Dos
años de resistencia: la violencia de los iraquíes y la ética de los
demás
Por
Agustín Velloso (*)
CSCAweb,
09/06/05
"Cabe
esperar que la prensa empotrada, los analistas, los centros de
estudio, los formadores de opinión y las ONGs humanitarias se
dediquen a discutir sobre lo que malintencionadamente se llama
'ataques suicidas', las acciones armadas y asuntos relacionados. Esta
actividad favorece al ocupante. El papel de los opuestos a la ocupación
y la violencia muy superior que ésta genera no es participar en la
discusión, sino en la resistencia"
Se
han cumplido sobradamente dos años de la ocupación estadounidense de
Iraq y otros tantos de la resistencia iraquí contra la ocupación. A
la vista del aumento y efectividad de las acciones de ésta y del mal
aspecto que ofrece la ocupación estadounidense, una nueva arma ha
aparecido recientemente para sustituir a las de "destrucción
masiva": la crítica contra la resistencia legítima de los
pueblos a la ocupación ilegal de su territorio.
No
solamente los que apoyan a los ocupantes de Iraq, los anti-árabes y
los sionistas critican a la resistencia iraquí, algo que también
alcanza en no pocas ocasiones a la resistencia palestina y de otros
lugares. Últimamente surgen críticas también por parte de algunos
"progresistas" que se opusieron a la guerra de agresión y
la posterior ocupación por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Esta
gente condena la violencia de algunos grupos iraquíes porque, dicen,
no todas las acciones armadas son actos de resistencia y no todos los
ataques son aceptables. Otros añaden que ataques guerrilleros sin
coordinación y sin objetivos políticos claros no constituyen una
buen política de liberación nacional.
Ninguna
de estas posturas es de gran valor para conseguir la liberación de
Iraq o el fin del imperialismo. Son sencillamente la expresión de un
deseo. Es más, producen fisuras en el movimiento contra la ocupación,
debilitan la solidaridad internacional con las víctimas y además
respaldan, aunque sea de forma involuntaria, los argumentos de los
agresores.
No
hay que perder de vista lo fundamental: el enemigo es el agresor, el
único responsable del desastre que prevalece en Iraq y del nivel de
violencia que era desconocido en el país hasta que empezó la agresión.
Si se piensa que la ocupación debe acabar cuanto antes, no hay
necesidad de discutir sobre la bondad de los métodos de la
resistencia en un momento en que las víctimas de la ocupación se
protegen y sobreviven como pueden. O bien se empuña las armas junto a
los resistentes, o bien, como observadores a través de la televisión
del sufrimiento iraquí, lejos del frente de batalla, se muestra
comprensión por la situación.
Algunos
en Occidente se entretienen estableciendo diferencias entre los que
realizan una "resistencia pura" y los "fanáticos
islamistas" y dejan de lado el hecho de que mientras tanto unos y
otros arriesgan sus vidas o la ofrecen en martirio en su esfuerzo por
expulsar al ocupante.
¡Por
supuesto que nadie deseaba la muerte de Margaret Hassan! Es evidente
que no se quiere que tiroteen a unos fieles que rezan en la mezquita o
que bombardeen a unos peatones en el mercado. Todo el mundo sabe que
no todos los métodos son actos de resistencia legítimos. Al mismo
tiempo es de sentido común que ataques guerrilleros aislados no son
la mejor política de liberación nacional. A pesar de esas desgracias
y esta constatación, el papel de los que se oponen al horror no es
juzgar sino combatir la ocupación. Cuanto antes acabe ésta, antes
cesará la violencia.
La
situación actual no deja muchas alternativas excepto el fin inmediato
de la ocupación. Es absurdo decir que el caos se adueñará de Iraq.
El caos lo originó el agresor y el ocupante hace más de dos años.
Hay que admitir que el desastre que tiene lugar es el fruto de la
ocupación y que las víctimas apenas tienen margen de maniobra.
Es
preciso tener presente en todo momento la historia: trece años de
sanciones de Naciones Unidas, ataques armados continuos, guerra de
agresión y finalmente ocupación, la cual incluye asesinatos,
torturas, encarcelamientos, destrucción masiva, corrupción y abuso
generalizados. ¿Qué sentido tiene hablar ahora de atrocidades,
salvajismo y fanatismo religioso cuando se ha deshumanizado a
conciencia a un país entero durante quince años seguidos?
No
resulta razonable que los observadores occidentales que no
experimentan ni remotamente el sufrimiento de los iraquíes- critiquen
a los que viven en el centro del horror. ¿Por qué aplican su ética
occidental para juzgar la bondad de los iraquíes? ¿Es que no se dan
cuenta de que esta ética ha sido del todo inútil para defenderles de
los agresores, quienes comparten con los observadores esa ética,
nivel de vida y algunas otras características?
Los
propios iraquíes están mejor capacitados para enjuiciar moralmente
sus propias acciones, ellos son los que viven en circunstancias
extremas, más bien, inhumanas. Los observadores que deseen emitir un
juicio moral, han de vivir en Iraq o han de dar la seguridad que ellos
disfrutan a los iraquíes.
En
el terreno político es comúnmente admitido que el ocupante se retira
cuando el precio que paga por la ocupación en términos humanos y
materiales- es superior al beneficio que obtiene con ella. El fin
principal de la resistencia, consecuentemente, es la eliminación del
mayor número de ocupantes: soldados, administradores,
colaboracionistas recientemente contratistas también- y al tiempo el
desgaste económico de la maquinaria de ocupación mediante sabotajes,
huelgas y no cooperación. Los que dicen apoyar la resistencia y
oponerse a la ocupación no pueden sino compartir ese fin y apoyar a
la resistencia.
A
la vista de la historia y de lo que ocurre ahora, no es razonable
esperar que alguien sea capaz de solucionar el caos originado en Iraq
mediante discusiones sobre la bondad y las políticas de los grupos de
resistencia iraquíes. Cabe esperar que la prensa empotrada, los
analistas, los centros de estudio, los formadores de opinión y las
ONGs humanitarias se dediquen a discutir sobre lo que
malintencionadamente se llama "ataques suicidas", las
acciones armadas y asuntos relacionados. Esta actividad favorece al
ocupante. El papel de los opuestos a la ocupación y la violencia muy
superior que ésta genera no es participar en la discusión, sino en
la resistencia.
(*)
Agustín Velloso es profesor de Ciencias de la Educación de la UNED
en Madrid, participó en la V Delegación española a Iraq entre el 28
de diciembre de 2002 y el 5 de enero de 2003.
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