Las
elecciones irakíes se retrasaron para salvar a Bush. Ahí está el
origen de la actual carnicería.
Muere
primero y vota después. Esto es Faluya
Por
Naomi Klein
The Guardian, 15/11/04
Traducido para Rebelión por L.B.
El
magnate del hip-hop P Diddy anunció durante el fin de semana que su
campaña “¡Vota o Muere!” seguirá adelante. El impulso para
fomentar la inscripción de votantes durante las elecciones
presidenciales estadounidenses fue simplemente –dijo-- “la fase número
uno, el primer paso para conseguir que la gente se comprometa”.
Fantástico.
Tengo una sugerencia para la fase dos: P. Diddy, Ben Affleck, Leonardo
DiCaprio y el resto de la autotitulada “coalición de los
dispuestos” deberían redirigir sus jets y volar hasta Faluya, donde
se precisa urgentemente de sus esfuerzos. Pero primero deberán
cambiar el slogan de “¡Vota o Muere!” por el de “¡Muere
Primero, Vota Después!”.
Porque
eso es precisamente lo que está ocurriendo allá. Las rutas de escape
han sido cerradas, están demoliendo las viviendas y la clínica de
emergencia ha quedado arrasada. Todo ello con el objeto de preparar la
ciudad para las próximas elecciones de enero. En una carta dirigida
al Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Anam, el primer
ministro irakí instalado por los Estados Unidos, Iyad Allawi,
explicaba que el ataque total era necesario “para salvaguardar las
vidas, las elecciones y la democracia en Irak”.
Todos
los millones que se han gastado en la “construcción de la
democracia” y en la “sociedad civil” en Irak no han dado de sí
más que esto: si puedes sobrevivir al ataque de la única
superpotencia mundial podrás emitir tu voto. Los faluyanos van a
votar, maldita sea, aunque para ello tengan que morir primero.
Y
no te equivoques: ahora son los faluyanos quienes se hallan bajo el
punto de mira. “El enemigo tiene rostro. Se llama Satán. Vive en
Faluya”, declaró a la BBC el teniente coronel de los marines Gareth
Barndtl. Bien, al menos éste reconoció que algunos de los
combatientes efectivamente viven en Faluya, a diferencia de Donald
Rumsfeld, quien pretende hacernos creer que todos provienen de Siria y
de Jordania. Y dado que los vehículos militares norteamericanos están
lanzando a todo volumen consignas grabadas prohibiendo a los varones
de entre 15 y 50 años abandonar la ciudad, cabe suponer que,
efectivamente, hay al menos unos cuantos irakíes entre eso que la CNN
sumisamente describe ahora como las “fuerzas anti-irakíes”.
Las
elecciones en Irak nunca iban a ser pacíficas, pero tampoco tenían
por qué ser una guerra total contra los votantes. La campaña
“Misiles para el Voto” del señor Allawi es la consecuencia
directa de una desastrosa decisión adoptada hace un año. El 11 de
noviembre del 2003, Paul Bremer, a la sazón representante máximo de
los USA en Irak, voló a Washington para reunirse con George Bush. A
ambos hombres les preocupaba el hecho de que si mantenían su promesa
de celebrar elecciones en Irak en los meses siguientes el país caería
en manos de fuerzas no lo suficientemente afectas a los USA.
Tal
circunstancia anularía el propósito de la invasión y amenazaría
las posibilidades de reelección del presidente Bush. En aquella reunión
se incubó un plan revisado: las elecciones se retrasarían más de un
año y mientras tanto Washington elegiría el primer gobierno
“soberano” de Irak. El plan permitiría al señor Bush alegar
avances en su campaña electoral y mantener a Irak firmemente sujeto
bajo control estadounidense.
En
los USA la afirmación de Bush de que “la libertad está en
camino” cumplió su objetivo, pero en Irak el plan condujo
directamente a la carnicería que estamos contemplando estos días.
Al
señor Bush le gusta presentar a las fuerzas opuestas a la presencia
estadounidense en Irak como enemigos de la democracia. En realidad, el
origen de gran parte de la insurgencia puede rastrearse directamente
hasta decisiones tomadas en Washington para ahogar, reprimir,
retrasar, manipular y en general abortar las aspiraciones democráticas
del pueblo irakí.
Sí.
La democracia cuenta con auténticos opositores en Irak, pero antes de
que George Bush y Paul Bremen decidieran romper su promesa central de
transferir el poder a un gobierno irakí electo estas fuerzas estaban
aisladas y contenidas. Eso cambió cuando el señor Bremen regresó a
Bagdad y trató de convencer a los irakíes de que todavía no estaban
preparados para la democracia.
El
señor Bremen arguyó que el país era demasiado inseguro para
celebrar elecciones y que, además, no había censo electoral. Pocos
le creyeron. En enero del 2004 100.000 irakíes tomaron pacíficamente
las calles de Bagdad y otros 30.000 se manifestaron en Basora. Su
slogan era: “¡Sí a las elecciones! ¡No a las selecciones!”.
Entonces muchos decían que Irak sí era lo bastante seguro para
celebrar elecciones y recordaban que se podían utilizar la listas del
programa petróleo por comida de la época de Sadam como censo
electoral. Pero el señor Bremen no transigió un ápice y la ONU
–escandalosa y ominosamente— lo respaldó.
En
un artículo publicado en The Wall Street Journal , Hussain al-Shahristani,
presidente del comité permanente de la Academia Nacional Irakí de
Ciencias (que pasó diez años encerrado en las cárceles de Sadam)
vaticinó con precisión lo que sucedería a continuación. “Antes o
después se celebrarán elecciones en Irak”, escribió. “Cuanto
antes se celebren y se instaure un Irak genuinamente democrático,
menos vidas irakíes y estadounidenses se perderán”.
Diez
meses y millares de cadáveres irakíes y estadounidenses más tarde,
se prevé celebrar elecciones con parte del país sometido a una nueva
invasión y con la mayor parte del resto del territorio bajo la ley
marcial. Con respecto al censo electoral, el gobierno de Allawi está
planeando utilizar las listas del programa petróleo por alimentos,
exactamente como se le propuso hacerlo –y rechazó— un año antes.
Así
pues, resulta que todas las excusas eran mentira: si es posible
celebrar elecciones hoy, ciertamente se habrían podido celebrar hace
un año, cuando la situación del país era infinitamente más
tranquila. Pero eso habría impedido a Washington instalar un gobierno
títere en Irak y probablemente habría impedido a George Bush obtener
un segundo mandato.
En
esas circunstancias, ¿nos puede sorprender que los irakíes sean escépticos
con respecto a la modalidad de democracia que les están inflingiendo
las tropas estadounidenses, o que las elecciones sean vistas no como
instrumento de liberación sino como un arma de guerra?
Primero,
las elecciones prometidas a Irak fueron sacrificadas en el interés de
las expectativas de reelección de George Bush; luego, el propio
asedio de Faluya quedó groseramente vinculado a esos mismos intereses
electorales. Los aviones de guerra estadounidenses no esperaron ni
siquiera una hora después de que Bush concluyera su discurso de
aceptación para comenzar a descargar bombas sobre Faluya. Durante el
día y la noche siguiente la ciudad fue bombardeada al menos seis
veces. Con las elecciones felizmente concluidas en los USA, Faluya podía
ser destruida en el nombre de sus propias futuras elecciones.
En
otra demostración de su compromiso con la libertad, el primer
objetivo de los soldados estadounidenses en Faluya consistió en
cercar el principal hospital de la ciudad. ¿Por qué? Aparentemente
porque desde allí habían partido los “rumores” acerca del alto número
de bajas civiles la última vez que las tropas estadounidenses
asediaron Faluya, desatando la indignación en Irak y en todo el mundo
árabe. “Es un centro de propaganda”, declaró al New York Times
un alto oficial estadounidense anónimo. Sin médicos para contar los
muertos el escándalo podría haber quedado silenciado de no ser
porque, naturalmente, los ataques contra hospitales han desencadenado
a su vez una ola de indignación que socava aún más la legitimidad
de las próximas elecciones.
Según
el New York Times, el hospital general de Faluya fue tomado con
facilidad, pues ni los médicos ni los enfermos opusieron resistencia.
Se produjo, sin embargo, un herido: “Un soldado irakí que resultó
alcanzado accidentalmente en la pierna por disparos de su propio
kalahsnikov”. Yo diría que eso significa que el hombre se disparó
a sí mismo en el pie. No es el único.
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