Irak es país
ocupado, no soberano
Por Augusto Zamora (*)
Agencia de Información Solidaria (AIS), 09/07/05
Según repiten mecánicamente
ciertos gobiernos y medios de prensa, se cumplió el 30 de junio el
primer año del traspaso de soberanía de las tropas de ocupación a
un gobierno nacional iraquí. El hecho, calificado de 'histórico' en
su momento, fue simbolizado con la sustitución del procónsul
estadounidense Paul Bremer por el experto en guerras sucias John
Negroponte y la designación, a dedo por los ocupantes, de un
presidente y un primer ministro indígenas, ambos vinculados a la CIA
y sin poder alguno sobre nada sustantivo.
La frivolidad o el
cinismo con que se trata el tema muestra una vez más el obsceno doble
rasero con que, desde Occidente, se juzgan las propias políticas y se
legalizan los crímenes más abominables. Hace escasos meses,
distintos gobiernos occidentales, con Estados Unidos a la cabeza,
lanzaron una cruzada para presionar la salida de las tropas sirias del
valle de la Bekaa, en Líbano, por considerar inadmisible la presencia
de tropas extranjeras en ese país. Bush llegó a afirmar que la
democracia no era posible en un país ocupado, afirmación que es
absolutamente cierta. Tan cierto como eso es que un país ocupado por
180.000 soldados extranjeros no puede nunca ser considerado un país
soberano.
Los discursos mesiánicos
del presidente Bush no pueden ocultar el caos, la penuria y los
sufrimientos del pueblo iraquí, como tampoco el complejo escenario
militar, con un goteo constante de bajas ocupantes y su incapacidad
notoria para reducir el potencial de combate de la resistencia. En su
desesperación y crueldad, los invasores aplican tácticas de tierra
arrasada y emplean armas prohibidas por las convenciones de Ginebra,
con el resultado de incontables crímenes contra la población civil y
violaciones masivas de los derechos humanos más elementales. Nada de
ello es tomado en cuenta por los gobiernos de la Unión Europea o la
fantasmal ONU. Irak ha sido, simplemente, abandonado en las manos de
Washington.
Las cárceles en Irak
contienen a más de 10.000 detenidos, bajo la sospecha de formar parte
o apoyar a la resistencia armada. Las campañas de represión son de
tal magnitud que Estados Unidos ha decidido construir nuevas cárceles
con capacidad para 6.000 reclusos, una prueba más, si acaso falta
hacen, del nivel de rechazo a los ocupantes y del respaldo popular a
las organizaciones armadas que los combaten. De ahí que Donald
Rumsfeld hable de doce años más de ocupación, que Washington busque
el diálogo con las principales organizaciones armadas y que el Ayatolá
Alí al Sistani ofrezca mayor poder a la población suní.
Mientras tanto, el
saqueo del patrimonio cultural de Irak continúa. Según han
denunciado expertos internacionales, bandas extranjeras tenían
planificado, desde antes de la ocupación, el asalto de los museos,
que realizaron ante las tropas estadounidenses con las que llegaron.
El saqueo continúa y, salvo en la UNESCO, a pocos les preocupa. En
los años 80, arqueólogos soviéticos descubrieron uno de los mayores
tesoros hallados en Afganistán. Lo clasificaron y entregaron al
Estado afgano y quedó resguardo en cámaras acorazadas. Ninguna pieza
salió a Moscú. En Kabul estaba el tesoro cuando entraron los talibán
y allí sigue, porque el Gobierno pro-soviético de Najibuláh nunca
reveló la forma de dar con él, para salvarlo del saqueo. El episodio
sirve de vara para medir la altura moral de Estados Unidos.
(*) Augusto Zamora es
Profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales
Universidad Autónoma de Madrid.
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