¿Y cómo va la
guerra contra el terrorismo?
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 07/07/05
Washington. Las
explosiones de este jueves contra civiles que usaban el transporte público
londinense coinciden con un creciente escepticismo en Estados Unidos
acerca de la efectividad de la ”guerra contra el terror” del
presidente George W. Bush.
La iniciativa de
combatir el terrorismo ”a escala global”, el caballito de batalla
que le granjeó a Bush sus altos índices de popularidad desde los
ataques de septiembre de 2001, está devaluándose ante los ojos de
muchos estadounidenses.
Un estudio publicado
dos días atrás por la empresa encuestadora Gallup indica que 41 por
ciento de las personas consultadas creen que nadie está ganando la
”guerra contra el terrorismo”, ni Bush y sus aliados, ni los
”terroristas”.
Otro 20 por ciento del
público consultado cree que los que ganan son los ”terroristas”.
Apenas 36 por ciento de
los entrevistados (casi dos tercios de los que se identificaron como
republicanos) estiman que el triunfo corresponde a Washington.
Sesenta y seis por
ciento de encuestados opinaban lo mismo cuando fuerzas estadounidenses
pusieron en fuga al movimiento islámico afgano Talibán, en enero de
2002, y 65 por ciento sostenía esa visión luego de que tropas de
Estados Unidos tomaron Bagdad, en abril de 2003.
”La encuesta revela
una creciente frustración pública por la guerra en Iraq, pero también
que no hay tanta confianza en que Estados Unidos y sus aliados están
prevaleciendo en la guerra contra el terrorismo”, dijo el editor de
política y gobierno de Gallup, Darren Carlson.
Aún queda por verse cuánto
sumarán las explosiones londinenses a este escepticismo y a la erosión
del respaldo público a Bush, pero el pesimismo sobre una rápida
conclusión de la guerra en Iraq vuelven al mandatario más vulnerable
que nunca desde que se inició la invasión a ese país, en marzo de
2003, señaló Carlson.
Ataques terroristas
anteriores proporcionan pocas pistas. Según un sondeo efectuado por
la revista Newsweek una semana después del sangriento atentado contra
trenes de Madrid, en marzo del año pasado, una pequeña mayoría de
encuestados no les atribuyó ningún efecto sobre la confianza en la
estrategia de Bush.
Pero en octubre de
2002, días después de una explosión en un centro turístico de Bali,
Indonesia, que mató a más de 200 personas, el respaldo público a
Bush cayó al punto más bajo: sólo 32 por ciento de entrevistados
consideraron que Washington tenía éxito en la ”guerra”.
La vulnerabilidad
presidencial se ve agudizada pues la mayoría de los legisladores del
opositor Partido Demócrata llevan más de un año argumentando que la
invasión a Iraq desvió la atención gubernamental y recursos clave
que debieron destinarse a combatir a grupos terroristas como Al Qaeda
(la base), la red extremista islámica a la que Washington culpa de
los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Varios analistas creen
que Al Qaeda o alguna de sus ramas fue responsable de las bombas de
Londres. El acto ”tiene todas las marcas de Al Qaeda”, subrayó el
director del Washington Institute on Near East Policy (Instituto de
Washington sobre Política de Oriente Próximo), Dennis Ross, y
negociador para Medio Oriente en gobiernos anteriores.
Ross y otros analistas
indican la bien planificada naturaleza de las explosiones, su
simultaneidad y su oportunidad, coincidiendo con la cumbre del Grupo
de los Ocho (G-8) países más poderosos que se reúnen desde el miércoles
hasta este viernes en el centro turístico escocés de Gleneagles, el
acontecimiento informativo más importante de la semana.
Un comunicado publicado
en un sitio web islamista atribuyó los ataques a una desconocida
Organización Secreta de Al Qaeda de la Jihad (guerra santa) en
Europa, y advirtió a Italia y Dinamarca que sufrirían acciones
similares.
Algunos observadores señalan
un mensaje atribuido al propio Bin Laden el 20 de junio, en el cual
afirmaba estar preparándose para la próxima ronda de la jihad.
”Queremos dar la
buena nueva a la comunidad musulmana, con la bendición del
todopoderoso Alá hemos logrado reorganizarnos exitosamente y estamos
por lanzar un programa jihadí absolutamente acorde con la nueva
situación”, habría dicho Bin Laden.
En el mismo comunicado,
el saudita advertía a los gobiernos de los países musulmanes que
cooperan con los enemigos que serían blanco de represalias.
La semana pasada,
fueron atacados por insurgentes iraquíes altos diplomáticos enviados
a Bagdad por Egipto, Bahrein y Pakistán, tres países presionados por
Washington para que restablecieran relaciones con Iraq.
Este jueves, la célula
iraquí de Al Qaeda, presuntamente liderada por Abu Mus'ab al-Zarqawi,
anunció que había ejecutado al diplomático egipcio Ihab al-Sherif,
secuestrado esta semana cerca de su casa.
El secretario de
Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff, también indicó
a Al Qaeda como responsable del ataque en Londres, pero subrayó que
Washington no tenía ”información específica y confiable sobre una
acción inminente aquí”. Sin embargo, su departamento elevó el
grado de alarma a ”naranja” y dispuso precauciones en el
transporte público, en especial en los trenes.
Bush, que había
llegado a Gleneagles el miércoles, expresó su solidaridad con los
británicos y repitió la muletilla de que la ”ideología de la
esperanza” triunfará sobre la ”ideología del odio”. También
dijo que las bombas probaban que ”la guerra contra el terrorismo
continúa”.
Mientras la última
observación es incuestionablemente exacta, eludió la enorme cuestión
de cómo se define y se lleva a cabo dicha guerra.
Tras varios sondeos de
los últimos dos meses, que indicaron una caída de su popularidad,
Bush intentó levantar los ánimos con un discurso la semana pasada,
colocando la ocupación de Iraq como factor central de la guerra
contra el terror.
Poco antes del
discurso, una encuesta conjunta de la cadena de noticias CNN y del
diario The New York Times arrojó una aprobación pública por el
manejo de la crisis iraquí de 37 por ciento, mientras la referida a
la ”campaña contra el terrorismo” fue de 52 por ciento.
Pero los intentos de
unir ambas cuestiones no parecen ya tan efectivos como en el pasado.
De hecho, un sondeo divulgado la última semana por el diario USA
Today, CNN y Gallup indicó que entre 47 y 50 por ciento de
consultados veían la campaña contra Iraq como un asunto separado de
la guerra contra el terrorismo, y 53 por ciento consideraban un error
haber invadido ese país.
El hecho de que Al
Qaeda o alguno de sus socios haya golpeado el corazón de otra nación
occidental (la principal aliada de Washington) podría intensificar la
sensación de que la guerra contra Iraq fue y sigue siendo una
desviación del combate prioritario a la organización de Bin Laden,
pese a la creciente participación de islamistas radicales en la
resistencia iraquí.
Según Steven Kull,
director del programa de actitudes ante la política internacional de
la Universidad de Maryland, los ataques de este jueves podrían
favorecer a Bush, al menos a corto plazo.
”Siempre que hay
explosiones cerca de casa se genera miedo, y el miedo intensifica la
preocupación sobre el terrorismo y hace a la gente más receptiva al
tipo de esquemas que Bush ha utilizado”, arguyó.
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