El fracaso del
Imperio
Editorial de Monthly
Review, enero 2005
Traducción para
CSCAweb de Natalia Litvina
Estados Unidos se
enfrenta a la perspectiva de una derrota total en Iraq, lo cual
supondría un serio revés en la actual campaña de expansión del
imperio americano. Tras la afilada propaganda de guerra mostrada en el
"victorioso" ataque sobre Faluya se encuentra la realidad de
la máquina de guerra de EEUU, en lucha inútil contra una frente de
guerrillas que no hace sino crecer, y que deja escasas posibilidades
de lograr una solución política estable al conflicto que pueda
entroncar con los objetivos imperiales de EEUU. Sin embargo, la clase
gobernante estadounidense, si bien permanece alerta al peligro, está
convencida de que no le queda otro camino que "mantener el
rumbo"; un eslógan adoptado por los dos principales partidos de
EEUU, y aceptado por la práctica totalidad de los estamentos político,
económico, militar y mediático. La principal razón para esta
obcecación, aparentemente irracional, de insistir a toda costa sólo
se puede entender a través de un análisis de la lógica y límites
del modelo de imperio capitalista.
La lógica del
imperialismo
El capitalismo es por
su propia naturaleza un sistema de expansión global destinado a la
acumulación a nivel mundial. Desde sus inicios en los siglos XV y XVI
se ha configurado como una economía mundial con una división
internacional de tareas establecida a través de los gobiernos de
Estados-Nación competidores entre sí. La disección de este sistema
global nos muestra una estructura de desigualdad descrita de varias
formas: centro-periferia, metrópolis-satélites,
desarrollados-subdesarrollados, Norte-Sur; todo ello describe la
enorme distancia entre los Estados del centro y los de la periferia
del sistema. Desde el principio, los principales Estados capitalistas
iniciaron un movimiento expansivo, imperialista. Las sociedades
precapitalistas de América, África y Asia fueron saqueadas, su
población sometida, y el producto del pillaje enviado a Europa. En
donde fue posible, las sociedades no capitalistas fueron destruidas y
transformadas en colonias dependientes. Mientras tanto, las grandes
potencias se enfrentaban entre sí por los territorios y sus despojos.
Como Marx cita en "La génesis del capitalismo industrial" (El
capital, vol 1):
"El
descubrimiento de oro y plata en América, el desarraigo, esclavitud y
sepultamiento en minas de la población indígena del continente, el
inicio de la conquista y saqueo de India, y la conversión de África
en un espacio reservado para la captura comercial de esclavos negros,
son hechos que caracterizan el nacimiento de la era de la producción
capitalista. Estos idílicos procedimientos fueron los momentos
estelares de acumulación original. Siguiendo en sus trece, el
siguiente paso fue la guerra comercial entre las naciones europeas,
tomando todo el globo como campo de batalla. Comienza con la rebelión
de los Países Bajos frente a España, asume dimensiones gigantescas
en la lucha anti-jacobina de Inglaterra, y continúa bajo la forma de
las Guerras del Opio contra China, etc."
Al final de las
guerras napoleónicas, Gran Bretaña, quien lideraba la revolución
industrial, emergía como la potencia hegemónica de la economía
capitalista mundial. En este periodo, las potencias europeas se
reparten el mundo, ejerciendo un gobierno político directo sobre sus
colonias, o si esto no era posible, creando condiciones para la
subordinación de Estados periféricos a las necesidades de los del
centro, a través de tratados no equitativos. La más importante
posesión colonial de Gran Bretaña, la joya de su imperio, era la
India. Pero Gran Bretaña también ejercía un control económico
paralelo en territorios que no constituían colonias formales, como
algunas zonas de Latinoamérica. La riqueza extraída de estos
dominios coloniales afluía a las arcas de las naciones capitalistas
del centro, enriqueciéndolas y apuntalando su poder. La hegemonía
británica sobre la economía mundial decayó frente a los crecientes
desafíos de principios del siglo XX, particularmente el representado
por Alemania, y terminó colapsándose a consecuencia de la I y II
guerras mundiales, para acabar siendo reemplazada al final de la II
G.M por la hegemonía estadounidense, momento en el que EEUU alcanzó
predominancia en el sistema capitalista mundial
En la
posguerra inmediata los EEUU eran, en términos marcados por la pura fuerza
material de la que disponían, la nación más poderosa que el mundo
había conocido. Representaba aproximadamente la mitad de la producción
mundial, y el 60% de su industria, y tenía el monopolio de las armas
nucleares. En lugar del antiguo patrón del oro, los acuerdos de
Bretton Woods caracterizaron al dólar estadounidense como la
principal unidad económica mundial, cosa que fue respaldada por el
acuerdo de Washington, en virtud del cual se cambiaron los dólares de
los principales bancos extranjeros por oro. Las bases militares
estadounidenses dieron apoyo a las corporaciones multinacionales de
EEUU repartidas por todo el mundo, posibilitando que éstas se
hicieran con el control absoluto de algunas economías del Tercer
Mundo, aunque todo ello bajo el pretexto del llamado "libre
comercio"; el poderío militar de EEUU entraba en juego donde
fuese necesario.
Sin embargo, en
ciertos aspectos el poder de EEUU se veía constreñido. La existencia
de la Unión Soviética, que surgió de una revolución socialista
durante la primera guerra mundial, venía a decir que existía otra
superpotencia militar, que si bien no era tan poderosa como los EEUU,
desde luego podía limitar las acciones éstos, manteniendo algunas áreas
fuera de la expansión imperialista, y ofreciendo apoyo material a las
revoluciones del Tercer Mundo. Mas aún, la verdadera amenaza al
capitalismo en su conjunto y al dominio global de EEUU, no vino de la
URSS directamente, si no de las oleadas revolucionarias que a lo largo
del s. XX protagonizaron los pueblos de Latinoamérica, África y
Asia, destinadas a liberarse del colonialismo o el neocolonialismo, en
especial del papel al que habían sido relegados en la división
imperialista del trabajo y la producción. Al mismo tiempo que rodeaba
a la URSS y a China con alianzas y bases militares, EEUU intentaba
impulsar contrarrevoluciones en todo el Tercer Mundo, encontrándose
así con los limites globales de su poder.
Vietnam y los límites
del Imperio
En ninguna otra parte
como en la guerra de Vietnam se han visto tan definidos los límites
del imperio de EEUU. En aquella guerra los EEUU retomaron lo que había
sido una guerra colonial de Francia, bloquearon unas elecciones
ocupando el país según los acuerdos de Ginebra de 1954, y dividieron
Vietnam en dos, creando un régimen títere en el sur. En los 60, se
produjo una llegada masiva de tropas de EEUU en lo que se convirtió
en la invasión y ocupación del sur de Vietnam. Incapaz de ganar una
guerra de guerrillas, a pesar de emplear dos veces más capacidad
explosiva que la empleada en toda la segunda guerra mundial, y a pesar
de los millones de vietnamitas muertos, asumiendo su incapacidad para
"levantar una nación" en Vietnam del sur, donde buscaba
instalar un régimen corrupto de creación propia, los EEUU fueron
obligados por el creciente disenso de su propia opinión pública y
por la incipiente rebelión entre el escalafón mas bajo de sus
propias filas, a retirarse de la zona, bajo el pretexto de la "vietnamización"
de la guerra.
Las turbulencias en
la balanza de pagos de EEUU durante este periodo contribuyeron a que
disminuyera la hegemonía del dólar estadounidense como moneda
global, y supuso el fin del patrón dólar-oro. Décadas después de
su retirada de Vietnam, la capacidad de intervención militar de EEUU
se vio afectada por lo que los expertos llaman el "síndrome de
Vietnam", que se basa en la falta de voluntad de la población
estadounidense para comprometerse en intervenciones militares de
cierta envergadura en el extranjero.
La guerra en Vietnam,
como otras guerras imperiales, reveló la lógica y límites del
imperio capitalista. A menudo se dice que los EEUU no tenían
intereses económicos significativos en Vietnam que justificaran una
mayor intervención allí. Niall Ferguson, profesor de historia económica
en la Universidad de Nueva York y miembro honorario de la Institución
Hoover declara en su reciente libro , Coloso: el precio del imperio
americano que "Los EEUU perdieron prestigio y credibilidad
[en Vietnam]. Ese fue el motivo por el que todo lo demás también se
perdió". Esta óptica intenta reforzar la idea de que ya que los
EEUU no tenían nada material que perder en Vietnam, no debería haber
otra razón de su permanencia allí que la promoción de la libertad y
la democracia. En realidad los objetivos de EEUU en Vietnam eran el
mantenimiento del imperialismo como sistema. En su mas amplio sentido,
esto comprende objetivos que se han agrupado tradicionalmente bajo
el epígrafe de "geopolíticos"- por los cuales se sitúan
los requerimientos económicos, políticos y militares del imperio en
un contexto estratégico que toma en cuenta los recursos geográficos,
demográficos y naturales de determinadas regiones. Tal comprensión geopolítica
de la expansión imperial y la defensa de su rumbo está,
por supuesto, completamente de acuerdo con la necesidad de una expansión
lo mas grande posible de la economía capitalista mundial.
La guerra de Vietnam
ilustra a la perfección la importancia de tales objetivos geoestratégicos.
La intervención de EEUU tenía como objetivo el control de la costa
del Pacífico, y con ello rodear y "contener" a China, como
parte integrada en una estrategia general de dominación de los
"bordes" de Eurasia: Europa Occidental, la costa del Pacífico
y el Medio Oriente. Las principales alianzas militares de EEUU se
realizaron en estos territorios, y a ellos destinaron la mayoría de
sus recursos, para establecer y mantener una presencia militar.
Representaban de hecho las fronteras del sistema imperialista, en el
cual los Estados Unidos eran el poder hegemónico, por lo que hablamos
de las fronteras ampliamente construidas por el imperio
norteamericano. (1)
Desde este punto de
vista, el enorme compromiso de los EEUU para asegurar Vietnam como
parte de su esfera imperial un compromiso mantenido por cinco
sucesivos presidentes de ambos partidos - no resultaba tan irracional,
sino que formaba parte de una estrategia global. Para la clase
dominante de EEUU, sus estrategas y sus militares, la derrota en
Vietnam se recuerda como un fracaso mayúsculo a la hora de defender
sus intereses. Durante los 70, la economía mundial entró en un
estancamiento o crisis a largo plazo, que continúa arrastrando a cada
paso. En el mismo periodo la economía de EEUU sufre un retroceso.
Esta retirada parcial del escenario mundial tras Vietnam, mientras que
reducía sus intervenciones militares a pesar de los crecientes
movimientos revolucionarios en el Tercer Mundo, es a menudo
interpretada, por parte de las élites civiles y militares de EEUU,
como una fuente de enfermedad o debilidad generalizada que afectaba
directamente a su propio orden mundial.
El retorno a la
guerra
Desde finales de los
70 Washington ha intentado reconstruir su capacidad de intervenir en
guerras imperiales. Las guerras encubiertas en Afganistán y América
Central fueron seguidas inmediatamente por el ejercicio directo del
imperialismo americano en Líbano, Granada y Panamá. Con la caída de
la Unión Soviética y la desaparición de la misma dos años después,
los EEUU rápidamente ocuparon su nicho de poder, desarrollando
intervenciones militares en Oriente Medio, en el cuerno de África, en
la antigua Yugoslavia... que previamente hubieran resultado
impensables. Siguiendo a los ataques de septiembre de 2001, la invasión
y expansión de EEUU en Afganistán e Iraq, sumada a la construcción
de bases militares en la antiguas repúblicas Soviéticas de Asia
central, conforman una vasta extensión del imperio americano en estas
regiones, antes inaccesibles. Tal expansión se ve posibilitada
parcialmente por las ganancias económicas aunque su naturaleza es
transitoria- que EEUU obtuvo en los 90 frente a sus principales
competidores económicos. Esta condición dio suficiente confianza a
los halcones "antiterroristas" de la administración de
George W. Bush como para explotar el miedo provocado por los ataques
del 11-S, lanzando la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) en
septiembre de 2002. En ella se declaraba que los EEUU harían todo lo
que estuviera en su mano para prevenir la aparición de un competidor
militar y no dudaría en iniciar una intervención bélica
"preventiva" en función de sus intereses de seguridad
nacional. Esto no era otra cosa que una declaración de guerra
permanente, que dejaba claro el deseo de EEUU de blandir su poder
militar para expandir a lo grande su imperio y con ello fortalecer su
posición geopolítica. Nunca antes en la historia del mundo moderno
había lanzado nación alguna semejante estrategia de largo alcance en
pos de una dominación indefinida.
En la consideración
histórica oficial sobre la guerra de Vietnam se produjo cierto
cambio, y esto allanó el camino para las nuevas ambiciones imperiales
de EEUU. Las interpretaciones conservadoras sobre la guerra (de
Vietnam, N.de T.) que proponían líderes militares y
comentaristas de derechas que al principio apenas fueron tomadas en
serio en el debate público- pasaron a tener más influencia y ser mas
relevantes al mismo tiempo que el recuerdo de la guerra desaparecía.
En el nuevo clima creado por el deseo de hacer "permanecer en
alto a América", la derrota de Vietnam fue cada vez más
relegada a la categoría clásica propagandística de "traición",
que en esta ocasión fue atribuida a la deslealtad de los medios y a
extremistas entre la población civil (2).
El peso de esta
reinterpretación se centra en el momento del giro de la guerra en la
ofensiva vietnamita del Tet de 1968. El Tet, se decía ahora, había
sido una vibrante victoria militar para los EEUU y las fuerzas armadas
de Vietnam del Sur, quienes diezmaron a sus atacantes del Frente de
Liberación Nacional. Ocurre que en una "traición" de
primer orden, según dicen, los medios de comunicación y una minoría
de disidentes frente a la guerra convirtieron en una derrota lo que
había sido una victoria, y esto provocó que Johnson arrojara a
toalla.
En efecto: la opinión del "stablishment" adoptó el
veredicto sobre la guerra ofrecido anteriormente por el general
William Westmoreland, comandante de las fuerzas de EEUU en Vietnam,
quien escribió en su libro Informes de un soldado (1976) que
la ofensiva del Tet fue " una aplastante derrota militar del
enemigo, en cualquier término... Desafortunadamente el enemigo
consiguió en EEUU la victoria psicológica que no pudo alcanzar en
Vietnam, influyendo así sobre el presidente Johnson y sus consejeros
civiles, quienes ignoraban la máxima por la cual cuando el enemigo te
está hiriendo no se debe disminuir la presión, si no
incrementarla". Para Westmoreland, hablando de la guerra de
Indochina como un todo, "una falta de determinación para
mantener el rumbo.... demostró en Camboya, Vietnam del Sur y Laos que
la alternativa a la victoria era la derrota".
Las referencias sobre
el fracaso de EEUU para "mantener el rumbo" se convirtieron
en tema mayor en los análisis conservadores de la guerra. Esta frase
se empleó incluso en la propia guerra. Por ejemplo, el presidente
Johnson la utilizó en 1967 para comunicar su determinación de
continuar la guerra. En otra situación, Townsend Hopes, el
subsecretario de la Fuerza Aérea, había presentado al secretario de
Estado Clark Clifford en 1968 una estrategia para "mantener el
rumbo en una serie de años muy dañinos", concentrándose
simplemente en el control de las áreas pobladas. Pero la frase alcanzó
mayor importancia posteriormente como eslogan de los halcones para
explicar la derrota. Esto ocurrió cuando el destacado periodista
Stewart Alsop subrayó en su libro La permanencia de lo ejecutado
(1973), que Winston Churchill había declarado en su presencia :
"América es un país grande y fuerte, como un caballo de tiro
que arrastra sin flaqueza ni desesperación al resto del mundo. ¿Pero
podrá mantener el rumbo?" . Los halcones de Vietnam, como el
senador Henry M. Jackson citaban el comentario de Churchill en todo
momento, insistiendo en que los EEUU habían fracasado a la hora de
mantener el rumbo en Vietnam, y que tal error no debería cometerse de
nuevo (3).
Tanta fuerza ha
adquirido esta interpretación militar y de derechas de la guerra de
Vietnam, que ahora resulta ineludible encontrar en la actual guerra de
Iraq. Así el presidente George W. Bush declaraba con respecto a Iraq
en abril del 2004 que "Tenemos que mantener el rumbo y
mantendremos el rumbo", mientras que su oponente electoral el
senador John Kerry recordaba que los EEUU deben "mantener el
rumbo" en Iraq, añadiendo que "los americanos discrepan
sobre si se debería ir o cómo se ha ido a la guerra en Iraq. Pero
resultaría ahora impensable para nosotros retirarnos atropelladamente
de allí, dejando atrás una sociedad profundamente enfrentada y
dominada por radicales" (Robert Scheer, No mantenga el rumbo
Senador, salon.com, 28 de abril de 2004; Evan thomas, La cuestión
de Vietnam, MSNBC.com, 19 de abril de 2004)
El camino al desastre
en Iraq
Esta insistencia en
mantener el rumbo a veces se ve reducida a una mera voluntad de parar
el derramamiento de sangre. De acuerdo con Max Boot, miembro histórico
del prestigioso Consejo de Relaciones Exteriores en su Los salvajes
años de paz (un título tomado del poema de Kipling La tarea
del hombre blanco): "Toda nación comprometida en un gobierno
imperial sufrirá algún revés. El ejército británico, en el curso
de las pequeñas guerras libradas para la reina Victoria, sufrió
importantes derrotas con miles de bajas en la primera guerra afgana
(1842) y en las guerras zulúes (1879). Esto no debilitó la
determinación británica de defender y expandir el imperio; al
contrario, se abrió el apetito de venganza. Si los americanos no
pueden adoptar semejante mentalidad "ansiosa de sangre" ,
entonces no tienen nada que hacer frente a la gestión de un
imperio."
Pero la adopción de
tal mentalidad "ansiosa de sangre" algo de lo que Washington
no carece hoy día- no salvará a los EEUU en Iraq. A pesar de la tan
cacareada "victoria" en Faluya donde el nivel de destrucción
desatada contra una ciudad de un país ya ocupado, probablemente no
tenga parangón en la historia contemporánea- los planificadores de
la guerra trabajan constantemente para encontrar un modo de prevenir
una derrota que no deja de parecer cada vez más inevitable. La última
diagnosis relevante sobre la guerra de Iraq la ha lanzado Anthony H.
Cordesman, experimentado consejero de seguridad nacional para el
departamento de Defensa, especializado en cuestiones de energía y
Oriente Medio, y que ya supervisara la guerra del Yom Kippur para el
departamento de Defensa en 1974. Cordesman es ahora colaborador de
Alreigh A. Burke en asuntos de estrategia para el Centro de Estudios
Estratégicos e Internacional de Washington, y analista de seguridad
nacional para ABC News. En su informe Maniobrando en el rumbo: una
estrategia para reformar la política de EEUU en Iraq y Oriente Medio (Cuarta
edición, 22 de noviembre de 2004, csis.org). Cordesman opina que los
EEUU no deberían "mantener el rumbo" si no resulta una
estrategia pragmática que él denomina "operar en el
rumbo": "Los Estados Unidos se enfrentan a demasiado odio y
resentimiento por parte de los iraquíes como para intentar mantener
su postura frente a la posibilidad de un fracaso evidente, y alcanzar
ahora cualquier acuerdo satisfactorio en términos políticos
aceptables por los iraquíes implica que los EEUU deberían retirarse
en gran medida de Iraq a lo largo de los dos próximos años".
Mas aún: dado el nivel de fracaso alcanzado, la posibilidad de una
derrota militar en Iraq ha de ser considerada. " Las excepciones
de los últimos éxitos militares de EEUU en Iraq" afirma,
"pueden ser los mejores resultados que consiga nunca, o podrían
ser mejorados. Los EEUU pueden ganar casi con toda seguridad cualquier
batalla, pero no está nada claro si pueden ganar la guerra política
y económica".
Cordesman cree que
los EEUU sólo pueden evitar una derrota clara -y su consiguiente pérdida
de prestigio- en Iraq renunciando a sus objetivos imperialistas. Como
ya declaró en una entrevista para el Consejo de Relaciones Exteriores
a finales de Noviembre : "Nunca dijimos a los iraquíes que no
tomaríamos su petróleo, que no les robaríamos su economía, que no
estableceríamos bases militares, que nos marcharíamos de allí
cuando un gobierno electo iraquí nos lo pidiera. Nunca dijimos que
cualquier gobierno electo nos fuera a parecer adecuado." Como
describe en Manteniendo el rumbo: los EEUU deberían abandonar
"claramente" los siguientes objetivos: 1) Utilizar Iraq
"como una herramienta o palanca para transformar la región";
2) Utilizar Iraq como "una base militar de EEUU"; 3)
Interferir en la "independencia de Iraq en todo aspecto
relacionado con su política, economía y sobre todo, su petróleo";
y 4) Promover una "transparencia total" en las relaciones de
EEUU con la economía iraquí. Los acuerdos de EEUU, insiste, deben
incluir el compromiso explícito de retirarse de la llamada Zona Verde
de Bagdad, que no puede ser mantenida como un cuartel imperial en un
Iraq supuestamente independiente.
Los EEUU, advierte
Cordesman, deberían limitar sus objetivos a la creación de un
gobierno estable, apoyado por una fuerza militar iraquí adecuada;
aunque el nuevo régimen político resulte tan sólo ligeramente mejor
que el de Saddam Hussein y se muestre abiertamente opuesto a EEUU. Si
Washington consigue un "éxito" en este aspecto, asegura,
puede considerarlo oficialmente una "victoria" y salir del
país en el curso de dos años con el mínimo daño sobre su
credibilidad como poder imperial. Sin embargo, en caso de que fracasen
en su intento de posibilitar una solución política estable o un
adecuado ejército iraquí en el periodo previsto cosa que parece
estar ocurriendo- los EEUU precisarán hacer nuevos planes ante la
posibilidad de una derrota clara. "Incluso una 'victoria' en Iraq"
nos dicen, "será muy relativa, y la derrota" que puede
darse en formas innumerables, vista la manera en que los Iraquíes se
muestran fuera de control, "obligará a EEUU a reforzar su posición
en toda la región".
Para Cordesman,
resulta más importante reemplazar a las fuerzas de EEUU por efectivos
iraquíes que la consolidación de un régimen estable. "La 'iraquización'
" escribe, "debe ser muy calculada, o Iraq será un espejo
del fracaso de la 'Vietnamización' en Vietnam: las victorias
militares de la Coalición serían cada vez más irrelevantes".
Tras un detallado informe sobre las fuerzas iraquíes y su
entrenamiento concluye que: "las fuerzas de seguridad y militares
iraquíes ahora mismo son muy débiles para asegurar nada, y muy
probablemente esto se mantenga así hasta bien entrado 2005... Los
EEUU sólo pueden 'maniobrar en el rumbo' de forma efectiva si
acuerdan con el Gobierno Interino de Iraq que se superen los
aproximadamente 28.000 efectivos (iraquíes) en el ejército y el número
global de 40-55.000 hombres que los EEUU considera "mínimo"
para el conjunto de fuerzas militares, para militares y la Guardia
Nacional".
La verdad es que la
presencia de 150.000 soldados estadounidenses en Iraq, lo cual ha
limitado seriamente el número general de efectivos disponibles de
EEUU, no ha sido suficiente, ni siquiera con el apoyo de tropas británicas,
para enderezar el país. "Los EEUU ya han asumido que pueden
ganar virtualmente cualquier confrontación militar directa, pero que
no pueden dar seguridad al país...Como en Vietnam, si el gobierno
interino iraquí no puede ganar la batalla política, las victorias en
el campo militar son irrelevantes". Considerando el caos político
en Iraq y la dificultad de posibilitar una solución política, o
incluso de evitar el estallido de una guerra civil, Cordesman cree que
los EEUU necesitan concentrarse en cómo resituarse en Oriente Medio
en caso de derrota: desatar una campaña de contrainsurgencia es una
posibilidad; los EEUU no deberían permanecer en Iraq si éste se
hunde en la guerra civil. Nadie puede garantizar el éxito en Iraq; ni
que Iraq se suma en la guerra civil, o se una bajo un liderazgo, o se
divida bajo criterios confesionales y étnicos... una cosa es
participar en este juego, y otra muy distinta intentar bregar con la
derrota reforzando las condiciones de fracaso o "doblando la
apuesta". Si para 2006 se hace meridianamente claro que los EEUU
no pueden ganar con su actual nivel de esfuerzo, y /o si la situación
se deteriora hasta el punto de que no exista ni gobierno interino ni
fuerzas armadas irquíes que apoyar, entonces el juego se acabará. Ya
no será el momento de replegarse, si no de correr.
Cordesman asegura que
si los Estados Unidos se vieran obligados "a correr", también
deberían ofrecer ciertas seguridades a los gobiernos de los
"Estados amigos del Golfo y otros aliados árabes". Esto sería
para prevenir una expansión de la Yihad islámica en Afganistán,
tras posibles declaraciones islamistas sobre la "victoria"
en Iraq. Al mismo tiempo los EEUU deberían evitar que Irán
interviniera en Iraq. Los EEUU recibirían mas presión que nunca en
relación al problema palestino israelí. Finalmente, se deberían
planificar alternativas para afrontar la amenaza que podría sufrir la
posición estratégica de EEUU respecto al petróleo de Oriente Medio,
requiriéndose que los EEUU no se retiren de la zona , sino que
aumenten su implicación en ella en general.
En Maniobrando en
el Rumbo, se deja bien claro de que el mayor interés de los
Estados Unidos en Iraq, así como en todo Oriente Medio, es el petróleo.
Los continuados ataques de la resistencia iraquí sobre los oleoductos
han limitado el flujo de petróleo desde Iraq, dañando así uno de
los principales objetivos de EEUU, y posibilitando su fracaso general.
En el caso de una derrota clara y una retirada de EEUU de Iraq, la
situación el torno al petróleo sería aún más crítica. Según
Cordesman "Los EEUU pueden y deben encontrar sustitutos del petróleo,
pero esto llevará décadas. Mientras eso ocurre, los EEUU y la economía
global irán dependiendo cada vez más de las importaciones de energía,
particularmente de las del Golfo". De acuerdo con las
estimaciones desarrolladas en la Previsión Internacional de la Energía
de 2004, documento elaborado por la Agencia de Información sobre
Energía (AIE) de los EEUU, se espera que a finales de 2025 tan sólo
los países industrializados incrementen en 11,5 millones de barriles
diarios sus importaciones adicionales desde la OPEC, que ya en 2001
estaban datadas en 16.1 millones, siendo el Golfo pérsico quien
facilite más de la mitad de esa cantidad. Se espera que EEUU doble su
importación desde el Golfo. Al mismo tiempo, se espera que aumente
dramáticamente la demanda de crudo de China y otros países en
crecimiento. La importancia estratégica del petróleo para la economía
mundial crecerá en proporción.
Para poder afrontar
esta demanda de producción adicional, la AIE estima que se deberían
invertir mas allá de 1,5 trillones de dólares en Oriente Medio,
entre 2003 y 2030. El mayor potencial activo, destinado a largo plazo,
para las inversiones dedicadas al aumento de la producción de crudo,
se dará en Iraq, ya que numerosos analistas e instituciones (por
ejemplo el Instituto Baker, el Centro para el Estudio de la Energía
Global, la Federación de Científicos Americanos) creen que, además
de sus reservas confirmadas y estimadas en 115 billones de barriles de
crudo, en el 90% del territorio inexplorado de Iraq podría haber una
reserva de 100 billones o más. (Estimaciones provenientes de otras
agencias, como el Servicio de Vigilancia Geológica de EEUU, son menos
optimistas, estimando una media de 45 millones).
De acuerdo con
Cordesman, el principal "problema práctico" que presenta el
Golfo Pérsico a la economía mundial es la enorme inversión que se
necesita para el crecimiento de la producción de crudo en Oriente
Medio, lo cual es preciso para asegurar un suministro adecuado al
consumo futuro. No sólo hay que posibilitar estas investigaciones;
también hay que protegerlas. En este aspecto, a los EEUU no les va a
resultar tan fácil dejar Iraq o abstenerse de incrementar su
participación en Oriente Medio en caso de verse obligados a abandonar
el país.
En relación a la
mayoría de análisis que son formulados en los círculos de la
seguridad nacional de los EEUU, el Maniobrando en el rumbo de
Cordesman , a nuestro juicio, está imbuido de un fuerte realismo.
Resulta por ello
razonable preguntarse si los poderes que gobiernan los EEUU seguirán
sus recomendaciones, comenzando por renunciar a todos los objetivos
imperiales en Iraq. Creemos que esto no va a ocurrir. La frase en boga
sigue siendo "mantener el rumbo". El 30 de marzo de 2004,
James Schlesinger, antiguo Secretario de Defensa con Nixon y Ford, y
Thomas Pickering, antiguo embajador en Rusia y subsecretario de
asuntos políticos con Clinton (ambos copresidieron la comisión del
Consejo de Relaciones Exteriores que elaboró el informe Iraq: un año
después), elaboraron un editorial conjunto en el diario Los
Angeles Times, en el que defendían que Iraq debería permanecer
"por encima de la política" y que los EEUU deberían
"mantener el rumbo". Las razones exhibidas incluían la
prevención de la influencia de Irán sobre Iraq, garantizando así
"una estabilidad a largo plazo en la producción y suministro de
crudo"; el bloqueo del posible surgimiento de un nuevo poder en
Iraq, opuesto a los EEUU; y evitar la percepción de una derrota
americana, que serviría para desestabilizar el poder de EEUU y sus
intereses en Oriente Medio y a nivel global. Resumiendo, habían de
ser mantenidos a toda costa los objetivos imperiales por los que los
EEUU intervinieron en la región.
Nada de lo podemos
observar en Washington en la actualidad sugiere que esta visión
dominante vaya a ser modificada. Aunque entre la élite de la jerarquía
social está bien arraigada la certeza de que EEUU afrontará una
serie de desastres si se dedica sólo a disparar, dejar de hacerlo se
percibe como una garantía de un desastre mayor: la confesión de una
derrota que disminuirá la capacidad de EEUU para hacer nuevas guerras
a su voluntad en el Tercer Mundo, y por tanto la capacidad del empleo
de la fuerza bruta para promover sus designios imperiales. Por otra
parte, aún resta la cuestión del petróleo iraquí y su control. Así,
según la óptica de la clase dominante, incluso un fracaso a la hora
de establecer un régimen político estable y una fuerza armada para
defenderlo, no significa necesariamente que los EEUU abandonen el
lugar. Thomas Friedman, columnista de opinión en el New York Times, y
cuyos puntos de vista se pueden tomar habitualmente como un buen barómetro
de la opinión del "stablishment", concluye el 18 de
noviembre de 2004 un informe sobre Iraq con esta declaración:
"Sin un entorno adecuado que facilite la elección y actividad de
un nuevo liderazgo, Iraq nunca podrá andar sin ayuda, y las tropas de
EEUU siempre estarán allí". La idea que se desprende de aquí
es que la ocupación de los EEUU continuará indefinidamente en caso
de que no se consiguiera el objetivo de una situación política
estable adecuada a los EEUU. Dadas las enormes reservas petrolíferas
de Iraq, Washington podría estimar conveniente pagar no importa que
coste si al final existe una recompensa que lo justifique.
Si esta lectura de la determinación del liderazgo de EEUU para
mantener el rumbo es correcta, parece ser el imperialismo en Iraq va
seguir recibiendo golpes, si es que éstos no incrementan su
intensidad cada vez mas. La presencia continuada de tropas de EEUU
significará que el ejército norteamericano seguirá cobrándose su
cuota de sangre (que ya ha descendido al nivel de la tortura sistemática
y de la reintroducción del napalm, prohibido por las NNUU desde
1980), y la oposición iraquí a los "libertadores"
americanos sólo podrá aumentar. Mientras, cualquier gobierno iraquí
que resulte elegido bajo estas circunstancias deberá elegir entre
oponerse a la ocupación de EEUU o perderá toda legimitidad ante la
sociedad iraquí. Puede que la invasión y ocupación de Iraq por EEUU
esté generando las condiciones para una guerra civil, encendiendo la
mecha del polvorín de Oriente Medio. Para hacernos una idea de la
seriedad de esta situación, sólo hemos de mirar como el ejército
israelí arma y entrena a las milicias kurdas, con el objetivo de
lanzarlas luego, en caso de necesidad, contra las fuerzas sunníes y
chiíes de Iraq. La posesión por parte de Israel de cientos de armas
nucleares recuerda en todo momento la amenaza que supone la "opción
Sansón", en caso de que éste gobierno o su ocupación de
Palestina se sientan amenazados. (4)
Sería temerario
aventurarnos en mayores especulaciones. Pero no hay duda que al
invadir Iraq, los EEUU han abierto las puertas del infierno, no sólo
para los iraquíes y para todo Oriente Medio, sino para su propio
dominio imperialista. Aún se han de ver las consecuencias reales del
fracaso de EEUU en Iraq, y a ello podremos asistir en los meses y años
venideros.
Notas:
1.
Michael Klare, "The New Geopolitics," John Bellamy Foster y
Robert W. McChesney, ed., Pox Americana (New York: Monthly Review
Press, 2004), 5156.
2.
Para un análisis de esta nueva historia militar/conservadora de la
guerra ver Robert Buzanco, Masters of War: Military Dissent and
Politics in the Vietnam Era (Cambridge University Press, 1996).
3.
The Pentagon Papers, vol. 4 (Gravel edición, Boston: Beacon
Press), 668; Noam Chomsky, "Prefacio" en Peter Limqueco y
Peter Weiss, ed.; Prevent the Crime of Silence: Reports from the
Sessions of the International War Crimes Tribunal founded by Bertrand
Russell (London: Penguin, 1971), 19 ; Dorothy Fosdick, ed., Staying
the Course: Henry M. Jackson and National Security (Seattle:
University of Washington Press, 1987), 190.
4.
Seymour M. Hersh, Chain of Command: The Road from 9/11 to Abu
Ghraib (New York: HarperCollins, 2004), 35660, y The Samson
Option: Israel's Nuclear Arsenal and American Foreign Policy (New
York: Random House, 1991).
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