¿Quién secuestró a Simona
Torretta?
Por Naomi Klein y Jeremy Scahill
(*)
Traducción de Tania Molina Ramírez
Rodelu.net, 18/09/04
Cuando Simona Torretta regresó a
Bagdad en marzo de 2003, en medio del bombardeo aéreo "conmoción
y pavor", sus amigos iraquíes le dieron la bienvenida diciéndole
que estaba loca. "Estaban tan sorprendidos de verme. Dijeron, '¿por
qué estás aquí? Regrésate a Italia. Estás loca'".
Pero Torretta no se regresó. Se
quedó durante toda la invasión, y continuó con el trabajo
humanitario que había comenzado en 1996, cuando visitó por primera
vez Irak con su organización no gubernamental (ONG) contra las
sanciones, Un Puente a Bagdad. Cuando Bagdad cayó, Torretta de nuevo
decidió quedarse, esta vez para llevar medicina y agua a los iraquíes
que sufrían bajo la ocupación. Aún después de que los luchadores
de la resistencia comenzaron a hacer blanco suyo a los extranjeros, y
la mayoría de los corresponsales extranjeros y los trabajadores
humanitarios huyeron, Torretta de nuevo regresó. "No puedo
quedarme en Italia", le dijo la mujer de 29 años a un director
de documentales.
Hoy, la vida de Torretta está en
peligro, junto con las de su compañera italiana, la trabajadora
humanitaria Simona Pari, y sus colegas iraquíes Raad Ali Abdul Azziz
y Mahnouz Bassam. Hace ocho días, los cuatro fueron secuestrados a
punta de pistola en su casa/oficina en Bagdad y no se ha sabido nada
de ellos desde entonces. Debido a que no existe una comunicación
directa con los abductores, se desató una controversia política por
el incidente. Los defensores de la guerra lo están usando para hacer
aparecer a los pacifistas como unos ingenuos que alegremente apoyan
una resistencia cuya respuesta a la solidaridad internacional son
secuestros y decapitaciones. Mientras, un creciente número de líderes
islámicos insinúan que el ataque a Un Puente a Bagdad no fue trabajo
de los mujaidines, sino de agencias extranjeras de inteligencia que
quieren desacreditar a la resistencia iraquí.
No hay nada en este secuestro que
encaje en el patrón de otras abducciones. La mayoría han sido
ataques oportunistas en peligrosos trechos de la carretera. Torretta y
sus colegas fueron fríamente cazados en su casa. Y mientras que los
mujaidines escrupulosamente esconden sus identidades y se cercioran de
cubrir sus caras con bufandas, estos secuestradores estaban destapados
y bien rasurados, algunos en trajes de negocios. A uno de los
asaltantes le llamaron "señor".
Las víctimas de secuestros han
sido mayoritariamente hombres, sin embargo, tres de estos cuatro son
mujeres. Los testigos dicen que los hombres armados interrogaron al
personal del edificio hasta que identificaron a las Simonas por
nombre, y que a Mahnouz Bassam, una mujer iraquí, la agarraron de la
pañoleta y la arrastraron, una impresionante transgresión religiosa
en un ataque que se supone que se realiza en nombre del Islam.
Lo más extraordinario fue el tamaño
de la operación: en vez de los usuales tres o cuatro luchadores, 20
hombres armados llegaron a la casa a plena luz del día, al parecer
sin importarles si los identificaban. A unas cuadras de la fuertemente
patrullada Zona Verde, toda la operación transcurrió sin
interferencia de la policía iraquí o de los militares estadunidenses
-a pesar de que Newsweek informó que "como 15 minutos después
un convoy Humvee estadunidense pasó a menos de una cuadra".
Y las armas. Los atacantes tenían
rifles automáticos, escopetas correderas, pistolas con silenciadores
y armas paralizantes, lejos del estándar de los oxidados rifles
Kalashnikov. Lo más extraño es este detalle: los testigos dijeron
que varios atacantes usaban uniformes de la Guardia Nacional Iraquí y
se identificaron como empleados de Iyad Allawi, primer ministro
interino.
Un vocero del gobierno iraquí negó
que la oficina de Allawi estuviera involucrada. Pero Sabah Kadhim,
vocero del Ministerio del Interior, aceptó que los secuestradores
"portaban uniformes militares y chalecos antibalas". Así
que, ¿fue éste un secuestro perpetrado por la resistencia o una
operación policíaca encubierta? O peor: ¿un renacimiento de las
desapariciones mukhabarat de Saddam, en las que los agentes arrestaban
a los enemigos del régimen y nunca se volvía a saber de ellos? ¿Quién
podría haber perpetrado una operación tan coordinada, y quién se
podría beneficiar de un ataque contra esta ONG pacifista?
El lunes, la prensa italiana comenzó
a informar sobre una posible respuesta. El jeque Abdul Salam Kubaisi,
de la principal organización clerical sunita en Irak, dijo a los
reporteros en Bagdad que recibió una visita de Torretta y Pari un día
antes del secuestro. "Estaban asustados", dijo el clérigo.
"Me dijeron que alguien los estaba amenazando". Cuando se le
preguntó que quién creía que estaba detrás de las amenazas,
Kubaisi respondió: "Sospechamos de cierta inteligencia
extranjera".
Echarle la culpa a la CIA o a
conspiraciones del Mossad de los ataques de resistencia que no son
populares es mera habladuría en Bagdad, pero viniendo de Kubeisi, la
afirmación tiene una carga inusual; él tiene ligas con un amplio
espectro de grupos de resistencia y ha negociado la liberación de
varios rehenes. Las afirmaciones de Kubaisi son ampliamente difundidas
en los medios árabes, así como en Italia, pero están ausentes de la
prensa angloparlante.
Los periodistas occidentales se
resisten a hablar sobre espías por miedo a ser etiquetados como teóricos
de la conspiración. Pero espías y operaciones encubiertas no son una
conspiración en Irak; son una realidad cotidiana. Según el
subdirector de operaciones de la CIA, James L. Pavitt: "Bagdad es
el hogar de la mayor base de la CIA desde la guerra de Vietnam",
con 500 a 600 agentes. El primer ministro interino, Iyad Allawi, es un
espectro de toda la vida, que ha trabajado con el MI6, la CIA y el
mukhabarat, especializándose en remover enemigos del régimen.
Los miembros de Un Puente a Bagdad
se han opuesto con firmeza al régimen de ocupación. En abril,
durante el estado de sitio de Fallujah, coordinaron misiones
humanitarias de alto riesgo. Las fuerzas estadunidenses cerraron la
carretera a Fallujah y sacaron a la prensa mientras se preparaban para
castigar a toda la ciudad por las escalofriantes matanzas de cuatro
mercenarios de Blackwater. En agosto, cuando los marines
estadunidenses sitiaron Najaf, integrantes de Un Puente a Bagdad
fueron de nuevo donde las fuerzas de ocupación no querían testigos.
Y un día antes de su secuestro, Torretta y Pari le dijeron a Kubeissi
que planeaban otra misión de alto riesgo a Fallujah.
A ocho días de su abducción, las
súplicas por su liberación han cruzado todas las fronteras geográficas,
religiosas y culturales. El grupo palestino Jihad Islámico, Hezbollah,
la Asociación Internacional de Eruditos Islámicos y varios de
resistencia iraquí han expresado su indignación. Un grupo de
resistencia en Fallujah dijo que el secuestro hace pensar en "una
colaboración entre fuerzas extranjeras". Sin embargo, algunas
voces destacan por su ausencia: la Casa Blanca y la oficina de Allawi.
Ninguno ha dicho una palabra.
Lo que sí sabemos es esto: si esta
toma de rehenes termina en un derrame de sangre, Washington, Roma y
sus representantes iraquíes rápidamente usarán la tragedia para
justificar la brutal ocupación, ocupación a la que Simona Torretta,
Simona Pari, Raad Ali Abdul Azziz y Mahnouz Bassam se opusieron hasta
poner en riesgo sus vidas. Y nosotros nos quedaremos preguntándonos
si, después de todo, ese habría sido el plan.
(*) Jeremy Scahill es reportero del
show de radio y TV independiente estadunidense Democracy Now (www.democracynow.org);
Naomi Klein es autora de No logo y Vallas y ventanas (www.nologo.org)
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