De regreso a Faluya
Tiendas de campaña sobre los
escombros, a la búsqueda de los desaparecidos
Por Imán Ahmad Jamas (*)
IraqSolidaridad, 29/03/05
Traducción para IraqSolidaridad de
Sinfo Fernández
"Muchas familias tuvieron que volver a la
ciudad para buscar a los desaparecidos. Um Ahmad, de 35 años, estaba
buscando a su hijo Ahmad, que decidió quedarse con sus amigos cuando
la familia se marchó. Les estuvo telefoneando a diario, algunas veces
para preguntar cómo se cocinaba un determinado plato hasta que
desapareció. Habían buscado en todos los lugares posibles, en las
morgues, pero no había ni rastro de él. Um Omar, de 51 años, estaba
buscando a su hijo, Iziddin, que desapareció en el mes de noviembre.
Ahmad Ramzi, de 10 años, pregunta por su padre, del que se supone que
fue arrestado dos días antes del 'Eid' (a mediados de octubre
pasado), pero no hay ni rastro de él en ninguna prisión ni base
militar cercanas a Faluya. En el campamento de refugiados del complejo
de Amiriya, Abdul Rahman preguntaba por su hermano Jidr Ali Abdulla,
deficiente mental, de 25 años, que lleva desaparecido cinco
meses."
Teníamos que asistir a una reunión
muy importante sobre la reconstrucción de Faluya. Mohammad, de la
Organización de Derechos Humanos en esa ciudad (ODHF), nos había
dicho que teníamos que estar a las 8:00 de la mañana en la fábrica
de cemento de Faluya, lugar donde se iba a celebrar la reunión.
Hicimos todo lo que pudimos para llegar a tiempo, pero habían cerrado
la autopista justo un poco antes de llegar a la fábrica, por lo que
tuvimos que hacer el camino de vuelta para tomar una carretera
secundaria. Cuando conseguimos llegar, la reunión había terminado y
el presidente del Comité para la Reconstrucción de Faluya, el Sr.
Fawzi, estaba marchándose.
El Sr. Samir, uno de los directores
de la fábrica, se ofreció gustoso para hablar con nosotros:
"Cerrar las carreteras origina
graves problemas. Los soldados [de EEUU] cierran las carreteras en
cualquier momento, no ponen avisos y la gente no sabe nunca qué
carretera es la que está abierta y cuál está cerrada. Tienen que
tener mucha precaución. Perdimos un empleado de la fábrica debido a
este problema. Hadi Saleh Hantush salió de la fábrica y no sabía
que la carretera por la que había venido por la mañana estaba
cerrada en ese momento. Los soldados estadounidenses le dispararon.
También dispararon a un conductor de ambulancia que se dirigía a
atender una emergencia, y tampoco él sabía que la carretera acababa
de cerrarse."
30.000 casas completamente
destruidas
El Sr. Samir nos informó que,
durante el ataque de octubre, 30.000 casas habían sido totalmente
destruidas. Las estimaciones de fondos para reconstruirlas parten de
un mínimo de 500 millones de dólares. Se prometió al Comité el 20%
de esa suma, es decir, 100 millones de dólares.
-"¿Cuántas familias han
recibido el dinero hasta ahora?", le preguntamos.
-"Ninguna", contesta
Samir, "se suponía que empezaban hoy a entregar las
indemnizaciones a la gente". Estábamos a 14 de marzo, más de
cinco meses después del ataque de octubre.
-"¿Qué pasa con los
colegios, los hospitales, las calles y los edificios públicos?"
-"Necesitan proyectos
especiales, la suma de la que hablamos es sólo para las casas."
-"¿Y con los servicios de
agua, electricidad, teléfono, recogida de basuras, etc..?".
-"No se permitió entrar en la
ciudad al Dr. Ni'ma al-Yaser, de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), ni tampoco al Sr. Elia Tambori, de Naciones Unidas",
contestó Mohammad, de la ODHF.
En el interior de la ciudad, la
vida comenzaba a seguir su curso. Se abrían algunas tiendas aunque
estuvieran destruidas. La gente se ponía a vivir sobre los escombros.
Algunas familias trabajaban intentando quitarlos. Otras colocaban sus
tiendas de campaña en medio de ellos.
Abu Qeis
Abu Qeis es una de esas personas.
Un hombre jubilado de sesenta y tantos años cuida de una familia de
25 miembros en el distrito de Gebeil. Tiene 10 hijos, tres hijas (una
de ellas viuda con cuatro huérfanos, a cuyo marido mataron en la
guerra en los ataques de marzo de 2003), su mujer, sus nueras (una de
ellas también viuda con tres huérfanos). En octubre, cuando empezó
el ataque estadounidense sobre Faluya, toda la familia se marchó a
Halabsa, una ciudad situada en el oeste de Iraq, teniendo que vivir en
la escuela Iben Roshd con otras 14 familias.
Cuando Abu Qeis se fue de Faluya,
cerró con llave la puerta del aseo de su casa. Se vio obligado a
volver a la ciudad después de cuatro meses. El director de la escuela
Iben Roshed les dijo a las familias que tenían que marcharse
porque se suponía que tenía que volver a abrir el colegio y porque
la guerra se había detenido.
Cuando volvió a Faluya, encontró
su casa completamente dañada, pero la puerta del aseo todavía
permanecía cerrada: "Obviamente no había nadie viviendo en la
casa, no había combatientes escondidos, entonces ¿por qué la
destruyeron?".
El distrito de Gebeil es una de las
zonas de Faluya que fue totalmente destruida. Parece como si un
terremoto hubiera arrasado el lugar y lo hubiera aplanado
completamente. Se asienta en medio de una de las vías de entrada en
la ciudad elegidas por las tropas estadounidenses.
Abu Qeis cree que su casa fue
destruida por un tanque, no por los bombardeos. "No hay señales
de explosión, todos los muebles están aplastados y los estamos
utilizando como madera para hacer fuego. Hemos oído hablar algo de
indemnizaciones y estamos esperándolas". Abu Qeis colocó una
tienda de campaña cerca de los escombros de su casa y está viviendo
allí con su familia. La tienda le fue donada por el Creciente Rojo.
La pensión de jubilación de Abu
Qeis es de 100.000 dínares iraquíes (75 dólares). Recibe la pensión
cada tres meses. "Me llaman el responsable de las viudas",
exclama mostrando sus dientes rotos al sonreír. Había demasiadas
viudas en la tienda, y también primos y sobrinas. Todos y cada uno
anhelaban hablarnos, todos y cada uno con una historia y un problema.
La necesidad más importante era un techo bajo el que vivir, así como
las medicinas.
El complejo de Amiriya
En el complejo de Amiriya, a 25 kilómetros
al oeste de Faluya, nos hablaron de problemas similares. En el vestíbulo
del consejo local del complejo había cinco familias viviendo en
tiendas diferentes. Dos bebés acababan de nacer en el campamento. Se
había dicho a las familias que o abandonaban el vestíbulo o serían
detenidas.
-"¿Qué vais a hacer
ahora?", pregunté a los hombres.
-"Escapar, no podemos hacer
otra cosa. No tenemos dinero para reconstruir nuestras casas, que están
totalmente destruidas, no se puede vivir en ellas de ninguna manera y
no queremos ser arrestados", dijo Nadim, que había pasado nueve
años en Irán como prisionero de guerra.
En el mismo complejo, en el colegio
para chicos Ibn Al-Nadim, 40 familias ocupaban aún las clases.
Una organización humanitaria británica había levantado tiendas de
campaña en el patio para que los chicos asistieran a clase. Vimos un
gran letrero en inglés que aludía a la organización caritativa. Por
lo menos había una docena de tiendas albergando las aulas. La Sra.
Mariam, la ayudante del director, estaba furiosa:
"No podemos continuar así, el
mundo tiene que enterarse de esta tragedia, nos estamos ahogando aquí
en medio del polvo, los niños están enfermando, no hacemos recreo
porque no es saludable jugar con todo este polvo, y tenemos también
que acabar pronto porque hay clases para niñas después de las de los
chicos, y no sé por qué han colocado ese cartel en inglés, nuestra
lengua es la árabe, ¿quieren humillarnos o darse importancia?"
El hijo de Mariam tampoco asiste al
colegio. Estudiaba en otro, en el instituto al-Faris al-Arabi,
situado en el mismo complejo. Pero el colegio fue ocupado por las
tropas estadounidenses, quienes lo invadieron una noche y por la mañana
ya lo habían convertido en base militar.
Laboriosos como abejas
Un sheij en la mezquita
Jolan nos dijo que los faluyanos estaban trabajando como abejas,
reconstruyendo sus casas, sin esperar las prometidas indemnizaciones.
Al principio rechazaron vivir en
Faluya, cuando contemplaron toda la destrucción. Su mujer se dio de
bofetadas y lloró amargamente la primera vez que vio su casa
destruida. Ahora está viviendo en medio de los escombros. Pero el sheij
insiste en que antes de hablar de reconstrucción, quieren preguntar
¿por qué? ¿Por qué se separó a los niños, por qué se expuso a
las mujeres a la muerte y a las humillaciones?:
"Ahora somos nosotros los que
preguntamos por al-Zarqawi? ¿Dónde está? Toda nuestra ciudad,
nuestra historia, nuestros documentos, nuestras bibliotecas, han sido
borrados del mapa; queremos conocer el motivo de esa destrucción. Les
dijimos que al-Zarqawi no estaba aquí, que no somos responsables del
terrorismo y que no abrimos las fronteras. Ellos son los responsables
de todo eso, ¿cómo es que los estadounidenses no pueden controlar
las fronteras?"
Casa ocupada
Ismael, un amigo del sheij,
estaba más enfadado aún. Su casa había sido ocupada por los
soldados estadounidenses, que la habían destrozado. Pero esa no era
la razón de que él estuviera tan enfadado. "Pusieron heces
humanas sobre el sagrado Corán. Hice todo lo que pude por limpiarlo,
pero no pude, era demasiado tarde".
Es habitual que las tropas
estadounidenses hayan ocupado casas en Faluya para utilizarlas como
oficinas, alojamientos o para uso temporal. Abu Mohammad, que tiene
una gran casa nueva que da al río, nos contó su historia:
"Llegaron [las tropas
estadounidenses] una noche a las dos de la madrugada, me dijeron que
me fuera con mi familia. Les pregunté dónde podía ir a esa hora; y
me contestaron que era mi problema. Estuvieron en la casa durante tres
días. Una vez que se fueron tuvimos que utilizar cajas y cajas de
detergente para limpiar. Utilizaron las cortinas para limpiar sus
botas, pusieron heces humanas en las ollas y había huellas de botas
por todas las paredes recién pintadas. Se llevaron una vieja pistola
que había heredado de mi abuelo. Fui a su base cuatro veces para
reclamarla, sin resultado. Cuando llegaron en la siguiente ocasión no
nos dijeron que nos marchásemos. Nos dijeron que nos quedáramos
ocupando una sola habitación. Era muy complicado. Nos daban quince
minutos para hacer pan, cuando normalmente se necesita por lo menos
una hora. Ir al aseo era lo más difícil, no se lo puede imaginar con
tantas mujeres y niños."
En busca de los desaparecidos
El mes pasado, cuando visitamos el
campamento de refugiados situado en la mezquita al-Mustafa, en la
universidad de Bagdad (donde estaban viviendo 175 familias), el sheij
nos dijo que los refugiados organizaron una manifestación para
protestar por las condiciones inhumanas de vida y para pedir
indemnizaciones y solicitar de los organismos internacionales que
visitaran Faluya y vieran por ellos mismos lo que había sucedido. No
tuvieron respuesta alguna.
Pero muchas familias tuvieron que
volver a la ciudad para buscar a los desaparecidos. Um Ahmad, de 35 años,
estaba buscando a su hijo Ahmad, que decidió quedarse con sus amigos
cuando la familia se marchó. Les estuvo telefoneando a diario,
algunas veces para preguntar cómo se cocinaba un determinado plato
hasta que desapareció. Habían buscado en todos los lugares posibles,
en las morgues, pero no había ni rastro de él.
Um Omar, de 51 años, estaba
buscando a su hijo, Iziddin, que desapareció en el mes de noviembre.
Ahmad Ramzi, de 10 años, pregunta por su padre, del que se supone que
fue arrestado dos días antes [de la fiesta musulmana] del Eid
(a mediados de octubre pasado), pero no hay ni rastro de él en
ninguna prisión ni base militar cercanas a Faluya.
En el campamento de refugiados del
complejo de Amiriya, Abdul Rahman preguntaba por su hermano Jidr Ali
Abdulla, deficiente mental, de 25 años, que lleva desaparecido cinco
meses.
El problema para todas estas
familias y para muchas otras más es que no saben qué hacer, dónde
ir, a quién preguntar por los desaparecidos. Les sugerí que miraran
las listas de cadáveres que fueron evacuados un mes después de los
ataques a Faluya. Algunos de esos cuerpos estaban tan descompuestos
que se hacía imposible la labor de identificación, pero es una
referencia donde poder buscar a sus seres queridos.
(*) Imán Ahmad Jamás,
periodista y escritora, ex-presidenta del Observatorio de la Ocupación
de Bagdad, activista del movimiento asociativo de mujeres iraquíes.
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