El
“valor” de Naomi Klein
No hay más que una
salida
Por
Michael Neumann (*)
CounterPunch
/ Rebelión, 15/05/05
Traducido por Germán
Leyens
Naomi Klein, en un
artículo publicado recientemente en In These Times,
[reproducido en www.socialismo–o–barbarie.org, edición del 15 de
mayo], nos dice cómo “poner fin a la guerra”. Dice que
tenemos que determinar las razones por las que fuimos a la guerra, que
son puestas en evidencia por la avidez estadounidense de obtener bases
militares y la riqueza petrolífera iraquíes. Dice que deberíamos
concentrarnos en el apoyo a lo que los propios iraquíes desean: una
autodeterminación significativa y una auténtica democracia,
reforzadas por el respeto al derecho internacional. Su ensayo se las
arregla para reunir en un solo sitio todo lo que actualmente anda mal
en gran parte del pensamiento izquierdista.
¿Qué
anda mal?
En primer lugar, para
terminar la guerra, no necesitamos conocer las verdaderas razones para
ella. Eso es investigación histórica, no planificación política.
Es como decir que, para que los aliados vencieran en la Segunda Guerra
Mundial, necesitaban conocer las verdaderas razones que tuvo Hitler
para iniciarla. Esas razones siguen siendo tema de discusión –A.J.P.Taylor
introdujo una considerable competencia a la tesis de la agresión
manifiesta– y, sin embargo, esa guerra se ganó hace tiempo. No se
trata de andar buscando defectos, es un ejemplo de la obsesión de la
izquierda con el análisis sin sentido, interminable, estéril.
Segundo, las
afirmaciones de Klein sobre qué es lo que vale como evidencia para qué,
son débiles. Por cierto, cuando un país invade a otro y tiene un
presupuesto muy reducido – y todo el sentido de la política de
Rumsfeld era ir a la guerra a bajo coste –sus prioridades esenciales
serán:
(1) asegurar el lugar
para sus propias fuerzas, de manera que el coste político y económico
de la guerra no se dispare fuera de control, y
(2) utilizar las
riquezas del país – en este caso el petróleo – para financiar su
acción. De manera que las actividades de la invasión fueron dictadas
por el presupuesto de la invasión, y no representan un indicador de
sus objetivos finales. [1] En cuanto a asegurar el lugar para la
inversión extranjera, es una tercera prioridad, a más largo plazo,
que sigue las mismas pautas: lograr que el sector privado haga el
trabajo de reconstrucción, que de otra manera costaría mucho más de
lo que EE.UU. jamás se podría permitir. Es el clásico ilusorio
pensamiento repulsivo republicano, y de nuevo no tiene nada que ver
con algún objetivo final.
Tercero, Klein otorga
mucho valor a la insinceridad de la retórica de democracia de EE.UU.
sobre Irak. Bueno,
¡obviooo! ¿Qué tiene que ver con alguna cosa? Todos, a
excepción de unos pocos estadounidenses lo saben, y esos pocos
estadounidenses están demasiado sumidos en sus prejuicios para
sentirse afectados, o no les importa un pepino si EE.UU. quiere
convertir a Irak en una democracia. Están mucho más preocupados de
que persiga a los terroristas y en general que se muestre al mundo que
EE.UU. es el que manda. Sus motivos son una pura reacción al 11–S.
Cuarto: Klein nos
dice que debemos tener el valor de ser serios, y luego recomienda lo
que bien podría ser frivolidad. Nos dice que “la lucha principal se
desarrolla en torno al respeto del Derecho internacional”. No es así.
El derecho internacional no tiene ni la más mínima perspectiva,
porque no existe una autoridad soberana, neutral, absoluta, que lo
imponga. Lo que Klein nos pide que respetemos no es en realidad más
que un montón de frases que expresan buenos deseos, articuladas por
tribunales y abogados sin la menor autoridad porque, en el mundo real,
la autoridad se basa en el poder manifiesto. No, el núcleo de la
lucha es sacar a EE.UU. de Irak, ¿verdad? ¿Qué sería preferible:
que EE.UU. se vaya mañana, y continúe despreciando totalmente el
derecho internacional, o que se vaya en cinco años, imbuido del más
profundo respeto por el derecho internacional? Las prioridades de
Klein no son más que otro caso de ADD (síndrome de déficit de
atención) político.
Quinto: La posición
de Klein es destripada y descuartizada por el tira y afloja entre su
deseo de evitar la construcción de la nación de Bush y su aceptación
de la misma doctrina. Primero dice: “El
futuro del movimiento pacifista exige que éste se convierta en un
movimiento en favor de la democracia. Nuestra orden de marcha nos ha
sido dada por el pueblo de Irak... Es preciso que ajustemos nuestra
dirección a la suya”.
Luego
dice: “Debemos apoyar al pueblo de Irak y sus demandas claras de
finalizar tanto con la ocupación militar como con la ocupación de
las transnacionales.... Esto no significa hacer el juego a ciegas a
"la resistencia”. Porque no hay sólo una resistencia en
Irak... No todo el mundo que lucha contra el ocupación de EE UU está
luchando por la libertad de todos los iraquíes; algunos están
luchando por su propio poder elitista. Por ello debemos seguir
centrados en el apoyo a las demandas de autodeterminación, y no
aplaudir cualquier revés del imperio de EE UU.”
Después dice: “Cualquiera
que diga que los iraquíes no desean la democracia debería
avergonzarse profundamente de sí mismo. Los iraquíes claman por la
democracia y habían arriesgado sus vidas por ella mucho antes de esta
invasión, por ejemplo en la sublevación de 1991 contra Sadam, cuando
se permitió que los diezmaran. Las elecciones de enero tuvieron lugar
únicamente a causa de la presión tremenda de las comunidades chiíes
iraquíes, que insistían en obtener la libertad prometida.”
Confunde, pero
comprendo: sacar a EE.UU. de Irak no es realmente nuestra primera
prioridad. Es sacar a EE.UU. de Irak *según nuestros términos*. ¿Quiénes
son ‘nosotros’? Buenos, ‘nosotros’ apoyamos la democracia, lo
que quiere decir que apoyamos, no a todos los iraquíes, sino a los
iraquíes que apoyan la democracia. Los otros iraquíes son malos: sólo
quieren apoyar “su propio poder elitista [ahora conspicuamente
ausente]”. Peor todavía: “Algunos
elementos de la resistencia armada toman como blanco a civiles iraquíes
cuando rezan en las mezquitas chiíes: son actos brutales que sirven a
los intereses de la administración Bush, dando credibilidad a la
opinión de que el país está al borde de la guerra civil, y de que,
por lo tanto, las fuerzas de EE UU deben permanecer en Irak”. Así
que apoyamos a la gente que quiere democracia, y que no atacan a los
chiíes. Apoyamos a la gente que realmente quiere democracia, es decir
a los simpáticos chiíes (no a algunos fastidiosos que quieren una
teocracia) y, aunque ella no los menciona, a los kurdos. En otras
palabras, apoyamos exactamente a los elementos de la población
apoyados por Bush, y a otras gentes simpáticas que podamos encontrar.
Está perfectamente bien que Klein hable de una “agenda
responsable”para la retirada e incluso para reparaciones, pero si
está realmente comprometida con la democracia en Irak, está
comprometida con grandes partes de la actual política del gobierno de
EE.UU.
Y, una vez más, esto
es pura estúpida ideología estadounidense. Por cierto, las
comunidades chiíes querían elecciones – ¿no las querrías si
representaran tu pasaporte al poder? Seguro, se sublevaron en 1991 –
se nos dice que querían librarse de Sadam Husein, y pensaron que era
su oportunidad. Nada de esto demuestra que los iraquíes tengan el
compromiso infantil de la izquierda estadounidense con un sistema de
gobierno que, en el propio EE.UU., ha sido un fracaso miserable. La
democracia, si funciona en alguna parte, parece funcionar mejor en países
muy estables, muy prósperos – como los de Europa Occidental, por lo
menos antes de que se irritaran por sus inmigrantes.
Irak no es un país
semejante
Hay más. Si Klein no
fuera tan arrogante como Bush, sería la primera en subrayar que no
sabe nada sobre Irak o lo que desean los iraquíes, en lugar de
alardear de su gran certidumbre sobre ese tema. No produciría tonterías
como “Ahora, los iraquíes están luchando por las herramientas que harán de
la autodeterminación algo significativo...” Para empezar,
“autodeterminación” suena cómico: ¿la quieren los kurdos iraquíes
en el mismo sentido en el que la quieren los demás iraquíes? Es como
el chiste (sí, chiste) que cuenta Kant: Dos reyes, Francisco I de
Francia y el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos
V codician ambos Milán. Francisco proclama una armoniosa convergencia
de intereses: “lo que quiere mi hermano Carlos, también lo quiero
yo”. Además, por nuestra ignorancia respecto a Irak, ¿no deberíamos
tender a escoger lo obvio? Normalmente se acepta que la feroz
resistencia a una invasión significa que los resistentes quieren que
los invasores se vayan. Es aceptada normalmente, no como una lucha por
darle un significado a la autodeterminación, sino que como una lucha
por la autodeterminación.
Es bastante probable
que los iraquíes quieran lo que Klein parece considerar los
requisitos previos para darle un significado: “exigir
la supresión de la deuda de Irak, de un abandono total de la
legislación económica ilegal de Bremer, del control iraquí total
sobre el presupuesto de reconstrucción”. Es muy posible que quieran
muchas cosas más. ¿Pero no nos han estado diciendo y mostrando
bastantes iraquíes que, primero y más que nada, quieren que se vayan
los estadounidenses, y sanseacabó, no sólo si su partida tiene
significado? ¿No parece que su primera prioridad es, no la búsqueda
de significado, sino la muerte de soldados y de los lacayos de EE.UU.?
¿Le falta claridad al mensaje, o me estoy perdiendo algo? ¿Han
expresado los iraquíes una ansiedad apasionada de que la izquierda
estadounidense elija y escoja entre las facciones en su país?
Desde el principio
hasta el fin Klein carece precisamente de lo que dice que deberíamos
tener: el valor de ser seria. ¿Qué clase de valor se requiere para
manifestar por la Verdadera Democracia? Klein ni siquiera formula la
difícil pregunta. Si quiere tanto la democracia – porque, igual que
Bush y Blair, ella sabe que esos lamentables pequeños iraquíes no
echan de menos para nada la democracia – sólo ¿cuándo y cómo va
EE.UU. a retirar sus tropas? Presumiblemente, la respuesta debe ser:
una vez que hayan asegurado Irak para la democracia. Esto significaría
retirarse una vez que los “iraquíes democráticos” sean lo
suficientemente fuertes para imponerse a los iraquíes antidemocráticos,
que parecen ser bastante poderosos y bien organizados. Esto
ciertamente requeriría ayuda militar de EE.UU., tal vez durante años,
o la introducción de otras fuerzas militares para que hagan lo mismo,
por ejemplo que la ONU o la OTAN reemplacen a los invasores
estadounidenses. (Si Klein piensa que, en algún sitio del universo,
existen tropas decorosas, respetuosas, virtualmente no–violentas,
listas para neutralizar de alguna manera a los “malos” de Klein y
de Bush, es una fantasía más.) De manera que el valor de Klein
consiste en proponer en gran parte lo que Bush le está dando.
Sí, Klein es
sincera, quiere una verdadera democracia, apoya los elementos
genuinamente democráticos, y Bush no es sincero. Pero a fin de cuenta
es una diferencia sin importancia. Si se insiste en llevar la
democracia a Irak – alegando siempre que es lo que los propios iraquíes
desean – habrá que derrotar a los elementos antidemocráticos que
los dos deploran, y esto significará bases de EE.UU. y soldados
estadounidenses que vierten sangre iraquí. Cualquier sinceridad que
postule esas políticas, y sus objetivos en última instancia, no será
otra cosa que poses que encubren el mismo entrometimiento violento.
Poniéndose
serios
El valor de ser serio
significaría algo bastante diferente. Significaría, no este
sustituto de sangre de horchata, de café descafeinado con leche para
la pasión, sino verdadero odio contra las acciones de EE.UU. y una
determinación inquebrantable, furiosa, de expulsar hasta el último
soldado de la ‘coalición’ del suelo iraquí, lo más pronto
posible, por todos los medios necesarios. No es cosa de condiciones y
salvedades sobre la democracia: simplemente expulsarlos. Si alguien
cree realmente en el derecho de los iraquíes a su propio país no se
dedicaría a juguetear sobre si su forma proyectada de gobierno o modo
de autodeterminación corresponde o no a los ideales izquierdistas
estadounidenses. No algo que nos corresponda juzgar, y no en último
lugar porque es simple insolencia presumir que sepamos lo que quieren
los iraquíes o cómo debieran obtenerlo. Toma años conocer un país,
y si uno no vive allí, por lo menos haberlo estudiado
prolongadamente, reforzado por la fluidez en su idioma. Sólo patanes
estadounidenses, de todos los colores políticos, podrían pensar de
otra manera.
“¿Cómo terminar
la guerra?” Ni yo, ni Naomi Klein sabemos cómo, pero el intento
significa una oposición real, furiosa, peliaguda, algo que llegue a
preocupar a un gobierno. No puede basarse en un pedido de retirada
combinado con una cuidadosa selección de cuáles serán los iraquíes
que ‘nos den nuestra orden de marcha’. Una verdadera oposición
requiere algo que va más allá de la persuasión razonada; la extrema
impotencia de la extremadamente razonable izquierda lo ha demostrado.
No es cosa de miles y miles de millones de correos electrónicos, aislándonos
del mundo como si fuera fibra de vidrio rosada. No es cosa de ganar de
manera insulsa ‘electores potenciales’, sino de utilizar los
partidarios que ya tenemos, o sea nosotros mismos. Es un camino que
demuestra que esta guerra nos disgusta, que no nos detendremos ante
nada para terminar con ella, y que no podía importarnos menos si eso
desgarra nuestro país. EE.UU. debe irse, ahora, y debemos simplemente
dejar de hablar de democracia en Irak. Las decisiones sobre el
mantenimiento del orden pertenecen a los iraquíes y tal vez a
agencias internacionales, y no a estadounidenses de cualquier matiz
político. Es un mensaje claro que permite edificar una oposición
clara, resuelta, total.
El valor de ser serio
también significa no “apoyar a nuestros soldados”. Este apoyo
realmente se ha hecho repugnante. Acaban de presentarnos docenas de
artículos conmemorativos de Vietnam. Los mejores mencionan un poco a
los tres millones de vietnamitas que matamos, y tal vez a los niños
vietnamitas que, gracias al Agente Naranja, deben vivir una especie de
vida en una horrenda deformidad. Pero en la izquierda, igual que en la
derecha, es demasiado común que el artículo sea construido alrededor
de algún adorable veterano de Vietnam. Un reciente artículo de Nation,
por ejemplo, nos presenta a:
"Mike Sulsona,
un ex Marine... que acaba de volver de su primer viaje a Vietnam desde
la guerra. Estaba excitado porque se sorprendió al ver que esta vez
le gustó y porque estaba feliz por la investigación que hizo para un
drama que quiere escribir sobre un conductor de tanque del Ejército.”
Se
nos informa que
“En Ho Chi Minh
City, la antigua Saigón, Sulsona anduvo en su silla de ruedas por una
acera tortuosa antes de volver a Nueva York. Casi chocó con un hombre
vietnamita, también en silla de ruedas, que iba en la dirección
contraria, tratando de vender números de lotería. Al reconocerse
mutuamente por su diferencia de todos los demás y por su similitud,
los dos parapléjicos se detuvieron. El veterano de Vietnam y el
veterano vietnamita hicieron rodar sus sillas hasta enfrentarse como
en otra ocasión podrían haberlo hecho con armas.
“Ninguno de los dos
sabía muchas palabras en el idioma del otro, pero hablaron
brevemente, con voz entrecortada, lo suficiente para que Sulsona
comprendiera que el otro hombre también había estado en la guerra. “Repentinamente,
comenzamos a reír”, dijo Sulsona. “Resonantes carcajadas. No
tengo la menor idea de si estuvo en el ejército survietnamita
peleando de nuestro lado, o en el Vietcong, o si había llegado con el
ejército norvietnamita... ¿Qué importa? Estábamos riendo y riendo
y no podíamos detener la risa, simplemente dos tipos que fueron
cagados por la guerra... Ninguno de los dos podía dejar de reír.
Quiero decir, ¿para qué sirvió todo eso, en todo caso?”
¡Caramba!, seguro
que es una linda despedida después de bañar un país en fuego y
veneno: detengámonos y pensemos en la maldita porquería demente que
es la guerra. Es exactamente el tipo de obsequiosa evasión de
la–guerra–es–un–infierno–y–somos–sólo–humanos que
hace que a tantos les guste la chifladura de la guerra de Corea de
M*A*S*H, que fue presentada por primera vez tres años antes de la caída
de Saigón.
No se trata de
compasión; es cobardía. A menos que se represente a una tercera
fuerza, con un poder decisivo para afectar la situación mundial, en
una guerra hay que tomar un lado o el otro. La izquierda no representa
una tal fuerza. Estamos o a favor de la invasión estadounidense de
Irak, y de los soldados que la realizan, o en contra. Ser serio es
reconocer que no se puede siempre escoger y elegir. No podríamos
haber dicho seriamente: “apoyamos la guerra contra Hitler, pero nos
oponemos a Stalin”, porque eso, tomado en serio, hubiera sido estúpido.
¿Vas a
combatir contra Stalin? Entonces le estás ayudando a Hitler. ¿No
vas a combatir contra Stalin? Entonces, ¿a quién le importa para
nada a qué te ‘opones’?
Si apoyamos a los
soldados, significa que no queremos que los maten, y que apoyamos sus
esfuerzos por protegerse, por lo menos hasta que – ¿meses, años?
– puedan retirarse. En otras palabras, estamos contra los iraquíes
que los atacan. Estamos a favor de la muerte de los atacantes, y de
cualquiera otra persona que caiga en el fuego cruzado al replicar los
soldados estadounidenses. Si no, ¿qué ‘significado’ tiene
nuestro apoyo?
Presentamos excusas
condescendientes para ‘nuestros’ soldados: son pobres, ignorantes,
oprimidos, engañados por reclutadores, son carne de cañón, son todo
lo que ha constituido la columna vertebral de todo ejército perverso
desde los albores de la historia. Son cualquier cosa, es decir, menos
adultos responsables por sus decisiones. Como consecuencia de esas
decisiones han ido a miles de kilómetros a matar y a mutilar a gente
que no les ha hecho ningún daño. Si nosotros – para utilizar la
expresión de Klein – ‘apoyamos ‘de un modo significativo’ a
‘nuestros’ soldados, podemos apoyar ‘de modo significativo’ la
violación de Irak, no importa cuánto lloriqueemos sobre la manera
justa y adecuada, partidaria y prolongada, para que los muchachos
vuelvan a casa. El valor de ser serio significa el valor de tomar
decisiones duras. ¿Lo poseemos?
Notas:
(*)
Michael Neumann es profesor de filosofía en la Universidad
Trent en Ontario, Canadá. Los puntos de vista del profesor Neumann no
deben ser considerados como si fueran los de su universidad. Su
libro “What's Left: Radical Politics and the Radical Psyche” acaba
de volver a ser publicado
por Broadview Press. Contribuyó el ensayo "What is Anti–Semitism",
al libro de CounterPunch “The Politics of Anti–Semitism”. En
septiembre de 2005, CounterPunch/AK Press publicará el nuevo libro de
Neumann “The Case Against Israel”.
1.– Sí,
algunas de las bases parecen ser permanentes. Seguro, el
gobierno de EE.UU. quisiera tenerlas para siempre, ¿quién no? A los
países les gusta ser poderosos, y aprovechan la oportunidad de
ampliar su poder. Pero va mucho más lejos suponer que EE.UU. invadió
Irak para obtener esas bases cuando, a un costo mucho más pequeño en
todo sentido, podrían haberlas construido en otros sitios en la región.
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