Poner fin a la guerra
Por Naomi Klein
Traducido para Rebelión por J. A. Julián, 12/05/05
La
principal pregunta que nos exige una respuesta es ésta: ¿Cuáles
fueron las verdaderas razones que impulsaron a Bush a la invasión y
la ocupación de Irak?
Cuando
lleguemos a determinar porqué fuimos realmente a la guerra —no las
razones encubiertas o manipuladas, como la libertad y la democracia,
sino las verdaderas razones— podremos convertirnos en activistas
pacifistas más efectivos. La manera más efectiva y estratégica de
poner fin a esta ocupación y también de prevenir guerras futuras es
negar a las personas que declaran las guerras el beneficio de su botín,
es decir, hacer que la guerra no rinda beneficios. Y no podremos hacer
esto a menos que identifiquemos efectivamente los objetivos de la
guerra.
Cuando
estuve en Irak, hace un año, intentando contestar a esa pregunta, una
de las maneras más efectivas que encontré fue seguir en su recorrido
a los bulldozers y la maquinaria de construcción. Yo estaba en Irak
para investigar la llamada reconstrucción, y lo que me chocó más
fue la ausencia de maquinaria de construcción, de grúas y bulldozers,
en el centro de Bagdad. Esperaba ver actividades de reconstrucción
por todas partes.
Vi
bulldozers en las bases militares, vi bulldozers en la Zona Verde,
donde se continuaba construyendo sin parar, los vi también en la
construcción de la sede central de la transnacional Bechtel y de la
nueva embajada de EE UU. Había también muchísima construcción en
todas las bases militares de EE UU. Sin embargo, en las calles de
Bagdad los antiguos edificios ministeriales no habían sido tocados en
absoluto. Ni siquiera habían quitado los escombros, ya no digamos
comenzado cualquier actividad de reconstrucción.
La
única grúa que vi en las calles de Bagdad alzaba una gran cartelera
publicitaria. Una de las cosas surrealistas de Bagdad es que la ciudad
vieja sigue en ruinas, y sin embargo hay allí estas nuevas y
brillantes carteleras publicitarias, la mayor gloria de la economía
global. El mensaje es: "Todo lo que usted era antes no merece ser
reconstruido. Vamos a importar un país nuevo, flamante." Es la
versión iraquí de esos programas de exaltación del fitness y
la cirugía plástica, tipo "Extreme Makeover."
No
es una coincidencia que los americanos miren en sus casas esta explosión
de reality TV radical que muestran la reconstrucción quirúrgica
de cuerpos humanos y el derribo y posterior construcción de sus
hogares. El mensaje de estos shows es: "Todo lo que usted
es ahora, todo que posee, todo lo que hace es una porquería. Vamos a
borrarlo completamente y a reconstruirlo con ayuda de un equipo de
expertos. Relájese y deje todo en manos de los expertos. Esto es
exactamente lo que representa "Extreme Makeover: Iraq".
Los
iraquíes no tienen ningún papel en este proceso, todas las empresas
modernizadoras son extranjeras. Los iraquíes titulados superiores,
con doctorados en ingeniería, que construyeron el sistema de
electricidad y el sistema telefónico no tienen ningún lugar en el
proceso de reconstrucción.
Si
queremos saber cuáles son los objetivos de la guerra, debemos tener
en cuenta lo que Paul Bremer hizo tan pronto llegó a Irak: despidió
a 500.000 personas, 400.000 de ellas militares. Hizo trizas la
Constitución de Irak y redactó una serie de leyes económicas que The
Economist describió como "la carta a los Reyes Magos de los
inversores extranjeros."
Básicamente,
Irak se ha convertido en un laboratorio de las políticas radicales de
mercado en que sueñan el American Enterprise Institute y el Cato
Institute
en Washington, DC, pero que sólo pueden imponer en pequeñas dosis en
nuestro propio país.
Así
pues, sólo tenemos que examinar las políticas y las acciones de la
administración Bush. No es preciso manejar documentos secretos o
grandiosas teorías conspirativas. Tenemos que considerar el hecho de
que se están construyendo bases militares permanentes y de que no se
reconstruye el país. La primera acción de nuestras tropas fue
proteger el Ministerio del Petróleo, a la vez que dejaban en llamas
el resto del país, la que fue calificado por el secretario de Defensa
Donald Rumsfeld con un escueto: "Son cosas que pasan." Al
permitir la quema de Irak, el suyo era un júbilo casi apocalíptico.
Permitir que el país fuese borrado, dejando una pizarra en blanco
sobre la que podían rediseñar a su gusto. Éste era el objetivo de
la guerra.
La
gran mentira
La
administración Bush dice que la guerra tuvo que ver con la lucha por
la democracia. Esta es la gran mentira a la que recurrieron cuando los
pillaron en otras mentiras. No obstante, es una clase diferente de
mentira, en el sentido de que es una mentira útil. La mentira de que
Estados Unidos invadieron Irak para traer la libertad y la democracia
no solamente a Irak sino, por fin, al mundo entero, es asombrosamente
útil porque podemos ponerla en evidencia, en un primer momento, y
luego podemos unirnos a los iraquíes para intentar hacerla verdad.
Por esta razón, me molesta que muchos progresistas tengan miedo a
utilizar el lenguaje de la democracia ahora que George W. Bush lo está
utilizando. De alguna manera, estamos renunciando a las ideas
emancipadoras más potentes creadas hasta hoy: autodeterminación,
liberación y democracia.
Es
absolutamente crucial no permitir que Bush acapare y difame
impunemente estas ideas, que son demasiado importantes.
En
relación con la democracia en Irak, es preciso en primer lugar hacer
la distinción entre elecciones y democracia. La realidad es que la
administración Bush ha luchado contra la democracia en Irak en cada
ocasión.
¿Por
qué? Porque si la democracia auténtica llegara alguna vez a Irak, se
perderían los objetivos reales de la guerra: el control del petróleo,
el apoyo a Israel, la construcción de bases militares permanentes, la
privatización de toda la economía. ¿Por qué? Porque los iraquíes
no comparten dichos objetivos y no los aceptan. Lo han dicho una y
otra vez, en primer lugar en encuestas de opinión, por lo que la
administración Bush rompió su promesa original de celebrar
elecciones a los pocos meses de la invasión. Creo que Paul Wolfowitz
pensó realmente que los iraquíes responderían como los concursantes
de uno de esos reality shows televisivos, cuando dicen: "Oh,
Dios mío. Gracias por mi flamante y esplendoroso país." No fue
así. Los iraquíes protestaron porque 500.000 personas habían
perdido sus trabajos, protestaron porque se les cerraban las puertas a
la reconstrucción de su propio país, y manifestaron con claridad que
no querían bases permanentes de EE UU.
Fue
en ese momento cuando la administración Bush rompió su promesa y
designó a un agente de la CIA como primer ministro interino. En ese
período encadenaron a los futuros gobiernos de Irak a un programa del
Fondo Monetario Internacional hasta 2008, lo que agravará mucho más
la crisis humanitaria de Irak. Un sólo un ejemplo: el FMI y el Banco
Mundial están exigiendo la eliminación del programa de entrega de
raciones de comida en Irak, del que depende el 60 por ciento de la
población para su alimentación, como condición para la reducción
de la deuda y para los nuevos préstamos aprobados en negociaciones
con un gobierno no elegido.
En
las recientes elecciones, los iraquíes votaron por la Alianza Iraquí
Unida. Además de la exigencia de un calendario de retirada de las
tropas, esta coalición de partidos ha prometido que alcanzaría el
100 por cien de pleno empleo en el sector público, es decir, un
rechazo total de la agenda de privatización de los neoconservadores.
Ahora, sin embargo, no pueden hacer ningunos de esto porque su
democracia ha sido encadenada. Es decir, tienen los votos, pero sin
ningún poder real para gobernar.
Un
movimiento en favor de la democracia
El
futuro del movimiento pacifista exige que éste se convierta en un
movimiento en favor de la democracia. Nuestro orden de marcha nos ha
sido dado por el pueblo de Irak. Es importante comprender que el
movimiento más potente contra esta guerra y esta ocupación está en
Irak mismo. Nuestro movimiento contra la guerra no debe practicar únicamente
la solidaridad verbal, sino también la solidaridad activa y tangible
con la inmensa mayoría de iraquíes que luchan por poner fin a la
ocupación de su país. Es preciso que ajustemos nuestra dirección a
la suya.
Los
iraquíes están resistiendo de muchas maneras, no solamente con las
armas. Están organizando sindicatos independientes. Están sacando a
la calle una prensa crítica, que luego les cierran. Están luchando
contra la privatización de las fábricas del Estado. Están formando
nuevas coaliciones políticas en un intento por poner fin a la ocupación.
Así
pues, ¿cuál es nuestro papel en todo ello? Debemos apoyar al pueblo
de Irak y sus demandas claras de finalizar tanto con la ocupación
militar como con la ocupación de las transnacionales. Esto significa
que nosotros debemos ser la resistencia en nuestro propio país,
exigir que las tropas vuelvan a casa, que las empresas estadounidenses
vuelvan a casa, que los iraquíes sean liberados de la deuda de Sadam
y de los acuerdos del FMI y del Banco Mundial firmados bajo la ocupación.
Esto no significa hacer el juego a ciegas a "la
resistencia." Porque no hay sólo una resistencia en Irak.
Algunos elementos de la resistencia armada toman como blanco a civiles
iraquíes cuando rezan en las mezquitas chiítas: son actos brutales
que sirven a los intereses de la administración Bush, dando
credibilidad a la opinión de que el país está al borde de la guerra
civil, y de que, por lo tanto, las fuerzas de EE UU deben permanecer
en Irak. No todo el mundo que lucha contra el ocupación de EE UU está
luchando por la libertad de todos los iraquíes; algunos están
luchando por su propio poder elitista. Por ello debemos seguir
centrados en el apoyo a las demandas de autodeterminación, y no
aplaudir cualquier revés del imperio de EE UU.
Además,
no podemos rendir el lenguaje, el territorio de la democracia.
Cualquiera que diga que los iraquíes no desean la democracia debería
avergonzarse profundamente de sí mismo. Los iraquíes claman por la
democracia y habían arriesgado sus vidas por ella mucho antes de esta
invasión, por ejemplo en la sublevación de 1991 contra Sadam, cuando
se permitió que los diezmaran. Las elecciones de enero tuvieron lugar
únicamente a causa de la presión tremenda de las comunidades chiítas
iraquíes, que insistían en obtener la libertad prometida.
"El
valor de ser serios"
Muchos
de nosotros nos opusimos a esta guerra porque era un proyecto
imperial. Ahora, los iraquíes están luchando por las herramientas
que harán de la autodeterminación algo significativo, no solamente
por unas elecciones de escaparate o por unas oportunidades de negocio
para la administración Bush. Esto significa que es hora, como Susan
Sontag dijo, de tener "el valor de ser serios." La razón
por la que el 58 por ciento de estadounidenses que están contra la
guerra no se haya traducido el mismo porcentaje de gente en las calles
que vimos antes de la guerra es porque no hemos presentado una agenda
política seria. No deberíamos tener miedo de ser serios.
Parte
de esa seriedad consiste en repetir las demandas políticas hechas por
los votantes y los manifestantes en las calles de Bagdad y Basora, y
traer esas demandas a Washington, donde se están tomando las
decisiones.
Pero
la lucha principal se desarrolla en torno al respeto del Derecho
internacional, y sobre si todavía hay algún respeto por éste en
Estados Unidos. A menos que nuestra batalla principal sea contra el
desdén total de esta administración por la idea misma del Derecho
internacional, las particularidades no importan realmente.
Vimos
esto muy claramente en la campaña presidencial de EE UU, cuando John
Kerry permitió que Bush determinara completamente los términos del
debate. Recuerden la ridiculización de la mención de Kerry de una
"prueba global," y la acusación de que era una muestra de
cobardía y debilidad permitir cualquier tipo de examen internacional
de las acciones de EE UU. ¿Por qué Kerry no cuestionó nunca esta
afirmación? En mi opinión, tan culpable fue la campaña de Kerry
como la administración Bush. Durante las elecciones, Kerry nunca
mencionó a Abu Ghraib, nunca habló de Guantánamo. Aceptó la
premisa de que someterse a una especie de "prueba global"
era prueba de debilidad. Después de esto, los demócratas no podían
esperar ganar una batalla contra Alberto Gonzales, nuevo ministro de
Justicia, cuando nunca habían hablado de la tortura durante la campaña.
En
este país, la guerra de los medios de comunicación debe ser parte de
la guerra. El problema no es que las voces pacifistas no estén ahí,
es que dichas voces no tienen amplificación. Necesitamos una
estrategia para llegar a los medios de comunicación de nuestro país,
y hacer de éstos un lugar de la protesta misma. Debemos exigir que
los medios permitan oír las voces de las críticas pacifistas, de las
madres enfurecidas que han perdido a sus hijos por una mentira, de los
soldados traicionados que lucharon en una guerra en la que no creían.
Y necesitamos seguir profundizando la definición de la democracia
para decir que estas elecciones de escaparate no son democracia, y que
tampoco tenemos una democracia en nuestro propio país.
Tristemente,
la administración Bush ha hecho un trabajo mejor de utilización del
lenguaje de la responsabilidad que nosotros en el movimiento
pacifista. El mensaje que la gente entiende es que nosotros estamos
diciendo: "hay que marcharse", mientras que ellos dicen,
"no podemos irnos así como así, tenemos que permanecer y
resolver el problema que iniciamos."
Podemos
tener una agenda muy detallada y responsable y no debemos tener miedo
de ella. Deberíamos decir: "saquemos las tropas de allí, pero
dejemos alguna esperanza detrás." No podemos tener miedo de
hablar de reparaciones, de exigir la supresión de la deuda de Irak,
de un abandono total de la legislación económica ilegal de Bremer,
del control iraquí total sobre el presupuesto de reconstrucción. Hay
muchos más ejemplos de demandas políticas concretas que podemos y
debemos presentar. Si llegamos a articular una definición de la
democracia más auténtica que la de la administración Bush,
traeremos una cierta esperanza a Irak. Y nos acercaremos mucho al 58
por ciento que está contra la guerra, pero que tiene miedo de marchar
con nosotros porque recelan de una actitud de cortar amarras y salir
corriendo.
Notas:
(*)
El presente artículo resume la intervención de la autora en el 'National
Teach-in on Iraq' (Seminario nacional sobre Irak) patrocinado por el
Institute for Policy Studies, en Washington, DC, que se celebró el 24
de marzo de 2005, 40º aniversario del primer seminario de este mismo
tipo (teach-in) sobre la guerra de Vietnam, que tuvo lugar en la
Universidad de Míchigan, en Ann Arbor (Míchigan, EE UU).
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