Pasajes del testimonio presentado al Tribunal Mundial sobre Irak
Recuerdos del primer
cerco de Faluya
Testimonio de uno de
los pocos periodistas independientes activos en Irak sobre la realidad
en el terreno y las deformaciones
de los medios noticiosos dominantes
Por Omar Khan y Dahr
Jamail
Znet, 14/02/05
Reproducido por Rebelión, 23/02/05
Traducido por Germán
Leyens
Quare
siletis juristae in munere vestro? (¿Por qué guardáis
silencio,
juristas, sobre lo que os concierne?) Giorgio Agamben
Antecedentes: un
tiroteo
Las fuerzas de
Estados Unidos de [Norte] América sitiaron la ciudad iraquí de
Faluya en abril y posteriormente en noviembre de 2004. Para comprender
mejor el papel de los medios noticiosos de EE.UU. en relación con
estos ataques, tenemos que comenzar con una realidad innegable aunque
raramente repetida. Los ataques contra Faluya no comenzaron en abril
de 2004. Evitemos el recuerdo desagradable de que durante la primera
Guerra del Golfo, Faluya fue una de las ciudades con el mayor número
de víctimas civiles – una distinción debida a bombas de precisión
guiadas por láser que cayeron en mercados abarrotados en el centro de
la ciudad. Luego podemos datar los ataques contra Faluya en la fecha
de Libertad Iraquí – que, para los que lo hayan olvidado, comenzó
con la invasión del mismo nombre. Un
Informe de Human Rights Watch provee antecedentes.
Al-Faluya se había
beneficiado económicamente en general bajo el anterior gobierno.
Residentes locales informaron a Human Rights Watch que muchos de ellos
trabajaron para los militares, la policía o la inteligencia. Sin
embargo, Human Rights Watch no descubrió una simpatía abrumadora
hacia Sadam Husein después del colapso de su gobierno. Muchos de los
residentes de al-Faluya informaron a Human Rights Watch que se
consideraban víctimas y oponentes a su represivo régimen. [1]
Antes de que las
fuerzas de EE.UU. llegaran el 23 de abril de 2003, continúa el
informe:
Dirigentes tribales y
religiosos en al-Faluya ya habían elegido un Consejo Civil de
Administración, incluyendo a un gerente de la ciudad y un alcalde. El
gobierno local rápidamente formado tuvo éxito en la reducción a un
mínimo de los saqueos y otros crímenes generalizados en otras partes
de Irak. Diferentes tribus se hicieron responsables de los activos de
la ciudad, como los bancos y las oficinas gubernamentales. En un caso
notable, la tribu responsable por el hospital de al-Faluya organizó rápidamente
un grupo de hombres armados para proteger sus terrenos de un inminente
ataque. Imanes locales llamaron al público a respetar la ley y el
orden.. La estrategia funcionó, en parte gracias a los cohesivos vínculos
familiares en la población. Al-Faluya no mostraba signos de los
saqueos y la destrucción visibles, por ejemplo, en Bagdad.
Sin embargo, según
el mismo informe, la comunidad se “agitó y preocupó” algo,
cuando fuerzas de EE.UU. tomaron posiciones en el centro de Faluya,
incluyendo una escuela primaria. “Dirigentes locales preocupados se
reunieron con comandantes de EE.UU. el 24 de abril, y explicaron que
al-Faluya era una ciudad religiosa, pidiendo sensibilidad a los
soldados estadounidenses”. Agresivas patrullas callejeras
estadounidenses continuaron, sin embargo, y el 28 de abril, el día
antes de la fecha prevista para la apertura de las escuelas de la
ciudad, se realizó una manifestación delante de la escuela primaria
en la que estaban estacionadas tropas estadounidenses. En lo que fue
descrito en informes militares como un “tiroteo” y por los
dirigentes en la prensa estadounidense como una reacción tal vez
exagerada ante un ataque, [2] soldados de EE.UU. dispararon
continuamente con ametralladoras durante casi 10 minutos contra la
multitud, matando a diecisiete e hiriendo a más de setenta personas.
Un informe balístico realizado posteriormente no pudo encontrar
“evidencia convincente” de que hubiese sido disparado un solo tiro
contra las fuerzas de EE.UU. [3]
¡Qué forma de
asegurarse!
Pero, para volver a
las “agresivas patrullas callejeras” que comenzaron en Faluya en
abril de 2003, se podría preguntar cómo el que se controlara una
ciudad podría enfadar a sus ciudadanos. No hay necesidad de volver
sobre el tema; en Irak ese tipo de patrullas y las detenciones y
castigos colectivos que las acompañan continúa. Preguntar por qué
iban a molestar a los ciudadanos de una ciudad es además
especulativo; esas patrullas, arrebatan a hombres y mujeres sus
derechos como ciudadanos. En cuanto a en qué medida Faluya fue
mantenida segura por las autoridades de EE.UU., lo mismo vale para la
ciudadanía de sus habitantes. Un viaje que hice en enero de 2004 a
Faluya para hablar con un profesor de derecho, ocho meses después de
la llegada de las fuerzas de ocupación, tocó esos temas de un modo
inesperado.
El hombre que fuimos
a ver en Faluya es jeque Haji Barakat, que es profesor de derecho. El
problema fue que el jeque había sido detenido por soldados de EE.UU.
tres meses antes, y seguía en la prisión Abu Ghraib. Esto, a pesar
de que el comandante de EE.UU. en Faluya ya había informado a su
familia que el jeque era inocente. Cada vez que la familia ha pedido
su liberación, reciben la misma promesa: mañana, mañana, mañana.
“El jeque Haji
Baraket”, explica su primo Khamis, es “un gran hombre, honorable.
Los estadounidenses lo acusaron de financiar la resistencia. Pero el
jeque incluso declaró a los estadounidenses que sus siete hijos
participan en la resistencia. Esto no significa que su padre sea
culpable. Pero igual lo detuvieron ilegalmente.”
Omar es el sobrino de
20 años del jeque, que también fue detenido. Nos cuenta cómo lo
interrogaron. Los estadounidenses le preguntaron si era suní, cuándo
había visto por última vez a su madre, y otras preguntas extrañas,
luego lo liberaron. También nos dice que cuando los estadounidenses
llegaron para detenerlo, destrozaron la puerta de la casa, se llevaron
papeles y pasaportes, los papeles del coche familiar, y todo el dinero
que había en la casa.
Omar declara que
mientras estuvo en la prisión, los estadounidenses que lo
interrogaron llevaban ropa civil, y lo amenazaron con soltar perros
ovejeros alemanes para que lo atacaran. [4]
Las imágenes ya son
bien conocidas. Desde abril de 2003, para los faluyanos y otros iraquíes
la India colonial debe parecer un sueño idílico; El antiguo y
convincente escrito de Mohanda Gandhi sobre el arresto - ¿por qué
delito? – provocaría en el Irak de hoy sólo la fuerza de la risa
de las autoridades y sus torturadores (si Haji Baraket llega a
debilitarse suficientemente para espetarlo). Por el bien de la
Libertad Iraquí, en Faluya – como en el resto del país – lo
primero que encarcelaron para salvaguardarla fue la mismísima ley.
Para ovejas en el
matadero
A pesar de todo, en
las semanas antes del primer cerco de Faluya, los medios noticiosos de
EE.UU. podían considerar razonablemente la resistencia a la ocupación
de Irak como oposición al “capitalismo de libre mercado, a la
libertad sexual, y a la importación de películas de Hollywood”.
[5] A pesar de objeciones semejantes, un sondeo de iraquíes del New
York Times descubrió “un sentido optimista entre la mayoría”
de que sus vidas iban mejorando: “los iraquíes comienzan a mostrar
satisfacción con la forma como se desarrollan las cosas”. [6] No
puede sorprender, por lo tanto, que se haya podido leer en el New
York Times que la decisión de España de retirar sus tropas de
Irak – relacionada tal vez con los recientes atentados en Madrid –
“constituye el momento más peligroso que hayamos confrontado desde
el 11-S”. [7]
El 31 de marzo, un
vehículo de EE.UU. que viajaba por Faluya fue emboscado y sus cuatro
pasajeros muertos. ¿Quiénes eran los pasajeros? Según los medios
nacionales de EE.UU., eran “consultores” o “contratistas” o
“contratistas de seguridad”. ¿Qué hacían en Faluya? El 1 de
abril, el San Francisco Chronicle escribió: “entregas de
alimentos alrededor de Faluya”, el Washington Post:
“ayudaban a proteger convoyes de alimentos”; el New York Times:
“proveían seguridad para la entrega de alimentos en el área de
Faluya”; mientras un titular del Chicago Chronicle calificó
simplemente a los pasajeros de “civiles”. Encontramos sólo dos
artículos en el diluvio que diferían de algún modo de todas estas
versiones. Uno, publicado en el Washington Post, presentó a
los hombres asesinados como “de entre los comandos más elitistas
que trabajan en Irak”. El mismo artículo explicaba este hecho, sin
embargo, con una declaración de su empleador:
“Las fuerzas de la
coalición y los contratistas y administradores civiles trabajan lado
a lado cada día con el pueblo iraquí. Nuestras tareas son peligrosas
y aunque sentimos tristeza por nuestros colegas caídos, también
sentimos orgullo y satisfacción de que importamos al pueblo de
Irak.” [8]
Un artículo en el Chicago
Tribune escribió que los pasajeros asesinados trabajaban para una
“compañía de seguridad” que tiene rangos de estilo militar,
utiliza helicópteros de ataque para entrenar su personal, los
despliega durante meses, entrena en instalaciones militares, y trabaja
a diario con comandantes de EE.UU. en cualquier zona de guerra. `9] A
pesar de ello, como concluía el mismo artículo, semejante personal
“no son mercenarios” ya que realizan “trabajo defensivo
relacionado con la seguridad”. Y es una conclusión obvia, si se
recuerda que los verdaderos propietarios de la tierra y de los
recursos iraquíes son las compañías de EE.UU.; por lo tanto
cualquier intento de protegerlos es defensivo, igual como lo es
cualquier intento de vigilar a los iraquíes a los que se les ha
ordenado que sirvan esos intereses. En todo caso, una cobertura
semejante fue excepcional; por cierto, se referían universalmente a
los hombres muertos el 31 de marzo de 2004 en Faluya, que tenían
aprobación de seguridad (lo que quiere decir que están por sobre la
ley a la que todo iraquí, cuando tiene suerte, está sujeto), que
estaban fuertemente armados, y que incluso llevaban placas de
identificación militares, en términos que igual podrían haber
descrito a maestros, jardineros, porteros, o trabajadores de la ayuda.
En los tres días que siguieron inmediatamente a sus muertes y que
precedieron directamente el sitio de Faluya – 1, 2 y 3 de abril –
se refirieron a los hombres como “civiles” con una regularidad
banal: diez veces en el Los Angeles Times, nueve veces en el San
Francisco Chronicle, veinte veces en el Washington Post, dieciséis
veces en el Chicago Tribune, y veinticinco veces en el New
York Times. Durante esas pocas horas que tuvieron los militares de
EE.UU. para crear el apoyo para un sitio en represalias, luego, en sólo
cinco de los periódicos nacionales más respetados, los lectores
leyeron ochenta veces sobre la muerte y la mutilación de civiles
estadounidenses en Faluya.
Una pregunta natural
podría ser: ¿cómo presentaron a los civiles en Faluya durante ese
tiempo? Siete de los periódicos más circulados en Estados Unidos
publicaron fotos en sus primeras planas de faluyanos que o se
congregaban ante los cuerpos de los estadounidenses muertos que
colgaban de un puente o de faluyanos golpeando esos cuerpos mientras
estaban en el suelo. [10] Los principales medios noticiosos de EE.UU.
reflexionaron sobre sus respectivas presentaciones del suceso. Típicas
de esas reflexiones fueron las ofrecidas por el New York Times,
que caían bajo el título: “Temas de Gusto”. La pregunta era “¿cómo
mostrar lo que sucedió sin ofender a telespectadores y lectores?” a
la que artículo respondió: “mostrar a muchachos celebrando
mientras arrastraban cuerpos por la calle era esencial para el
informe”. [11] Porque la preocupación no se concentraba en la gente
de Faluya, que se esforzaban tanto por presentar, sino al contrario,
que el momento actual se parecía a otro de hace un decenio en
Mogadishu— ya que “ese momento cambió la opinión público y
terminó por llevar a la retirada estadounidense”. Pero el New
York Times no podría haberlo dicho mejor que el marine al que citó:
“los insurgentes en Faluya no están probando. Están probando
nuestra resolución. Pero no es que nos vayamos a ir. Acabamos de
llegar”. En la prensa nacional, esa resolución fue más que amplia:
fue abrumadora. Lo que el New York Times calificó de “un
brutal estallido de ira anti-estadounidense” [12] fue no sólo una
“insurgencia sadamista” para citar al Chicago Tribune, sino
también una “celebración” de “vítores, bailes”; [13] en el Washington
Post, “la gente de la ciudad salió arrasando” [14] en el Washington
Times, “multitudes vitoreando se deleitaron en una orgía bárbara”
[15]. Como informara el San Francisco Chronicle, lo que ocurrió
fue “un acto de salvajismo que fue espantoso incluso según los
sanguinarios estándares del peor sitio conflictivo de Irak” –
“pura violencia bestial” que se combinó con una “fiesta
local” [16] Fueron “simplemente asesinatos al azar de cualquier
occidental” sin “ron ni son en absoluto”. Un testimonio
presencial que circuló en todo el país señaló que “’la gente
de Faluya colgó algunos de los cuerpos del antiguo puente como si
fueran ovejas en el matadero’, dijo alegremente el residente Abdul
Aziz Mohammed.” Aunque en el contexto dado apenas era necesario, un
taxista faluyano aseguró a los lectores del New York Times que
“todos aquí están felices con lo sucedido. No cabe duda”. [17]
La cuestión de cómo
reaccionar fue manejada con la misma decisión. Como informó el New
York Times, el evento había detenido el “progreso
estadounidense hacia el establecimiento de un estado democrático al
estilo occidental”. [18] El 2 de abril, se expresaban preocupaciones
por todos lados de que la falta de una rápida reacción militar podría
ser una evidencia inquietante de que los estadounidenses se habían
convertido realmente en “tolerantes hacia la violencia.” [19] Los
medios disponibles para una tal reacción estaban implicados, tal vez,
en declaraciones como: “quienesquiera hicieron esto, eran menos que
animales”, como citó a un familiar de uno de los estadounidenses
muertos el New York Times. [20] Otros periódicos fueron menos
indirectos; un artículo de opinión en el Washington Post se
preguntaba si “este país puede ser desmoralizado y derrotado por
actos de salvajismo”. Continuaba declarando que “es crítico que
los comandantes de EE.UU. reaccionen enérgicamente hacia Faluya y que
incrementen la contraofensiva contra la insurgencia suní”. [21]
Deberíamos recordar, por lo tanto, que aparte de las vidas de cuatro
mercenarios estadounidenses muertos en el pasado abril – o en el
lenguaje de nuestro tiempo – ovejas en el matadero, se trataba de
los residentes de Faluya, no ciudadanos a parte entera, tampoco ovejas
en el matadero; ellos: las madres, los padres, los bebés y las
abuelas de una ciudad, que no eran otra cosa que “locales
jubilosos” que, bestias como habían mostrado que son, “tenían
que ser neutralizados”. [22] Como dijera un periódico, reaccionando
ante las palabras de un faluyano que “’quisiéramos que entraran
en Faluya para que hiciéramos que se armara la gorda’”: “El
hombre se saldrá con la suya... lo único que queda por decidir es cuándo
y cómo”. [23]
Reacción
vigilante
Cuándo y cómo
ocurrió horas más tarde, en lo que incluso los miembros
cuidadosamente escogidos de la Guardia Nacional Iraquí condenaron
como castigo colectivo, y lo que sus amos en Washington llamaron
Operación Reacción Vigilante. El propósito, repetido
incansablemente una y otra vez era “recuperar el control de la
intranquila ciudad” [24] – Faluya, que, recordemos, había
comenzado el Irak post-Sadam, según Human Rights Watch como una
ciudad autogobernante de relativa “ley y orden”. Recordemos también
que el mismo informe de Human Rights Watch “no encontró una simpatía
abrumadora hacia Sadam Husein” sino que muchos que “se
consideraban víctimas y oponentes de su régimen represivo”. La
verdad, sin embargo, no constituía un obstáculo; los medios
noticiosos de EE.UU. presentaron hábilmente a sus lectores una ciudad
enteramente diferente, que no era sólo “intranquila” sino que
“fuera de la ley” y un “punto conflictivo” y un “punto álgido”
de la violencia, así como un “centro volátil de apoyo para [Sadam
Husein]”. [25] Más tarde ese mes, los rumores se convirtieron en
hechos, los informes del New York Times, directos de la boca
del Pentágono, de que antiguos oficiales de Sadam Husein “son
responsables de la mayoría de los ataques actuales” en Faluya [26[
En el New York Times, los combates en el terreno fueron
presentados con el anuncio de que los marines “combatieron manzana
por manzana para extirpar a los insurgentes” y “que estaban
estableciendo puntos de control y buscando a presuntos insurgentes”
en la ciudad, y recordaba a sus lectores que era, donde
“contratistas de seguridad estadounidenses fueron asesinados y sus
cuerpos mutilados”. [27] Este recuerdo se hizo obligatorio tanto
para explicar la presencia militar de EE.UU. en Faluya como para
sugerir lo que otro artículo del New York Times dijo explícitamente:
que como resultado, los marines de EE.UU. se vieron obligados a
abandonar “un lado más amistoso de los militares estadounidenses”
a cambio de “armas más pesadas y tácticas más duras”. [28]
Aunque esas “tácticas
más duras” eran inadecuadas para ser reproducidas en la prensa
nacional, fueron evidentes para todo el que estuvo presente en Faluya.
Aunque el New York Times informó el 9 de abril de una pausa
estadounidense en los combates “para permitir que los residentes
enterraran a los numerosos muertos, y para abrir rutas hacia la ciudad
sitiada para alimentos y equipos médicos urgentemente necesitados”,
en realidad permitieron que entraran a la ciudad sólo tres de los
sesenta camiones con suministros de emergencia que llegaron a Faluya;
probablemente no vale la pena mencionar que dispararon contra varios
de estos camiones antes de negarles el ingreso a la ciudad y de
enviarlos de retorno. [29] El informe, dos días después, en el New
York Times, de que “las tropas detuvieron el fuego para las
negociaciones”, [30], fue una vez más totalmente falso:
“Tres de mis amigos
aceptaron salir a la clínica en la única ambulancia que funcionaba
para buscar heridos. Aunque la ambulancia ya tenía tres agujeros de
bala de un francotirador de EE.UU. en su parabrisas, del lado del
conductor, el hecho de que dos de ellos son occidentales, era la única
esperanza de que los soldados les permitan que recuperaran más iraquíes
heridos. El conductor anterior fue herido cuando uno de los disparos
de los francotiradores rozó su cabeza.
“Lo que puedo
informar desde Faluya es que no hay cese del fuego, y parece que nunca
lo hubo. Los francotiradores estadounidenses están disparando contra
mujeres y niños iraquíes. Más de 600 iraquíes han sido muertos por
la agresión estadounidense, y los residentes han convertido dos
campos de fútbol en cementerios. Los estadounidenses disparan contra
las ambulancias. Y ahora preparan para lanzar una invasión
generalizada contra la ciudad.” [31]
“Me es difícil
ver, particularmente después de haber estado allí ayer y de ver a
una ambulancia con tres agujeros de bala del lado del conductor en el
parabrisas. De ver como asesinaban a mujeres y niños, a ancianos, a
gente indefensa. Todos matados o heridos por francotiradores
estadounidenses. En la semana pasada ha habido más de 600 iraquíes
asesinados sólo en Faluya, y miles más han sido heridos. [32]
Los ataques contra
ambulancias por los militares de EE.UU. fueron practicados con
suficiente vigilancia en Faluya como para que el Ministro de Salud de
Irak presionara públicamente a Paul Bremer el 17 de abril para que se
hiciera responsable. Bremer explicó que las autoridades de EE.UU. creían
que las ambulancias estaban siendo utilizadas por combatientes –
ofreciendo, como respuesta, una definición genuina de castigo
colectivo. [33] La obstrucción de la atención médica, sin embargo,
puede haber requerido más vigilancia en algunos casos, como lo
demuestran los siguientes dos relatos médicos:
“Los
estadounidenses apagaron a tiros las luces frente a nuestro hospital,
impidieron que los doctores llegaran a la unidad de emergencia del
hospital, y rápidamente comenzamos a quedarnos sin suministros ni
medicinas indispensables.” [34]
“Uno de mis
doctores en Faluya preguntó a los estadounidenses si podía sacar a
un paciente herido de la ciudad. El soldado se negó a permitir que
moviera a la víctima, y dijo: “También tenemos soldados muertos.
Es una zona de guerra”. No le permitieron al médico que sacara al
herido, y este murió. Han devuelto a tantos médicos y ambulancias de
los puntos de control del lugar.” [35]
Una vigilancia
semejante es también sustituible por el equipo adecuado, si es
utilizado ilegalmente. Una práctica militar de EE.UU. ampliamente
conocida entre los residentes de Faluya era el uso de bombas de racimo
y de flechitas. [36] En el Hospital General de Faluya, dos cirujanos
ortopedas, el Dr. Abdul Jabbar y el Dr. Rashid dieron testimonio al
respecto. El doctor Abdul Jabbar informó que “muchas personas
fueron heridas y muertas por bombas de racimo. Por cierto, utilizaron
bombas de racimo, las escuchamos, y tratamos a personas que fueron
alcanzadas por ellas”. El doctor Rashid estuvo de acuerdo, diciendo:
Vi con mis propios ojos las bombas de racimo. No necesitamos evidencia
alguna. La mayoría de esas bombas cayó sobre familias. Los
combatientes – saben cómo escapar. Pero no los civiles.” [37]
Agregó: No menos de
un 60% de los muertos eran mujeres y niños. Puede ir a ver las tumbas
usted mismo”. En el Hospital Noman en Al-Adhamiya, un doctor local
también dijo hablando de gente que llegó a Faluya unos diez días
antes, que: “la mayoría... eran niños, mujeres y ancianos”. [38]
En el Hospital Yarmouk un doctor directivo informó que vio a soldados
estadounidenses matando a mujeres y niños, y calificó la situación
en Faluya de “masacre”. El New York Times prefirió la
denominación “tremendamente precisa”. [39] Y fue adecuada, según
un residente de Faluya, que después de haber escapado a Bagdad
testimonió que aviones de guerra de EE.UU. estaban bombardeando
intensamente la ciudad antes de su partida, y que francotiradores
marines continuaban ‘asegurando’ a los residentes de la ciudad
sitiada, tiro a tiro. “Había tantos francotiradores, mataban a todo
el que abandonara su casa”. [40] En el New York Times, esto
fue llamado “una aguda disposición de los insurgentes de morir”.
[41]
Un doctor que trabajó
en una clínica temporaria de emergencia en Faluya durante el cerco de
abril hizo una pregunta en Democracy Now!, que repitió:
“¿Cuando ves a un
niño de cinco años sin cabeza, qué puedes decir? ¿Cuando ves a un
niño sin cerebro, sólo con una cavidad abierta, qué puedes decir?
¿Qué dices cuando ves a una madre que sólo sujeta a su niño sin
cabeza y que tiene balas por todo su cuerpo? [42]
La pregunta del médico
es buena, y por un motivo: en abril de 2004, cuando una ciudad estaba
siendo invadida y sus residentes huían, se ocultaban, o estaban
siendo asesinados, hubo una considerable conciencia pública en
Estados Unidos sobre seres humanos cuyos cuerpos habían sido
mutilados en Irak, gracias a nuestros medios noticiosos. Pero entre
las miles de referencias a mutilaciones sólo durante ese mes, no
hemos encontrado una sola que se relacione a algo que ocurrió después
del 31 de marzo. Así que, hoy, volvemos a formular la pregunta del
doctor iraquí, esta vez mirando hacia el pasado: cuando vieron a una
niña iraquí sin cabeza, ¿qué hicieron? Bueno, depende, de quién
seas. Si eres el New York Times, no dijiste nada; [43] si eres
Paul Bremer, probablemente dijiste ‘reacción vigilante’.
Notas:
(1)
“Violent Response: the US army in al-Falluja,” Human Rights Watch,
junio de 2003.
(2) Vea informes de
primera plana en el New York Times et. al. del 30 de abril de
2003.
(3)
Ibid; vea sección 5, “Ballistic Evidence at the School.”
(4)
“Iraq Diary-Baghdad Street Sweepers; Collective Punishment and
Kabobs in Falluja,” Dahr Jamail, 12 de enero de 2004.
(5)
“Killing Iraq with Kindness,” New York Times, Ian Buruma,
17 de marzo de 2004.
(6)
“One Year Later,” New York Times, Editorial sin firma, 19
de marzo de 2004.
(7)
“Axis of Appeasement,” New York Times, Thomas Friedman, 18
de marzo de 2004.
(8)
"Slain Contractors Were in Iraq Working Security Detail," Washington
Post, Dana Priest y Mary Pat Flaherty, 2 de abril de 2004.
(9)
“Iraq violence drives thriving business,” Chicago Tribune,
Kristen Schanberg, Mike Dorning, 2 de abril de 2004.
(10)
“7 of Top 20 Papers Published Front-Page Fallujah Body Photos,” E&P
News, Charles Geraci, 1 de abril de 2004.
(11)
“To Portray the Horrors, News Media Agonize,” New York Times,
Bill Carter y Jacques Steinberg, 1 de abril de 2004.
(12)
“4 From US Killed in Ambush in Iraq; Mob Drags Bodies,” New
York Times, Jeffrey Gettleman, 1 de abril de 2004.
(13) “Iraqi Mob
Mutilates 4 American Civilians,” Chicago Tribune, Colin
McMahon, 1 de abril de 2004.
(14)
“Descent into Carnage in a Hostile City,” Washington Post,
Sewall Chan, 1 de abril de 2004.
(15)
“Four Americans Mutilated,” Washington Times, 1 de abril de
2004.
(16)
“Horror at Fallujah,” San Francisco Chronicle, Colin
Freeman, 1 de abril de 2004.
(17)
“4 From US Killed in Ambush in Iraq; Mob Drags Bodies,” New
York Times, Jeffrey Gettleman, 1 de abril de 2004.
(18)
“Acts of Hatred, Hints of Doubt,” John Burns, New York Times,
1 de abril de 2004.
(19)
“General Vows to Hunt Killers, Retake Fallujah,” Chicago
Tribune, 2 de abril de 2004.
(20)
“Families of Men Slain by Mob Focus on Their Lives, Not How They
Died,” New York Times, Abby Goodnough, Michael Luo, 3 de
abril de 2004.
(21) “A Response to
Fallujah,” Washington Post, sin firma, 1 de abril de 2004.
(22) “Why America
Won’t Cut and Run,” Chicago Tribune, opinión sin firma, 1
de abril de 2004.
(23)
“General Vows to Hunt Killers, Retake Fallujah,” Chicago
Tribune, 2 de abril de 2004.
(24)
“Marines Battle guerrillas in streets of Falluja,” New York
Times, Eric Schmitt, 9 de abril de 2004.
(25)
“Acts of Hatred, Hints of Doubt,” John Burns, New York Times,
1 de abril de 2004.
(26)
“Hussein’s Agents Behind Attacks, Pentagon Finds,” Thom Shanker,
New York Times, 29 de abril de 2004. Aunque o se
presenta ni una sola prueba para justificar esta afirmación, se podría
preguntar a pesar de todo por qué los presuntos crímenes del antiguo
régimen contra faluyanos o cualquier otra persona justifican crímenes
(a propósito, mucho peores) por parte de las fuerzas dirigidas por
EE.UU. contra esas faluyanos.
(27)
“Up to 12 Marines Die in Raid on Their Base AS Fierce Fighting
Spreads to 6 Iraqi cities,” New York Times, Jeffrey Gettleman
y Douglass Jehl, 7 de abril de 2004.
(28)
“Marines Battle guerrillas in streets of Falluja,” New York
Times, Eric Schmitt, 9 de abril de 2004.
(29)
“When do we begin calling this a War again?” Dahr Jamail, 9
de abril de 2004.
(30)
“Troops Hold Fire for Negotiations at 3 Iraqi Cities, “ New
York Times, John Burns, 12 de abril de 2004.
(31)
“Slaughtering Civilians in Falluja,” Dahr Jamail, 11 de abril de
2004.
(32)
“No respite from the Violence,” Dahr Jamail, 12 de abril de 2004.
(33)
“Iraqi Minister of Health presses Bremer and IGC to explain U.S.
Targeting of Ambulances in Falluja,” Dahr Jamail, 17 de abril de
2004.
(34)
“Fallujah Doctors Report U.S. Forces Obstructed Medical Care in
April,” News Standard, Dahr Jamail, 21 de mayo de 2004
(35)
“Cluster Bombs in Falluja, Harassment of Patients by Soldiers,”
Dahr Jamail, 19 de abril de 2004.
(36) “Su amplio
“radio mortal” hace que las flechitas sean particularmente
letales. Su uso en áreas densamente pobladas contraviene dos
principios básicos de las leyes de la guerra. El primero es la
prohibición contra ataques indiscriminados, que significa que las
fuerzas no pueden utilizar armas o lanzar ataques que no distingan o
no puedan distinguir entre objetivos civiles y militares. El segundo,
es la exigencia de que se tomen todas las precauciones posibles para
evitar o reducir a un mínimo el daño a civiles cuando se eligen los
métodos y los medios de ataque” de “Israel: Stop Using Flechettes
in Gaza,” 29 de abril de2003.
(37)
“Atrocities Continue to Emerge from the rubble of Fallujah,” Dahr
Jamail, 11 de mayo de 2004.
(38)
“Cluster Bombs in Falluja, Harrassment of Patients by Soldiers,”
Dahr Jamail, 19 de abril de 2004.
(39)
“Troops Hold Fire for Negotiations at 3 Iraqi Cities, “ New
York Times, John Burns, 12 de abril de 2004.
(40)
Abu Muher, citado en “Fallujah Residents Report U.S. Forces Engaged
in Collective Punishment,” News Standard, Dahr Jamaril, 23 de
abril de 2004.
(41)
“Marines Use Low-Tech Skill to Kill 100 in Urban Battle,” New
York Times, Jeffrey Gettleman, 15 de abril de 2004.
(42)
“US Marines Shoot Ambulances in Fallujah,” Democracy Now! 13
de anrñ de 2004.
(43) Es preciso
entrar en algunos detalles para que esta información sea completa. De
los 55 artículos en el New York Times sobre Faluya entre el 1
de abril y el 11 de mayo de 2004, hubo un solo artículo dedicado al
tema del ataque de EE.UU. contra una población civil. Tenía el título:
“Informes de la guerra provenientes de civiles agitan a iraquíes
contra EE.UU.”, escrito por Christine Hauser y publicado el 14 de
abril de 2004. Una perogrullada de Human Rights Watch—“hay que
verificar directamente la información” – es utilizada para
subrayar hábilmente que “el caos de la batalla complica la tarea de
los que buscan la verdad”. La complicación no fue algo que el artículo
o el periódico tuviera interés por dilucidar posteriormente. En el
artículo, el general John Abizaid fue utilizado como testigo experto:
“La prensa árabe, en particular Al Jazeera y Al Arabiya, están
mostrando [nuestras] acciones como ataques intencionales contra
civiles y no lo hacemos en ningún caso. Pienso que todos los
saben”. Como tal vez indica el título del artículo, la noticia no
era tanto que estuvieran ocurriendo atrocidades sino que las presuntas
atrocidades podrían perjudicar el esfuerzo bélico. “[Semejantes]
informes de la ofensiva estadounidense contra Faluya, lanzada después
de la emboscada y de la mutilación de contratistas de seguridad
estadounidenses, son los que escuchan muchos árabes en la región”.
No se puede decir,
sin embargo, que el New York Times no se dé cuenta del
lenguaje del derecho internacional. El 7 de abril, Marlise Simons
informó que “los iraquíes se reúnen con expertos de juicios de crímenes
de guerra”. Pero discute las perspectivas para un juicio contra
Sadam, no de sus (desilusionados) amos estadounidenses, que en ese
momento estaban ya lanzados en la primera etapa de una masacre. El 8
de abril, citaron las Convenciones de Ginebra, pero como inaplicables
a la situación actual. El 9, generales de EE.UU. utilizaron el New
York Times para asegurar a los lectores que las fuerzas de EE.UU.
en Faluya han sido “sensatas en el uso de la fuerza”. En caso de
que esos mensajes no fueran comprendidos, el New York Times informó
que los faluyanos han cambiado dramáticamente la cara de la guerra
desde la emboscada y el asesinato la semana pasada de cuatro guardias
de seguridad en Faluya”, sugiriendo que ya no existe una distinción
clara entre combatientes y civiles en Faluya: “nunca sabes quién va
a llegar y matarte”- (“Under Falluja Sun, Gun Fire and a GrimTask:
Wait it out,” John Kifner, 19 de abril de 2004) y “el gran
problema ahora es que los amigos, los civiles y los malos están todos
mezclados” (“A Full Range of Technology is Applied to Bomb
Falluja,” Eric Schmitt y Thom Shanker, 30 de abril de 2004). Por
cierto, si se aplicaran los mismos estándares a los faluyanos como
los que fueron aplicados a los tres hombres de Carolina del Norte que
murieron en Faluya el 31 de marzo, no algunos, sino todos los
faluyanos afectados por Reacción Vigilante serían civiles.
Título
original:
Remembering
The First Siege Of Fallujah
Excerpts
From Testimony Submitted To The World Tribunal On Iraq
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