Después de la farsa
electoral
Es necesario relanzar
el movimiento mundial contra la guerra
Por Claudio Testa
Socialismo
o Barbarie, periódico, 17/02/05
El 30 de enero se
realizaron “elecciones” en Iraq para nominar una “Asamblea
Nacional” que redactará una “Constitución”. El registro (padrón)
electoral en Iraq es secreto y no lo conoce nadie, salvo EEUU. No había
observadores internacionales para verificar la limpieza de las
votaciones ni los hay para el recuento electoral. Los 192
“observadores” registrados estaban escondidos en hoteles de Bagdad
y allí siguen sin salir. Tampoco hay un órgano imparcial que pueda
dar fe de la limpieza de las elecciones ni del proceso posterior. A
los registros electorales secretos, hay que añadir que tanto las
listas de candidatos como los sitios de votación fueron también
secretos (estos últimos hasta momentos antes del comienzo de la
votación). Los ocupantes y su gobierno títere “estimularon” la
concurrencia las urnas anunciando medidas tales como privar de vales
de comida a quienes no votaran. Y hoy en Iraq, a consecuencia de la
guerra y la ocupación, el desempleo llega casi al 80% y la mayor
parte de la población vive de esos vales.
Pese a tan absolutas
arbitrariedades, los gobiernos de Occidente han proclamado como un
“triunfo de la democracia” las elecciones en Iraq, dando por
ciertas las cifras de participación anunciadas por el gobierno títere
impuesto por EEUU. Delegados de Naciones Unidas han reconocido que las
cifras dadas son meras apreciaciones, ya que nadie ha podido
verificarlas. Pues bien, aun dando por buena la cifra de que la
participación rondó el 60% del registro (o padrón) electoral, debe
recordarse que, según el propio “gobierno” iraquí, sólo se
inscribió el 60% de la población con derecho a voto, cifrada en 14
millones. De los 1,2 millones de iraquíes en el extranjero, votó el
94% de los inscritos, pero se registró solamente un 23%. Ciñéndonos
a tales cifras –que, repetimos, no son fiables al carecerse de un
censo electoral– habría votado, como mucho, un 40% de los iraquíes
en edad de hacerlo.
La desvergüenza de
Washington... y las complicidades en el resto del mundo
Estaba claro desde el
principio que las elecciones serían principalmente un show de
los medios de comunicación “globales” (estilo CNN). Un show
cuyo guión ya ha había sido previamente escrito en Washington. El
principal éxito del imperialismo yanqui con las elecciones no ha sido
logrado no en Iraq sino fuera de ese país.
Ante sectores importantes de la “opinión pública” –en
primer lugar de EEUU pero también, aunque en menor medida, de Europa
occidental– ha conseguido hacer pasar como real este show.
Pero en esto no sólo
ha pesado la desfachatez de los “medios de comunicación”
occidentales, aceitadas máquinas de mentir. También han jugado un
papel de primera magnitud los gobiernos al estilo de Francia, España
o Alemania, que en su momento habían aparecido ante la opinión pública
como “oponentes”, o por lo menos “críticos”, a la aventura
colonial de EEUU en Iraq. Ahora ellos, tan campantes, admiten como
genuina una farsa electoral cuyo objetivo es precisamente legitimar la
invasión y ocupación de Iraq que antes criticaron. Los mismos que en
ocasión del Referéndum revocatorio del año pasado en Venezuela pedían
casi un análisis de sangre de cada votante para reconocer su
legitimidad, ahora aprueban sin chistar esta tramoya escandalosa.
En este campeonato de
la infamia ocupan también un puesto privilegiado los gobiernos de la
Liga Árabe y también de países islámicos no árabes. Unos, porque
viven o sobreviven como perros falderos de EEUU, como son los casos de
Egipto, Jordania o Arabia Saudita. Otros, como el gobierno de Irán,
porque hacen los cálculos más mezquinos de sacar ventajas alentando,
junto con el imperialismo, que el pueblo iraquí se divida y se
enfrente por diferencias étnicas o de sectas religiosas.
Las bases internas
del show electoral
Las cosas cambian
dentro de las fronteras de Iraq. Allí, el éxito mediático del show
electoral tiene que confrontarse con la desagradable realidad de que
la resistencia armada contra el ocupante imperialista y sus títeres
locales viene en ascenso. Y, como se comprobó en Vietnam, una cosa es
ganar las guerras y las elecciones en los estudios de Hollywood o de
la CNN, y otra cosa es lograrlo sobre el terreno. Genocidios como el
de Falluya no hicieron retroceder a la resistencia, sino que han
multiplicado el legítimo odio del pueblo de Iraq.
Sin embargo, no se
puede subestimar que Bush pudo montar el show electoral
aprovechando problemas políticos y sociales no resueltos aún en la
lucha contra los invasores. Washington ha recurrido al viejo truco de
todos los colonizadores: alentar los odios y enfrentamientos por
diferencias étnicas y/o religiosas. Esto ya lo había hecho el
Imperio Británico cuando, después de la Primera Guerra Mundial de
1914-18, ocupó el actual Iraq, región que formaba parte del vencido
y desmembrado Imperio Turco. Ahora Bush repite un libreto parecido.
Como es sabido, en
Iraq existen etnias minoritarias, como los kurdos, ubicados
principalmente al norte de Iraq. Asimismo, no en el terreno étnico
sino religioso, existen dos ramas importantes del Islam: la sunnita y
la chiíta. La escisión entre estas dos principales corrientes del
Islam se consumó en el año 680, cuando precisamente en Karbala,
ciudad del sur de Iraq, fue muerto Hussein, nieto de Mahoma e hijo del
cuarto califa, Alí, yerno del Profeta. Considerado mártir de la fe,
el lugar donde murió Hussein es desde entonces un punto de
peregrinación internacional de los chiítas. Aunque minoritarios en
el Islam, los chiítas son mayoría en Iraq e Irán.
La propaganda
imperialista exagera absurdamente la importancia de estas filiaciones
étnicas y/o religiosas. De creer a los charlatanes que ofician de
“analistas internacionales” en la televisión y la prensa
burguesa, en Iraq la sociedad no está dividida en clases sociales
sino en tres tipos de seres humanos (igualmente bárbaros por ser
musulmanes): sunnitas, chiítas y kurdos, tradicionalmente dedicados a
matarse entre ellos (por lo cual necesitan la ocupación de tropas de
países civilizados, como EEUU y Gran Bretaña, para poner orden y
enseñarles a vivir en “paz” y “democracia”).
En verdad, la
sociedad iraquí, antes de la guerras y la posterior ocupación, era
probablemente la más secular y laica del mundo árabe, con un nivel
educativo y cultural superior al resto, y con una población
mayoritariamente urbana, compuesta en buena medida por trabajadores
asalariados y sectores de clase media moderna. En las ciudades eran
usuales los matrimonios mixtos. E incluso las grandes tribus a las que
todavía, sobre todo en las regiones más atrasadas, se adscribía
buena parte de la población, tenían ramas tanto de sunnitas como de
chiítas.
Sin embargo,
descartadas las exageraciones delirantes de la propaganda
imperialista, los problemas de diferencias sociales por cuestiones étnicas
y religiosas no estaban ni están saldados. Aquí se repitió la
conocida historia de otras sociedades que se desarrollaron bajo el
capitalismo conservando, combinadas, herencias de anteriores etapas
precapitalistas.
En Iraq, el destino
de la Revolución de 1958 fue determinante para que no se pudiesen
superar por completo las injusticias por filiaciones étnicas y
religiosas. Ese año, una gran insurrección de parte del ejército y
de los trabajadores y el pueblo de Bagdad acabó con la monarquía, títere
del Imperio Británico. En este proceso revolucionario jugó un papel
fundamental la joven clase trabajadora, organizada en poderosos
sindicatos, principalmente de obreros petroleros y ferroviarios.
Pero la revolución
iniciada en 1958 fue finalmente derrotada. En esa derrota tuvo un peso
decisivo la política del Partido Comunista de Iraq, que agrupaba a lo
mejor de la vanguardia obrera y a los sectores más radicalizados de
la juventud urbana. El PC siguió fielmente las órdenes de Moscú de
no alentar la toma del poder por la clase trabajadora, sino de
secundar a los oficiales “democráticos”, “progresistas” y
“nacionalistas” del ejército. Posteriormente, el PC apoyaría al
partido nacionalista burgués Ba’th (Partido Socialista del
Renacimiento Árabe), de cuyas filas saldría el sanguinario dictador
Saddam Hussein. El triste ciclo del PC iraquí se cierra ahora con su
participación en las elecciones y en el gobierno títere organizado
por EEUU (aunque otras fracciones escindidas del PC se han sumado a la
resistencia).
El hecho es que Iraq,
al no avanzar la Revolución de 1958 hacia el poder obrero y el
socialismo, terminó retrocediendo y perdiendo muchas de las
conquistas y progresos logrados inicialmente. Como en el resto del
mundo árabe e islámico, el nacionalismo burgués laico (disfrazado
aquí también de “socialista”) fracasó por completo.
Especialmente bajo la presidencia de Saddam Hussein (que asume
formalmente en 1979 pero que venía jugando un rol fundamental en el régimen
del Ba’th) la contrarrevolución se impone. Hussein es apadrinado
abiertamente por EEUU para iniciar una guerra criminal y fratricida
contra Irán.
Bajo el período de
Saddam, los problemas étnicos y religiosos se agravaron. El dictador
llevó adelante una política represiva contra kurdos y sectores del
chiísmo. Pero como en esos momentos Hussein era hijo dilecto de
Washington en la lucha contra el comunismo y la “revolución islámica”
de Irán, nadie dijo nada.
La no resolución de
problemas étnicos y/o “religiosos”, y sobre todo su agravamiento
bajo Hussein, han sido el flanco que dio cierto margen al imperialismo
para montar la farsa electoral del 30 de marzo.
Ascenso de la
resistencia y problemas políticos
Sin embargo, este “éxito”
imperialista se da en un contexto interno sumamente contradictorio. A
la distancia es difícil, por supuesto, hacer pronósticos precisos y
evaluar con exactitud las relaciones de fuerza. Pero un rápido
recuento de las contradicciones que siguen actuando después de las
elecciones sugiere que el “éxito” de estas elecciones truchas está
comprometido desde el comienzo. Señalemos sólo dos elementos en ese
sentido:
En primer lugar, como
ya señalamos, las elecciones se realizan en el contexto de un largo y
sostenido ascenso de las acciones de la resistencia. Crecen las bajas
tanto entre los mercenarios del ejercito y la policía del gobierno títere
como entre los soldados imperialistas. El verdadero número de bajas
de las tropas yanquis es mucho más alto que la cifra “oficial” de
muertos dada por el Pentágono. Con diversas artimañas que sería
largo describir (por ejemplo, sacar velozmente a los agonizantes fuera
de Iraq para que no figuren en las estadísticas, no difundir la
cuenta de los heridos e incapacitados en el combate, etc.), EEUU
intenta disimular un hecho gravísimo: que está siendo derrotado en
la guerra de guerrillas y que su ejército, tal como es hoy, es
incapaz de revertir esta situación por medios exclusivamente
militares.
La causa de este
desastre militar en desarrollo, que se trata de ocultar tras la
propaganda televisiva y de genocidios como el de Falluya, es muy
simple. El actual ejército de EEUU ha sido concebido y organizado
para librar guerras convencionales, donde pesa decisivamente la
tecnología. Pero no tiene ni el número ni la organización ni la
capacidad para luchar en una guerra de guerrillas. De los 150.000
soldados que tiene en Iraq, sólo algo más de 80.000 son operativos
en combate. Y ésa es una cifra insignificante para ocupar un país
como Iraq, con gran parte de la población sublevada.
En síntesis: el
imperialismo tiene suficiente poder militar como para aniquilar un país
como Iraq, pero es militarmente impotente para ocuparlo.
El imperialismo
yanqui, a consecuencia de la derrota de Vietnam, optó por suprimir el
servicio militar (para que no hubiese grandes movimientos contra sus
guerras) y tener un ejército mercenario relativamente reducido pero
con alta capacidad tecnológica. Pero eso no sirve para enfrentar una
guerra de guerrillas que se apoya en un levantamiento popular. Así,
se terminaron los jueguitos de tiro al blanco por computadora.
Estudios serios estiman que las bajas totales (muertos, heridos,
incapacitados, desertores, etc.) ya llegan al 20% de las tropas
verdaderamente comprometidas en combate.
En segundo lugar,
como dijimos, no hay cifras realmente confiables de concurrencia a las
urnas. Lo único que puede afirmarse con seguridad es que la abstención
fue prácticamente total en las áreas mayoritariamente sunnitas, a
pesar de la amenaza de retirar los vales de comida. En cambio, en las
áreas chiítas, un porcentaje no bien determinado fue a votar, por
influencia principalmente del sector del clero que responde al ayatolá
Alí al-Sistani. Sin embargo, eso no significa que en la intención de
esos votantes estuviese el apoyo a la ocupación.
En la comunidad chiíta
operan principalmente tres corrientes políticas desde la caída de
Saddam: una, minoritaria, de traidores colaboracionistas directos,
principalmente del Partido Da’wah. Otra, centrista, encabezada por
el ayatolá Alí al-Sistani (que tiene, al parecer, estrechas
relaciones con el régimen de Irán). La tercera, encabezada por
Muqtada al-Sadr, que desde el primer momento se opuso a la ocupación
yanqui e intermitentemente la ha combatido con sus milicias. Al-Sadr
llamó al boicot de las elecciones, pero no activamente para evitar
posiblemente un choque directo con al-Sistani.
Los chiítas que
fueron a votar, en número realmente desconocido, lo hicieron de la
mano de al-Sistani, no de los colaboradores directos del gobierno títere.
Pero estos votantes fueron llevados por al-Sistani con la artimaña de
hacerles creer que así acabaría la ocupación norteamericana. O sea
que la Asamblea constituyente trucha obligará a la retirada de las
tropas de ocupación.
Aquí hay una
contradicción potencialmente explosiva. Las elecciones,
objetivamente, significaban un legitimación de la guerra y la ocupación.
Pero, subjetivamente, la inmensa mayoría de los que fueron a votar lo
hicieron creyendo que así se irán los imperialistas.
Esto pone en un brete
a al-Sistani y a todos los sectores políticos que emplearon ese engaño.
Parte de la estafa han sido los clérigos chiítas de Irán afines a
al-Sistani. El clero gobernante en Irán quiere negociar un acuerdo de
contribuir a acabar con la resistencia a cambio de que EEUU lo deje
tranquilos. Pero el resultado ha sido lo opuesto. Después de las
elecciones iraquíes, EEUU se sintió más fuerte y redobló sus
presiones contra el régimen de Teherán.
El 19 de marzo, nueva
jornada mundial contra la ocupación de Iraq
En este contexto, hay
evidentemente una tarea que se impone en todo el mundo, pero
especialmente en los EEUU, Gran Bretaña y Europa. Es la de relanzar
el movimiento contra la guerra, ahora dirigido a exigir el retiro
inmediato e incondicional de todas las tropas imperialistas.
El 19 de marzo en
todo el mundo se realizará una jornada de movilización. Es
importante que este llamamiento sea tomado por todas las fuerzas
sociales y políticas que repudian y se oponen a la ocupación y a las
atrocidades imperialistas. Debemos unirnos para hacer oír en todo el
mundo este grito: ¡Fin de la ocupación! ¡Fuera de Iraq las
tropas imperialistas!
Fuentes:
Aaron
Glantz, Iranian Shadow Falls Over Baghdad, IPS, 16/02/05.
Anne
Alexander & Simon Assaf, Iraq: The rise of the resistance,
International Socialism Nº 105, January 2005.
Augusto Zamora, Elecciones prêt à porter, www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 06/02/05.
Anti–imperialist
Camp, Iraqi elections – Last remedy to deflagrate without effect,
11/02/05.
Carlos Varea, Tras las
elecciones, no perder el hilo, www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 06/02/05.
CSCAweb, Diario de la
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2005, 06/02/05 y 14/01/05.
Dahr Jamail, El que no
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Ediciones 2005, 06/02/05.
Dahr Jamail, Elecciones:
la única certeza es la violencia, www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 30/01/05.
IAR-Noticias, La primera
"elección secreta" de la historia, www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 30/01/05.
Mike Whitney, El plan de
Bush: provocar la guerra civil, www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 30/01/05.
The International Action Center, Queste sono state elezioni prive di
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Sabah El Mokhtar: "No
es una elección democrática", www.socialismo–o–barbarie.org,
sección Ediciones 2005, 23/01/05.
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