Conferencia
internacional de Sharm el Sheij (Egipto)
Arenas movedizas en
Iraq
Por Jesús A. Núñez
Villaverde (*)
Radio Nederland,
26/11/04
El aparente brillo de
la reciente conferencia internacional sobre Iraq, celebrada en la
localidad turística de Sharm el Sheij (Egipto), no es suficiente para
ocultar los negros nubarrones que presagian tiempos difíciles en un
país sumido en la violencia. Varios actores, con el gobierno
provisional iraquí y las autoridades estadounidenses a la cabeza,
pugnan por convencer al resto de los gobiernos de la zona y a los
grupos políticos iraquíes de la imperiosa necesidad de que
finalmente puedan desarrollarse los comicios electorales, ahora
previstos para el próximo 30 de enero. Sin embargo, todos los que se
mueven en el entorno iraquí pisan arenas tan movedizas que ni
siquiera ese objetivo puede darse actualmente por garantizado.
En esencia, el encuentro en Egipto no puede considerarse más que una
actualización de compromisos anteriores, muchos de ellos no
cumplidos, como el que afecta a los fondos que originariamente
(Madrid, Oct-2003) se iban a movilizar para facilitar la reconstrucción
iraquí. Los asistentes han parecido mucho más interesados en
complacer a Estados Unidos, adaptándose a la situación derivada de
la reciente victoria electoral de George W. Bush, que en implicarse
realmente en una crisis para la que no se adivina un final positivo a
corto plazo. Así cabe entender la decisión adoptada días atrás,
revalidada en la reunión egipcia, por parte de Francia, Alemania y
Rusia, entre otros, de condonar hasta el 80% de la deuda externa iraquí.
Si bien no se ha llegado al 90% inicialmente planteado por Washington,
es evidente que esta decisión se basa fundamentalmente en la convicción
de que, de todas maneras, eran unas deudas de muy improbable cobro y
de que, en el acelerado proceso por recomponer las relaciones con el líder
mundial indiscutible, éste podía ser un gesto "barato",
pero útil con vistas al futuro.
En el ámbito político,
o más claramente electoral, la intención declarada del encuentro era
confirmar el acuerdo por ajustarse a la fecha que conviene tanto al
gobierno iraquí como, sobre todo, a la administración
estadounidense. Por una parte, nada se ha dicho sobre una posible
fecha de retirada de las fuerzas extranjeras, ahora oficialmente
invitadas por Bagdad. Cabe recordar que ni siquiera en el caso de que
todo el proceso previsto se logre llevar a efecto- elecciones,
conformación de un nuevo gobierno y de una asamblea constituyente,
elaboración de una carta constitucional, referéndum y nuevas
elecciones- puede suponerse que se producirá una retirada
significativa de las fuerzas militares foráneas antes de 2006. Más
bien al contrario, una vez que se ha tomado conciencia de que el
volumen actual de tropas no es suficiente para la esta fase de ocupación
(ya no de invasión) y gestión de la compleja situación que vive el
país, lo que puede preverse es, como mínimo, el mantenimiento de los
efectivos actuales, y, como más probable, un incremento de su número,
acompañado de un esfuerzo adicional para crear fuerzas propiamente
iraquíes, que estén en condiciones de sustituir a las
anglo-estadounidenses en las labores más ingratas y expuestas.
Teniendo en cuenta el escasísimo rendimiento que hasta ahora han
tenido las fuerzas armadas iraquíes (incluyendo las actuales
operaciones contra Faluya y otras ciudades del triángulo sunní)
y el también escaso entusiasmo de otros posibles aliados
internacionales para enviar sus tropas para colaborar en la creación
de un entorno de seguridad que permita la celebración de los
comicios, es más fácil pensar que Washington tendrá que seguir
manteniendo su presencia durante bastante tiempo.
Por otra parte, la
situación interna ni mejora en el terreno de la seguridad ni tampoco
en el de la recuperación económica. Mientras que en este último los
planes de reconstrucción siguen ralentizados (en tanto que los
oleoductos siguen siendo objetivos principales de los violentos), en
el de la seguridad la violencia no hace más que multiplicarse (con más
de 150 actos violentos al día). La situación parece acercarse a un
punto de bloqueo difícil de superar. Estados Unidos persevera en su
idea de mantener una fuerte presencia militar en Iraq, interesado en
que se constituya un gobierno con cierta legitimidad ganada en las
urnas con el que acordar las condiciones para garantizar su presencia
en el país a largo plazo. No cabe descartar que esas nuevas
autoridades sean chiíes, en la medida en que acepten las reglas básicas
de un juego en el que pueden reservarse el poder interno (a ser
posible con Ayad Alaui a la cabeza), siempre que no cuestionen los
intereses estadounidenses en la región.
Esos mismos chiíes
están a la búsqueda de una plataforma electoral que integre a líderes
radicales como Muqtada Al Sader bajo la autoridad suprema de Ali Al
Sistani. No parece probable que estos dirigentes soporten un nuevo
retraso electoral, impacientes como están por convertirse en los
principales actores políticos de Iraq. Los sunníes, por su parte,
han decidido romper la coalición gubernamental (el Partido Islámico
ha abandonado el gabinete de Ayad Alaui) y apostar por una actitud crítica
con la presencia estadounidense, e incluso violenta, a través de las
milicias que todavía controlan. Mientras tanto, parece deshacerse en
esas mismas arenas movedizas la posibilidad de constituir una gran
plataforma electoral que, idealmente según los planes de Washington,
debería integrar a los dos principales partidos kurdos, con los chiíes
laicos y los apoyos del propio Alaui, para dar como resultado final la
proclamación como futuro primer ministro del mismo Alaui.
Si Washington decide
incrementar su perfil violento exacerbará a los violentos, haciendo más
improbable que pueda haber elecciones en un clima de mínima
tranquilidad. Si reduce su apuesta militar, envalentonará a quienes
creen que por la fuerza pueden lograr lo que no conseguirían por las
urnas. Si se retrasan las elecciones es previsible que se incrementen
no sólo las críticas sino también las acciones violentas promovidas
por algunos líderes chiíes. Si se celebran, en las circunstancias
que se adivinan a corto plazo en el horizonte, puede ocurrir que no
sea posible organizarlas en el triángulo sunní y que la
fragmentación actual (de los 195 partidos que han solicitado su
inclusión en los comicios, han sido admitidos finalmente 122) derive
en unos resultados que no resulten aceptables para los planificadores
de esta desventura que ha ido cambiando de objetivos al mismo ritmo
que se han ido desmontando las mentiras en las que estaba basada (con
los kurdos obligados a aceptar un liderazgo chií que adivinan problemático,
y con los sunníes tratando de explotar su imagen de marginados y víctimas
principales de la ocupación). Tal vez el símil de las arenas
movedizas se quede corto ante la visión de un escenario que apunta,
cada vez más, hacia un terremoto de imprevisibles consecuencias.
(*) Jesús A. Núñez
Villaverde – Director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y
Acción Humanitaria (IECAH, Madrid).
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