Un
“desfile de bienvenida” de sangre y de ira al rojo vivo
“¡Si
tienen un poco de coraje, que ataquen una o dos aldeas sin aviones y
helicópteros y tanques y que peleen hombre a hombre!”
Por
Dahr Jamail
Rebelión,
17/05/05
Traducido
por Germán Leyens
Por
si fuera poco, con más de 400 iraquíes muertos violentamente durante
la primera quincena del recién juramentado “gobierno” iraquí, la
Secretaria de Estado de EE.UU., Condoleeza Rice, hizo una sorpresiva
visita a la más reciente colonia de EE.UU.
Después
de visitar el norte de Irak que no ha sido afectado por lo peor de la
actual violencia, Rice viajó a la fuertemente atrincherada “zona
verde” en el centro de Bagdad donde se encuentra la “embajada”
de EE.UU. Se dirigió a una multitud en el antiguo Palacio
Republicano, el escenario perfecto para su simbólica visita a Irak,
donde más y más iraquíes se refieren a la devastadora ocupación
que oprime a su país como su nueva “sangrocracia”.
“Estamos
tan agradecidos de que haya estadounidenses dispuestos a sacrificarse
para que Medio Oriente sea un todo, y libre y democrático y en
paz”, anunció antes de volver al norte de Irak en su inmenso
contingente de helicópteros militares, al reducto montañés del líder
del Partido Democrático Kurdo, Massoud Barzani, antes de abandonar la
nación asolada por la guerra.
En
lugar de un desfile de bienvenida con papel picado y pétalos de rosa
para la Secretaria Estado de EE.UU., que fue uno de los arquitectos de
la invasión, hoy se descubrieron 34 cadáveres de hombres muertos a
tiros, decapitados o con cuellos cortados en todo Irak.
Otros
aspectos de su calurosa bienvenida incluyeron tiroteos al pasar en
Bagdad que costaron las vidas de un alto funcionario del Ministerio de
Industria, su conductor y un destacado clérigo chií, así como un
ataque con dos bombas en Baquba que casi costó la vida del gobernador
de la provincia de Diyala (pero perecieron otros cuatro miembros de su
convoy). Una segunda bomba fue entregada, después de la primera, por
un hombre corriendo a pie hacia el convoy que detonó su cinturón de
explosivos.
Cuando
llegaron las ambulancias, su personal encontró pedazos de cuerpos
esparcidos en charcos de sangre y fragmentos de vidrio, al atender a
37 iraquíes heridos.
No
sólo se opone vehementemente la vasta mayoría de los iraquíes en
Irak a la actual ocupación, sino que en Amman, los que encontré en
la “Compañía de Transporte Entre Dos Ríos” estaban igual de
furiosos por la ocupación.
En
la gran oficina del director general de la compañía, conductores de
Bagdad, Baquba, Sadr City, Faluya, Ramadi y Basora, suníes y chiíes
por igual, se aglomeraron alrededor de vasos de té caliente para
expresar sus frustraciones, al escuchar mis preguntas.
Antes
de la invasión, solían hacer entre 4 y 5 viajes por mes entre Amman
y Bagdad. Ahora hacen un viaje por mes, sobre todo porque antes de
cruzar la frontera a Jordania se ven obligados a esperar en una cola
de varios kilómetros... durante 18 días. Esto se debe, creen, a un
acoso innecesario por parte de las autoridades fronterizas jordanas.
Duermen
en las cabinas de sus camiones mientras la fila se arrastra hacia la
frontera, y cuando un conductor de Basora me dice que cuando abandonan
sus camiones de noche los soldados estadounidenses les disparan, miro
a todos en la sala y veo que todos asienten con la cabeza.
Ninguno
está contento con la situación.
“Todos
nuestros problemas se deben a los estadounidenses”, dice Ahmed, un
conductor que ha estado tratando de llevar suministros a Ramadi:
“Los soldados han rodeado la ciudad durante tanto tiempo, hay una
sola entrada y toda la gente en la ciudad sufre. Los estadounidenses
trajeron consigo todos estos problemas.”
Se
menciona el tema de la guerra civil, y Mohammed, un conductor chií de
Sadr City estalla: “¡Los ocupantes están creando estos problemas
entre chiíes y suníes, pero no nos dividirán! ¡Todas las
ocupaciones sólo significan destrucción y sufrimiento!”
De
nuevo miro alrededor por el recinto repleto de iraquíes coléricos y
veo que vuelven a asentir.
Ahmed
alza la voz por sobre los demás y con los ojos ardientes de ira
lanza: “¡Mi primo está en al–Qaim, y acaba de decirme que los
estadounidenses han destruido tantas casas en esa área y matado a
mujeres y niños!”
Toda
la atención en la sala se concentra en un hombre grande, con bigotes,
que lleva un dishdasha marrón, mientras continúa:
“Entran
a nuestros hogares donde están las mujeres y los niños, y esto va
totalmente contra nuestras tradiciones y cultura. ¡Deben abandonar
inmediatamente nuestro país!”
No
sólo los iraquíes en Amman se oponen a la brutal ocupación de su país.
La mayoría de los jordanos con los que he hablado durante la última
semana piensan lo mismo. Como me dijo un jordano de edad, proveniente
de Palestina, hace dos días en mi hotel: “Los iraquíes deben
resistir ahora a esta ocupación, o terminarán como los
palestinos”.
En
la oficina de los camioneros, el humor es de extrema cólera,
frustración y urgencia.
Hamad,
un chií de Basora participa en la discusión y declara: “¡Los he
visto destruir tres granjas en Diyala! ¿Por qué no pueden quedarse
en sus bases como los británicos en el sur? Si se quedaran en sus
bases la cosa iría mucho mejor para nosotros”.
“He
visto con mis propios ojos que los estadounidenses, cuando su patrulla
fue alcanzada por una bomba al borde de la ruta, abrieron fuego contra
todos los coches civiles a su alrededor”, exclama Mohammed.
Todos
comienzan a hablar al mismo tiempo al oír sus palabras, y el furor
los hace levantar la voz.
Por
sobre el bullicio, Rathman, un conductor de Faluya dice: “¡Si Bush
es hombre de verdad, debería bajar solo a la calle!”
“Insh’Allah
[Si Dios quiere] Irak será la tumba de los estadounidenses”, agrega
Ahmed, “Qaim son tres pequeñas aldeas y con todos sus aviones y
tanques no logran controlarlas. ¡Si tienen un poco de coraje, que
ataquen una o dos aldeas sin aviones y helicópteros y tanques y que
peleen hombre a hombre!”
Un
conductor chií de Hilla, una pequeña ciudad al sur de Bagdad, dice
con seriedad que EE.UU. es “la compañía madre del terrorismo”.
Mi
intérprete, Abu Talat, mi amigo Aisha y yo decidimos que es hora de
despedirnos. Varios de los hombres nos siguen a la calle mientras
esperamos un taxi, y siguen dando su opinión mientras lo hacemos. Están
ansiosos de continuar, ven mi pluma como una válvula de escape para
sus frustraciones, mientras continúo tomando notas.
“¿Por
qué no informan más los medios sobre al–Qaim?” pregunta Ahmed,
al acercarse un taxi para recogernos.
“Aconsejamos
enérgicamente al pueblo estadounidense que presione a su gobierno
para que se vaya de Irak”, dice un hombre de al–Karma que pide que
lo llame Ali.
Mientras
comenzamos a entrar al coche, pregunta: “¿Ahora estamos libres de
Sadam Husein, así que vinieron los estadounidenses como liberadores o
como adquisidores?”
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