3 de septiembre de 1975 EEUU acordó con Israel no negociar
con la OLP hasta que ésta aceptara las resoluciones 242 y 328,
reconociera a Israel y rechazara el uso de la violencia.
[14]
Según Said, el lobby israelí es tan fuerte que ha convertido al
poder legislativo del gobierno de EEUU en Aterritorio ocupado por
Israel@, mientras que el lobby árabe, aún existiendo, funciona con
mucha menor eficacia.
[15]
EEUU consideraba la Intifada como una guerra entre israelíes y
palestinos, cuando se trataba de un ejército ocupante que aplastaba a
los ocupados armados con piedras. Madelaine Albright lo resumía así:
"esos lanzadores de piedras están sitiando [sic] a Israel".
[16]
La medida del rechazo israelí a cualquier solución justa —si se
puede ya hablar de justicia— la da la Corte Suprema israelí en
1989, cuando decidió que cualquier partido que abogara por la plena
igualdad entre árabes y judíos no podría presentarse a las
elecciones (JJ: 30). Por otro lado, los Acuerdos de Oslo serán
limitados por los Acuerdos de Taba de 1995, con la connivencia entre
EEUU Netanyahu, elegido Presidente el 30 de mayo de 1998, cambió al
concepto de "paz por territorios" por "paz por
seguridad"; y en julio de 1998 se presentó el plan israelí para
crear el "Gran Jerusalén" acelerando la judaización de la
ciudad. Netanyahu también congeló los acuerdos de Wye (1998).
Actualmente, toda la vida palestina sigue sometida a Israel, incluida
su economía. Y cada vez que el Consejo Nacional Palestino quiere
proclamar su Estado, EEUU le convence para que lo aplace (dos veces en
el 2000).
[17]
No fue su primera provocación, pues en diciembre de 1987 trasladó su
residencia al barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén. En
esos momentos Sharón era Ministro de Industria y Comercio.
[18]
Barak alardeó en público de "no haber devuelto ni una pulgada
de tierra a los palestinos" (JJ: 38). Pero el israelí Uri Avnery
consideró inaceptables las ofertas de Barak, apoyadas por EEUU y añadió:
"Para el resto del mundo [fuera de los EEUU], los palestinos están
combatiendo una guerra de liberación contra una ocupación
extranjera. Estamos en su territorio, ellos no están en el nuestro.
Somos los ocupantes, ellos son las víctimas" (JJ: 36).
[19]
Edward Said (2002: 3, 5, 10), que es muy crítico con el régimen de
Arafat y su táctica negociadora, lamenta cómo la vida de Arafat
"está literalmente pendiente de un hilo; sus desmoronadas
oficinas en Ramala están igualmente sometidas al cerco, mientras Sharón
hace todo lo posible por herirle hasta que caiga muerto". También
denuncia las tácticas del ejército israelí, que, sin aportar
pruebas, asesina y/o detiene a palestinos sospechosos de ser
"terroristas", destruye sus casas y negocios con la excusa
de que en ellas se fabrican bombas o albergan a células terroristas,
o asola ciudades, arrasa campos productivos, impone toques de queda,
cierra escuelas y universidades, o impide el paso de las ambulancias y
la ayuda médica con el pretexto de su seguridad. Esta actuación
israelí ha producido, según el informe de Larsen, administrador de
Naciones Unidas en los Territorios Ocupados, una auténtica catástrofe
humana, pero para EEUU son simples "daños colaterales".
[20]
Según Jason Vest (en The Nation, 2—11—2002), hombres del
ultra—derechista Instituto Judío para la Seguridad Nacional (JINSA)
y del Centro para la Política de Seguridad (CSP) pueblan los comités
del Pentágono y del Departamento de Estado (Cfr. Said, 2002: 5).
[21]
EEUU e Israel se retiraron de la Conferencia Mundial sobre el Racismo
(31—8—a 9—9—2001), de la ONU, por las excesivas críticas
hacia Israel en el borrador de declaración.
[22]
Aunque hay serias dudas de su autoría (cfr. Alami, 2001).
[23]
Por ejemplo, con la ocupación inmediata de Yenín y Jericó, seguida
por la de las otras ciudades palestinas, mientras EEUU vetaba un
borrador de resolución contra la violencia israelí (dic. 2001); con
retención de Arafat en Ramala y el bombardeo de su Mukata
(29—3—2002, 20—9—2002); con asesinatos selectivos, demolición
de casas y una larga lista de barbaridades de todos conocidas.
Ante
tantos abusos, no han faltado manifestaciones en favor de la paz en
Israel, iniciadas por una de 1500 palestinos e israelíes
(30—12—1989), militares que se niegan a servir en los territorios
ocupados o dimiten, como hizo en 1989 el general Karp tras presentar
un informe sobre la violencia de los colonos contra los árabes:
"¿Cómo es posible que [el gobierno] adopte medidas contra cada
árabe que lanza una piedra mientras que desaprueba llevar ante la
justicia a los colonos que disparan contra los árabes?" (Álvarez
—Ossorio, 2001: 164). También muchos judíos denuncian la situación
de apartheid de la población palestina y la manipulación informativa
de los mass media dentro y fuera de Israel, y en especial en EEUU, y
las injusticias que se está cometiendo con los palestinos. Pero
fomentar el miedo ha sido un arma eficaz en Israel para evitar que
crezca el movimiento en favor de la paz. Ahora la población israelí
ha seguido votando a Sharón y se ha provisto de máscaras antigás.
Por
otro lado, se está acelerando el plan de construcción de un muro de
separación, que traspasará los límites de la línea verde fijados
en 1967, y una red de carreteras israelíes en Cisjordania, que dejaría
a parte de los palestinos aislados en una especie de bantustanes, y a
otra parte de ellos dentro de las zonas de seguridad israelíes como
ciudadanos de segunda clase.
[24]
Según Said (2002: 2, 5, 7—9, 12—13), es necesario este proceso de
"deshumanización sistemática" de enemigos que se
contemplan a muchísimas millas de distancia para que el mundo
contemple impasible cualquier acción contra ellos. Por un lado, la
prensa más influyente de EEUU —como The New Yorker o The New York
Times,—no ha publicado nada sobre el punto de vista árabe acerca de
los atentados del 11 de septiembre, pero es prolija a la hora de
presentar a los palestinos como fabricantes de bombas y bombas humanas
o de mezclarlos sutilmente con Iraq. Por otro lado, al igual que en
Israel, en EEUU se estimula el patriotismo ciego y la alarma de la
población para que apoye los planes de la administración Bush de
"autodefensa preventiva" y se fomentan las delaciones para
detener a sospechosos árabes y musulmanes. La presencia de Israel en
EEUU impide a los americanos tomar conciencia de estas manipulaciones
y ha hecho abdicar de su función al Congreso. Además, la teoría del
"choque de civilizaciones", propugnada por Huntington y tan
en boga en la actualidad, ha invadido el pensamiento y la acción, no
sólo en EEUU sino en el resto de Occidente.
[25]
Said (2002: 5—6, 7) afirma que en el mundo arabo—islámico se
percibe a Israel y a EEUU como los creadores de los extremistas de la
yihad, entre los que destacaba el propio Bin Ladin, y que la población
árabe que se opone a sus propios regímenes despóticos verán el
ataque contra Iraq como un ataque contra todo el mundo árabe. También
denuncia que se atacará a Iraq para beneficiar a Israel, al que se le
permite adquirir grandes arsenales de armas de destrucción masiva, y
que se buscan esas armas en Iraq, pero no donde están con certeza
(Israel, Pakistán o el propio EEUU por citar algunos ejemplos).
[26]
"Judíos por la justicia" (p. 19) —que rechaza todo
terrorismo, aunque analiza el contexto del palestino— acusa a Israel
de Terrorismo de Estado, incluso antes de su constitución, por su política
de represalias desproporcionadas, como matar a 50 ó 100 palestinos
por cada muerto judío, a lo que podría añadirse la actual reocupación
de los TTOO, las demoliciones de casas de familiares de los
activistas...
[27]
Este término —y los acontecimientos que se han ido produciendo—
recuerdan siniestramente a la "solución final" iniciada por
Hitler en 1936 y ultimada en Wannsee en 1942, que consumará el
Holocausto judío.
[28]
Transfer es el término inglés que el sionismo utiliza para designar
la política de desalojo forzoso de la población palestina de sus
hogares y de sus tierras mediante la expulsión directa o mediante la
presión sistemática (militar, administrativa y económica) bajo la
ocupación (Pappé, 2002: 8n2).
[29]
Desde la Guerra del Golfo de 1991 —liderada por EEUU— ha
desaparecido la imagen de Iraq como "un gran país árabe próspero
y diverso", que contaba con el mayor número de lectores del
mundo árabe y con una gran industria editorial, con una clase media
profesional culta y competente, y con mucha riqueza natural. También
se ha ignorado el sufrimiento del pueblo iraquí sometido desde hace
doce años al embargo, similar al calvario del pueblo palestino, y la
destrucción de la infraestructura del país. Y todo ello porque
apoderarse del petróleo iraquí, que Saddam tenía comprometido con
Rusia, Francia —lo que explicaría también, en parte, su oposición
en el CS de la ONU al ataque contra Iraq— y otros pocos países,
libera a EEUU de su dependencia del petróleo saudí. Por ello también
las negociaciones de Bush y Putin sobre el petróleo que recibirá
recuerdan a la generosa oferta de Bush padre a Rusia en la guerra del
91 (Cfr. Said, 2002: 4).
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