Como serán las
elecciones bajo ocupación militar
Votar por un Irak
fragmentado y en guerra
Por
Robert Fisk desde Bagdad
The
Independent
Reproducido por
Rodelu.net, 16/01/05
El domingo 30 de
enero será la fecha en que el mito y la realidad se juntarán con lo
que –me temo– será literalmente una explosión. El día mágico
en que se supone que Irak se transformará en una democracia será
indudablemente bienvenido como otro mojón de la aventura
norteamericana y, sospecho, como otro “gran día para Irak” por
Tony Blair. El, por supuesto, no va a tener que ser volado en los
lugares de votación o destrozado en el camino a casa. Los “mártires
de la democracia”, como estoy seguro que serán llamados los
muertos, serán los iraquíes que hayan decidido acudir a una elección
físicamente tan peligrosa que los observadores internacionales van a
estar “observándolas” en Amman, capital de Jordania.
El verdadero problema
con estas elecciones, sin embargo, no es tanto la violencia que tendrá
lugar antes, durante y, se lo aseguro, después del 30 de enero. La
mayor amenaza a la democracia es que con cuatro provincias que abarcan
alrededor de la mitad de un Irak en estado de insurgencia y muchas de
sus localidades bajo control rebelde, estas elecciones van a ensanchar
las diferencias entre sunnitas, chiítas y kurdos de un modo en que ni
siquiera Saddam Hussein podría haberlo hecho. Si los sunnitas no
votan –excepto por aquellos que viven en Estados Unidos, Siria u
otros destinos exóticos–, la comunidad chiíta, tal vez un 60 por
ciento de la población, conquistará un abrumador número de bancas
en la Asamblea Nacional Transicional.
En otras palabras,
los chiítas, que no están combatiendo la ocupación estadounidense
de Irak, estarán votando bajo los auspicios norteamericanos mientras
los sunnitas, que sí están combatiendo, rehusarán participar en lo
que los insurgentes ya han calificado como una elección falsa. Los
cuatro millones de kurdos van a votar, pero cualquiera sea la cantidad
de bancas que ganen, no abandonarán su situación de casi
independencia luego de las elecciones. Así, los peligros de guerra
civil –tan anunciados por los norteamericanos y los británicos–
pueden aumentar en lugar de disminuir gracias a este ejercicio, tan
promovido, de democracia. De hecho, Irak es una sociedad tribal –no
religiosa– y la verdadera guerra, que algunos en Occidente pueden
querer que se transforme en civil, seguirá entre los insurgentes
sunnitas y los militares estadounidenses.
No obstante, nadie
puede subestimar la importancia del asesinato la semana pasada de
Mohmud al-Madaen, junto a su hijo y a cuatro guardaespaldas, en Salman
Pak, al sur de Bagdad. Al-Madaen era el representante personal local
del ayatola Alí al-Sistani, el principal clérigo chiíta de Irak. El
mismo día, Hamid al-Moaqaq, otro de los asesores del ayatola Al-Sistani,
fue encontrado “ahogado en su propia sangre”, de acuerdo a un
portavoz, en Najaf. El ayatola ha dado su bendición a una elección
que, al menos teóricamente, dará a los chiítas poder por primera
vez luego de ser marginados y aplastados por los otomanos, los británicos,
los reyes y luego por los dictadores sunnitas de Irak.
Los chiítas han sido
instruidos repetidamente por sus líderes para que no se venguen por
estos ataques, y se han comportado con una notable moderación.
Incluso cuando Mohamed Baqr al-Hakim, líder del Consejo Supremo por
la Revolución Islámica de Irak, fue volado por un coche-bomba el año
pasado, no hubo un solo acto de venganza por parte de los chiítas.
Sin embargo entenderán la amenaza emitida por Osama bin Laden en el
sentido de que la participación en las elecciones es un acto de
apostasía porque la constitución iraquí “es una constitución
Jahaliyya que ha sido hecha por el hombre”. Esto, que significa
literalmente “ignorante”, alude a los árabes de los tiempos
preislámicos, que vivían en “ignorancia” de Dios antes del
advenimiento del Profeta. De algo podemos estar seguros: los iraquíes
que vayan a votar serán hombres y mujeres de coraje. Si son
inteligentes, es otro tema.
Sin embargo, e
incluso si los chiítas conquistan la tajada más grande del
Parlamento de 275 bancas, la guerra seguirá y los sunnitas no tendrán
nada que perder al apoyarla. Además, la elección es tan compleja que
los partidos y las coaliciones que se presentan –en total, 7471
candidatos para las 275 bancas– serán elegidos por representación
proporcional. Cualquier candidato que reciba 1/275avo del voto obtendrá
una banca. Un partido con el 20 por ciento de los votos obtendrá el
20 por ciento de los votos, con sus 55 candidatos más votados
accediendo al Parlamento. La labor del Parlamento es proponer una
Constitución que posteriormente será sujeta a un referéndum, otra
compulsa peligrosa que se supone ocurrirá el 30 de octubre y luego
–espérenlo– nuevas elecciones el 15 de diciembre para elegir un
nuevo gobierno.
Este cronograma
divinamente optimista ha sido programado por los norteamericanos y los
iraquíes dentro de la Zona Verde, la fortaleza dentro del centro de
Bagdad de la que pocos salen para visitar las cloacas y suburbios
desprovistos de electricidad que se encuentran más allá de sus
puertas. Desde luego, con todos esos observadores sorbiendo sus gin-tonics
en Amman, no hay modo de asegurar que los números de la votación no
sean falsificados. Que el grupo electoral encabezado por el actual
primer ministro “interino” y ex agente de la CIA Iyad Allawi haya
sido atrapado entregando billetes de 100 dólares en sobres comunes a
periodistas iraquíes la semana pasada no sugiere que las elecciones
vayan a estar libres de corrupción. Los norteamericanos y británicos
harán gran fanfarria, por supuesto, de los miles de iraquíes que
voten en el exterior así como de la concurrencia en las ciudades chiítas
y en el norte kurdo. Se nos dirá repetidas veces que el pueblo iraquí
ha expresado sus deseos democráticos, que la libertad realmente ha
llegado a Irak, que los terroristas no pudieron derrotar la marcha de
la democracia, etcétera.
Todo muy bueno. Pero
sin el voto sunnita el Parlamento será tan irrepresentativo de la
nación como aquellas gloriosas elecciones de ayer. Y hay otro motivo
de preocupación: si bien la insurgencia sigue, la cantidad de ataques
suicidas ha caído notablemente en los últimos días. Yo me pregunto
por qué. ¿Se han acabado los voluntarios? ¿O los escuadrones de
suicidas están siendo reservados en preparación para el gran día?.
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