Más
soldados, más problemas
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 03/12/04
Washington.
El anuncio de que Estados Unidos aumentará de 138.000 a 150.000 los
soldados desplegados en Iraq puso fin a la sensación de triunfo de
las fuerzas de ocupación, tras recuperar el control de Faluya, el
principal bastión rebelde sunita.
Aunque
el gobierno de George W. Bush intentó esta semana presentar la decisión
como una simple medida para mantener controlados a los rebeldes y
fortalecer la seguridad en vísperas de las elecciones del 30 de
enero, la mayoría de los analistas la consideraron un reconocimiento
de que la campaña contrainsurgente no anda bien.
Esa
conclusión fue anticipada en cierta medida el día antes del anuncio
del miércoles sobre el envío de 1.500 soldados adicionales a Iraq y
la extensión de la permanencia de otros 10.000, cuando el Pentágono
(Departamento de Defensa) confirmó que 134 militares estadounidenses
murieron en Iraq en noviembre.
El
mes pasado se convirtió así en el más fatal desde la invasión de
marzo de 2003, junto con abril de este año, cuando el mismo número
de soldados murieron combatiendo rebeldes sunitas y chiitas en la
capital, Bagdad, y en el sur.
El
aumento de la tropa estadounidense marca así, al menos en un plano
simbólico, un revés para la estrategia a largo plazo de la "iraquificación"
u otorgamiento a las fuerzas iraquíes de más responsabilidad en el
mantenimiento del orden y el freno a la insurrección sunita.
"Temo
que esto signifique una 'reamericanización'... de nuestra estrategia
en Iraq", manifestó el coronel retirado Ralph Hallenback, que
participó de la ocupación en 2003, al diario The Washington Post.
El
anuncio del nuevo despliegue también provocó un "se los
advertimos" de muchos críticos, quienes desde un comienzo
afirmaron que los líderes civiles del Pentágono estaban totalmente
equivocados al esperar una victoria militar con menos fuerzas, más
poder de fuego y más velocidad.
"Debimos
enviar más (soldados) desde el principio", señaló el senador
Chuck Hagel, del gobernante Partido Republicano, quien visitó Bagdad
esta semana con una delegación de legisladores.
Hagel,
como otros veteranos de la guerra de Vietnam (1960-1975), observó que
cuando Washington compromete tropas en el extranjero debe hacerlo con
una fuerza abrumadora y una "estrategia de salida" clara,
elemento clave de lo que pasó a conocerse como "doctrina Powell",
en referencia al saliente secretario de Estado (canciller) y ex
presidente del Estado Mayor Conjunto, Colin Powell.
Para
los veteranos, una de las lecciones más importantes de la debacle de
Indochina fue la de evitar situaciones que conduzcan a una guerra de
guerrillas, en cuyo caso la única salida es el despliegue de más
fuerzas.
"Aumentar
la tropa en este punto es lo opuesto de lo que altos funcionarios del
Pentágono esperaban cuando empezó la guerra, en marzo de 2003",
señaló Thomas Ricks, corresponsal militar del Washington Post.
"Ahora,
nos enfrentamos al simple hecho de que la insurgencia está
aumentando", escribió Joseph Galloway, otro corresponsal
militar, en Knight Ridder Newspapers.
Galloway
se burló de un comandante militar que afirmó que la campaña de
Faluya "rompió la espina dorsal de la insurgencia", y señaló
que los rebeldes perpetran hasta 150 ataques por día, 10 veces más
que hace un año.
El
aumento de la tropa es también otro golpe para la credibilidad del
gobierno sobre la conducción de la guerra, en particular porque los líderes
civiles insistieron desde el principio en que "las botas en el
terreno" eran suficientes, y además ridiculizaron a oficiales
activos y retirados que antes de la invasión habían advertido públicamente
sobre la necesidad de más soldados.
La
escala de la guerra en Iraq "hace creer a los estadounidenses que
fueron engañados o que las cosas son peores de lo que se les
dijo", dijo a la prensa el senador demócrata Joseph Biden, quien
se encuentra de visita en Iraq con Hagel.
Pero
la peor parte se la lleva la tropa. A muchos soldados que
originalmente debían cumplir una misión máxima de 12 meses se les
ha comunicado extensiones de dos meses como mínimo.
Algunas
unidades que debían volver a casa en octubre ahora tendrán que
esperar hasta marzo de 2004.
Estas
extensiones "pueden causar problemas relacionados con la moral y
la retención" de los miembros de las fuerzas armadas, señaló
The New York Times.
La
Guardia Nacional advirtió la semana pasada que la cantidad de
postulantes el último otoño boreal estuvo 30 por ciento debajo de
sus objetivos.
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