El pentágono replantea
su estrategia
EE.UU. se cuestiona
su capacidad de librar dos guerras simultáneas
Por Eusebio Val,
corresponsal Washington
La Vanguardia, Barcelona, 06/07/05
El Pentágono se
replantea su vieja estrategia de estar preparado para librar dos
guerras de envergadura en lugares distintos. El desgaste del 11-S y
sus consecuencias, Iraq y Afganistán, cuestionan un principio
inmutable desde hace decenios en Washington.
En el Pentágono son
conscientes de que ningún plan bélico resiste el choque con la
realidad del primer día de hostilidades.
¿Podría Estados
Unidos, pese a su supremacía militar, reaccionar ante una crisis en
Taiwán y librar al mismo tiempo una guerra para abortar la
nuclearización de Irán? Estas y otras hipótesis forman parte de la
rutina de los analistas del Pentágono, que no cesan de realizar
juegos de guerra para simular situaciones, preparar estrategias y
tenerlo todo listo ante cualquier eventualidad. Según The New York
Times, por primera vez los responsables militares norteamericanos se
están cuestionando de verdad un principio intocable durante decenios:
la capacidad para librar de forma simultánea dos guerras de
envergadura.
La carga que supone la
guerra global contra el terrorismo y el desgaste de las operaciones
iraquí y afgana hacen replantearse la idea de las dos guerras
paralelas. Según el Times, la inquietud del Pentágono fue expresada
por el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Richard Myers, en un
informe clasificado remitido al Congreso la pasada primavera. El
asunto es objeto también de un amplio análisis en el Quadrennial
Defense Review, una revisión estratégica que el Pentágono presenta
al legislativo cada cuatro años.
Un cambio en los
objetivos militares tendría hoy importantes consecuencias sobre la
composición de las fuerzas armadas, su adiestramiento y el tipo de
material bélico, amén de alterar la imagen de EE.UU. y su poder
disuasorio en el mundo. La renuncia al principio de las dos guerras
simultáneas se haría en beneficio de mejorar las capacidades para la
guerra antiterrorista y para la defensa del propio territorio. Esto
tal vez requeriría menos efectivos humanos globales, pero más móviles
y un incremento de las fuerzas de operaciones especiales.
Uno de los problemas es
definir qué es una guerra de envergadura. Iraq constituye un caso atípico.
Ya no hay una guerra abierta clásica, pero tampoco es una simple
operación de mantenimiento de paz, como en los Balcanes. La continua
insurgencia obliga a un despliegue todavía muy numeroso que absorbe
grandes recursos. Muchos sospechan que, con el actual tamaño de su ejército
y sin reimplantar el servicio militar obligatorio, EE.UU. no estaría
en condiciones de responder a otra gran crisis internacional en Corea,
Taiwán o Irán. Es obvio que, en caso de verdadera emergencia, el país
podría multiplicar sus recursos humanos y materiales, como hizo en la
Segunda Guerra Mundial, pero eso no puede entrar en los cálculos más
previsibles del Pentánono.
La estrategia aún en
vigor -y revalidada públicamente por el secreta-rio de Defensa,
Donald Rumsfeld, cuando ha sido interpelado- es conocida por la fórmula
numérica 1-4-2-1. Procede de los tiempos de la guerra fría. La
primera cifra se refiere a la defensa del territorio estadounidense.
El número 4 alude a la capacidad de disuadir conflictos en cuatro áreas
calientes del globo. El 2 significa poder derrotar a dos adversarios
en dos guerras simultáneas de envergadura como la del Golfo o Iraq.
El 1 final indica que, además, EE.UU. podría derrotar de manera
total a uno de esos enemigos, ocupar su capital y derrocar su régimen.
Pero, por precisa y bien pensada que sea la planificación, en el Pentágono
son conscientes de que ningún plan bélico resiste el choque con la
realidad del primer día de hostilidades.
Cambio de táctica de
la cúpula militar estadounidense. EEUU admite que no puede afrontar
dos guerras a la vez
El Pentágono sopesa
dedicar más hombres a la defensa del territorio nacional
Por Mercedes Hervás
El Periódico, Catalunya, 06/07/05
Nueva York. El pesado
lastre de afrontar dos guerras al mismo tiempo, en Irak y Afganistán,
ha forzado al Pentágono a plantearse un drástico cambio en su
estrategia militar. Por primera vez en décadas, EEUU está
cuestionando la validez de dar por sentado que puede combatir a la vez
en dos frentes abiertos, lo que constituye la piedra angular de la
estructura de sus fuerzas armadas, según adelantó ayer The New York
Times.
Los cerebros del Pentágono
sopesan ahora un cambio de estrategia, que pasa por organizarse para
hacer frente a una guerra convencional y, paralelamente, dedicar más
hombres, armas y recursos a defender el suelo nacional y a la campaña
antiterrorista lanzada por el presidente de EEUU, George Bush, tras el
11-S.
"Lo que
necesitamos para lograr una victoria convencional es diferente de lo
que hace falta para combatir a los insurgentes; todo ello tiene poco
que ver con detener la proliferación de armas nucleares", explicó
al rotativo neoyorquino el analista Loren Thompson, del Lexington
Institute en Washington.
"No podemos hacer
frente a todo", subrayó, con la vista puesta en los 138.000
soldados que EEUU tiene todavía destacadas en Irak, apenas 13.000
menos que durante la guerra lanzada en marzo del 2003.
Alta tecnología
El actual modelo de
estrategia del Pentágono para combatir en dos guerras simultáneamente
implica dotar a las Fuerzas Armadas de más armamento de alta tecnología
y, sobre todo, aviones. En cambio, la nueva táctica es concentrarse
en una sola guerra convencional. En la campaña antiterrorista, sería
necesario un Ejército más ágil y ligero, quizá con menos tropas,
pero con más unidades de operaciones especiales, reforzadas con más
espías, lingüistas y especialistas.
El secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, ha declarado ya en numerosas ocasiones que
se inclina por transformar el Ejército de EEUU en una fuerza más
ligera, con mayor movilidad. Rumsfeld no ha hecho ahora comentarios
sobre el posible cambio de estrategia, que forma parte de la Revisión
Cuatrienal de Defensa ordenada por el Congreso.
Los planificadores
militares están analizando incluso qué pasaría si Washington
termina en guerra con China, Irán o Corea del Norte, pero sus
conclusiones y recomendaciones no se presentarán hasta comienzos del
año próximo.
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