Cómo perder apoyo
popular en dos años
Por
Katherine Stapp
Inter Press Service (IPS),
julio de 2005
Nueva York. Cuando el
periodista Aaron Glantz viajó de Jordania a Iraq en un abollado taxi
blanco y naranja el 29 de abril de 2003, se sorprendió al ver que la
mayoría de los civiles de Bagdad habían resultado relativamente
ilesos de los bombardeos de Estados Unidos.
"Para mí, fue la
primera vez que el Pentágono (sede del Departamento de Defensa
estadounidense) estaba diciendo la verdad", escribió el
periodista colaborador de IPS en su nuevo libro "How America Lost
Iraq" ("Cómo Estados Unidos perdió a Iraq"),
publicado este año por la editorial Penguin.
Enviado por la emisora
estadounidense Pacifica Radio, Glantz alquiló una habitación en
Bagdad y se dedicó a entrevistar a varios civiles iraquíes que,
aunque nada orgullosos de que su país estuviera sucumbiendo ante
Estados Unidos, mantenían sin embargo cierta esperanza de un futuro
mejor.
"Claro, las cosas
son difíciles ahora, pero es sólo temporal. No hay electricidad, por
ejemplo, pero los estadounidenses lo arreglarán", dijo a Glantz,
entre tasas de té y galletas, Manu Nur, un iraquí cristiano.
"Tu sabes, las
personas aquí han sufrido la opresión por mucho tiempo. Por 35 años
tuvieron al (ex gobernante) partido Baath. Nunca han podido decir
nada. Por eso, la primera respuesta será tomar las armas",
sostuvo Nur.
"No hay policía
ahora porque Estados Unidos expulsó a todas las fuerzas de Saddam
Hussein. Tomará tiempo, pero todo estará bien. Será mucho mejor que
antes", aseguró.
Sin embargo, dos años
después, aún no hay servicios de agua potable y los sistemas de
energía eléctrica funcionan en forma esporádica. Hay escuelas
abiertas, pero los padres temen que sus hijos se trasladen a ellas
caminando por las calles de Bagdad. El desempleo afecta a 70 por
ciento de la población económicamente activa.
"Cuando los
estadounidenses sacaron a Saddam Hussein, la mayoría de los iraquíes
estaban felices, pero Estados Unidos acabó con esa confianza cuando
estableció su propio gobierno (la Autoridad Provisional de la Coalición),
detuvo a disidentes y los llevó a (la cárcel de) Abu Ghraib",
donde soldados torturaron a varios prisioneros, escribió Glantz.
"Tampoco
restauraron la electricidad, y le dieron todos los empleos a un puñado
de contratistas extranjeros bien pagados", añadió.
El Fondo de Desarrollo
para Iraq, dirigido por Estados Unidos y sucesor del programa
"petróleo por alimentos" de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU), ahora es centro de un escándalo por miles de
millones de dólares, la mayoría en efectivo.
El programa "petróleo
por alimentos" rigió entre 1996 y 2003 como excepción al
embargo internacional que sufría Iraq por la invasión de Kuwait en
1990.
El sistema permitía la
venta de cantidades limitadas de petróleo para adquirir alimentos,
medicinas y otros bienes humanitarios, bajo supervisión de la ONU y
en especial de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad
(China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia).
Más de 1.700 soldados
estadounidenses y decenas de miles de civiles han muerto en Iraq desde
la invasión en 2003. El número de ataques con coches bomba aumentó
de 18 en junio de 2004 a 135 el mes pasado.
El secretario de
Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, admitió en una reciente
entrevista televisiva que la insurgencia iraquí podría continuar por
otros 12 años más.
Sin embargo, Glantz no
cree que los "halcones" (los más conservadores en el
gobierno de George W. Bush) se hayan propuesto desestabilizar y
saquear Iraq.
"Yo creo que
Estados Unidos cometió errores al reconstruir Iraq y no que haya
hecho algunas cosas a propósito. Por ejemplo, creo que muchas buenas
personas en la Autoridad Provisional pensaban realmente que Iraq no
estaba listo para la democracia, y creo que estaban equivocados",
dijo Glantz a IPS en una entrevista por correo electrónico.
"Su falta es que
apoyan la democracia sólo si el gobierno electo es amistoso con los
fines estratégicos de la administración de Bush", agregó.
Uno de los grandes
errores tácticos de Estados Unidos, según el periodista, fue la
ofensiva contra la central ciudad de Faluya en abril de 2004, que
incluyó ataques de artillería y bombardeos aéreos. Francotiradores
estadounidenses incluso dispararon contra las ambulancias que
procuraban ingresar a la ciudad cercada.
Con 200 mezquitas,
Faluya es uno de los lugares más importantes para los musulmanes
sunitas.
Terminada la ofensiva,
el estadio de fútbol de la ciudad quedó convertido en un cementerio
para cientos de civiles.
Poco después, en
represalia, iraquíes furiosos lincharon a cuatro contratistas
estadounidenses.
"No había lugar
suficiente en los cementerios de la ciudad", explico Fadel Abbas
Khlaff, quien ayudó a enterrar a los cadáveres de Faluya y luego se
unió a la insurgencia.
Cuando Glantz visitó
el estadio de Faluya encontró a Ahmed Saud Muhasin Al Isawi, quien
acababa de identificar las tumbas de sus dos sobrinos adolescentes.
"Ellos se quedaron
en sus casas y no salieron, pero de todas formas están muertos. ¿Cómo
pudieron (los estadounidenses) hacer esto? Hay familias y pequeños niños
muertos", le dijo Al Isawi desconsolado.
La incursión en Faluya,
que terminó en mayo con una tregua entre las fuerzas de la coalición
y los insurgentes, acabó por completo con la imagen de los
estadounidenses como "libertadores" de Iraq, según Glantz.
"Creo que uno de
los principales problemas del gobierno de Bush es que piensa que lucha
contra un número finito de terroristas en Iraq, y cuando los mate a
todos se acabará la insurgencia", dijo el periodista.
"Pero de lo que
Bush no se da cuenta o no entiende cabalmente es que cada persona
inocente muerta en Iraq tiene una familia, y cuando esa persona es
asesinada, hay decenas de nuevos partidarios de la resistencia
armada", añadió.
El libro de Glantz es
un reportaje periodístico fidedigno sobre el primer año de la
ocupación estadounidense en Iraq. Las decenas de entrevistas a iraquíes
de todos los ámbitos de la sociedad --desde médicos, políticos y líderes
religiosos hasta separatistas kurdos y miembros del antiguo régimen
del Baath-- hacen que el relato sea convincente y único.
Mientras los grandes
medios de comunicación estadounidenses silencian las voces de los
propios habitantes de Iraq, Glantz refleja las conmovedoras y con
frecuencia conflictivas opiniones de una nación que ha pasado de una
forma de opresión a otra.
"Cuando regresé a
Estados Unidos en mayo de 2004, me quedé azorado al ver que nadie tenía
ninguna idea de lo que pasaba en Faluya", señaló Glantz a IPS.
"No veían las
mismas imágenes que las personas del resto del mundo, como la de un
estadio de fútbol convertido en cementerio para cientos de hombres,
mujeres, ancianos, niñas y niños muertos", indicó.
"Quizás hubiera
ayudado que las cadenas informativas en Estados Unidos no estuvieran
exclusivamente concentradas en los soldados, y que le hubieran
dedicado al menos el mismo de tiempo a los 25 millones de iraquíes",
añadió.
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