Los iraquíes que huyeron de la ciudad sunita no
retornarán; ya no tienen hogar
Acusan a soldados de EEUU de robo a heridos
Por
Robert Fisk
The Independent, 12/01/05
Traducción para La Jornada, México, de Gabriela
Fonseca
Bagdad. Viven debajo de viejas
tiendas de campaña que el viento levanta, en el estacionamiento de la
mezquita de Mustafá. Su cocina, que es una carpa de lona, se
encuentra junto a un charco de aguas negras, pero los refugiados de
Fallujah no regresarán a casa.
En primer lugar, porque muchos ya no tienen casa
a la cual regresar. Segundo, porque -apoyados por clérigos locales-
tienen una lista de demandas que exige el retiro de todos los soldados
estadounidenses de la ciudad, y que los habitantes de Fallujah sean
los encargados de la seguridad.
También quieren enormes compensaciones, y que
les sean devueltos dinero y artículos de valor a quienes acaban de
visitar Fallujah y acusan a las tropas de haberles robado. Los
refugiados, definitivamente, no votarán en las elecciones del 30 de
enero.
Acuclillado en el suelo, entre los muros de
concreto de su oficina, con túnica negra al tiempo que come su
almuerzo de pollo con arroz, el jeque Hussein -quien me rogó no
identificarlo con su apellido- insiste en que su gente no está en
contra de las elecciones.
"No rechazamos estos comicios nada más
porque sí", dice. "Los rechazamos porque son el 'pilar' de
la ocupación. Son el vehículo para que los estadounidenses puedan
estar seguros de que (el primer ministro Iyad) Allawi se queda en el
gobierno. Y nosotros quedemos bajo su ocupación".
Un académico barbado y de anteojos sentado al
lado del jeque, el doctor Abdul Kader, del Departamento de Ciencias
Islámicas de la Universidad de Bagdad, recuerda con mucha seriedad a
los civiles muertos en Fallujah. "Hay cientos", señala.
"Encontramos cadáveres en las casas y tumbas en los jardines de
los hogares".
Los familiares más cercanos del jeque vivían en
Fallujah. Su mezquita sunita se encuentra en el campamento de
refugiados en Bagdad, que aloja a 925 de los 200 mil refugiados de
Fallujah. Afirma que en dos ocasiones ha ido a las casas de sus
familiares en dicha ciudad y ofrece un perturbador recuento de lo que
encontró.
"La primera vez que fui -dice-, después de
que los estadounidenses ocuparon la ciudad, nuestra casa estaba en
pie. Había sobrevivido. Todo lo que estaba adentro, camas, muebles y
alfombras, estaba a salvo. Cuando regresé una semana después, todo
estaba destruido. Muchas otras casas estaban en las mismas
condiciones. Sobrevivieron intactas los combates entre estadounidenses
y la resistencia, pero fueron destruidas después. ¿Por qué? Quienes
se quedaron en Fallujah dicen que los soldados arrojaban granadas
dentro de las casas porque, según ellos, estaban haciendo una película
o algo así".
Las historias de estadounidenses robando en
ciudades iraquíes no son nuevas. Amnistía Internacional ha citado
numerosos incidentes en que tropas invasoras sustrajeron dinero de
hogares o de ropas de hombres arrestados. Washington ha reconocido un
caso de pillaje a gran escala cometido por un joven oficial en el sur
de Bagdad, en 2003. Pero aseguraron que el joven había sido retirado
de Irak y sería "muy difícil" rastrearlo.
Las historias de robos en Fallujah, sin embargo,
sólo empeoran la sensación de los refugiados de que han sido víctimas
de una injusticia, sino que también contribuyen a que sean demasiados
entusiastas al solicitar demandas de compensación.
"Nos contentaremos con una cifra de entre 5
mil y 10 mil millones de dólares", señala el jeque Hussein.
"Esto será por la destrucción de Fallujah, por el derramamiento
de sangre y el asesinato de inocentes. Los estadounidenses comenzaron
matando a los nativos de su país y siguen matando a toda la gente a
la que ven como inferior a ellos".
Todos en la habitación, incluyendo un estudiante
de ciencias de la computación de Fallujah, quien ha escuchado en
silencio absoluto, asienten vigorosamente.
Oportunidad desaprovechada
"Un día -continúa el jeque- fui detenido y
llevado a una base estadounidense, donde fui interrogado por la CIA, y
me dijeron: 'Usted es un hombre religioso y queremos que nos
aconseje'. Yo respondí: 'Lo que les quiero decir es que no entren a
las ciudades porque la gente está esperando una oportunidad para
atacarlos. Los harán sufrir de distintas maneras. Desplieguen a sus
tropas en los desiertos, lejos de los disparos de la resistencia,
claro que eso es mucha distancia'".
Agregó: "Han sido muy pero muy estúpidos.
No aprovecharon la oportunidad que se les presentó para irse. Se
quedaron para obligarnos a celebrar elecciones para poder salir una
vez que dejaran a sus agentes en el poder. Le digo esto: las tropas
estadounidenses deberán retirarse pronto, pues de otro modo se
arriesgan a encontrarse prisioneros en la trampa de Irak.
"¿Sabe? Ustedes los occidentales se ríen
de nosotros los orientales, especialmente cuando decimos 'Si Alá lo
quiere'. Pero el Profeta, la paz sea con él, una vez dijo que los
iraquíes serían azotados por la hambruna, que no tendrían en sus
manos ni un solo dirham (céntimo), ni un grano de arroz siquiera, y
esto ocurrió durante el embargo económico de los años 90.
"Luego Estados Unidos llegó aquí después
del 9 de abril de 2003, con todo su poder y sus soldados, orgulloso de
haberse librado de Saddam Hussein. Pero ahora la moral de los soldados
se está pudriendo día a día. Tienen problemas sicológicos. Mi
consejo para ellos es que se vayan. O se van o serán obligados a
marcharse".
Los combates continúan cada noche en Fallujah
pese a que los estadounidenses han proclamado su victoria y afirman
haber logrado "romper la columna vertebral" de la
insurgencia. Como dice el jeque, no sin sentido del humor, "los
estadounidenses circulan por las calles durante el día, de las 6 de
la mañana a las 18 horas, pero no se mueven cuando la muqawama
(resistencia) impone su propio toque de queda entre las 18 horas y las
seis de la mañana".
Afuera del estacionamiento, las tiendas de campaña
se agitan por el viento y los refugiados se forman en fila para tomar
sopa de un caldero de un metro de profundidad, lleno de caldo amarillo
cubierto de nata. Hay también costales de dátiles que se han roto y
derraman su contenido.
Es Fallujah en miniatura. Veinte maestros de la
ciudad tienen una escuela donde estudian 120 niños. Los médicos ven
a los pacientes en el hogar privado del jeque. Un bisabuelo del
campamento dice que no puede volver a su ciudad mientras los
estadounidenses siguen ahí. Cuando le pregunto si va a votar, se ríe
de mí.
"Los estadounidenses deben salir de Fallujah",
dice el jeque. "Han hecho demasiado daño como para que los
aceptemos".
Sugiero que los problemas de Fallujah empezaron
justo después de la caída de Bagdad, en 2003. El doctor Abdul Kader
me reprende. "Comenzó antes de eso", dice. "El pueblo
de Fallujah sufrió bajo el régimen de Saddam y liberó a su propia
ciudad. No lo hicieron para vivir bajo ocupación".
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