Irak resiste

 

Bush pide unidad a un país fracturado

El presidente reaparece ante la división que generan las elevadas bajas en Iraq

Por Andy Robinson
Corresponsal en Nueva York
La Vanguardia 23/08/05

El presidente estadounidense, George W. Bush, pidió unidad nacional y sacrificio para la guerra en Iraq y aplaudió la "reflexión " de los iraquíes que han estado negociando la nueva Constitución. Pero las divisiones se extienden de Bagdad a Washington y en la Administración surgen voces disidentes. El debate sobre la retirada se da en los dos grandes partidos, el Congreso y la Administración.

Hablando ante un telón de fondo de imágenes en blanco y negro de combatientes norteamericanos de la II Guerra Mundial, George W. Bush pidió apoyo a la presencia de tropas en Iraq hasta "terminar el trabajo". "Como en las grandes luchas del siglo XX, esta guerra requiere cada elemento del poder nacional", dijo durante un discurso pronunciado en Salt Lake City, en el estado de Utah, ante la Convención de Veteranos de Guerras en el Extranjero. "El pueblo americano ha mostrado una constancia y un empeño en no perder los nervios", añadió, tratando de situar la guerra de Iraq no en la historia de Vietnam sino de "la lucha por la libertad" desde "las playas de Normandía hasta las nieves de Corea".

Pero desde Bagdad hasta Washington, son las divisiones más que la unidad las que caracterizan el tercer año de guerra en Iraq. Protestas pro y anti guerra en las calles de la ciudad mormona y, simultáneamente, en Crawford (Texas), en el entorno del rancho presidencial, dieron testimonio de un pueblo cada vez más dividido. Esto, a su vez, empieza a provocar fracturas en el apoyo a la guerra en Washington, hasta la fecha monolítica. Aparecen las primeras grietas dentro de la Administración y de la cúpula militar, y en el seno de los dos partidos, republicano y demócrata.

Al mismo tiempo, pese a la insistencia de Bush ayer en que "la Constitución iraquí será un hito en la historia de Iraq", la ausencia de apoyo suní al nuevo documento era motivo de inquietud en el Pentágono por su impacto sobre la insurgencia. El general Peter Schoomaker, jefe del Estado Mayor, insistió el domingo en que existen planes para mantener la presencia militar actual en Iraq hasta el 2009. Schoomaker dijo que en el "peor de los casos" se podrían mantener más de 100.000 soldados en Iraq durante cuatro años más. Hace sólo dos semanas, el general George Casey había previsto "una reducción bastante significativa" de tropas en el 2006.

Estas discrepancias se ven reflejadas en la Administración y en su entorno. Comentaristas neoconservadores piden abiertamente la dimisión de Donald Rumsfeld, debido al escaso entusiasmo que muestra el secretario de Defensa por la prolongada presencia en Iraq. "Rumsfeld no cree que podamos ganar o duda de que podamos mantener el apoyo político a la presencia en Iraq", "el presidente necesita un secretario de Defensa dispuesto a luchar", afirma el editorial de The Weekly Standard.The Washington Post tomó nota ayer de que neoconservadores como Paul Wolfowitz y Douglas Feith han sido sustituidos en el Pentágono por ex militares "menos ideológicos y en más sintonía con el Congreso", Gordon England, ex secretario de la Marina, y Eric Edelman, del Departamento de Estado.

"La Administración esta dividida entre Rumsfeld y Rice, por un lado, que buscan una forma de salir, y Cheney, por el otro", dijo Ted Galen Carpenter, del Cato Isntitute, en declaraciones a La Vanguardia. Las grietas aparecen también en el Congreso. El senador republicano, y veterano de Vietnam, Chuck Nagel se ha convertido en el portavoz de una corriente opuesta a la presencia estadounidense en Iraq. Nagel volvió a comparar la situación con Vietnam. "No estamos ganando bajo ningún punto de vista", dijo.

Estas divisiones se manifiestan también en la oposición demócrata, cuya base apoya las reivindicaciones de Cindy Sheehan en favor de la retirada, mientras que los líderes más destacados, desde Hillary Clinton hasta Harry Reid, apoyan el reforzamiento de las tropas en Iraq. Significativamente, Russ Feingol, senador de Wisconsin, se salió de la línea oficial demócrata y pidió un calendario para la retirada con fecha tope a finales del año próximo. Candidatos presidenciales como Clinton y Joseph Biden, que apoyan la guerra, corren el riesgo de enfrentarse a la candidatura de Feingold en las primarias.

El movimiento antiguerra también muestra escisiones. El ejemplo más sorprendente de las divisiones provocadas por la guerra son las que separan a los dos grupos que coordinan la jornada de movilizaciones del próximo 24 de noviembre. Unidos por la Paz y la Justicia apoya un solo eslogan a favor de la retirada de tropas, mientras que su grupo rival quiere incluir reivindicaciones pro palestinas. Por eso, en lugar de una sola manifestación en Washington ese día, habrá dos.

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