Irak resiste

 

¿A dónde ha ido a parar todo el dinero?

Por Ed Harriman (*)
London Review of Books, 07/07/05
Traducido y publicado por Cubadebate, 19/07/05

Las escuelas y los hospitales están cerrando. La atención a los ancianos es casi inexistente. Los costos de la asistencia médica están por los cielos y se dirigen hacia otro planeta. La seguridad social pronto será una reliquia del pasado. ¿Hacia dónde va todo el dinero? Eche un vistazo:

Informe anonadante y fidedigno que todos los estadounidenses que pagan sus impuestos deben leer, muy, muy cuidadosamente…

Citas Extraídas:

“Los auditores detectaron que la Autoridad Provisional de la Coalición (APC) no había llevado la contabilidad de los cientos de millones de dólares en efectivo en sus bóvedas, había adjudicado contratos valorados en miles de millones de dólares a firmas estadounidenses sin licitación, y no tenía idea de lo que ocurría con el dinero del Fondo de Desarrollo para Iraq (FDI) que gastaban los ministerios del Gobierno interino iraquí.”

“El administrador de un hospital iraquí me dijo, que cuando estaba a punto de firmar un contrato, el oficial del ejército estadounidense que representa a la APC, había tachado el precio original y lo había duplicado. El iraquí objetó que el precio original era suficiente. El oficial estadounidense explicó que el aumento de la cantidad (más de un millón de dólares) era el monto para su retiro.”

“… Otros 19 mil millones de dinares iraquíes, con un valor de 6,5 millones de libras esterlinas, se encontraron en el Líbano, en un avión que el ministro del interior iraquí, designado por los Estados Unidos, había enviado allí”.

“Nuestro examen mostró que los registros financieros… restaba importancia a los pagos hechos por 108 255 875 dólares y daba más importancia a las obligaciones pendientes ascendentes a 119 361 286 dólares.

“Se percataron de que no se justificaron debidamente 8 800 millones de dólares, todos los gastos del Gobierno Interino Iraquí desde octubre de 2003 hasta junio de 2004”.

“En ausencia de datos contables significativos, los iraquíes no tienen forma de conocer qué parte de las riquezas nacionales se entrega a los amigos y las familias de los ministros y de los empleados públicos o cuánto se destina a cuentas secretas en bancos en ultramar. En vista de que ahora muchos baazistas están de nuevo en el Gobierno, parte de ese dinero puede incluso estar siendo utilizado para financiar a los insurgentes”.

El 12 de abril de 2004, la Autoridad Provisional de la Coalición en Erbil, en la región norte de Iraq, entregó más de 1500 millones de dólares en efectivo a un mensajero local. El dinero, billetes nuevos de 100 dólares en fajos, que llenó tres helicópteros Blackhawk, provenía de las ventas de petróleo, en virtud del Programa Petróleo por Alimentos de las Naciones Unidas, que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había confiado a los estadounidenses para que se empleara en beneficio del pueblo iraquí. La APC no examinó al mensajero debidamente antes de hacer entrega del dinero en efectivo y, como resultado de ello, según un informe de auditoria del inspector general de la APC, se expusieron a un riesgo mayor de pérdida o robo del dinero en efectivo. Paul Bremer, el cónsul pro estadounidense en Bagdad hasta junio del pasado año, mantuvo un fondo para sobornos de casi 600 millones de dólares, de los que no hay constancia: de ellos 200 millones de dólares se mantuvieron en una habitación de uno de los antiguos palacios de Saddam, y el soldado estadounidense a su cargo solía llevar la llave de la habitación en su mochila, la que dejaba en su buró cuando salía a almorzar. Una vez más, se pone de relieve que era dinero iraquí, no fondos estadounidenses.

La “reconstrucción” de Iraq es el programa de ocupación más grande liderado por los Estados Unidos desde el Plan Marshall. Sin embargo, hay una diferencia: el gobierno de los Estados Unidos financió el Plan Marshall, mientras que Donald Rumsfeld y Paul Bremer se han asegurado de que la reconstrucción de Iraq sea pagada por el país “liberado”, por los propios iraquíes. Quedó un remanente del Programa Petróleo por Alimentos de las Naciones Unidas de 6 mil millones de dólares, así como activos secuestrados y congelados, e ingresos provenientes de las exportaciones de petróleo que se habían reanudado (por lo menos 10 mil millones de dólares en el año siguiente a la invasión). En virtud de la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad, aprobada el 22 de mayo de 2003, todos esos fondos se transfirieron a una nueva cuenta en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, llamada Fondo de Desarrollo para Iraq (FDI), para que la APC los pueda gastar de forma transparente… en beneficio del pueblo iraquí. Es cierto que el Congreso votó por invertir 18 400 millones de dólares del dinero de los estadounidenses que pagan los impuestos en la reurbanización de Iraq. No obstante, el 28 de junio del pasado año, cuando Bremer partió de Bagdad con dos días de antelación para evitar un posible ataque, camino al aeropuerto, su APC había gastado 20 000 millones de dólares del dinero iraquí, en comparación con los 300 millones de dólares de los fondos estadounidenses.

Las “irregularidades financieras” descritas en los informes de auditoria realizados por organismos del gobierno estadounidense y auditores de la comunidad internacional en conjunto, permitieron conocer en detalles la mentalidad de las autoridades estadounidenses de ocupación y la manera en que operaban, entregando grandes sumas de dólares que ni ellos ni los receptores consideraban necesario contabilizar. Hasta ahora los auditores han mencionado más de cien contratos, que implican miles de millones de dólares pagados a empleados y corporaciones estadounidenses, por investigaciones y posibles procesos penales. Han descubierto además, que no se llevó la contabilidad de 8 800 millones de dólares que pasaron por las manos de los ministerios del nuevo gobierno iraquí en Bagdad, cuando Bremer estuvo a cargo, y que existen pocas posibilidades de averiguar qué rumbo tomaron. Otros 3 400 millones de dólares, destinados por el Congreso para el desarrollo iraquí desde entonces han sido desviados para financiar la “seguridad”.

El que se haya encargado la elaboración de estos informes de auditoria se debe, en gran medida, a Henry Waxman, demócrata y además miembro de la minoría de alto nivel del Comité de la Cámara de Representantes para las Reformas del Gobierno. Waxman votó en favor de la invasión de Iraq, pero desde que comenzó la guerra ha exigido que el Gobierno de Bush rinda cuentas de sus costos. En seis meses de invasión, el comité de Waxman tuvo pruebas de que las autoridades estadounidenses de ocupación estaban pagando dinero en exceso a la corporación Halliburton por el petróleo que importaba de Kuwait a Iraq, por una ganancia de más de 150 millones de dólares. Waxman y sus asistentes se percataron de que la Halliburton cobraba 2,64 dólares el galón de petróleo a los civiles iraquíes, mientras que las fuerzas estadounidenses importaban el mismo combustible por 1,57 dólares el galón.            

El presidente de la Halliburton, David Lesar, quien sustituyó a Dick Cheney en julio de 2000, defendió enérgicamente su firma. Sin embargo, Waxman planteó otra pregunta: si a la Halliburton se le permitió timar al pueblo iraquí, ¿estaba permitiendo el gobierno de Bush que también se sacara todo lo que se pudiera del gobierno estadounidense? La Comisión de Waxman instruyó a la Oficina General de Contabilidad del Congreso que examinara los contratos de mayor envergadura de la Halliburton en Iraq: proporcionar prácticamente todos los servicios de apoyo (desde alimentos hasta jabón de lavar) para las fuerzas estadounidenses. Los contratos LOGCAP (Programa de Aumento de la Logística Civil) como éste son resultado del nuevo ejército estadounidense “reducido”, el equivalente del intendente de la “invasión ligera” de Rumsfeld. En vez de tener soldados uniformados pelando papas y fregando pisos, se han privatizado y contratado los servicios de apoyo básico, de manera que los soldados puedan continuar la lucha. Los contratos se pagan atendiendo a los costos de producción, lo cual permite al contratista cobrar por lo que ha gastado, y después adicionar las ganancias. Los contratos LOGCAP no han sido sacados a licitación, más bien adjudicados a unas pocas firmas estadounidenses, de ellas la más importante es la Halliburton y su filial Kellogg, Brown & Root.

El informe de la Oficina General de Contabilidad (OGC), de julio de 2004 reveló que durante los nueve primeros meses de la ocupación, la KBR tenía luz verde en Iraq: por ejemplo, para pasarle la factura al Pentágono sin importar límites de gastos, supervisión de la gestión o trámites burocráticos. Nuevos equipos valorados en millones de dólares desaparecieron. La KBR cobró 73 millones de dólares por casas rodantes para dar alojamiento a la 101 División Aerotransportada, el doble de lo que el Ejército dijo que costaría construir cuarteles; y 88 millones de dólares por tres millones de comidas para las tropas estadounidenses que nunca se sirvieron. Según los cálculos de la OGC, el Ejército hubiera podido ahorrar 31 millones de dólares al año sencillamente negociando directamente con las compañías de catering contratadas por la KBR. En junio de 2004 la OGC prosiguió “con la eliminación del uso de LOGCAP y convirtiendo el subcontratista LOGCAP en primer contratista; la orden redujo los costos en comida en un 43 por ciento sin pérdidas en la calidad o los servicios.”

El informe de la OGC deja claro que los estadounidenses no habían pensado mucho en la forma de evitar el saqueo y reconstruir la sociedad iraquí. Ni siquiera habían planificaban cómo abastecer sus fuerzas durante su estancia en Iraq: “el Comando Central del Ejército no desarrolló ningún proyecto para utilizar el contrato (KBR) para apoyar sus fuerzas militares en Iraq hasta mayo de 2003”, un mes después de la caída de Saddam. Incluso en aquel entonces, este contrato (con un valor estimado de 3894 millones de dólares) no estipulaba debidamente los comedores, la lucha contra las plagas, los servicios de lavandería, la moral, la asistencia social y la recreación, el transporte de las tropas o servicios de apoyo combativo en las bases estadounidenses, construidas apresuradamente por toda Iraq. Incitado por las revelaciones de Waxman acerca de la especulación de gasolina de Halliburton, y al percatarse de que los costos de KBR se estaban yendo de control, subiendo vertiginosamente (los costos de LOGCAP en Kuwait, Iraq y Afganistán subieron de un total proyectado anualmente de 5 800 millones de dólares en septiembre de 2003 a 8 600 millones de dólares en enero de 2004) el vice jefe del Estado Mayor del Ejército pidió a las unidades que controlaran los costos y que buscaran alternativas para el contrato de LOGCAP. Esta fue la primera vez que el Pentágono reconoció que no podía costear la ocupación además de la guerra.

Al mismo tiempo, los propios auditores del Pentágono, la agencia de auditoria de contratos para la defensa, se dirigieron a Houston para examinar los libros de la KBR. No le gustó lo que encontraron:

Nuestro examen reveló varias deficiencias en el sistema de facturación de la KBR que se traducen en facturaciones para el Gobierno que no se preparan de acuerdo con las leyes y regulaciones aplicables y los términos contractuales. También hemos observado deficiencias del sistema que acarrean tergiversaciones en la facturación de materiales que no se previnieron, ni se detectaron ni tampoco se corrigieron oportunamente.

Asimismo, se percataron de que ‘la KBR tampoco dio seguimiento al avance físico de los subcontratos o de los costos y facturaciones conexos’. Cuando los auditores pidieron ver los archivos de pagos a los subcontratistas para confrontarlos con los que la KBR presentó al Gobierno, no había ninguno: ‘No encontramos documentos de ese tipo en los archivos de subcontratos de la KBR, ni registro alguno de pagos a subcontratistas’. Entonces, ¿cómo calculó la KBR sus facturas mensuales para el Gobierno por su enorme contrato de 3 900 millones de dólares? ‘La explicación comienza con los costos en una hoja de cálculo en la que no se indica dónde o cómo se acumularon esos costos’. Los auditores también querían saber qué pasó con el dinero que el Gobierno había pagado por esos tres millones de raciones alimentarias inexistentes:

A pesar de las solicitudes reiteradas durante dos meses, la KBR no pudo dar una explicación adecuada o una documentación adecuada sobre los pagos a cualquier subcontratista de la DFAC [refectorios]. La documentación limitada que se ha ofrecido muestra, por ejemplo, que la KBR ha añadido factores ‘excesivos’ del orden del 10 al 35% a cada cuenta por uno de los subcontratistas. Aún no tenemos una explicación adecuada del factor ‘excesivo’.

La respuesta de la KBR ha sido no transigir. La empresa dijo en carta a los auditores que su posición en cuanto a las raciones alimentarias ‘ha sido tergiversada además de malinterpretada’. Los auditores y la corporación dijeron saber muy bien que la KBR había ‘creado un equipo de expertos que está investigando y analizando intensamente los hechos y circunstancias que rodean cada uno de sus subcontratos con la DFAC’. Los ‘equipos de expertos’ están en unidades de investigación en la empresa. El equipo de expertos de la KBR se alojó en el hotel cinco estrellas Kuwait Kempinski, donde sus miembros debían más de un millón de dólares. Esto indignó al Ejército, cuyos soldados dormían en tiendas de campaña a un costo de 1,39 dólares diarios. El Ejército le pidió al equipo de expertos mudarse a las tiendas de campaña. Ellos se negaron. En cuanto a cómo el equipo de expertos ‘investigaba y analizaba intensamente los hechos’, tenemos el testimonio que dio bajo juramento un empleado de la KBR al comité del congresista Waxman: ‘El equipo de expertos analizó los subcontratos sin factura ni confirmación que los productos contratados se estaban utilizando. En lugar de investigar más a fondo, recomendaron extender el subcontrato’.

Los auditores del Pentágono solicitaron ver ‘pruebas de que el Departamento de Auditoria Interna de la KBR es independiente desde el punto de vista funcional y organizativo y estaba suficientemente distante de la administración como para asegurar que podía realizar auditorias objetivas e informar sus resultados, opiniones y conclusiones sin temor a represalias’. La KBR los expulsó de su departamento de auditoria.

Entonces, los auditores preguntaron quién realizó las auditorias de KBR. La KBR de Halliburton respondió con una misiva. Los auditores del Pentágono dijeron que en lo adelante la KBR tendría que entregarles todas las cuentas “para recibir aprobación provisional antes de solicitar el pago”. Difícil tema a tratar. Sin embargo, a pesar de todas las amenazas para retener el pago, y con varios juicios pendientes, a la KBR y a Halliburton se les ha pagado hasta ahora más de 10 mil millones de dólares por su papel de intendente de las fuerzas estadounidenses en Iraq.

Uno de los contratos de la KBR consistió en el transporte de suministros entre las bases estadounidenses. Flotas de camiones Mercedes Benz nuevos, con un costo por unidad de 85 000 dólares, viajaron a lo largo de las autopistas de Iraq a diario, escoltados por efectivos armados del ejército estadounidense. Si no hubiera productos que transportar, la KBR los enviaría de todas formas en camiones vacíos y cobraría por concepto del servicio prestado. Los camiones no contenían aire de reposición ni filtros de combustible, esenciales cuando se maneja en el desierto. Ni siquiera llevaban consigo gomas de repuesto. Si uno se rompía, lo abandonaban, lo destruían para que nadie más pudiera utilizarlo y lo dejaban quemándose a un lado de la carretera. Por temor a las emboscadas, se le indicó a los chóferes de la KBR que no debían aminorar la marcha. “El camión que iba delante del que yo viajaba sacó de la carretera a un auto con una familia iraquí compuesta por cuatro personas”. Expresó un empleado de la KBR al comité de Waxman. “Mi chofer dijo que eso era normal”.

El despilfarro estadounidense del dinero iraquí ha sido, en todo caso, aún peor. Según las reglas internas de la Autoridad Provisional de la Coalición (APC), “se esperaba que la autoridad manejara los fondos iraquíes de forma transparente que cumpliera totalmente las obligaciones de la APC bajo las leyes internacionales, incluida la Resolución 1483 del Consejo de Seguridad”. A pesar de los repetidos esfuerzos, sin embargo, no fue hasta octubre de 2003, seis meses después de la caída de Saddam, que se estableció una Junta Internacional de Asesoramiento y Supervisión (IAMB), con representantes de Naciones Unidas, del Banco Mundial, del FMI y del Fondo Árabe para el Desarrollo Económico y Social, para brindar supervisión independiente financiera e internacional de los gastos de la APC.

La IAMB dedicó meses entonces tratando de encontrar auditores que fueran aceptables para Estados Unidos. La oficina de Bahrain de KPMG fue designada finalmente en abril de 2004. Fue bloqueada. “La KPMG encontró la oposición del personal de la APC en lo relacionado a la entrega de información requerida para terminar nuestros procedimientos”, escribieron en un informe interino. “El personal ha indicado…que se otorga poca prioridad a la cooperación en relación con los compromisos de KPMG”. La KPMG tuvo una reunión en el Ministerio de Finanzas de Iraq; las reuniones en todos los otros ministerios fueron pospuestas en repetidas ocasiones. Los auditores incluso tuvieron problemas para obtener los pases para la Zona Verde.

Existía una razón de peso para que los estadounidenses se detuvieran. A finales de junio de 2004, la APC sería disuelta y Bermer abandonaría Iraq. El gobierno de Bush no iba a permitir que auditores independientes estuvieran en una posición en la que pudieran publicar un informe sobre el decoro financiero de su gobierno iraquí mientras Bermer pudiera todavía ser blanco de preguntas por parte de la prensa. El informe se publicó en julio. Los auditores descubrieron que la APC no contaba con cuentas para justificar los cientos de millones de dólares en efectivo en su bóveda, había otorgado contratos por concepto de miles de millones de dólares a firmas estadounidenses sin oferta, y no tenía idea de qué pasaba con el dinero del Fondo de Desarrollo para Iraq (FDI), que habían gastado los ministerios del gobierno interino iraquí.

Un administrador de un hospital iraquí me dijo que cuando estaba a punto de firmar un contrato, el oficial del ejército estadounidense que representaba a la APC, tachó el precio original y lo duplicó. El iraquí protestó alegando que el precio original era suficiente. El oficial estadounidense le explicó que el aumento (más de un millón) era su parte para su retiro. Los iraquíes más cercanos a los estadounidenses, los que tenían acceso a la Zona Verde o los que poseían puestos importantes en los nuevos ministerios del gobierno también estaban en condiciones en la que se podían beneficiar enormemente. Los empresarios iraquíes se quejaban constantemente de que ellos tenían que ofrecer sobornos cuantiosos a intermediarios iraquíes sólo para que se les permitiera hacer ofertas para contratos de la APC. Los familiares de los ministros iraquíes contaban con los mejores empleos y contratos jugosos.

Las pruebas concluyentes provienen de adicionales series de auditorias e informes llevadas a cabo por la oficina del propio inspector general de la APC (IG de la APC). Organizado en enero de 2004, informó al Congreso. Sus auditores, contadores e investigadores criminales con frecuencia se encontraban sentados en mesas de una cafetería en la Zona Verde, rechazados por sus compatriotas. Su informe de auditoria, publicado en julio de 2004, reveló que los funcionarios estadounidenses encargados de los contratos en la APC y los ministros iraquíes “no garantizaron que… los expedientes de los contratos contaran con todos los documentos requeridos, se pagó un precio justo y razonable por el servicio recibido, los contratistas fueron capaces de cumplir con la programación de entregas, o que se le pagó a los contratistas de conformidad con requisitos del contrato”.

Proliferaban los robos. Millones de dólares en efectivo se perdieron del Banco Central iraquí. No se dio explicación sobre propiedades iraquíes por valor de entre 11 y 26 millones de dólares secuestradas por la ACP. La nómina estaba cubierta con cientos de empleados fantasma. Se pagaron millones de dólares a contratistas por trabajos fantasmas: Por ejemplo, se facturaron 3 379 505 dólares por personal que no se encontraba trabajando y por otros cargos inapropiados en un simple contrato de reparación de oleoducto. La ACP le pagó a un entrenador deportivo iraquí 40 000 dólares quien se los dio a un amigo que los perdió jugando y posteriormente se declararon como una pérdida justificada. Un reclamante alegó que Iraqi Airlines se vendió a un precio reducido a una familia influyente que tenía vínculos con el régimen anterior. La investigación reveló que Iraqi Airlines se disolvió básicamente y no quedó constancia de la transacción. La mayoría de las 69 investigaciones criminales que el IG de la APC inició estaban relacionadas con presunto robo, fraude, pérdida, asalto y extorsión. También se investigaron otra serie de casos que debido a su confidencialidad no se pueden incluir en el informe. Alrededor de esta fecha, 19 000 millones de dinares, equivalente a 6,5 millones de libras esterlinas, se encontraron en un avión en el Líbano enviado allí por el ministro interior iraquí nombrado por los Estados Unidos.

Entretanto, la IAMB descubrió que las exportaciones de petróleo iraquíes no se podían medir. Ni la Organización Estatal para la Comercialización del Petróleo Iraquí, ni las autoridades estadounidenses pudieran ofrecer una explicación satisfactoria al respecto. “La única razón por la que ustedes no los supervisarían es si ustedes no desearan que nadie más conociera cuánto está en juego”, me dijo un ejecutivo de la rama del petróleo. Oficialmente, Iraq exportó petróleo por un valor de 10 000 millones de dólares en el primer año de la ocupación estadounidense. Christian Aid ha estimado que el petróleo valorado en 4 000 millones de dólares adicionales también se pudo haber exportado y no existe forma de contabilizarlo. Si esto es correcto, podía haber creado un fondo no determinado y fuera de todo registro que tanto los estadounidenses como sus aliados iraquíes pudieron usar con impunidad para cubrir gastos que preferían mantener en secreto, entre ellos los costos de ocupación, que aumentaban más allá de lo que el gobierno de Bush podía admitir cómodamente al Congreso y a la comunidad internacional.

La situación de los Estados Unidos en Iraq empeoró en abril de 2004, con los levantamientos en Najaf y Fallujah, el escándalo en la prisión de Abu Ghraib y la deserción en masa en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes. “A principios de abril”, una de las auditorias apuntó, “la fuerza de la Guardia Nacional iraquí se mantuvo estable, con 32 000 efectivos aproximadamente. Entre el 9 y el 16 de abril, esta cifra disminuyó hasta llegar a 17 500 efectivos”. En cuanto a la policía, “el Ministro del Interior iraquí ha decidido reducir el número de oficiales de la policía de 120 000 a 89 000, teniendo en cuenta a los que por su función no han resultado idóneos”. Al mismo tiempo, “los recientes ataques a los oleoductos redujeron las exportaciones en abril a un promedio de 1,7 millones de barriles por día y, en mayo, a 1,4 millones de barriles por día, la cifra posiblemente sea inferior en junio”; lo que representa una exportación de un millón de barriles menos por día que lo que se exportaba bajo el mandato de Saddam. Por todo Iraq las escuelas y los hospitales quedaron en ruinas, la electricidad era intermitente y los suministros de agua estaban contaminados.

La respuesta estadounidense a la sublevación de los militares y a la pérdida de sus credenciales morales en Abu Ghraib constituyó una campaña de mentes y corazones. Se debía mostrar respeto a los iraquíes respetuosos de la ley y se les debía entregar inmensas cantidades de dinero, mientras Bremer y la APC se preparaban para entregar el mandato de Iraq a un gobierno provisional escogido por los estadounidenses. Se les dijo a los camioneros de la KBR que no sacaran a los iraquíes del camino; y los comandantes estadounidenses repartieron, en comunidades locales, millones de dólares en efectivo, en su mayoría dinero iraquí, en un intento de comprar amigos. Según un informe del inspector general de la APC, el Programa de reconstrucción en caso de emergencia de Los Comandantes continúa manteniendo gran eficacia y ha fomentado la confianza y el apoyo hacia los Estados Unidos a nivel comunitario. El 19 de junio de 2004, los comandantes locales habían invertido 364,6 millones en más de 27 600 proyectos pequeños: en la reparación y restauración de acueductos y alcantarillas, en la limpieza de carreteras al eliminar desechos y escombros, al llevar el servicio de agua hasta comunidades apartadas, en la compra de equipos para estaciones de policías locales, al reparar escuelas y clínicas, en la compra de artículos escolares, al eliminar pertrechos de espacios públicos; se realizó muy poco y muy tarde. Con la concentración en grandes proyectos de infraestructura y contratos para compinches empresariales estadounidenses y con hombres de negocios iraquíes que se consideran “amigos”, a los iraquíes comunes les queda muy poco de que beneficiarse o formar parte. Rumsfeld supo a principios de 2004 que su gobierno y el de Bremer se encontraba en un gran problema. Los iraquíes están desconcertados: de hecho, no saben lo que los Estados Unidos se proponen hacer realmente con ellos. No nos hemos comunicado en la debida forma. No se han creído la “historia”, notificó el Grupo de evaluación del personal a Rumsfeld el 11 de febrero de 2004. “Contamos en esencia con una organización selecta para concebir y poner en práctica la transformación más exigente de la historia reciente”.

El pasado septiembre fue un mes decisivo, en aquel momento el gobierno de los Estados Unidos había invertido 60 000 millones de dólares en las fuerzas estadounidenses en Iraq y mil millones en las fuerzas de seguridad iraquíes. Los estadounidenses sabían eran muy odiados. “En la guerra de ideas o en la lucha de mentes y corazones, los esfuerzos estadounidenses no sólo han fracasado, sino que pueden haber logrado lo opuesto a lo que pretendían que fuera la principal conclusión de la Junta de Ciencias de la Defensa del Pentágono. La respuesta fue un gran replanteamiento, un examen estratégico de los gastos. El Fondo de Socorro y Reconstrucción para Iraq ascendente a 18 400 millones de dólares, que el Congreso había votado a favor de la reconstrucción del país, y que Bremer ni a penas había utilizado y que quizás nunca utilizaría como se estableció por mandato, se emplearía en la guerra contra la subversión dirigida por comandantes estadounidenses y por John Negroponte, de la nueva embajada estadounidense en Bagdad.

En primer lugar, 3 000 millones de dólares se desviaron del presupuesto para restablecer los destruidos suministros de electricidad y agua, así como el sistema de alcantarillado de Iraq hacia la seguridad y al mantenimiento del orden público. El reducido presupuesto de electricidad (disminuido de 5 600 millones a 4 400 millones de dólares) se debía invertir para remodelar los vecindarios arrasados por el poderío de fuego estadounidense, así como las torres de alta tensión y las estaciones saboteadas por los insurgentes. El suministro de electricidad se había convertido en uno de los principales campos de batalla de la guerra.

Esto significaba menos contratos significativos para los estadounidenses y las firmas internacionales de energía, que se desalentaron aun más por quedarse en Iraq en la medida que atacaban a su personal y el precio de la seguridad privada aumentaba. También significaba que bajaría el voltaje de las luces y que habría horas de apagones para los iraquíes comunes. Sin embargo, se aplazaban de manera oficial el desarrollo y la reconstrucción o como los auditores exponían, ‘esta redistribución de fondos…parecía ser consecuente por lo general con el establecido objetivo de administración de reducir la importancia de los proyectos de plazos más extensos para el desarrollo mientras los fondos se desvían hacia objetivos alcanzables en un plazo más inmediato’.

La infraestructura muy defectuosa del tratamiento de aguas residuales del país y la esporádica disponibilidad de agua potable, como escribieran los auditores, ‘continúan representando amenazas para la salud y empañan las impresiones generales de los logros de la reconstrucción.’ No obstante, se redujo a la mitad el presupuesto para el agua y los servicios sanitarios, mientras que el desarrollo a largo plazo se ponía nuevamente en manos del gobierno iraquí, de modo que los fondos estadounidenses se pudieran repartir a los iraquíes en los vecindarios donde los insurgentes ejercían el dominio y ya era inseguro para los extranjeros frecuentar la zona. Los auditores acotaban, ‘se han reducido los primeros planes para rehabilitar grandes porciones de sistema de agua y de aguas residuales del país mediante el Fondo de Reconstrucción y Apoyo a Iraq (IRRF)’. Se han redistribuido los fondos para los recursos hídricos y el sector de los servicios de saneamientos hacia la seguridad, la gobernanza, el alivio de la deuda y los esfuerzos para incrementar las oportunidades de empleos para los iraquíes…al crear proyectos para el agua local y las aguas residuales con el objetivo de estimular el empleo a los iraquíes y prestar servicios necesitados para áreas de altos riesgos’.

El presupuesto para el empleo a los iraquíes aumentó en más del 350 por ciento, que debía invertirse principalmente en ‘proyectos locales que repercutirían visiblemente en las comunidades iraquíes antes de las elecciones nacionales del 30 de enero de 2005’. Al mismo tiempo, ‘el sector de la construcción presenció la retirada de Iraq del principal contratista de diseño y construcción de carreteras, según se dijo por la preocupación por el personal y la seguridad del sitio’. Los insurgentes obligaron a realizar una reestructuración esencial de las prioridades de gastos por parte de los estadounidenses, ampliaron aun más la tierra de nadie entre ellos y las tropas estadounidenses y de esta manera polarizaron Iraq y tomaron la iniciativa de la guerra.

Nada de esto ha cambiado. En diciembre de 2004, la misión estadounidense en Iraq asignó otros 457 millones de dólares para mantener funcionando la electricidad y aumentar los empleos a corto plazo mediante las iniciativas en la salud, la electricidad y el agua en Najaf, Samarra, en la ciudad Sadr y Fallujah. Los auditores informaron que en conjunto los dos ajustes reflejan un cambio importante en las prioridades de gasto de los Estados Unidos.

En marzo de este año, otros 832 millones de dólares se reprogramaron para iniciativas de dirección, en su mayoría para operaciones y mantenimiento de varias plantas eléctricas y de agua, trabajos urgentes en el sector eléctrico y de petróleo para reparar daños provocados por sabotajes y para pagar por contratos de construcción donde resulta extremadamente peligroso y caro trabajar. La auditoria más reciente, hecha en abril, informa que los proyectos operan entre el 50 y el 85 por ciento por encima de los costos estimados en un principio. Los días de gastar el dinero libremente se terminaron. Los estadounidenses están teniendo que desviar cantidades cada vez mayores de dinero de los Estados Unidos destinadas al desarrollo, solo para mantener funcionando lo que queda de los servicios públicos dañados en Iraq y para financiar la policía y el ejército iraquíes.

A los seis meses de la ocupación, en el otoño de 2003, los estadounidenses se propusieron transferir la seguridad a la policía y ejército iraquíes, de modo que pudieran retirar fuerzas estadounidenses de Iraq. El objetivo era tener 250 000 iraquíes en las fuerzas de seguridad en el verano siguiente. Sin embargo, como se explica en el informe de la OGC, presentado al Congreso en marzo del año en curso, la mayoría de los reclutas no fue sometida a investigación ni recibieron entrenamiento apropiado. Por ello, las fuerzas de seguridad del Ministerio del Interior cometieron numerosas y serias violaciones de los derechos humanos; los ex miembros del partido Baath y otros insurgentes se han infiltrado fácilmente en la policía y ejército iraquíes y la moral es baja.

Según la OGC, las unidades de la policía y el ejército tuvieron un desempeño deficiente durante una intensificación de los ataques de la insurgencia contra la Coalición en abril de 2004… Muchas fuerzas iraquíes de seguridad del país sucumbieron durante este levantamiento… las unidades abandonaron sus puestos y responsabilidades y en algunos casos ayudaron a la insurgencia… La policía encargada de un punto de control situado en una zona informaba a los terroristas sobre movimientos de convoyes por teléfono móvil. Elementos del régimen anterior infiltraron la policía en otra zona.

“En respuesta a que un batallón del ejército regular no estaba dispuesto a combatir a los insurgentes iraquíes en Fallujah”, los estadounidenses crearon una Fuerza intervencionista especial iraquí. Por tanto, el pasado otoño decidieron reforzar el servicio de la policía iraquí, de 90 000 a 135 000 con el fin de añadir 20 batallones a la Guardia Nacional de Iraq y duplicar la guardia fronteriza. En febrero de este año, el Departamento de Estado notificó con entusiasmo que casi 82 000 policías y 60 000 tropas iraquíes recibieron entrenamiento.

Esas cifras son extremadamente engañosas. Según el informe de marzo que la OGC presentó al Congreso “la cantidad notificada de la policía iraquí no es nada fiable porque el Ministro del Interior no recibe información coherente y precisa de las fuerzas de la policía del país. Los datos no excluyen del total a los policías ausentes al servicio”. En cuanto al ejército, “en los informes del Ministerio de Defensa se exluyen de sus totales al personal militar ausente. Según funcionarios del DOD, la cantidad de ausentes esté probablemente en el orden de decenas de miles”. Por otra parte, el Departamento de Estado ya no informa si las fuerzas de seguridad iraquíes tienen las armas, vehículos, equipo de comunicación e indumentaria de protección requeridos. Sin andar con rodeos, “las instituciones gubernamentales estadounidenses no proporcionan datos fiables sobre la magnitud en que las fuerzas de seguridad de Iraq están entrenadas y equipadas”. La OGC observó además que la policía iraquí está siendo entrenada para el “mantenimiento del orden en la comunidad en un ambiente de seguridad permisivo” y no recibir “entrenamiento paramilitar para un medio hostil de gran amenaza”. Es apenas sorprendente que 2000 policías iraquíes hayan muerto. Esto recuerda horriblemente la política estadounidense en Viet Nam. Las tropas estadounidenses se quedan en Iraq para fortalecer las fuerzas iraquíes que están muriendo a montones en una guerra de contrainsurgencia en aumento, para la que no están preparados ni los estadounidenses ni las fuerzas iraquíes. Inicialmente los estadounidenses asignaron 5 800 millones de dólares para constituir las fuerzas de seguridad iraquíes. En febrero del año en curso, George Bush pidió otros 5 700 millones de dólares para asignarlos a esta tarea. ¿Qué ha sucedido con la reconstrucción de la sociedad iraquí y la gobernanza real basada en la transparencia y rendición de cuentas? Algunas semanas antes que Bremen partiera de Iraq, la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) entregó más de 3000 millones de dólares en nuevos contratos que se pagarán con cargo a fondos iraquíes y administrados por la embajada estadounidense en Bagdad. El inspector general de la APC, ahora denominado Inspector General Especial para la Reconstrucción del Iraq, acaba de publicar un informe de auditoria sobre la forma en que la embajada ha enfrentado esa responsabilidad. Los auditores examinaron los expedientes de 225 contratos que ascienden a un total de 327 millones de dólares para comprobar si la embajada “podía determinar el valor actual de las obligaciones contractuales pagadas y no pagadas”. No pudo. “Nuestro examen mostró que los registros financieros…. Restaron importancia a los pagos efectuados por la cantidad de 108 255,875 dólares” y exageraron las obligaciones impagas por la cantidad de 119 361 286 dólares”. Los auditores también examinaron el papeleo relativo a otros 300 contratos por valor de 332 900 millones de dólares. “No se disponía de documentación en el caso de 198 de los 300 contratos… para indicar que la ejecución de contratos se monitoreo en cuanto al desempeño y pago… Los expedientes no contenían pruebas de que se recibieron bienes y servicios en relación con 169 contratos o que se efectuaron pagos por 144 contratos”. Evidentemente los estadounidenses no consideraban necesario explicar los gastos de la renta nacional de los iraquíes mucho más de lo que hicieron cuando Bremen estaba a cargo. Ni tampoco el jefe de la embajada de la misión ni tampoco el jefe militar estadounidense respondió a la invitación de los auditores para que hicieran comentarios. En su lugar, el jefe de contrataciones del ejército estadounidense señaló, de manera poco convincente, que “las condiciones pacíficas previstas en la planificación inicial continúan eludiendo los esfuerzos dirigidos a la reconstrucción”. Es un eufemismo notable. Es también una admisión de que no puede esperarse que los estadounidenses hagan sus sumas cuando están gastando el dinero de otras personas para financiar una guerra. No solo los estadounidenses son culpables de una falta de responsabilidad. En enero del año en curso, el Inspector General Especial para la Reconstrucción de Iraq (IGSRI) publicó un informe en que detalla pruebas de fraude, corrupción y despilfarro por parte del gobierno interino iraquí cuando Bremen estaba a cargo de la situación. Observaron que 8 800 millones de dólares –todo el gasto del Gobierno Interino Iraquí de octubre de 2003 a junio de 2004—no estaban debidamente justificados. La Oficina iraquí de Presupuesto y Gestión tenía en un momento sólo seis empleados, todos sin experiencia, y pocos ministerios tenían departamentos de presupuesto. Los ministros recientemente designados de Iraq y sus funcionarios de alto nivel estaban en libertad de distribuir cientos de millones de dólares en efectivo como les diera la gana, mientras los “asesores” estadounidenses miraban. “El personal de la APC no examinó ni comparó el desempeño financiero, presupuestario y operacional con los resultados previstos o esperados”, explicaron los auditores. Un ministerio repartió 430 millones de dólares en contratos sin que sus asesores de la APC vieran el trámite burocrático. Otro alegó que pagaba a 8206 guardias, pero solo podía justificar el pago a 602. Sencillamente no hay forma de saber qué cantidad de los 8 800 millones de dólares se destinaron a pagar a las milicias privadas y qué cantidad fue a parar a bolsillos privados. “”Es sorprendente que la oficina del inspector general pudiera haber elaborado incluso un proyecto de informe con tantísimos errores e inexactitudes”, indicó Bremen en su respuesta al informe el IGSRI. “En la liberación, la economía iraquí estaba estancada. Por tanto, la prioridad principal de la APC era lograr que la economía marchara”. El IGSRI respondió con la publicación de otra auditoria este abril, una investigación de la forma en que la APC de Bremen manejó los pagos en efectivo del Fondo para el Desarrollo destinado al Iraq en solo una región de ese país: alrededor de Hillah: “Durante la auditoria, detectamos deficiencias en el control del efectivo… de tal magnitud que exigía inmediata atención. Esas deficiencias eran tan significativas que nos impidió lograr nuestros objetivos planteados. “Encontraron que la sede de la APC en Bagdad no mantenía un control total ni responsabilidad de aproximadamente 119, 9 millones de dólares y que los agentes en el terreno “no podían justificar o apoyar debidamente más de 96,6 millones de dólares en efectivos y recibos”. Esos agentes eran principalmente estadounidenses en Iraq con contratos a corto plazo. El saldo de cuenta de un agente estaba exagerado en 2 825 755 dólares y el error pasó sin que lo detectaran. Otro agente recibió 25 millones de dólares en efectivo por los que la oficina de Bremen “reconoció que no tenía ninguna documentación complementaria”. De más de 23 millones de dólares que se entregaron a otro agente, sólo hay documentos en relación con 6 306 836 dólares pagados a los contratistas. Muchos de los agentes estadounidenses presentaron sus papeleos horas antes de que se dirigieran al aeropuerto. Dos se fueron de Iraq sin justificar 750 000 dólares cada uno; el dinero nunca se encontró. La oficina principal de la APC autorizó los saldos de varios agentes de entre 250 000 y 12 millones de dólares sin ningún recibo. Un agente que no entregó los recibos, al decírsele que todavía debía 1 878 870 dólares, se presentó tres días después con exactamente esa cantidad. Los auditores pensaron que “esto indica que el agente tenía una reserva de efectivo”, al señalar que si sus cifras iniciales hubieran estado correctas, él habría justificado a la APC unos 3,8 millones de dólares más de lo que había recibido inicialmente, lo cual “indica que los documentos de recibos proporcionados al gerente de cuentas del FBI no eran nada fiables”.

El personal de la oficina matriz de la APC en Bagdad solía trabajar doce horas al día, los siete días de la semana, a menudo en puestos de seis meses. No confiaban en la red de computadoras por lo que muchos de ellos ponían sus registros en memorias USB y en archivos de computadoras privadas que no se podían abrir con sus accesorios. En un momento dado, sólo había un funcionario en la oficina del gerente de cuentas de la APC, que autorizaba a todos los agentes de pago en Iraq. Dichos agentes sobre el terreno no podían a menudo verse envuelto en el papeleo y mucho menos molestarse por eso, lo cual era frustrante para los honestos y una gran ayuda para sus colegas deshonestos. Por tanto, ¿A dónde iba a parar el dinero? No se podía ver en Hillah. Las escuelas, hospitales, abastecimientos de agua y electricidad, todo lo cual se suponía que se beneficiaran de este dinero, están en ruinas. La inevitable conclusión es que muchos de los agentes de pagos estadounidenses se apropiaban de grandes cantidades de efectivo y hacían tratos ventajosos con sus contactos iraquíes.

Y así continuaba la historia. La auditoria más reciente que la IAMB realizó en cuanto a los gastos del gobierno iraquí, que aun no se ha publicado, se refiere a la “contabilidad incompleta, falta de justificación documentada para la competencia limitada de contratos en los ministerios iraquíes, la posible malversación de los ingresos provenientes del petróleo, dificultades significativas para garantizar la exhaustividad y precisión de los presupuestos iraquíes y los controles sobre los gastos, así como el no depósito de los ingresos derivado de las ventas de las exportaciones de productos del petróleo en las cuentas apropiadas en contravención de la resolución 1483 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Bremen restableció la Junta iraquí de Auditoria Superior un mes antes de irse de Bagdad. Ahora se dice que tiene más de mil auditores y personal de apoyo distribuidos en todos los ministerios del gobierno iraquí. Se dice que la nueva comisión iraquí de integridad pública, equivalente del FBI, tiene 200 miembros y 15 asesores estadounidenses. Sin embargo, según las cifras estadounidenses más recientes, de más de 3 400 quejas, sólo alrededor de una de 50 ha pasado a la comisión de integridad pública para su posible tramitación.

Existe una explicación para esta inactividad. El jueves, 1ro de julio de 2004, dos días después que Bremen partiera de Bagdad, Ehsan Karim, el nuevo jefe de la Junta de Auditoria Superior, resultó muerto por una bomba al salir del Ministerio de Finanzas. Dos semanas después, Sabir Karim (sin ningún parentesco) fue asesinado cuando tirotearon el auto en que viajaba rumbo a su trabajo en el Ministerio de Industria, donde estaba a cargo de investigar la corrupción. Hace unas semanas, fue asesinado otro funcionario de alto nivel que investigaba casos de corrupción. La IAMB no revela los nombres de sus delegados iraquíes con el fin de mantenerlos vivos.

“En ausencia de datos contables significativos, los iraquíes no tienen forma de conocer qué parte de las riquezas nacionales se entrega a los amigos y las familias de los ministros y de los empleados públicos o cuánto se destina a cuentas secretas en bancos en ultramar. En vista de que ahora muchos baazistas están de nuevo en el Gobierno, parte de ese dinero puede incluso estar siendo utilizado para financiar a los insurgentes”.

Tanto Saddam como los Estados Unidos obtuvieron un excelente beneficio durante su reinado. Controlaba la riqueza de Iraq mientras la mayor parte del petróleo de ese país se enviaba a las refinerías californianas para proporcionar gasolina barata a los votantes estadounidenses. Las corporaciones estadounidenses, como las que disfrutaban del favor de Saddam se enriquecieron. En la actualidad, el sistema es casi el mismo: el petróleo va para California y el nuevo "gobierno iraquí" gasta impunemente el dinero del país.


(*) Periodista y realizador de documentales de televisión.

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