Balance
de la resistencia
Octubre:
Faluya y el frente del Eúfrates
Por
Carlos Varea (*)
Rebelión, 09/11/04
Hasta
10.000 efectivos estadounidenses, según Reuters, se preparan
para asaltar Faluya, martirizada desde hace semanas con bombardeos aéreos
y terrestres, el más duro de ellos el llevado a cabo el día domingo
6 de noviembre, en el que fue destruido completamente el hospital
Nazzal en un ataque en el que aviones de EEUU lanzaron bombas de más
de dos toneladas. Según The Washington Post, en la madrugada
del domingo, 7 al lunes, 8 de noviembre se habrían incrementado los
combates terrestres en la periferia; el principal hospital de la
ciudad, al otro lado del Eúfrates, habría ya caído en manos
estadounidenses. Pos su parte, el designado por los ocupantes primer
ministro iraquí, Iyad Allawi, ha decretado en todo el país y por
dos meses la Ley Marcial.
Recurriendo
a una expresión similar a la nuestra de “Cazar moscas a cañonazos”,
Gazi al-Yauar, el designado presidente de Iraq, mostraba
recientemente su discrepancia ante los preparativos de toma militar de
esta ciudad. Ciertamente, la lógica de reocupar por la fuerza Faluya
y otras ciudades bajo control insurgente agudiza el error estratégico
de la propia invasión de Iraq: no querer comprender que una guerrilla
no puede ser derrotada recurriendo a una guerra total convencional
cuyas víctimas son mayoritariamente civiles, imaginar poder recuperar
el control efectivo sobre el territorio, la población y los recursos
de Iraq cuando se cuenta ya con la hostilidad mayoritaria de los iraquíes,
como bien reconocen los soldados estadounidenses: “Esto es Vietnam.
Desconozco por qué estamos aquí luchando. Combatimos para
sobrevivir. Los iraquíes no nos quieren aquí”, declaraba el 24 de
octubre un soldado de San Diego a The New York Times.
‘Campaign
Strategy’
El
pasado verano el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU —CSN, una
instancia integrada por militares y civiles— elaboraba un “plan
global político, militar y económico” de intervención en Iraq
titulado US National Strategy for Supporting Iraq. Según The
International Herald Tribune de 9 de octubre, esta guía secreta
de recuperación del control de Iraq tiene por prioridades “[...]
neutralizar la insurgencia, garantizar legítimas elecciones, crear
empleos y proveer servicios básicos [a la población iraquí],
establecer los cimientos de una economía sólida, desarrollar un buen
gobierno y el imperio de la Ley, e incrementar el apoyo internacional
a [este] esfuerzo”. Su primer punto, el componente militar del plan,
se describe en otro documento separado, también clasificado,
denominado Campaign Strategy, elaborado al parecer por el
general Casey Jr., jefe de las fuerzas de ocupación de Iraq desde
julio. Esencialmente en él se describe la necesidad de recuperar el
control de entre 20 y 30 capitales de provincia y grandes ciudades del
país antes de la celebración de las elecciones previstas para enero
de 2005. Estos feudos —como se les denomina— de la
resistencia trazan una retícula en el mapa de Iraq de grandes zonas
del centro, centro-sur, norte y oeste del país fuera del control
efectivo de los ocupantes.
Tras
la reelección de George W. Bush, el plan aprobado por el CNS será
implementado esencialmente en su faceta militar —la llave de las
otras— en las próximas semanas. A fin de poder soportar el coste de
la guerra en Iraq y una vez celebradas las elecciones presidenciales,
el Congreso de EEUU aprobará la cantidad adicional de 70.000 millones
de dólares previamente solicitada por Bush. Cuando se libre, EEUU
habrá gastado 225.000 millones de dólares desde el inicio de la
invasión de Iraq, según fuentes del Congreso de EEUU, 62.400
millones en lo que va de año (1). Según el informe publicado
por las instituciones The Institute for Policy Studies y Foreign
Policy in Focus, cada hogar estadounidense deberá
desembolsar en impuestos en tres años una cantidad estimada en casi
3.500 dólares para que EEUU pueda afrontar los costes de la ocupación
de Iraq (2).
El
objetivo inmediato es el asalto definitivo a Faluya, una ciudad
situada en la ruta entre Amán y Bagdad, inmediatamente al oeste de la
capital, y que antes del asedio y los bombardeos sistemáticos a los
que ha sido sometida por EEUU podría albergar entre 300.000 y 600.000
habitantes, buena parte de ellos ya huidos. La toma de esta ciudad ya
emblemática podría prolongarse —según mando militares
estadounidenses— hasta diciembre.
Tras
el primer asedio por parte estadounidense de abril de 2004 y el
fracaso de resolución del conflicto entre la población y los
ocupantes que se ensayó con la denominada Brigada de Faluya
—formalmente disuelta en el verano—, las negociaciones entre las
autoridades locales de la ciudad y los interlocutores iraquíes
designados por los estadounidenses han vuelto a fracasar ahora ante la
imposibilidad de satisfacer la exigencia de los militares de entrega
de al-Zarqawi (3), cuya grado de implicación efectiva en la
actividad insurgente en Iraq (no ya su presencia en la ciudad) es
ampliamente cuestionada por mandos militares, servicios de información
y analistas (4).
Por
ello, más que Samarra —supuestamente reocupada a comienzos de mes,
como ahora comentaremos—, el antecedente de lo que ha de ocurrir en
Faluya sea más apropiadamente Tal Afar, una ciudad de 150.000
habitantes próxima a la frontera con Siria y totalmente destruida por
las fuerzas estadounidenses a comienzos de septiembre (5). La
consideración que justificó el asalto definitivo de esta localidad
del noroeste del país y de mayoría turcomana el pasado 9 de
septiembre es similar a la de Faluya: según el Pentágono, Tal Afar
servía como santuario de acogida a los voluntarios árabes y
musulmanes que provenientes de Siria entraban ilegalmente en Iraq para
unirse a la resistencia. De nada sirvió la negación de las
autoridades locales a tal acusación. Las agresiones reiteradas de las
fuerzas estadounidenses en los meses preliminares hicieron bascular
paulatinamente a su población hacia la defensa armada de una ciudad
que inicialmente no era hostil. Cabe recordar que las fuerzas de
ocupación se ganaron a pulso también la hostilidad de los habitantes
de Faluya al inicio de la ocupación, tras dar muerte a 13
manifestantes en abril de 2003. Tras la toma de Tal Afar no se encontró
ningún extranjero entre los 180 vecinos muertos en los combates
desarrollados con las fuerzas estadounidenses durante la toma de la
ciudad, asalto precedido por un bombardeo de nueve horas.
Tomar
Faluya
La
campaña de recuperación de las ciudades en poder de los insurgentes
comenzaba el 1 de octubre con el asalto a Samarra (de 200.000
habitantes y situada a 95 kilómetros al noroeste de la capital) por
3.000 soldados estadounidenses de la Primera División de Infantería,
seguidos por 2.000 efectivos iraquíes —de los cuales al menos 300
habrían desertado. En junio, Samarra había sido recuperada por la
resistencia inmediatamente tras la salida de las tropas
estadounidenses. El día 3 de octubre el diario británico Independent
y el estadounidense The Washington Post daban cuentan de
esporádicos combates en la ciudad entre fuerzas de ocupación e
insurgentes, cuyo número oscilaría entre 2.000 según la cadena de
televisión CNN y de 500 a 1.000 según mandos militares de
EEUU; la mayoría de ellos serían oficiales y soldados del disuelto
Ejército iraquí (7). Como es norma, tras la toma de Samarra,
francotiradores estadounidenses habrían procedido a controlar los
movimientos en la ciudad disparando sobre civiles (8). El análisis
de los datos de las víctimas de la reocupación de Samarra es
muy significativo: nuevamente, la mayoría de los muertos son
estrictamente civiles, muertes causadas por el recurso abusivo por
parte del Pentágono al uso de fuego masivo —aéreo y terrestre—
previo al asalto a las ciudades, un tema sobre el que más adelante
volveremos. Sin embargo, a lo largo del mes de octubre se tornará en
evidencia lo sospechado por los mandos militares estadounidenses: los
insurgentes, siguiendo una ley básica de la guerra de guerrilleras,
se habrán dispersado fuera de la ciudad, evitando una confrontación
frontal con los asaltantes para reiniciar, pocas semanas después, el
hostigamiento de las fuerzas de ocupación.
El
intento de asalto final contra Faluya parece iniciarse tras el
refuerzo de tropas estadounidenses en torno a la ciudad que el
despliegue de efectivos británicos del regimiento escocés Black
Watch al suroeste de Bagdad ha permitido, tres de cuyos miembros
morían (y otros10 resultaban heridos) el día 14 en un ataque
combinado de morteros y coche-bomba conducido por un suicida contra un
check point.
A
fin de aliviar la presión sobre Faluya, grupos de insurgentes
procuraban abrir otros focos de batalla con los marines en la
provincia de al-Anbar, lo que el mando militar estadounidense ha
denominado un “segundo frente” al oeste de esta ciudad (10).
Al tiempo, según el corresponsal de The Washington Post,
“centenares de insurgentes llegan [hasta Faluya] desde otras
ciudades para hacer frente a la largamente prevista ofensiva de las
fuerzas de EEUU” (9). A lo largo del mes los combates han
sido —y siguen siendo— muy intensos en torno a ar-Ramadi, la
capital de la provincia de al-Anbar, situada al oeste de Faluya en la
autovía hacia la frontera jordana, y donde los insurgentes se estarían
reagrupando (6). Igualmente, la ciudad de Hit, situada al
noroeste de ar-Ramadi, también sobre el Eúfrates y ya en la ruta
hacia Siria, era rodeada el día 10 y finalmente tomada por los
estadounidenses tras tres días de combate.
Hasta
3.000 marines llevan dos semanas procurando recuperar el
control de las carreteras al oeste y norte de Bagdad, mientras que
desde el día 15 se cierra y refuerza el cerco sobre Faluya por parte
de marines y peshmergas kurdos, las únicas fuerzas
fiables que combaten al lado estadounidense. La actividad insurgente
en esta amplia franja central de Iraq centrada en el eje ar-Ramadi-Faluya-Bagdad
explica los problemas de aprovisionamiento de sus bases que reconocen
los mandos militares estadounidenses sobre el terreno, que ha forzado
al Pentágono a lanzar desde el aire los suministros renunciando a su
transporte por tierra (11).
Ya
más al sur, según informaba la agencia France Press el día
6, EEUU estaba llevando a cabo operaciones militares para reocupar
varias poblaciones al suroeste de la capital, en la provincia de Babil,
en particular para recuperar el control del puente de Jurf al-Skhat,
sobre Eúfrates, que sirve de corredor a los insurgentes entre el sur,
la capital y las ciudades de la provincia de al-Anbar, Faluya y ar-Ramadi.
Dos
bajas estadounidenses al día
En
este escenario principal de combates a lo largo del Eúfrates, el número
de bajas de las fuerzas de ocupación en octubre se ha estabilizado.
El Pentágono ha reconocido la muerte en combate de 56 militares en
Iraq, la mayoría de ellos marines desplegados en la provincia
de al-Anbar; otros siete militares estadounidenses han muerto por
causas no directamente relacionadas con la actividad insurgente, por
accidentes o muerte natural. La media diaria de bajas en combate de
EEUU en octubre ha sido de 1,9, algo inferior a la del mes anterior,
que fue de 2,2 (12).
Particularmente
mortífera fue para EEUU la jornada del 30 de octubre, con nueve marines
muertos en tres ataques insurgentes en la provincia de al-Anbar, y
las jornadas de mitad de mes del 11 al 14, con un total de 22 muertos
en combate en un amplio arco territorial que demuestra la extensión
de la actividad armada contra los ocupantes: en la provincia de al-Anbar
y en su capital, Ar-Ramadi, además de en torno a la asediada Faluya;
en todo el área de Bagdad; en Mosul, al norte del país; o en la
provincia de Babilonia, al sur de la capital. El viernes, 15 morían
otros tres marines en las proximidades de al-Qaim, cerca de la
frontera con Siria.
Desde
el 1 de mayo de 2003, fecha la que el presidente Bush diera por
concluida la guerra de Iraq sobre la cubierta del portaviones Abraham
Lincoln y hasta el 31 de octubre, han muerto en combate en Iraq
781 militares de EEUU.
Este
balance no incluye a Ed Seitz, agente de la Oficina Estadounidense de
Seguridad Diplomática, muerto el domingo, 24 de octubre en un ataques
con morteros contra Camp Victory, la mayor base militar
de EEUU en Iraq, situada en el aeropuerto de Bagdad. Tampoco incluye a
cuatro miembros estadounidenses de la compañía privada de seguridad DynCorp
muertos el 14 de octubre en un bombardeo de la “Zona verde” de
Bagdad (13), área de máxima seguridad que alberga embajadas y
dependencias gubernamentales iraquíes, sometida en octubre a ataques
diarios, que han incluido ya infiltraciones en su perímetro interior.
En
el campo económico, la actividad insurgente ha seguido golpeando en
octubre la principal fuente de ingresos de los ocupantes e instancias
iraquíes asociadas a éstos, la exportación de crudo: 11 sabotajes
en las redes de transporte del norte y sur del país (14) han
determinado que la exportación media de petróleo iraquí durante el
pasado mes fuera de 1,76 millones de barriles al día, una cifra que
sigue siendo inferior a la mantenida por Iraq antes de la invasión (15).
Hasta
100 ataques al día
Pese
a la reducción del promedio diario de bajas estadounidenses este
pasado mes de octubre, el número de ataques diarios contra las
fuerzas de ocupación e iraquíes auxiliares se ha incrementado en un
30% desde el inicio del mes de Ramadán, el pasado 15 de octubre,
hasta 87 al día, el doble de la primavera (16), o incluso ya
hasta 100 según publica esta semana Newswek (17). El
Pentágono ha incrementado este mes hasta 12.000 la cifra reconocida
de insurgentes, a los que cabe añadir “[d]ecenas de miles más de
apoyo a tiempo parcial que pueden incorporarse [a la actividad
insurgente plena] en un determinado momento” (18). Otras
fuentes estiman que la resistencia ha cuadruplicado sus efectivos
regulares en el transcurso de lo que va de año, hasta al menos 20.000
combatientes en la actualidad (19), una demostración del
fracaso de la pretendida —si es que alguna vez existió— voluntad
de los ocupantes “de ganar los corazones y las mentes” de los
iraquíes. El general británico Andrew Graham afirma que el número
real de insurgentes debe estimarse entre 40.000 y 50.000 (20).
Estas
cifras —siempre especulativas pero sintomáticas— explican por qué
el Pentágono determinaba este mes retrasar la salida de Iraq de 6.500
combatientes que deberían haber sido reemplazados por un tercer
reemplazo de tropas frescas tras concluir su estancia de un año en el
país (21). Así, en la actualidad el contingente de ocupación
estadounidense alcanza los 145.000 efectivos, un pico en la presencia
militar de EEUU en Iraq que se da de bruces con la pretensión
incluida en el documento al principio citado del Consejo de Seguridad
Nacional de reducir los efectivos estadounidenses a ... 5.000 soldados
tras las elecciones de 2005. Otros 28 países apenas aportan en su
conjunto otros 20.000 soldados a la ocupación de Iraq.
El
número de esta semana de Newsweek recoge la sensación de
derrota en el seno de propia Administración Bush y enfatiza la
debilidad de la pieza clave en la que la nueva Administración Bush (y
la de Kerry si hubiera salido vencedor de las elecciones) basará su
plan de repliegue de Iraq: la fiabilidad de los nuevos cuerpos de
seguridad iraquíes. Según este semanario, los insurgentes han
logrado infiltrase en los nuevos aparatos de seguridad “[...] desde
los niveles de toma de decisión a la base”, hasta el punto de que
los instructores extranjeros prohíben a los reclutas abandonar los
cuarteles con sus armas por miedo a que no regresen (22); altos
mandos de la nueva Guardia Nacional iraquí han sido detenidos por
colaborar con la resistencia. En este contexto, la toma de Faluya es
contemplada por los ocupantes y el “Gobierno interino” de Allawi
como la oportunidad de “invertir la tendencia” actual hacia la
completa derrota en Iraq y como el indicar que les permitirá medir la
eficacia de los nuevos cuerpos iraquíes.
Quizás
las únicas buenas noticia para los ocupantes y el “Gobierno
interino” de Allawi en octubre hayan sido las que les ha
proporcionado el clérigo shi’í as-Sadr, la primera la de propiciar
la participación de sus seguidores en los comicios previstos para
enero de 2005 (aun cuando afirme no tener intención presentarse el
mismo, (23) y la segunda la llamada a la entrega de las armas
—previo pago— por parte de sus milicianos, por lo demás
decisiones que contrastan poderosamente con la intención manifestada
por la Asociación de Ulemas Musulmanes (la máxima instancia
religiosa sunní del país) de llamar al boicot de las elecciones si
continúa la escalada bélica —particularmente contra Falluya— y
represiva en el país (24), y el dato de que en Iraq hay 50
millones de armas ligeras y cinco de toneladas de municiones
repartidas entre la población (25).
Las
cifras de muertos iraquíes
El
balance de muertos iraquíes como consecuencia de actos de guerra es
difícil de establecer, particularmente en aquellas áreas al oeste y
norte de Bagdad, así como entre la capital y Hilla (Babilonia), al
sur, donde la actividad insurgente está siendo respondida por las
fuerzas estadounidenses recurriendo a artillería de campaña y aviación,
y donde la presencia de medios de información independientes es nula.
Este
mes de octubre el ministerio de Sanidad iraquí informaba que dejaría
de suministrar a los medios de comunicación las estadísticas
rutinarias que venía aportando desde abril, después de que un edicto
del proconsul Bremer las prohibiera el pasado otoño. Ahora la
prohibición proviene del propio “Gobierno interino” iraquí, que
considera que la publicación de las cifras de muertos iraquíes
deteriora la imagen de las nuevas autoridades y de sus invitados
extranjeros: “Es una cuestión política”, aclaraba un
portavoz del ministerio al dar cuenta de la decisión (26). La
razón es, ciertamente, sencilla de entender: las cifras hospitalarias
iraquíes demuestran que las fuerzas de ocupación causan más del
doble de muertos civiles que las acciones insurgentes, incluidas en éstas
las indiscriminadas, de dudosa paternidad (27). Las
estimaciones oficiales realizadas a través de los registros
hospitalarios daban entre abril y septiembre una cifra media semanal
de 140 iraquíes muertos en acciones violentas. En octubre, también
según datos oficiales, la cifra de muertos iraquíes se había
incrementado debido a la ofensiva estadounidense contra varias
ciudades rebeldes. Por ejemplo, en la semana del 11 al 17 de octubre,
murieron 208 iraquíes en acciones de combate, grosso modo diez
veces más que militares estadounidenses.
La
estimación de la cifra total de iraquíes muertos desde el inicio de
la invasión era estimativa hasta la reciente publicación, en la
prestigiosa revista médica The Lancet, de un informe elaborado
por un equipo de la Escuela de Salud Pública John Hopkins de la
Universidad de Baltimore, en EEUU, y del Departamento de Salud
Comunitaria de la Universidad al-Mustansiriya de Bagdad, que ha
pulverizado las cifras hasta ahora consideradas (28). Este
estudio establece que “[...] el número de muertes asociado a la
invasión y a la posterior ocupación de Iraq se sitúa alrededor de
100.000 y probablemente sea mucho mayor”; la mayoría de ellos son
menores y mujeres. El riesgo de fallecer por muerte violenta es hoy 58
veces superior que antes de la invasión. Los autores concluyen que
este incremento espectacular en la mortalidad de la población iraquí
es responsabilidad de las tropas de ocupación y se debe
principalmente al bombardeo intensivo de áreas pobladas por parte de
aquéllas.
La
discrepancia con las cifras hasta ahora barajadas —entre 13.000 y
30.000 muertos (29)— es fácil de entender: este estudio se
basa en una encuesta nacional elaborada a partir de un muestreo
representativo y llevada a cabo por medio de entrevistas en domicilios
de todo el país (a excepción de Falluya), mientras que las cifras
anteriores recogían los casos registrados por los medios de
comunicación, como viene haciendo la organización Iraq Body Count.
Es la misma razón que explica la discrepancia entre la estimación
realizada por los brigadistas del Estado español del número de
muertos en Bagdad a causa de los bombardeos durante la invasión y la
ofrecida entonces por los medios de comunicación.
Colapso
sanitario
También
en octubre se han dado a conocer los primeros datos sobre la situación
sanitaria en Iraq tras la invasión. Por una parte, un primer informe
del ministerio de Sanidad describe un país que no puede afrontar
expansivas epidemias de tuberculosis, tifus y otras enfermedades
infecciosas. La destrucción del sistema de depuración y
aprovisionamiento de agua durante la guerra ha determinado que el 20%
de los hogares iraquíes no disponga de acceso a agua potable (más de
la mitad en las áreas rurales), según los datos oficiales iraquíes
dados a conocer por el ministro de Sanidad iraquí, Aladin Alwan,
durante una reunión de donantes en Tokio el pasado 13 de octubre (30).
Las enfermedades infecciosas diezman a la población infantil,
parcialmente debido a que un tercio de los niños y niñas iraquíes
sufren malnutrición crónica, según el informe oficial iraquí. En
la primera mitad de 2004 se han registrado 8.253 casos de sarampión,
mientras que en 2003 fueron 454 los casos; de igual manera, en los
cuatro primeros meses de este año ha habido 5.000 casos más de
paperas que en todo el año pasado.
La
red pública de centros de salud y grandes hospitales —en su día la
mejor de Oriente Medio— está colapsada tras dos guerras y 13 años
de sanciones, la oleada de saqueos tolerados por las tropas ocupantes
inmediatamente tras la invasión (la tercera parte de los centros de
salud, uno de cada ocho grandes hospitales), la falta de suministros
derivada primero de la opacidad administrativa de la Autoridad
Provisional de la Coalición y ahora de la corrupción rampante de las
nuevas autoridades iraquíes (31), de la falta de
suministro eléctrico (32) y de la avalancha continua de
heridos. Las carencias infraestructurales se alían con el
empobrecimiento generalizado de la población: el 27% de los iraquíes
vive con menos de dos dólares al día; al menos el 60% de la fuerza
laboral está en paro.
Prácticamente
simultáneo al ministerial, UNICEF daba a conocer el 11 de octubre su
informe mundial (33). Roger Wright, director de UNICEF en Iraq,
indicaba entonces que la tendencia a la reducción de la mortalidad
infantil en menores de cinco año que se había logrado entre 1999 y
2002 (de 130 a 125 por mil nacidos vivos) se había invertido de nuevo
en el período de ocupación, situando a Iraq entre los ya escasos países
del planeta que siguen registrando un incremento de la mortalidad
infantil —ninguno en Oriente Medio. “Desde la guerra [de 2003] más
niños en Iraq están malnutridos, menos están protegidos contra
enfermedades inmunoprevenibles y ha habido un incremento en la
incidencia de enfermedades diarreicas”, resume Wright (34).
Cabe
recordar —como hacía Naomi Klein en el diario británico The
Guardian del día 16 de octubre— que EEUU ha gastado en la
recuperación de servicios básicos en Iraq solo 29 millones de dólares
de los 18,4 mil millones aprobados por el Congreso para la
reconstrucción del país. A parte de esta cantidad, la mayoría de lo
gastado (apenas 1,2 mil millones) ha sido desviado a seguridad,
particularmente a la formación de los nuevos cuerpos policiales y
militares iraquíes.
Referencias
y notas:
(*)
Carlos Varea es coordinador de la Campaña contra la Ocupación y por
la Soberanía de Iraq, CEOSI, España, iraq@nodo50.org
1)
The Washington Post, 26 de octubre de
2004. Como cifra comparativa, EEUU gastó 500.000 millones de dólares
en ocho años de guerra de Vietnam, desarrollada entre 1964 y 1972.
2)
Wheeler T., “Cost ofIraq War: More than We Can Bear, People’s
Weekly World Newspaper, 14 de octubre de 2004. El
mencionado informe de FPIF-IPS.
3)
Puede leerse la carta del 14 de octubre envida a Kofi Annán por
representantes locales de Faluya y traducida por Loles Oliván para Rebelión.
4)
Blomfield A., “Doubt over Zarqawi’s Role as Ringleader”, Telegraph,
2 de octubre de 2004 y Cambinis Th., “Zarqawi’s Role in Iraq
Oversetated, Analysts Say”, The New York Times, 1 de
noviembre de 2004.
5)
Newhouse News Service, 24
de octubre de 2004.
6) Independent, 1 de noviembre
de 2004.
7) Reuters, 4 de octubre de
2004.
8)
Lorimer D., “Iraq: US Military ‘Recaptures’ Samarra, Green
Left Weekly, 13 de octubre de 2004).
9)
Fainaru S., “As US Foreces Pound Falluyah, Fihhting Rages on City’s
Edge”, The Washington Post, 18 de octubre.
10)
UPI, 18 de octubre de 2004.
11)
Hendren J. y
Mazzeti M., “Iraq Insurgency Leaves Military Short of Suplies”, Los
Angeles Times, 19 de
octubre de 2004. Este es el escenario es
en el que se produjo este mes la negativa de un grupo de marines de
transportar suministros a Camp Anaconda en Balad, al norte de
Bagdad y atravesando Latifiyah, una zona bajo control insurgente, una
caso que merecía un editorial en The New York Times el día 19
bajo el título de “Cuando los soldados dicen ‘No’”.
12)
La actualización del balance oficial de bajas estadounidenses en
combate en el anterior mes de septiembre eleva los muertos de EEUU a
69.
13)
ABC News, 14 de octubre de 2004.
14)Véase
http://www.iags.org/.
15)
Al-Jazeera, 2 de noviembre de 2004.
16)
The New York Times,
24 de octubre de 2004.
17)
Nordland R., Dehghanpished B. y Hirsh M., “Hell to Pay”, Newsweek,
8 de noviembre de 2004.
18)
Tyson A.S., “US Faces gap in ‘intelligence war’ in Iraq, en The
Cristian Science Monitor, 5 de octubre de 2004.
19)
Quinn A., “Taking Stock of Iraqi Deaths”, Foreing Policy in
Focus, 2 de noviembre de 2004.
20)
Citado por Wheeler T., “Cost ofIraq War: More than We Can Bear, People’s
Weekly World Newspaper, 14 de octubre de 2004, a partir del
informe de The Institute for Policy Studies y Foreign Policy
in Focus, www.ips-dc.org.
21)
The New York Times,
24 de octubre de 2004.
22)
Nordland R., Dehghanpished B y Hirsh M., op. cit.
23)
The New York Times, 2 de octubre de 2004.
24)
Al-Jazeera, 24 de octubre de 2004.
25)
Al-Quds al-Arabi de 20 de octubre de
2004, citado en Al-Fanar, Revista de Prensa Árabe.
26)
International Herald Tribune, 20 de
octubre de 2004.
27)
Así, entre el 10 de junio y el 10 de septiembre 1.295 iraquíes habían
muerto por fuego de las fuerzas de ocupación y 516 por ataques
atribuidos a la resistencia en Lorimer D., “Iraq: US Military
‘Recaptures’ Samarra, Green Left Weekly, 13 de octubre de
2004.
28)
Roberts L., Lafta R., Garfield R., Khudhairi J. y Burham G.,
“Mortality before and after the 2003 Invasión of Iraq: Cluster
Sample Survey, The Lancet, 29 de octubre de 2004, http://image.thelancet.com/extras/04art10342web.pdf).
29)
Hanley C. J., “Life un Iraq: Joblessness and Bloodshed”, AP,
13 de octubre de 2004.
30)
Peplow M., “Iraq faces growing health crisis”, Nature, 13
de octubre de 2004.
31)
De lo primero, una reciente auditoria ponía de manifiesto que la
mitad de los cinco mil millones de dólares desembolsados por EEUU
para la reconstrucción de Iraq en la primera mitad de 2004 no han
podido ser justificados por la APC, de ellos 1,4 mil millones
entregados a los aliados kurdos (Bender B., “Iraq Audit Can’t Find
Billons. Gaps
Found in Spending for Reconstruction”, en Boston Globe, 16 de
octubre). De lo segundo, el informe
preparado por Radi al-Radi, presidente de la Comisión de Integridad Pública
iraquí (establecida en marzo) del 13 de octubre, filtrado por medios
iraquíes (véase Ridolfo K., “Reports of Rampant Corruption in New
Iraqi Institucions”, RFE/RL, 15 de octubre de 2004).
32)
El sistema de producción eléctrico en Iraq es petroquímico. En la
actualidad se producen 1.500 megavatios frente a los 7.000-8.000
estimados como necesarios (US Goverment Accountability Office).
33)
Véase http://www.reliefweb.int.
34)
Citado por Media Lens, 19 de octubre de 2004, “Media
Indifferent as UNICEF Reports Worsening Catastrophe” (http://www.medialens.org).
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