Mientras peor se pone Irak, mayores
mentiras
Por Robert Fisk
The Independent, Londres
La
Jornada, México, 26/09/04
Nos encontramos
ahora en la peor crisis desde la última crisis más grande. Así es
como manejamos la guerra en Irak, o la segunda guerra en Irak, como
lord Blair de Kut al Amara * quiere que creamos. Los captores hacen
desfilar a los rehenes en overoles naranjas para recordarnos Bahía de
Guantánamo. Exigen la liberación de mujeres aprisionadas por los
estadunidenses. Se refieren a Abu Ghraib. ¿Abu Ghraib? ¿Alguien se
acuerda de Abu Ghraib? ¿Recuerdan esas sucias instantáneas? Pero no
se preocupen. No es ese el Estados Unidos que el presidente George W.
Bush reconoció y, además, estamos castigando a las manzanas
podridas, ¿no?.
¿Mujeres? Bueno, sólo queda un
par de damas por allí, y se trata de la doctora Germen y la doctora
Antrax. Pero los árabes no olvidan con tanta facilidad. Fue una
libanesa, Samia Melki, la primera en entender la verdadera semántica
que tuvieron esas fo-tografías de Abu Ghraib para el mundo ára-be.
El iraquí desnudo, con el cuerpo embarrado de excremento, de espaldas
a la cá-mara fotográfica con los brazos extendidos frente a ese
estadunidense rubio que sujetaba un palo con ademán de macho, poseía
"todo el drama y los colores contrastantes de un cuadro de
Caravaggio", escribió ella en Counterpunch.
Lo mejor del arte barroco invita al
espectador a ser parte de la obra. "Obligado a caminar en línea
recta con las piernas cruzadas, con el torso ligeramente ladeado y los
brazos extendidos para no perder el equilibrio, el cuerpo fornido del
prisionero iraquí, acentuado por el excremento y la escasa luz, se
extiende como un crucifijo. Exudando una dignidad negada durante mucho
tiempo, el árabe sufre por los pecados del mundo."
Y eso, me temo, es el menor
sufrimiento que ha habido en Abu Ghraib. ¿Qué ocurrió con todos
esos videos que se exhibieron en secreto a los miembros del Congreso
estadunidense y que a nosotros -el público- no nos dejaron ver? ¿Por
qué de pronto nos olvidamos de Abu Ghraib?.
Seymour Hersh, el periodista que
reveló el caso de Abu Ghraib -uno de los pocos en Estados Unidos que
cumplen con su labor-, ha hablado en público de lo ocurrido en esa cárcel
terrible.
Debo a un lector el siguiente
extracto de una conferencia reciente de Hersh: "Ustedes no
conocen algunas de las peores cosas que sucedieron. Hay videos de
mujeres. Tal vez algunos de ustedes hayan leído que ellas mandaron
cartas a sus hombres. Estaban en Abu Ghraib. Enviaban mensajes en los
que pedían 'por favor, ven y má-tame por lo que ha pasado'. Y lo que
había pasado en esencia era que esas mujeres habían sido detenidas
junto con sus hijos, y existe registro de que los chicos fueron
sodomizados mientras las cámaras los filmaban, y lo peor era que la
cinta recogía sus alaridos..."
Sin embargo, ya olvidamos aquello.
Así como ya no hablamos de las armas de destrucción masiva. Conforme
van saliendo a la luz los detalles de los esfuerzos desesperados de
Bush y Tony Blair por encontrar esas calamidades inexistentes, ya no sé
si reír o llorar. Los equipos móviles de investigación de Estados
Unidos lograron en algún momento abrirse paso hasta un antiguo
cuartel de la policía secreta iraquí, en el cual encontraron una
puerta interior cerrada con candado, y detrás de ella pensaban
encontrar los horrores por los que los gobernantes Bush y Blair
oraban. ¿Qué fue lo que encontraron? Un vasto emporio de aspiradoras
nuevas.
En la sede del partido Baaz, otro
equipo, encabezado por el mayor Kenneth Deal, creyó haber encontrado
documentos secretos que revelarían el programa armamentista del
derrocado Saddam Hussein. Los papeles resultaron ser una traducción
al árabe de La lucha por la supremacía en Europa, de A. J. P.
Taylor. Quizá Bush y Blair deberían leerla.
Así pues, mientras continuamos
bajando a tientas por la tambaleante escalera de nuestro propio
engendro, nos obligan a escuchar mentiras cada vez más grandes. Iyad
Allawi, el primer ministro títere -a quien muchos de mis colegas
reporteros todavía se refieren con deferencia como "primer
ministro interino"-, insiste en que se realizarán elecciones en
enero, aunque tiene menos control de la capital iraquí (ya no se diga
del resto del país) que el alcalde de Bagdad. El ex agente de la CIA,
que con obediencia se negó a liberar a las tres prisioneras tan
pronto como Washington le dio esas instrucciones, se desplaza de
Londres a Washington cada vez que se le convoca para apoyar las
mentiras de Blair-Bush.
Segunda guerra en Irak. Sí, como
no. ¿Cuánto más de esta versión engañabobos vamos a tragarnos?
Según lord Blair de Kut, combatimos en "la encrucijada del
terrorismo global". ¿Qué debemos entender con semejante
estupidez? Por supuesto, no nos dijo que íbamos a tener una segunda
guerra en Irak cuando ayudó a empezar la primera, ¿verdad? Y tampoco
se lo dijo a los ciudadanos iraquíes, ¿o sí? No, fuimos a
"liberarlos".
Recordemos, pues, la crisis previa
a la crisis anterior a la crisis. Remontémonos a noviembre del año
anterior, cuando nuestro primer ministro habló en el banquete en
honor del lord alcalde. La guerra en Irak, nos informó entonces -y es
de suponerse que todavía se refería a la primera-, era "la
batalla de importancia seminal para el principio del siglo XXI".
Y vaya que lo ha sido. Pero
escuchemos otra cosa que lord Blair de Kut nos informó sobre la
guerra: "Definirá las relaciones entre el mundo musulmán y
Occidente. Influirá a profundidad en el desarrollo de los estados árabes
y de Medio Oriente. Tendrá implicaciones de largo alcance para el
futuro de la diplomacia estadunidense y occidental". También eso
se cumplió, aunque no como él lo vislumbraba, ¿verdad? Porque es
difícil pensar en algo más profundamente peligroso para nosotros,
para Occidente, para Medio Oriente, para cristianos y musulmanes por
igual desde la Segunda Guerra Mundial -la verdadera segunda guerra,
claro- que la guerra de Blair en Irak.
Irak, recordémoslo, iba a ser el
modelo para todo Medio Oriente. Todo estado árabe aspiraría a ser
como él. Irak sería el catalizador -tal vez incluso la
"encrucijada"- del nuevo Medio Oriente. Ahórrense las
risitas huecas, por favor.
Me ha impactado ver cuántas de las
cartas de lectores que he recibido en días re-cientes provienen de
hombres y mujeres que combatieron en la Segunda Guerra Mun-dial, los
cuales exigen con indignación que no se permita a Blair y Bush
comparar el pantano en que nos han metido con la verdadera lucha
contra el mal que esos veteranos libraron hace más de medio siglo.
"Tengo 90 años, y recuerdo
los hombres baldados de cuerpo y mente que pululaban por los caminos
del Gales rural, donde yo crecí en los años posteriores a
1918", señala Robert Parry. "Por esta razón, la frase
Dulce et decorum est**, de Wilfred Owen, es para mí la expresión que
resume la realidad de la muerte en la guerra, vuelta hoy más terrible
por los bombardeos de precisión de los estadunidenses y por los
atacantes suicidas. Necesitamos un nuevo Owen que nos abra la mente y
la conciencia, pero mientras no aparezca uno se debe dar espacio para
que ese gran poe-ma vuelva a hacerse escuchar." Sería difícil
encontrar mejor respuesta a las pueriles tonterías que nuestro primer
ministro balbucea en estos días.
Tampoco en muchos años había
existido un abismo tan profundo -tanto en Estados Unidos como en Gran
Bretaña- entre el gobierno y el pueblo que lo eligió. Las recientes
declaraciones de Blair son discursos hechos, por citar ese poema de
Owen, "para niños ávidos de alguna desesperada gloria".
Los ojos vendados del rehén británico
Ken Bigley son la más grande de nuestras crisis recientes. Pero no
olvidemos todo lo que ocurrió antes.
Traducción: Jorge Anaya
* En dicho lugar de Mesopotamia, en
1916, los británicos fueron sitiados y derrotados por las tropas
turcas.
** Es dulce y apropiado, título
del poema, que recogía la desilusión de los británicos después de
la Primera Guerra Mundial. La frase concluye con "morir por la
patria". Owen llama a esa frase "la vieja mentira" (N.
del T.)
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