Septiembre:
balance de la resistencia
Escenario
de guerra generalizada
Por
Carlos Varea (*)
Rebelión, 01/10/04
El
balance de este mes de septiembre de actividad insurgente en Iraq ha
de permitir reivindicar que el esfuerzo libertador en este país mártir,
además de seguir siendo legítimo, se libra en otros campos de
batalla bien distintos de los del secuestro y el asesinato ante una cámara
de vídeo de trabajadores extranjeros, o de los atentados sectarios o
indiscriminados como los sufridos ayer día 30 en Bagdad. Es en esos
otros campos de batalla eludidos mediáticamente en los que los
ocupantes están siendo —han sido ya—
derrotados. Los datos —no las imágenes generadas por tramas
opacas asociadas o complementarias de los ocupantes y reproducidas en
los medios de comunicación— y los propios análisis de los
ocupantes así lo confirman. EEUU y Reino Unido, sus aliados
exteriores y los colaboracionistas internos, están siendo batidos en
un combate legítimo y heroico que ha de ser apoyado resueltamente,
sin titubeo alguno: resistir es un derecho, resistir no es terrorismo.
Septiembre
ha sido el cuarto mes más mortífero para las tropas estadounidenses
desde que el 1 de mayo de 2003 el presidente George Bush diera por
concluida formalmente la guerra en Iraq a borde del USS Lincoln.
Este mes han muerto en combate 66 militares de EEUU según datos
oficiales del Pentágono, tan solo siete el día 13 en tres ataques;
otros 10 han muerto en incidentes denominados “no hostiles”. Tras
abril y mayo, agosto había sido el mes de 2004 con mayor número de
bajas en combate de las tropas estadounidenses en Iraq, hasta un total
de 55. Septiembre le ha superado. Desde el 1 de mayo han muerto en
combate en Iraq 720 militares de EEUU. El cómputo total, incluyendo
muertos por causas diversas no imputables a acciones de la
resistencia, además de los caídos durante la invasión y hasta el 1
de mayo, ha superado también este mes de septiembre la simbólica
cifra del millar, no alcanzada en Vietnam hasta después de varios años
de implicación estadounidense en el conflicto.
Más
de dos soldados muertos al día
La
media de bajas mortales en combate estadounidenses de este mes es de
2,2 militares. Su distribución geográfica es amplia: varios
distritos de la capital, Balad, ar-Rutbah, Tikrit, ar-Ramadi, Mosul,
ash-Sharqat, Taji, Baqubah, Faluya, Doha, Qayyarah, Jaldiya, Hawijah...
si bien buena parte de los militares estadounidenses han muerto en
puntos indeterminados, en “operaciones
de estabilización”, en la gran provincia de al-Anbar, situada al
oeste de la capital, que hace frontera con Siria y Jordania, donde está
desplegada la Primera División del Cuerpo de Marines. No hay, claro
está, cifras sobre las bajas iraquíes, pero el número de militares
estadounidenses muertos, pese a la reducción de sus misiones y las
medidas de autoprotección (el Pentágono afirma que el 40% de las
bombas caseras explosionadas al paso de patrullas y convoyes son
descubiertas y desactivadas), permite imaginar la intensidad de los
combates. “Estamos perdiendo más vidas porque sencillamente la
resistencia nos está disparando más”, afirma palmariamente un
analista militar de la institución Brookings de Washington (1).
También
en septiembre el Pentágono reconocía que el número de heridos entre
sus tropas está aumentando (2). Las cifras oficiales señalan
que de los 7.400 militares de EEUU heridos en combate desde el inicio
de la guerra, 4.000 lo han sido en los pasados cinco meses, tan solo
en torno a 1.100 en agosto. Más de la mitad de estos heridos quedan
impedidos para regresar al servicio.
Este
mes han muerto además por acciones de la resistencia dos militares
británicos, el día 28, en una emboscada al suroeste de Basora, y
tres polacos en Hilla (Babilonia), el día 12. Pactado el fin de la
segunda revuelta promovida por el clérigo as-Sader en agosto, en el
centro-sur y sur del país parece estabilizarse sin embargo una
actividad guerrillera regular, que comienza a recordar a la extendida
ya al resto de Iraq, con la excepción del más limítrofe Kurdistán.
“No
go-zones”
A
finales de agosto, diversos medios de comunicación estadounidenses (entre
otros, The New York Times del día 28 de agosto) daban
cuenta de que las fuerzas de ocupación estadounidenses habían
perdido el control de amplias zonas del país, incluidas varias
ciudades, algunas de ellas de hasta medio millón de habitantes:
Faluya, ar-Ramadi, Samarra, Baqubah, al-Qaim, Tall Afar (éstas dos últimas
en la frontera con Siria, la segunda escenario de intensos combates en
septiembre), además de distritos de la propia capital. Son las
denominadas áreas “No go-zones”.
En
los primeros días del mes, el propio secretario de Defensa Donald
Rumsfeld admitía que los insurgentes controlan “territorios
significativos” al oeste y norte de la capital (3), y que el
proceso electoral de enero de 2005 puede verse comprometido en éstas
áreas y en zonas del sur del país, adelantando la alternativa de
celebración parcial de los comicios. A estas declaraciones siguieron
las del Secretario de Estado, Colin Powell, en similares términos:
“Ciertamente, la situación [en Iraq] está empeorando”, recoge The
Washington Post ya al concluir el mes, el pasado miércoles, 29.
Asimismo,
en septiembre ha habido 15 acciones de sabotaje contra la industria
petrolífera (tanto contra oleoductos y gaseoductos del norte y sur
del país) y atentados contra responsables y personal de seguridad del
sector, según el Institute for the Analysis of Global Security.
El mes se inauguraba con un atentado contra el oleoducto Kirkuk-Ceyhan,
el día 2, que paralizaba nuevamente y de manera total las
exportaciones por el norte, según fuentes oficiales iraquíes citadas
por la agencia AFP; el día 23 moría asesinado en Mosul el
vicepresidente de la Compañía Petrolífera del Norte. Según el
primer ministro interino Allawi, las pérdidas debidas a los sabotajes
en el sector alcanzan los 2 mil millones de dólares (4). Un
diplomático occidental destinado en Bagdad ha llegado a indicar que
los empleados de las instalaciones petrolíferas o eléctricas podrían
facilitar o perpetrar los sabotajes (5).
Pesimismo
El
editorial del día 10 de septiembre de 2004 del diario Finantial
Times llevaba por significativo título “El momento de
considerar la retirada de Iraq”. Tras un demoledor repaso a la
situación en Iraq después de 18 meses de ocupación, el editorial
considera que “[h]a llegado el momento de considerar si una retirada
estructurada de EEUU y [de] las restantes tropas aliadas, junto con un
factible traspaso de la seguridad a fuerzas iraquíes y un legítimo y
completo proceso político pueda trazar una ruta para salir del actual
caos”.
Ciertamente,
la actividad insurgente —la estrictamente militar— no diminuye,
aumenta: tras la formación del nuevo gobierno interino de Iyad Allawi
y la disolución de la Autoridad Provisional de la Coalición el
pasado 28 de junio, el número de ataques contra las tropas de ocupación
en el conjunto de Iraq se ha duplicado, pasado de entre 40 y 50 a
entre 70 y casi 90 (6). Según
un informe de la empresa de seguridad Kroll Security International elaborado
para la USAID (la agencia estadounidense para el desarrollo) y dado a
conocer por la prensa de EEUU a finales de este pasado mes, los
ataques contra las fuerzas estadounidenses e iraquíes se han
extendido a zonas del país que habían estado relativamente
tranquilas, incluidas ciudades de mayoría shi’í del sur, en las
que los ataques se están regularizando con una frecuencia casi ya
diaria (7). Un segundo informe conocido este mes, también
elaborado por una empresa de seguridad, ésta con sede en Londres, Control
Risks Group, añade al pesimista panorama del anterior la
aseveración de que amplias áreas
de las dos principales ciudades del país, Bagdad y Basora, están ya
fuera del control de las fuerzas estadounidenses y británicas,
respectivamente (8).
El
pesimismo es también el sentimiento predominante en la valoración de
las agencias nacionales de seguridad de EEUU, cuyos miembros expresan
verbalmente en privado o por escrito en informes confidenciales (el último,
el de julio de la Agencia Nacional de Seguridad) valoraciones sobre la
evolución de la situación secutiraria en Iraq que contradicen
abiertamente las mantenidas públicamente
por los responsables de la Administración Bush: nada apoya la previsión
de una recuperación del control militar de Iraq en muchos meses (9).
Sin
duda, el número creciente y la expansión de la actividad insurgente
en Iraq contrastan llamativamente con las aseveraciones públicas de
los miembros de los Administración Bush y del primer ministro
interino iraquí de que la violencia está limitada a pequeñas áreas
del país, como se ha reiterado este mes durante la visita de Allawi a
EEUU con motivo de la celebración de la asamblea anual de Naciones
Unidas. La caracterización que hace
el primer ministro interino Allawi de la insurgencia en Iraq no es
distinta de la de la Administración Bush y, como la de ésta,
interesada, aunque insensata: “Entre ellos —se refiere a los
insurgentes— están aquellos que nutren fantasías sobre el retorno
al poder del anterior régimen [de Sadam Husein]. Hay fanáticos que
buscan imponer una pervertida visión del Islam en la cual el rostro
de Allah no puede ser reconocido. Y están los terroristas, incluyendo
muchos [venidos] de fuera de Iraq, que buscan hacer de nuestro país
el principal campo de batalla contra la libertad, la democracia y la
civilización. Porque la lucha hoy en Iraq no es solo por el futuro de
Iraq. Es la lucha mundial entre aquellos que quieren vivir en paz y
libertad, y el terrorismo.” (10)
Allawi
ha llegado a afirmar en estos días en Washington que hasta un 30% de
los insurgentes son extranjeros, una falsedad que el Jefe del Comando
Central de EEUU, el general John P. Abizaid,
desmentía el sábado 26 de septiembre, en el transcurso de un
entrevista televisada en Bagdad, al estimar que menos de un millar de
extranjeros combaten en Iraq a las fuerzas de ocupación (11).
El general Abizaid añadía que “[...] el principal problema con el
que nos enfrentamos es el de los elementos del anterior régimen del
ex partido Baaz que están combatiendo contra el gobierno [interino
iraquí] y tratando de hacer todo lo posible para bloquear el proceso
electoral”.
Ciertamente,
la opinión mayoritaria de los mandos militares estadounidenses sobre
el terreno y de los analistas es que la resistencia está integrada
esencialmente por iraquíes —sean o no mayoritariamente baazistas—
auxiliados por miembros del disuelto ejército iraquí, y que sus
filas se engrosan de día en día debido al creciente descontento
popular. La última estimación de insurgentes “con dedicación
exclusiva” la daba un portavoz militar estadounidense a comienzos de
septiembre: 12.000 combatientes, el doble de la cifra reconocida hasta
ahora por el Pentágono y sin incluir a los 3.000 miembros de la
denominada Brigada de Faluya (12), ya formalmente disuelta este
mes por las autoridades iraquíes tras comprobarse su completo
sometimiento a la resistencia local.
Sin duda, a la toma de conciencia del deterioro evidente de las
condiciones de vida de la población está nutriendo y afianzando la
insurgencia armada en el país, se debe la decisión tomada a mediados
de septiembre por el Departamento de Estado de EEUU de destinar de
manera inmediata 3,6 millones de dólares de los 18 mil millones
aprobados para Iraq por el Congreso estadounidense en noviembre de
2003 para la reconstrucción del país, de los que apenas se han
podido gastar mil millones debido a la paralización de la actividad
de los contratistas por la actividad insurgente (13). Si bien
se afirmó en un primer momento que la mayoría de ese dinero se
destinaría a mejoras las prestaciones básicas de la población
—esencialmente, los servicios de suministro de agua y
electricidad—, la Administración Bush pedía finalmente al
Congreso, el día 14, que toda la cantidad solicitada pueda ser
gastada en seguridad (14), principalmente en entrenar y armar a
otros 80.000 miembros de los cuatro cuerpos de seguridad iraquíes del
país (policía, guardia fronteriza, guardia nacional y ejército),
integrados en la actualidad por 50.000 efectivos y que habrán de
llegar a ser 145.000 en enero de 2005 y un cuarto de millón al
finalizar ese año, según las previsiones de Allawi indicadas ante el
Congreso estadounidense.
Secuestros
y resistencia
El
mes se cierra con la buena noticia de la liberación de las dos
integrantes de la organización italiana Un Ponte per Baghdad,
Simona Pari y Simona Torretta, y de sus dos colaboradores iraquíes
tras tres semanas de secuestro. Un Ponte per Baghdad es de las
contadas organizaciones internacionales que se opusieron activamente
al régimen de sanciones impuesto a Iraq desde 1990 por el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y posteriormente a la invasión
y la ocupación del país, incluida la implicación en ésta de
tropas italianas (15). Ello legitima —y explica— la
presencia en Iraq de Un Ponte per Bagdad, a diferencia de
tantas ONG que, como las empresas privadas, pretendieron lucrarse rápidamente
en Iraq a la sombra de la denominada reconstrucción, para
abandonar luego el país inmediatamente cuando ello se demostró más
complicado de lo que los militares garantizaron que iba a ser.
La
lógica — no ya la organización— que se esconde tras este
secuestro resulta difícil de desentrañar, a no ser que se vincule a
los intereses de los propios ocupantes o a un fin meramente
extorsionista. Recientemente, la prensa iraquí daba cuenta de
disensiones graves entre formaciones nacionalistas y sectores
islamistas de la resistencia por la proliferación de atentados
indiscriminados y la práctica de la toma de rehenes (16)
—que por lo demás se suelen resolver en la mayoría de los casos
con la puesta en libertad de los retenidos, gracias a la mediación
esencialmente de la Asociación de Ulemas Musulmanes,
máxima instancia sunní iraquí, opuesta a la ocupación y
que, quizás por todo ello, perdía a dos de sus miembros en sendos
atentados el día 20 de este mes. Parece claro que en las filas de la
resistencia se está ha tomando conciencia de la nula idoneidad de
ciertas prácticas que permiten a los ocupantes y a las instancias
iraquíes colaboracionistas —si no son por ellos mismos
perpetradas— categorizar la insurgencia como terrorismo o llana
delincuencia común, a fin de justificar con ello su permanencia en el
país.
Mientras
se distrae a la opinión pública internacional con figuras como la de
al-Zarqawi, el Pentágono prepara para los próximos meses una
ofensiva militar que le permita recuperar, antes de la fecha prevista
de celebración de las elecciones generales a finales de enero de
2005, los territorios ya bajo control insurgente, inicialmente, tres
capitales de provincia, además de Faluya, situada a poco más de 50
kilómetros de Bagdad (17). Mientras llega el momento, Faluya,
fuera de los focos mediáticos, sufre cada día bombardeos
indiscriminados que, según fuentes médicas y municipales recogidas
por al-Jazeera, están causando decenas de víctimas civiles
(tan solo 15 el día 25), reedición de la campaña aérea sobre
Bagdad de marzo-abril de 2003, denominada Conmoción y Espanto,
y quizás como aquélla destinada a rendir por el terror y el dolor a
sus habitantes antes del asalto final.
Notas:
(*)
Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Iraq,
iraq@nodo50.org
1.
Recogido por Patrick MacDonnell en “Sovereign Iraq Just as Deadly to
US Forces”, Los Angeles Times, 31 de agosto de 2004.
2.
The Washington Post, 5 de septiembre de 2004, y Associated
Press, 15 de septiembre de 2004.
3.
Associated Press, 8 de septiembre de 2004.
4.
Associated Press, 14 de septiembre de 2004.
5.
Associated Press, 10 de julio de 2004.
6.
Knickerbocker, B. “Classic guerrilla war forming in Iraq”, The
Christian Science Monitor, 20 de septiembre de 2004 (edición
electrónica).
7.
Recogido en Chandrasekaran, R. “Violence in Iraq Belies Claims of
Calm, Data Show”, The
Washington Post, 26 de septiembre de 2004
8.
Reuters, 26 de septiembre de 2004.
9.
Priest, D. Y Ricks T.E., “Growing Pessimisn on Iraq”,
The Washington Post, 29 de septiembre de 2004.
10.
Discurso ante el Congreso estadounidense, 23 de septiembre de 2004,
trascripción de FDCH E-Media, The Washington Post, 23 de
septiembre de 2004.
11.
Los Angeles Times, 28 de septiembre de 2004.
12.
Associated Press, 8 de septiembre de 2004.
13.
BBC News Online, 14 de septiembre de 2004.
14.
Landay JS y Strodel WP, “Resistance Stronger in Iraq, Analysts Say”,
Knight Ridder Newspapers, 15de septiembre de 2004.
15.
Quien luego dimitiera de su cargo, Hans von Sponeck, coordinador del
programa humanitrio de Naciones Unidas en Iraq, siempre elogió la
seria labor de denuncia del impacto de las sanciones sobre la educación
primaria iraquí realizada ante él mismo por Un Ponte, campo
de actuación de la organización hasta hoy.
16.
Al Fanar Revista de Prensa Árabe, 16 de septiembre de 2004,
citando al diario iraquí Rifadayn.
17.
The Washington Post, 26 de septiembre de 2004.
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