La Guerra: Diario de Nueva York
Por James
Petras
Rebelión, 19/11/04
Traducido
para Rebelión por Felisa Sastre
Estaba
leyendo el Diario de Berlín de William Shirer –el relato de
un periodista sobre la propaganda política nazi durante los años
30– mientras veía las “noticias” de los informativos sobre el
terrible asalto a Faluya. Las “informaciones” de los medios de
comunicación estadounidenses, el estilo, los contenidos y,
especialmente, su lenguaje recuerdan en un grado portentoso a sus
predecesores nazis de hace 70 años.
¿Coincidencia?
¡Desde luego! En ambos casos había ejércitos imperialistas que
conquistaban otros países, arrasaban ciudades y masacraban a la
población civil, y los medios de comunicación– de propiedad
privada formalmente pero apéndices del Estado en la práctica–
difundían las mentiras más escandalosas, en defensa y alabanza de
los ‘victoriosas tropas’, bien fueran las SS o los marines
. En ambos casos, la Alemania nazi y los Estados Unidos actuales,
los medios de información nos han contado que los ejércitos
invasores “están liberando” el país de “guerrilleros
extranjeros” y de “terroristas armados” que impedían a la gente
seguir con su vida cotidiana. Si bien sabemos que de los 1.000
prisioneros sólo cuatro son extranjeros ( 3 iraníes y 1 árabe); y
que los hospitales iraquíes han informado de que menos del 10% son
combatientes extranjeros. Es decir, que el 90 % de los rebeldes son
iraquíes, la mayoría de los cuales han nacido, se han educado, y han
constituido familias en las ciudades en las que están luchando.
Como los
medios de información de los nazis, las principales cadenas de radio
y televisión de Estados Unidos sólo informan de lo que consideran
“víctimas militares”, y ocultan los 100.000 civiles muertos desde
el principio de la guerra y los millares de mujeres y niños muertos y
heridos desde que empezó el ataque a Faluya. De la misma manera que
en la Alemania nazi, los medios informativos estadounidenses presentan
informes no fiables del ejército de Estados Unidos sobre los
asesinatos, decapitaciones y secuestros realizados por “terroristas
extranjeros”. El apoyo incondicional de los medios
nazis–estadounidenses a las matanzas se percibe mejor en sus
informes sobre el masivo bombardeo de los barrios densamente poblados
de la ciudad. La cadena de televisión NBC, describe el lanzamiento de
bombas de 500 libras en la ciudad de Faluya como dirigido a una “red
de refugios subterráneos de los insurgentes existente en la
ciudad”, mientras que las casas, zocos, tiendas– las mujeres y niños
que se encuentran encima– se esfuman en una niebla rosada. Y
su existencia, nunca es reconocida por los principales reporteros y
locutores.
En su
famoso ensayo político, Politics and the English Languaje, George
Orwell escribió hace tiempo que el “lenguaje” era una de las víctimas
principales de las guerras imperiales. El lenguaje político de la máquina
de matar estadounidense en Irak y sus propagandistas “incrustados”
no son sino una sarta de eufemismos al servicio de esa máquina de
matar.
Casi la
totalidad de la población del Irak no kurdo se opone al ejército
estadounidense y a su régimen títere– aunque la prensa a los
patriotas que defienden su país de los invasores imperiales los llama
“insurgentes” y minimizan el sentido de un movimiento patriótico
de liberación en todo el país. Uno de los eufemismos más
surrealistas es la referencia constante a las “fuerzas de la coalición”,
expresión con la que realmente se alude a los conquistadores
colonialistas estadounidenses y a los mercenarios y sátrapas que los
dirigen y controlan.
Los
ataques terroristas contra viviendas, hospitales y edificios
religiosos llevados a cabo por centenares de aviones y helicópteros
de combate se describen en los media como encaminados a
“asegurar las elecciones libres en la ciudad”.
La
“liberación de la ciudad de los insurgentes” incluye el asesinato
sistemático de amigos, vecinos y parientes de cada uno de los iraquíes
que viven en Faluya.
“Tener
rodeados a los rebeldes” significa el corte de suministro de agua,
de electricidad, y de la asistencia médica para 200.000 civiles de la
ciudad y el obligar a decenas de miles a abandonarla ante la amenaza
de una epidemia de tifus. “Pacificar la ciudad” implica
convertirla en una desolación de escombros emponzoñados.
¿Por qué
Washington y los medios de comunicación recurren a tan burdas y
sistemáticas mentiras y eufemismos? Básicamente, para reforzar el
apoyo del país para las matanzas masivas en Irak.
Los
medios de masas fabrican una red de mentiras para asegurar la
legitimidad de los métodos totalitarios con el fin de que las tropas
estadounidenses continúen la destrucción de la ciudad con total
impunidad. La perfeccionada técnica de Goebbels en Alemania, y
practicada en Estados Unidos, consiste en repetir la mentiras y
los eufemismos hasta que se convierten en “verdades” aceptadas, y
se incorporan al lenguaje cotidiano.
Los medios,
al convertir eficazmente en rutinario ese lenguaje, implican a
los que lo escuchan. Las preocupaciones tácticas de los
generales y mandos que dirigen las matanzas (la pacificación), y los
soldados que asesinan a civiles se explican (y se consumen por
millones de oyentes y espectadores) por la complacencia de los
periodistas y presentadores famosos ante las autoridades a quienes no
se atreven a contradecir. La unidad de objetivos entre los que llevan
a cabo las matanzas masivas y el público medio estadounidense se fija
por medio de los “informativos”.
Los
soldados “escriben los nombres” de sus mujeres y novias en los
tanques y blindados que destruyen las familias iraquíes y convierten
Faluya en ruinas. Se “entrevista” a los soldados que regresan de
Irak quienes afirman que quieren volver a Irak para “estar con su
pelotón y aniquilar a los terroristas”.
Pero no
todas la fuerzas de combate estadounidenses sienten la alegría de
disparar contra civiles. Estudios médicos informan de que uno de cada
cinco de los soldados que vuelven sufren graves traumas psicológicos
, sin duda por haber participado o presenciado las masivas matanzas de
civiles. La familia de uno de ellos, que se suicidó recientemente,
contó que él constantemente hablaba de haber matado a un niño
desarmado en las calles de Irak, por lo que se consideraba un
“asesino”.
Al margen
de esas excepciones notables, los medios de propaganda masiva utilizan
varias técnicas para apaciguar la conciencia de los soldados
estadounidenses y de los civiles. Una de ellas es “la inversión de
los papeles” mediante la cual atribuir los crímenes de las fuerzas
de invasión a las víctimas: no son los soldados quienes causan la
destrucción de las ciudades y las matanzas, sino las familias iraquíes
que “protegen a los terroristas” y “atraen sobre ellas los
brutales bombardeos”.
Otra, es
la de informar exclusivamente de las víctimas estadounidenses
provocadas por “atentados terroristas” y omitir cualquier mención
a los miles de civiles iraquíes muertos a causa de la artillería y
bombardeos estadounidenses. Tanto los nazis como la propaganda de
Estados Unidos ensalzaban el “heroísmo” , y el “éxito” de
sus fuerzas especiales ( las SS y los marines) al matar a
“terroristas” o “rebeldes”, y cada una de las víctimas se
contabiliza como “sospechoso de simpatizar con los terroristas”.
Los
militares estadounidenses, como los alemanes, declaran que cualquier
edificio civil es un “depósito” de armamento o un “refugio”
de terroristas, de ahí que hagan caso omiso de las leyes de guerra de
la Convención de Ginebra. La práctica de la “guerra total” por
parte de los nazis y de Estados Unidos, en la que comunidades enteras,
barrios y ciudades completos son culpables colectivamente de esconder
“a terroristas buscados”, es por supuesto una forma habitual de
comportamiento del Gobierno de Israel.
Estados
Unidos ha difundido los castigos crueles y poco frecuentes infligidos
a los iraquíes “sospechosos” (cualquier varón comprendido entre
14 y 60 años): entre ellas, las imágenes publicadas en Time y
Newsweek de hombres descalzos, maniatados y con los ojos
vendados, desalojados de sus casas e introducidos en camiones para
llevarlos a los “centros de obtención de información”. Para
muchos de los lectores estadounidenses esas fotografías forman parte
del éxito de la historia, ya que se les dice que son
“terroristas” que podrían hacer saltar por los aires los hogares
estadounidenses. Para la mayoría que ha votado a Bush la masiva
propaganda de los medios les ha llevado a creer que el exterminio de
centenares de miles de ciudadanos iraquíes se lleva a cabo para
servir mejor a sus intereses: ellos pueden dormir tranquilos mientras
nuestros “muchachos” matan“allí” a la gente.
Por
encima de todo, los medios propagandísticos de masas han hecho lo
posible para negar que exista una conciencia nacional iraquí. Todos
los días las referencias de cualquier tipo son las de las lealtades
religiosas, las identidades étnicas, la pertenencia a etiquetas políticas
del pasado, y los clanes tribales y familiares. El objetivo es el de
dividir para vencer, y el de presentar al mundo un Irak “caótico”
cuya única fuerza estable y coherente es el régimen colonial
estadounidense. El propósito de los salvajes ataques coloniales y del
etiquetado político es el de destruir la idea de que existe
una nación iraquí y sustituirla por una serie de pequeñas entidades
gobernadas por los sátrapas imperiales dóciles a Washington.
Hoy,
domingo 14 de noviembre por la mañana, Faluya está siendo violada y
arrasada, y a los prisioneros heridos se les descerraja un tiro en las
mezquitas. Mientras tanto en Nueva York, las grandes alamedas están a
rebosar de multitudes que hacen sus compras.
El
domingo por la tarde los marines han impedido que entren en
Faluya alimentos, agua y medicinas, mientras millones de hombres
estadounidenses se sientan ante la televisión para ver el fútbol
americano.
Shirer
reseñaba que mientras los nazis invadían y hacían estragos en Bélgica,
y bombardeaban Rotterdam, los cafés de Berlín estaban llenos de
gente, la orquesta sinfónica daba sus conciertos y la gente paseaba a
sus perros en las soleadas tardes de domingo.
Domingo
14 de noviembre de 2004. Por la noche pongo la televisión, el popular
programa 60 minutos y veo una reposición de antiguas
entrevistas de Mike Wallace a Yasir Arafat. Al igual que en el resto
de los programas “estrella” no habla de la invasión israelí de Líbano
ni de la masacre de miles de palestinos cometida por Sharon, ni de la
de ocupación militar de Palestina, ni de la desenfrenada destrucción
de Jenin y Gaza. Wallace acusa a Arafat de ser un mentiroso, un
terrorista, un corrupto y un ladino . Treinta millones de hogares
estadounidenses contemplan este escandaloso espectáculo de un
apologista del sionismo ultraderechista alardeando de los “ideales
occidentales” que resultan tan útiles para arrasar ciudades,
bombardear hospitales y exterminar un país.
Sí,
existen diferencias entre lo que cuenta el señor Shirer sobre la
propaganda nazi en defensa de la conquista de Europa, y lo que
difunden los medios de información estadounidenses que defienden la
invasión de Irak y las matanzas que realiza el Estado judío con los
palestinos. Aquella se cometía en nombre del Führer y de la
fraternidad, ésta otra en nombre de Dios y de la Democracia. ¡Vayan
a contárselo a los hinchados cadáveres roídos por los perros entre
las ruinas de Faluya!
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