Murieron 15 soldados británicos en las
elecciones, pero para Blair todo fue "un éxito"
El voto de los iraquíes fue para liberarse de la
ocupación de EU
Entre el verdadero Irak y el de fantasía de
Washington y Londres hay una "distancia cósmica"
Por
Robert Fisk
The Independent, 31/01/05
Traducción de Jorge Anaya para La Jornada, México
Bagdad, 31 de enero. El viento azotó Bagdad este
lunes, arrancando carteles electorales de los muros, enviando
remolinos en miniatura entre las cortinas de las tiendas de la calle
Rashid y dando nuevo sentido a capuchas y pasamontañas que llevan los
policías en la plaza Tahrir.
Tahrir -independencia- es una palabra por la que
muchos votaron el domingo; no por la "democracia", como
quieren los medios occidentales, sino por la libertad: para ser libres
de hablar, de votar; para librarse de los estadunidenses, que también
estaban aquí este lunes, conduciendo sus Humvees por el distrito de
Karada, volando en círculos sobre la ciudad en sus Apaches y sus
pequeños helicópteros rastreadores Sioux, semejantes a abejas.
Tendremos que esperar días enteros los
resultados de la elección. Un vocero de la Alianza Nacional Iraquí (ANI),
partido musulmán chiíta, declaró al New York Times que los
estadunidenses y británicos dicen que su partido obtuvo probablemente
50 por ciento de los votos -¡la república chiíta ha alcanzado la
mayoría de edad!-, y no se habla de otra cosa en Bagdad cuando la
gente escucha la noticia en árabe o en sus propias estaciones del
Golfo.
Pero ¿cómo podrían los estadunidenses saber
que la ANI ha ganado más de la mitad de los votos? Al final de la
calle Jumhuriya, policías vestidos de civil, de pie en la caja de una
camioneta pick-up, algunos con la cabeza cubierta, nos apuntan con sus
rifles.
Es mediodía; se supone que todavía estamos en
el toque de queda. Las casas están tapiadas, las tiendas cerradas. Es
como si después de votar los chiítas esperaran el equivalente político
de un tsunami en castigo, en tanto los sunitas simplemente se toman su
tiempo.
El shish kebab iraquí, en el restaurante de
Bagdad que menos me agrada, sabe a cartón. No me extraña que mi
amigo Haidar diga que la única ocasión en que se come algo decente
en estos días es en los funerales: la carne más delicadamente
especiada, los vegetales más frescos, los pasteles más bellos, todos
servidos para honrar al mártir más reciente.
En la calle Nidhal encuentro un autobús de la
Haj que viene a la zaga de nuestro auto: es un gran camión negro con
una bandera iraquí en el frente y su destino, La Meca, escrito en
gruesa pintura negra en una manta. Demorados por el toque de queda
electoral, los peregrinos partían en su largo viaje hacia el sur, a
través de Najaf y Kerbala, Basora y Kuwait hacia Arabia Saudita, para
caminar en torno a la Kaaba y apedrear los pilares que en la imaginería
popular representan al diablo. En contra de esta insurgencia, de esta
elección y del eterno e irremediable optimismo de Bush y Blair, este
mucho más eterno ritual de fe musulmana y oración sigue adelante.
Mi agente de viajes libanés estaba en la Haj y
lo llamé desde Bagdad para cerciorarme de que hubiera llegado a salvo
a casa -los peregrinos tienen el inquietante hábito de morir
aplastados en las cercanías del "diablo"-; de pronto me di
cuenta de lo que debe ser para los iraquíes, prisioneros en su
patria, hacer una llamada al extranjero. Apenas unos días en la
claustrofobia de Bagdad y ya una llamada internacional es una bocanada
de oxígeno. Sí, me dice Ahmed, en Beirut hace frío, hay nieve en
las montañas, la señora de la limpieza cerró las ventanas y él
regresó sin novedad de la Haj. "Me acordé de usted cuando
apedreé al diablo", anuncia con alegría. Y allí, sentado con
mi almuerzo de cartón, me pregunto qué habrá querido decir.
En la televisión de mi cuarto la imagen da
brincos. El ex agente de la CIA y primer ministro
"interino", Iyad Allawi -quizá también próximo primer
ministro "interino"-, dice a los iraquíes que su voto del
domingo significa que "los terroristas han sido derrotados".
A ponerse los chalecos antibalas, digo para mí.
¿Por qué esta gente -los británicos hacían lo
mismo en Irlanda del Norte- invita nuevos ataques? Este es el mismo
Allawi que, desde la seguridad de su búnker en la Zona Verde, llamó
a su vulnerable pueblo a votar hace dos días.
Ocultan magnitud de la tragedia
Cada vez más sentimos esta distancia cósmica
entre el verdadero Irak y el de fantasía de Washington y Londres.
Observo a Blair hablar con nerviosismo, con un lenguaje corporal a la
defensiva y mirada mística, diciéndonos el estupendo éxito que ha
sido esta elección. Pero cuando calculo el momento de la grabación
original, concluyo que ya debía saber que el Hércules de la RAF se
estrelló, que 15 británicos murieron, y sin embargo escogió ocultar
a su pueblo la magnitud de la tragedia al dar su mensaje el domingo
por la noche. ¿Por qué sorprendernos, entonces, de que estadounidenses y británicos mantengan todavía en secreto el número
de iraquíes que perecen cada día?.
Dos veces esta mañana ha habido tremendas
explosiones en Bagdad. Escuché una balacera cerca de Ciudad Sadr.
Pero la radio iraquí no da ninguna explicación. A media mañana, dos
autos de la policía me rebasan, con las sirenas abiertas y rifles
Kalashnikov apuntando desde las ventanillas a los automovilistas; los
policías lanzan maldiciones a cuanta persona se atraviesa en su
camino. Una vez más, nadie sabe la razón. Ellos son el mundo real,
encapuchado e inidentificable. Polvo que se agita con rapidez.
Como el viento.
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