Afuera con lo viejo, adentro con lo nuevo
Las
elecciones iraquíes fueron diseñadas no para preservar la unidad de
Irak sino para reestablecer la unidad de Occidente.
Por
Tariq Ali
The
Guardian, Londres, 07/02/05
Traducción
de Julio Fernández Baraibar, NAC/POP
Los
EE.UU. a diferencia de la vieja Europa, siempre ha preferido ejercer
su hegemonía indirectamente. Ha sido depositada en relevos locales
–déspotas uniformados, oligarcas corruptos, políticos maleables,
monarcas obedientes- más que en largas ocupaciones. Ha sido sólo
cuando las rebeliones desde abajo han amenazado romper este orden que
los marines han sido despachados y las guerras peleadas.
Durante la Guerra Fría, el dinero fue
provisto indiscriminadamente a todas las fuerzas anticomunistas
(incluyendo al actual líder de al Qaeda); los destinatarios del siglo
XXI son ubicados más cuidadosamente. El objetivo es reemplazar
lentamente las tradicionales elites en las viejas satrapías con un
nuevo cultivo de políticos neoliberales que han sido entrenados y
educados en los EE.UU.
Esta
es la función primaria del dinero norteamericano asignado a la promoción
de la democracia.
La lealtad puede ser
adquirida de políticos, partidos y sindicatos obreros.Y el resultado,
se espera, es crear una nueva camada de políticos custodios que
sirven a Washington.
Esta
más reciente variante de promoción de la democracia ha sido
ahora aplicada en Afganistán e Irak, y lo será en Haití (otro país
ocupado) en noviembre. Crear una nueva elite, darle fondos y armamento
para construir un nuevo ejército y hacer el país seguro para las
corporaciones.
Las
elecciones afganas del 2004, aún de acuerdo con algunos comentaristas
pronorteamericanos, fueron una farsa y el muy meneado 73% de
participación fue un fraude. En Irak, los medios occidentales
estuvieron celebrando una participación del 60% a los pocos minutos
del cierre de los comicios, a pesar del hecho de que Irak carece de un
padrón completo de votantes, no hablemos ya de una red de mesas
electorales computarizadas.
Las
cifras oficiales, cuando aparecen, son probablemente revisadas hacia
atrás (de acuerdo a Debka, un website pro israelí, la participación
fue cercana al 40%).
La
alta participación fue ampliamente interpretada como un
repudio a la resistencia iraquí. Pero, ¿lo fue? Muchos de los
seguidores del Gran Ayatollah Ali al-Sistani votaron para complacerlo,
pero si no es capaz de imponer la paz y el fin de la ocupación, ellos
lo abandonarán.
La
única fuerza en Irak con que los ocupantes pueden contar son las
tribus kurdas. El 36° batallón comando kurdo luchó junto a EE.UU.
en Falluja, pero los jefes tribales quieren alguna forma de
independencia y algo de petróleo.
Si
Turquía, leal aliado de la OTAN y aspirante a la UE, veta alguna de
estas posibilidades, los kurdos también aceptarán dinero de
cualquier parte.
La
batalla por Irak está lejos de haber terminado. Sólo ha entrado en
un nuevo estadio.
A
pesar de fuertes desacuerdos sobre el boicot a las elecciones, la
mayoría de los iraquíes no son gustosos de entregar su petróleo y
su país a Occidente.
Los
políticos que tratan de forzar esto perderán todo apoyo y se
convertirán en totalmente dependientes de los ejércitos extranjeros
en su país.
La
resistencia popular continuará. Muchos en Occidente encuentran
crecientes dificultades para apoyar a la resistencia. Los argumentos
en pro y en contra son viejos. En 1885, el socialista inglés William
Morris celebró la derrota el General Gordon por el Mahdi: -Jartum
ha caído, en manos del pueblo al que pertenece. Morris argumentó
que el deber de los internacionalistas ingleses era apoyar a todos
aquellos que fuesen oprimidos por el Imperio Británico sin importar
el desacuerdo con el nacionalismo o el fanatismo.
Los
coros triunfalistas de los medios occidentales reflejan un simple
hecho: las elecciones iraquíes fueron diseñadas no tanto para
preservar la unidad de Irak sino para reestablecer la unidad de
Occidente.
Después
de la reelección de Bush,
los franceses y los alemanes buscaban un puente que los volviese a
Washington. ¿Aceptarán sus ciudadanos la propaganda que muestra las
ilegítimas elecciones (el Centro Carter, que monitorea elecciones
alrededor de todo el mundo, se negó a enviar observadores) como un
justificativo de la ocupación?.
La
ocupación envolvió una invasión militar y económica como imaginara
Hayek, el padre del neoliberalismo que se anticipó a la noción de
ataques aéreos iluminados contra Irán en 1979 y contra Argentina en
1982. La recolonización de Irak le habría agradado enormemente.
Los
políticos enmascarando sus verdaderos objetivos con envaselinadas
palabras sobre humanidad le hubieran irritado.
Y
¿qué acerca de los medios, el pilar propagandístico del Nuevo
Orden? En Control Room, un documental canadiense sobre al Jazeera, una
de las más desagradables imágenes es la que muestra a periodistas
occidentales vivando con alegría la caída de Bagdad.
La
cobertura de las elecciones en Afganistán e Irak ha sido poco
más que un giro vacío. Esta simbiosis de políticos neoliberales y
medios neoliberales ayuda a reforzar la pérdida de memoria colectiva
que Occidente sufre hoy.
Carl
Schmitt, un teórico del Tercer Reich, desarrolló el punto de vista
de que la política está determinada por las categorías esenciales
de "amigo" o enemigo.
Después
de la Segunda Guerra Mundial, los escritos de Schmitt fueron adaptados
a las necesidades de los EE.UU. y son ahora el meollo del pensamiento
neoconservador. El mensaje es directo: si tu país no sirve a nuestras
necesidades es un estado enemigo. Será ocupado, sus líderes
removidos y sátrapas alquilados ocuparan el trono.
Pero
cuando las tropas se retiran, las satrapías a menudo crujen. Ocupación,
rebelión, retiro, ocupación, autoemancipación son un modelo en la
historia mundial.
En
los tribunales de Nurenberg, Ribbentrop, el ministro alemán de RR.EE.,
fue acusado de proveer la justificación para el golpe preventivo de
Hitler contra Noruega. ¿Colin Powell, Condoleezza Rice, Jack Straw en
el banquillo en el futuro?.
Improbable,
pero deseable.
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