Según
CNN/Gallup, un 54% opina que enviar tropas a Iraq fue un error, y un
57%, que se está menos a salvo del terrorismo que antes del 11–S
¿Un
nuevo Vietnam?
Francesc
De Carreras
La
Vanguardia, 01/09/05
Según
cuentan los muchos viajeros que actualmente lo visitan, Vietnam es hoy
un país apacible, con muy bellos paisajes y gente amable y educada.
Sin embargo, para muchos, la palabra Vietnam permanece todavía en el
recuerdo asociada a la guerra, a una guerra sangrienta e inútil que
acabó sin claros vencedores y con la espectacular derrota de la mayor
potencia mundial.
La
historia parece ir camino de repetirse. Afganistán y, sobre todo,
Iraq son nombres que, durante años también se asociarán a guerras
cruentas que muy probablemente acabarán, como Vietnam, sin el triunfo
de nadie y con la derrota del agresor, con la retirada del ejército
ocupante. Diversos síntomas así lo indican. Uno de ellos tuvo lugar
hace unas semanas. Ala señora Cindy Sheehan, californiana de 48 años,
se le murió hace poco más de un año su hijo Casey combatiendo en
Iraq. Desolada, sin entender las razones de la muerte de su hijo o,
peor aún, viendo que todas ellas constituían un gran engaño, decidió
instalarse el 6 de agosto delante de la entrada del famoso rancho
tejano de Bush para pedirle explicaciones. Su gesto, como era de
esperar, fue seguido inmediatamente por otros muchos norteamericanos
contrarios a esta guerra, concentrados ahí a partir de aquel día con
idéntica finalidad.
La
imagen no es nueva: una madre coraje decidida a todo. En este caso,
decidida a defender no la vida en abstracto, sino las
responsabilidades por una vida concreta y muy especial, la de su
propio hijo. Ningún padre, ninguna madre, ignora lo que todo esto
significa: por la vida de un hijo estás dispuesto a entregar, si es
preciso, tu propia vida. Tener cada día acampados delante de tu casa
a padres y madres que han visto cómo sus hijos morían por inciertos
ideales en guerras sin motivo alguno que las justificaran puede llegar
a ser insoportable. "Creen morir por la patria y en realidad
mueren por los industriales", escribía Anatole France en alusión
a los soldados muertos durante la guerra europea de 1914, la drôle
guerre. De ahora en adelante, Georges Bush no podrá borrar de su
memoria la patética imagen de Cindy Sheehan, nuestra madre universal,
pidiéndole cuenta, día tras día, por la muerte de su hijo. ¿Significa
esta espectacular protesta el inicio de un movimiento antiguerra de
Iraq que podría desembocar en una movilización con un alcance
parecido al que tuvo lugar con ocasión de la guerra de Vietnam? Quién
sabe.
Por
un lado, el ejército norteamericano actual es profesional y, por
tanto, el riesgo a ser destinado a un escenario de guerra sólo afecta
a las clases bajas de la sociedad norteamericana, es decir, aquellas
que tienen un muy escaso acceso a la opinión pública. En Vietnam,
donde llegaron a morir 58.000 norteamericanos, todo el mundo podía
ser llamado a filas, desde el más rico hasta el más pobre, desde el
universitario hasta el analfabeto. Hoy es distinto: sólo quienes se
alistan voluntariamente, en la inmensa mayoría de los casos por la
remuneración que se ofrece, tienen posibilidad de ir a la guerra. Mal
servicio a la igualdad entre los ciudadanos hicieron los ingenuos
pacifistas contrarios al servicio militar obligatorio. Es más que
probable que los mercenarios actuales tengan menos apoyo social que en
la época en que el actual presidente Bush evitó incorporarse al ejército
por las influencias de su padre entre los pasillos del poder.
Ahora
bien, por otro lado es evidente que los enormes costes de esta guerra
–sumados a los que ocasiona la guerra de Afganistán, entre otras
operaciones exteriores en las que interviene Estados Unidos– tienen
parte de la culpa en la difícil situación por la que atraviesa la
economía norteamericana, acosada, además, por el crecimiento de los
grandes gigantes asiáticos, por China e India. El enorme déficit público,
la deuda externa, el encarecimiento del petróleo, tienen bastante que
ver con la guerra de Iraq. El mantenimiento de 150.000 soldados en
aquellas tierras ocasiona un gasto que pronto será difícil de seguir
manteniendo. Hay inquietud por la evolución económica en los próximos
meses.
Además,
la situación interna de Iraq va claramente a peor. Solamente los
interesados en ocultar la verdad pueden sostener que la guerra está
contribuyendo a reducir el terrorismo islamista o que Iraq está políticamente
en mejor situación que antes de la guerra.
Una
desintegración territorial de Iraq, con las consiguientes
repercusiones en la estabilidad de la zona, especialmente el
fortalecimiento de Irán, sería la demostración más evidente de que
la estrategia antiterrorista del presidente Georges Bush ha sido, además
de un engaño, una gran equivocación que debilita los mismos
intereses de Estados Unidos.
Esta
impresión parecen reflejar los últimos sondeos. Según CNN/ Gallup,
un 54% de encuestados considera que enviar tropas a Iraq fue un error,
y un 57%, que se está menos a salvo del terrorismo que antes del
11–S. Además, no llegan a la mitad los que creen que el presidente
es sincero. Como enseña la historia, los norteamericanos pueden
perdonar el error, pero no la mentira.
No
sé si la señora Sheehan, nuestra madre coraje, el nuevo icono del
pacifismo norteamericano, logrará aglutinar un gran movimiento contra
la guerra. Las condiciones, como hemos visto, aportan elementos a
favor y en contra. En todo caso, a lo largo de este próximo curso
probablemente se irán resolviendo algunos enigmas y la balanza irá
inclinándose a un lado u otro. Por el momento, no parece que el
presidente republicano tenga unas buenas perspectivas. ¿Estamos ante
un nuevo Vietnam?
(*)
Francesc De Carreras, catedrático de Derecho Constitucional
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