La
Némesis del imperialismo
Por Frederic F. Clairmont
Rebelión, 19/09/05
Traducido
por Beatriz Morales Bastos y Germán Leyens
Un
infinitamente empequeñecido, no arrepentido y deshonrado Tony Blair
apenas logró llegar al poder en la más frívola de las victorias.
Pero al hacerlo se ha visto sometido una vez más al oprobio de su
pueblo y ha sido desenmascarado ante el mundo, en palabras de un
diputado laborista, como "uno de los más ignominiosos
estafadores políticos de todos los tiempos". Estas son las
palabras más duras que se pueden utilizar para describir a un
miserable oportunista político que empujó a su nación a la más
cruel de las guerras por unos motivos que eran criminalmente falsos.
George
W Bush, su co–conspirador, también había ganado unas elecciones,
si merecen ser llamadas así, al precio de 4.000 millones de dólares.
Una lamentablemente corrupta administración apaleada por la
ascendiente corriente de liberación nacional en Irak se encuentra
también embarrancada en un lodazal militar unido a otro de la mayor
crisis fiscal y de pagos externos –los tristemente conocidos déficits
gemelos– que jamás haya afectado a la nación. Este punto será
analizado más adelante.
Todavía
hay un tercer actor que fue "elegido" o, más bien,
seleccionado por la ocupación colonial. La raison d´être de este régimen
títere en Irak no es, como sostienen sus creadores, lograr la
democracia sino, como sirviente de un dominio extranjero, ejecutar las
órdenes de la ocupación que no da muestras de terminar. Su libertad
de maniobra es inexistente ya que está confinado dentro de los
confines de la Zona Verde situada en el epicentro de Bagdad, un
purgatorio de afilado alambre de espino protegido de sacos de arena
del que no pueden salir sus colaboracionistas, salvo si van protegidos
por convoyes fuertemente armados que casi invariablemente caen bajo
despiadados ataques de la resistencia. Su esperanza de vida es de
corta duración ya que todos deben ser conscientes de que, en tanto
que clase sirviente, dependen de un amo colonial blanco extranjero
cuyo principal proyecto no ha variado nunca: la conquista de los
recursos energéticos del país.
Un
punto mordazmente destacado por el diputado laborista Michael Meacher,
ex–ministro de medioambiente de Reino Unido. "La razón por la
que atacaron Irak no tenía nada que ver con las armas de destrucción
masiva; no tenía nada que ver con la democracia en Irak; no tenía
nada que ver con las violaciones de los derechos humanos por parte de
Sadam Husein. Tenía que ver principal, entera y completamente con el
petróleo. Se trataba de asumir el control sobre Oriente Medio y sobre
Irak, el segundo mayor productor [de petróleo del mundo]... La relación
[entre ambos puntos] es de un 100%. Es absolutamente
abrumador"[1].
No
es accidental que la administración colonial le haya abierto el
camino para el cargo de viceprimer ministro a un títere de Estados
Unidos y mafioso convicto de primer orden como Ahmad Chalabi
(ciudadano estadounidense). Como el Shah de Irán, la clase
colaboracionista se da cuenta de que a la hora de la verdad su
presencia en el corazón del imperialismo no es deseada. El olor de la
muerte domina Bagdad. Hubo una época en que ganar "los corazones
y las mentes" de las víctimas de la represión colonial era el
objetivo declarado de los invasores. En el periodo subsiguiente a la
declaración de victoria de Bush hace más de dos años los ocupantes
coloniales han matado y herido a más de 165.000 [iraquíes] y a este
número se le debe superponer el hambre generalizada, la desnutrición
y pandemias nunca vistas como la tuberculosis y la malaria. Han
acabado los días de la enfermiza moralización.
Los
ocupantes y los soldados comunes, atrapados entre la desmoralización
irreversible y la drogadicción, son conscientes de que el final del
juego se acerca a toda velocidad. Tanto los militares como los civiles
militaristas habitan en el mismo universo mental de desesperación. En
1988 la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine
Albright, declaró: "Nosotros somos la nación
indispensable". Precisamente la misma criatura vil que cuando fue
preguntada por el medio millón de niños iraquíes cuyas vidas eran
destruidas por la aplicación del régimen de sanciones respondió
cruelmente: "Creo que es un precio que vale la pena pagar".
Cuando se trata con especies subhumanas un veredicto de este tipo no
pide ni contrición ni justificación.
La
guerra continúa pero Bush y quienes escriben sus discursos no han
perdido su capacidad de abarrotar sus mentes con mecanismos para
decirse que los horrores no son horribles. El estribillo es
reconfortante en su simplicidad: el enemigo está huyendo y la
victoria está a la vuelta de la esquina. Pero los combatientes de la
resistencia que luchan en el movimiento de liberación nacional con
los que yo hablé perciben la realidad a través de prismas
diferentes. Bush, por su parte, en su discurso apocalíptico de
segunda toma de posesión conjuró la imagen de "encender una
llama en la mente de los hombres" y de cómo "un día este
indómito fuego de la libertad llegará a los más oscuros rincones
del mundo". Yo no podría decir si esto puede exaltar a sus acólitos
o producir escalofríos en el espinazo de los guardianes de "los
puestos de avanzada de las tiranías". Sin embargo lo que no
dijo, o no sabe, este hombre no instruido es que sus escritorzuelos
han plagiado estas imágenes de las palabras de un nihilista
incendiario de la novela de Dostoievsky, Los endemoniados.
La
oligarquía de la casta dirigente vive en el mundo de su perversa
imaginación. Como declara su maestra, la secretaria de Estado
Condoleeza Rice, "Estados Unidos y el mundo libre están
comprometidos una vez más en una batalla a largo plazo contra una
ideología de odio y tiranía y terror y desesperanza. Estamos junto a
los oprimidos en cada continente y no podremos descansar hasta que
haya alcanzado su libertad cada persona que viva en una sociedad con
miedo. Y debemos afrontar estos retos con la misma visión, el mismo
valor y la misma fuerza que dominaron nuestro periodo de
posguerra". No sirve de nada meter su nariz en la sangre de los
millones de personas del tercer mundo que fueron víctimas del
genocidio estadounidense desde 1945. Según los cánones de esta lógica
execrable estos holocaustos fueron perpetrados bajo la cobertura de
los derechos humanos.
Rice
está ciega y como portavoz de su clase es incapaz de afrontar los
antecedentes históricos. Con todo, las estupideces que dice son más
que declaraciones políticas. Es un descarado programa de conquista
global. Por cierto, ¿por qué no empezar con las necesidades de
"reconstrucción" del colonizado Irak, donde el dinero de la
reconstrucción ha acabado en los bolsillos de políticos corruptos y
de corporaciones extranjeras? Cuando Los Angeles Times informó de que
se habían averiado todas las plantas de agua supuestamente
reconstruidas por Bechtel de hecho estaba señalando una verdad
extensiva a todo el espectro de la denominada reconstrucción.
Los
"puestos avanzados de la tiranía", y esto es sólo para
empezar, son seis países [2]. Se han concretizado planes para crear
una Oficina del Coordinador para la Reconstrucción y Estabilización
dentro del Departamento de Estado y dirigida por la persona a quien
Bush llama "uno de los libertadores de Ucrania", Carlos
Pascual. La guerra de Irak no ha terminado todavía, pero hay planes
de programar situaciones "post–conflicto" en 25 países
para crear "sociedades democráticas y abiertas al mercado".
La manida afirmación es pedestre. En pocas palabras, el imperialismo
tiene sus orígenes en la hegemonía del neoliberalismo: privatización,
desregulación, flujo libre de capitales. David Lloyd George fue quien
en los años treinta bromeaba: "rasca a un Tory [conservador] y
siempre encontrarás a un fascista". En estos momentos no es
necesario rascar a un neo–conservador para captar la anatomía del
fascismo estadounidense en su más cruda expresión. Wendell Wilkie,
el estadista estadounidense, resumía esto muy bien la víspera de la
Segunda Guerra Mundial cuando advertía que "si y cuando el
fascismo llegue a Estados Unidos vendrá bajo el nombre de
democracia". Para muchos esto es una verdad que se ha convertido
en realidad.
Mientras
tanto el abismo entre vana ilusión y realidad se hace cada día más
grande. Los territorios ocupados han dejado de estar bajo control de
los ocupantes. La vida diaria se ha convertido en una lotería mortal.
"Podría decir sin lugar a dudas que Bagdad es territorio
enemigo", afirmó el coronel Lanza, miembro de la primera división
de caballería responsable de patrullar una amplia zona de Bagdad con
una población de 1.300.000 habitantes. Es cierto no solo para Bagdad
sino para todo ese enorme país, casi del tamaño de California.
La
ciudad de Faluya permanecerá para siempre consagrada en el panteón
de las luchas de liberación nacional. La que fue una hermosa y modélica
ciudad, del tamaño de Ginebra (320.000 habitantes) ha sido reducida a
escombros. Hospitales, lugares de culto, escuelas, enfermerías y
centros sociales fueron arrasados. Docenas de personas se desangraron
hasta morir porque el personal médico había sido obligado a
abandonar la ciudad. Helicópteros Apache, cazabombarderos, napalm,
tanques, artillería y munición de uranio empobrecido fueron lanzados
contra personas indefensas. Estados Unidos fue el único país que en
1980 no ratificó la convención que prohibía el uso del napalm, un
mortífero cocktail de polistireno y aceite de motor. Para enfrentarse
a este ejército había una resistencia que sólo tenían armas pequeñas
y morteros. Se enfrentaron con la elite militar de las fuerzas
expedicionarias coloniales: los marines estadounidenses, el Black
Watch [regimiento escocés], mercenarios ucranianos y polacos, y
otros. Una ciudad defendida por un puñado de resistentes que
finalmente no fueron derrotados ni capturados sino que desaparecieron
por el Tigris.
La
carnicería fue indiscriminada, impulsada bajo el nombre de Operación
Furia Fantasma en noviembre de 2004. Su objetivo era eliminar a los
resistentes, llamados entonces terroristas, desesperados, partidarios
residuales de Sadam, etc., pero ahora más cortésmente, aunque
inadecuadamente, rebautizados como insurgentes. No hubo periodistas
excepto aquellos escritorzuelos que fueron descritos por los ocupantes
como periodistas "empotrados". La propia descripción revela
la degradación en la que se ha sumido la ocupación. Llamativamente
ausentes estaban los periodistas árabes y, por supuesto, Al Jazeera,
cuyas actividades fueron proscritas hace mucho tiempo.
Lo
que captaron los ocupantes o, mejor, algunos de sus más preclaros
elementos fue que la lucha de liberación surgía de las entrañas de
los oprimidos. Esto fue sucintamente resumido por el capitán Peter
McCulloch del Black Watch: "el enemigo está en todas partes y en
ninguna. Veo niños, mujeres y ancianos; los hombres jóvenes han
desaparecido. Pero sabemos que, como ha mostrado la lucha, nosotros
somos el enemigo odiado. Las mujeres y los niños ya no tienen miedo.
Una chica me dijo en un inglés muy básico: `Si fuera mayor y lo
suficientemente fuerte te mataría´. No era un comentario ligero
puesto que yo sabía que no habría pestañeado al ejecutar su
juramento. ¿Cuántas veces se han mofado de nosotros los chicos y,
sobre todo, las chicas? Su palabra favorita es "escoria",
que da en el blanco". En resumen, los ocupantes han dejado de ser
objeto de miedo. Los predadores se han convertido en objeto de predación.
Esto marca un profundo cambio psicológico ya que es el barómetro de
la declinante fortuna del imperio.
La
resistencia después de Faluya se ha ido haciendo más fuerte cada
vez, lo mismo que su número, que una fuente del Pentágono calcula
ahora en unas 200.000 personas, incluyendo hombres, mujeres y niños
de todas las edades e ideologías.
La
represión militar fue acompañada del más cruento de los regímenes
de tortura, que no se había visto desde los días más negros de la
ocupación estadounidense en Vietnam. Los arquitectos de estos crímenes,
cuyos tentáculos se ramifican por los más altos escalafones
militares y políticos de quines toman las decisiones, salieron
impunes, tal como se esperaba, mientras los niveles más bajos, que
cometieron carnicerías y torturaron –al menos, algunos de ellos–
fueron los chivos expiatorios. Así es como lo cuenta el New York
Times: "Los abusos en Abu Ghraib, que en el momento parecieron
inconcebibles, resultaron ser sintomáticos de las torturas, abusos e
injusticias institucionalizadas que están presentes en las
operaciones de la administración Bush en su denominada guerra contra
el terrorismo. Eufemismos como interpretación, interrogatorio
coercitivo, ajuste de sueño y waterboarding [una técnica de tortura
en la que cubren la boca y la nariz de la víctimas con un paño
mojado y vacían agua encima para hacerlo creer que se está ahogando]
se suelen entender ahora ". [3] Las cámaras de tortura erigidas
durante y después de la batalla de Faluya y en Abu Ghraib fueron
bancos de pruebas de nuevas técnicas, como lo fueron las del campo de
concentración en Guantánamo.
No
era difícil de suponer la reacción árabe a la carnicería de Faluya.
Según informaba el Financial Times, un saudí de 30 años, educado en
Estados Unidos, expresó la ira de millones de árabes y de otras
personas: "Ahora para nosotros el sueño americano es una
pesadilla. En nuestros televisores vemos lo que está ocurriendo a
Irak. Los estadounidenses están matando a hombres, mujeres y niños.
El mundo árabe no puede olvidar la atroz imagen de un fiel asesinado
a sangre fría por un soldado estadounidense en una mezquita de Faluya.
Si se predica y practica la violencia lo que se recibe a cambio es
violencia".
El
testimonio del oficial de rango superior James Massey ante la Comisión
Canadiense del Estatuto de Refugiado describía como él y sus compañeros
marines dispararon y mataron a más de 30 hombres, mujeres y niños
desarmados, incluyendo un chico iraquí que salió de su coche con las
manos en alto. "Disparábamos a un ritmo cíclico de 500 balas
por vehículo". "Lo que estaban haciendo los marines era
cometer asesinatos". El reiterativo flujo de estas confesiones de
asesinos se ha banalizado ahora de forma dramática. Otro soldado de
la 82 División Aerotransportada relató a la Comisión Canadiense:
"Se nos dijo que consideráramos a los árabes como terroristas
potenciales.y se nos animó a fomentar una actitud de odio que le
mantiene a uno la sangre hirviendo". El recurrir a estas técnicas
de "hacer hervir la sangre" forma parte de la urdimbre y la
trama del exterminismo imperialista tan horriblemente desenmascarado
en My Lai en 1968.
Crímenes
que fueron generados por el mismo tipo de hombres. Al considerar una
de las docenas de estos imperdonables crímenes un marine acosado por
su conciencia escribió a su senador, Charles McManus (Republicano, de
Maryland), que "había oído a mis hombres describir con placer y
excitación el asesinato de una mujer joven con una ametralladora de
calibre 50 y detallar cómo se rieron cuando la mujer retrocedió 10
metros al recibir el impacto. Para muchos estadounidenses los
vietnamitas dejaron de ser personas hace mucho tiempo".
Miles
de millones de dólares se están derrochando ahora en un último
esfuerzo desesperado para emplear el dinero de la "reconstrucción"
en reclutar iraquíes para que luchen contra los iraquíes. Una mirada
somera a los informativos de televisión revela el completo fracaso de
esta estrategia. De hecho no hay nada nuevo en este programa colonial
de lo más arcaico. El general De Lattre de Tassigny, comandante de la
Fuerza Expedicionaria Francesa, se regodeaba en 1948:
"Utilizaremos a estos vietnamitas para matar vietnamitas".
El 30 de abril de 1975, fecha que señalaba el final de los 30 años
de genocidio colonial en Vietnam, la imbecilidad de las palabras de De
Tassigny se exponía una vez más tal como siempre había sido. Se hacía
añicos la creencia de que aumentar el número de asesinos iba a
detener la fuerza de la resistencia. (Véase del autor: Dien Bien Phu:
A Personal Memoir).
Las
conmovedoras palabras del vencedor de Dien Bien Phu, el legendario Vo
Nguyen Giap, al entonces secretario de defensa estadounidense Robert
McNamara son de una importancia suprema para comprender el alcance de
la debacle en Irak:
"McNamara
y sus consejeros han aumentado el número de invasores hasta cerca del
medio millón. ¿Qué consecuencias tiene esto? Han hecho amplio uso
de desfoliantes químicos y de otros terribles instrumentos de
destrucción masiva. Indudablemente van a incrementar el número de
muertes y a imponer a nuestro pueblo terribles sufrimientos
adicionales. Sin embargo, esto no va a disminuir el empeño de
nuestros luchadores por la libertad. Lo va a aumentar. Al final
nuestros luchadores por la libertad triunfarán"
Se
supone que los paralelismos históricos nos ofrecen una comprensión más
profunda del flujo de las fuerzas históricas. Sin embargo, en la
historia no existen las copias y esto no es menos válido para Irak y
Vietnam. Aunque hay muchas disimilitudes, es de una importancia
capital el hecho de que ambos representan el esfuerzo de esclavizados
pueblos coloniales por la libertad. El mensaje en Internet de uno de
los dirigentes de la resistencia iraquí y veterano de Faluya capta lo
conmovedor del momento con insuperable fuerza y patetismo:
"Más
de dos millones de inocentes murieron esperando ver la luz al final
del túnel. Es nuestro deber, así como nuestro derecho, rechazar a la
ocupación cuyas naciones serán moralmente responsables. Nosotros no
cruzamos los océanos para ocupar Gran Bretaña y Estados Unidos. Y
nosotros no somos responsables del 11 de septiembre. Estas no son más
que unas pocas de las horribles mentiras que blandieron estos
criminales para encubrir sus verdaderos planes de pillaje de los
recursos energéticos de nuestro país. Agradecemos a todos aquellos
que tomaron las calles para protestar contra la guerra, incluidos los
británicos, estadounidenses y de todas partes del mundo. No
necesitamos armas o luchadores. Tenemos muchos. Os estamos pidiendo
que forméis un frente mundial contra la guerra, contra las sanciones.
El enemigo está acosado. No tiene dónde esconderse. Están siendo
arrinconados como ratas. Cada momento de sus vidas tienen miedo de los
luchadores de la resistencia. No pueden ver ni predecir. Ahora podemos
elegir cuándo, a quién, dónde y cómo atacar. En gran parte igual
que nuestros antecesores aprovecharon los primeros destellos de
civilización, nosotros procederemos ahora a redefinir la palabra
"conquista". En el momento presente estamos escribiendo un
nuevo capítulo de la guerra de resistencia urbana y rural".
Estoy
convencido de que este nobilísimo manifiesto es un documento
imperecedero y persistirá como una de las más solemnes declaraciones
de derechos humanos que se hayan formulado nunca. Es la más alta
afirmación de la libertad humana. Su mensaje fundamental es que su fe
está anclada en la convicción de que la liquidación del
imperialismo es una precondición primordial para la realización de
la libertad que trasciende Irak.
En
las páginas siguientes vamos a examinar cómo la máquina
imperialista estadounidense está siendo golpeada por sus propias
graves contradicciones y políticas. Tanto el descomunal coste de su máquina
de guerra como las cuentas externas de la nación se han desbocado. El
presupuesto militar de 2006 de 420.000 millones de dólares ha ido
aumentando a ritmo constante. Una cifra que excluye una suma adicional
de 89.000 millones de dólares aprobados por el Congreso para seguir
con la guerra afgano–iraquí. Y, como es obvio, no incluye las
astronómicas sumas para las 15 organizaciones de espías encorraladas
ahora bajo el mando del nuevo súper–espía del imperio, John
Negroponte, segundo virrey de Irak. Visto desde otra perspectiva
grotesca, EE.UU. está aflojando más dinero que los desembolsos en
armas combinados de los siguientes 17 países, algo que no tiene
paralelo en los anales de la historia militar. Ha empezado la "armamentización
del espacio". Según Jane's Defence Industry, en 2006 EEUU gastará
en defensa lo mismo que todo el resto del mundo.
Las
dimensiones de la demencia no tienen límites, como se desprende del
proyecto del Pentágono de un "ejército robótico
imbatible". El Pentágono pretende invertir decenas de miles de
millones de dólares en la creación de unas fuerzas armadas
completamente automatizadas con el aparentemente inocuo nombre de
"Sistema de Combate Futuro", que no incluye gastos en los países
ocupados de Oriente Medio. Se trata del mayor contrato militar en la
historia de Estados Unidos. La razón de esta campaña es reforzar sus
conquistas globales. Ya se ha lanzado el show de marketing. En
palabras de uno de sus promotores: "Déjenme recordarles que
estos robots no tienen hambre", se deshizo en elogios el general
Gordon Johnson del Comando de Fuerza Conjunta. "No tienen miedo.
No olvidan sus órdenes. Les tiene sin cuidado si acaban de disparar
al tipo que está a su lado. Son mucho más baratos. Y, sí, hacen un
trabajo mejor que los humanos". Este vendedor ambulante de
rectitud imperialista nos recuerda que estos robots nacidos de la
nanotecnología –la ciencia de las estructuras diminutas– pueden
moverse como humanos o como colibríes, como tractores o tanques, como
cucarachas o grillos.
El
coste del aumento en armamentos llevará el presupuesto del
Departamento de Defensa hasta los 530.000 millones de dólares en
2010. La debacle militar de las fuerzas expedicionarias coloniales de
Estados Unidos y su sarta de sátrapas en Irak es correlato
inextricable de las febriles estructuras militares y financieras del
imperialismo: endeudamiento galopante a todos los niveles, demasiado
dinero detrás de inversiones demasiado poco beneficiosas,
sobreproducción y exceso de capacidad. Se trata de una crisis sistémica
irreversible de la acumulación del capital que ya no se puede barrer
debajo de la alfombra de los desmentidos por parte de los mantras
mojigatos de afirmaciones oficiales y sus ecos en su servil máquina
de mentir mediática.
El
punto de partida de este sucinto análisis es la balanza de pagos
estadounidense, específicamente el déficit de cuenta corriente
estadounidense (CAD, en sus siglas en ingles), que es el desfase entre
lo que la nación gasta y lo que produce o, en una jerga más técnica,
los balances combinados de comercio de bienes y servicios, ingresos y
transferencias netas unilaterales en curso. No es más que una de las
significativas facetas de los tormentos del capitalismo. La cuenta
corriente, que se está escapando de todo control, ha estado en números
rojos durante más de dos décadas, con la sola excepción de 1990.
Producto de los ataques de imparables déficit, el imperio se ha
metamorfoseado de un otrora fuerte inversor internacional neto durante
los setenta en el mayor deudor del mundo. Estos déficit crónicos
tienen que ser financiados por compras netas extranjeras de productos
y valores estadounidenses, inversiones privadas y préstamos de
mercados financieros internacionales.
La
amplitud del endeudamiento estadounidense con el resto del mundo se ve
en su posición de inversión neta internacional (NIIP, en sus siglas
en ingles). Ésta se ha disparado desde –320.000 millones de dólares
(1995) y se ha previsto que llegue hasta –3.7 billones para finales
de 2005, o un índice de crecimiento compuesto de un 28%. Lo que no es
menos difícil de controlar son las necesidades de financiación de la
deuda total, que en 2004 [4] llegó a 827.000 millones de dólares y
que ha crecido anualmente a un índice superior al 50%. Con índices
reales de interés a corto plazo que se mantienen en torno a cero pero
que empiezan a ascender acaban los días dorados de préstamos
extremadamente baratos. Lo que es ahora un mal augurio es que los
bancos centrales mundiales se están desembarazando por primera vez
desde septiembre de 2002 de una parte de la montaña de su acumulación
de reserva de dólares. A muy corto plazo este hilillo tiene todo el
potencial de convertirse en un aluvión.
La
economía imperial lucha por mantenerse a flote en un turbulento océano
de deudas, viviendo a costa de tiempo prestado y parasitando del
dinero extranjero prestado, notablemente de este modo en el caso de
los bancos de Asia central. El término "mendicidad"
describe acertadamente su codiciosa adicción a las dádivas
extranjeras. La deuda pública nacional pendiente a finales de marzo
de 2005 era de 7.7 billones de dólares, un poco más de dos tercios
del PIB, elevándose por encima de un promedio de 2.300 millones de dólares
al día desde el 30 de septiembre de 2004. Más de 600.000 millones de
dólares sobre el año pasado. En los años noventa se crearon 2.8
billones de nueva deuda que dejó pequeña la deuda nacional anterior
a 1990. En 2002–2204 se añadieron otros 1.600 millones de dólares.
La deuda per cápita del gobierno federal está en torno a los 25.000
dólares. Según datos del Tesoro de Estados Unidos una familia de
cuatro miembros debe más de 100.000 dólares de deuda federal,
inseparables de agujero negro en continua expansión de los déficit
gemelos y el interminable estado de endeudamiento apopléjico.
A
lo que estamos asistiendo es a una espiral letal de déficit externo
que ha enloquecido, con devastadoras implicaciones geopolíticas y
económicas, ya que el CAD avanza sin descanso día a día, semana a
semana, mes a mes para llegar al 7% de PIB, vigorosamente por encima
del 4.3% del año pasado. El voraz imperio adicto a la deuda necesita
2.900 millones de dólares al día para llenar este agujero. En sólo
los tres primeros meses de 2005, el déficit comercial anual era
33.000 millones más que en el correspondiente periodo de 2004.
Exceptuando los precios del petróleo el deterioro es sorprendente. Un
devastador número compendia él solo su dilema: las importaciones
dejan atrás a las exportaciones en un 60%, lo que significa que las
exportaciones estadounidenses deben crecer un 60% más rápido que las
importaciones estadounidenses sólo para mantener estable el déficit
comercial. No hay estratagema alguna que la casta oligárquica pueda
desplegar para esquivar este estancamiento. Particularmente en esta
coyuntura estratégica en que la base manufacturera del capitalismo,
el antes legendario Estados Unidos de la industria pesada, se tambalea
en sus raíces industriales y financieras. En el marco de los 35 años
que van de 1970 a 2005 el empleo industrial ha caído del 33% al menos
del 14% hoy. La manipulación de la moneda y la hiperdevaluación del
billete verde tampoco pueden corregir el CAD.
Cómo
funciona esto en la actual guerra por la división imperialista y la
conquista de participaciones en el mercado mundial se capta en el
esclarecedor caso del proyecto de DaimlerChrysler (junto con sus
socios chinos de la operación conjunta) para producir coches
subcompactos para Estados Unidos y Europa. Su director ejecutivo está
entusiasmado con las exuberantes ganancias del atractivo El Dorado
cuando se regodea: "China tiene una enorme, enorme ventaja
respecto a los costes de trabajo". La palabra "enorme"
podría repetirse a gritos miles de veces ya que las ratios
comparativas de costes laborales hablan por sí mismas. Los salarios y
prestaciones le cuestan a DaimlerChrysler 38 euros a la hora en
Alemania (1:25), 28 en EEUU (1:19), 4.5 en Brasil (1:3) y 1.5 en
China. Los costes laborales más bajos son sólo parte de la historia:
lo que es espectacular y a menudo pasa desapercibido son los progresos
en la productividad de China debidos a la drástica reducción de los
costes laborales de manufactura por unidad.
Como
hemos insistido ad nauseam, a la luz de un dólar enfermo y del
disparado presupuesto y de los déficit de pagos externos, se trata de
una proposición completamente falaz el calificar a Estados Unidos de
la principal potencia económica del mundo, excepto en un sentido
macroeconómico muy restringido.
Los
déficits son financiados por bancos centrales extranjeros que están
reciclando sus hinchadas reservas de moneda extranjera en activos
denominados en dólares. El juego está llegando a su fin. Su objetivo
está claro: aceptar beneficios bajo par para mejorar la
competitividad de su moneda y mantener sus campañas de exportación.
Con un índice de ahorro personal cercano al cero y un déficit sin
precedentes en el ahorro nacional, el déficit estadounidense de
cuenta corriente es una descomunal bomba de succión para atraer
capital extranjero. Los suministradores de capital que están salvando
la piel del capitalismo estadounidense emanan mayoritariamente (aparte
de Japón) de los ahorros de países del tercer mundo. Es más, EEUU
se está apropiando de cuatro quintas partes de los ahorros de nuestro
planeta.
Lo
que ha amortiguado el impacto de la deuda es que los índices de
intereses en términos reales se mantenían hasta hace muy poco en
torno a cero. El índice de los fondos federales es 2.7%, que es menor
que el incremento anual del Índice de Precios al Consumo (3.1%). Sin
embargo, el índice real del interés de los fondos federales está
subiendo ahora lentamente por encima del umbral del cero después de
permanecer durante más de tres años en territorio negativo. Estos
ascendientes índices de interés deben inevitablemente fomentar los
costes internos estadounidenses así como el impacto en los costes
externos.
He
aquí una nación que hace alarde de su rectitud moral dentro y fuera
de temporada pero que, como se reconoce universalmente, es la
beneficiaria de la entrada de capitales extranjeros procedentes de
naciones pobres. Es una forma de ayuda económica a una escala antes
nunca vista por el mundo. El Plan Marshall (que fue devuelto con
intereses) fue una suma excepcional e insignificante comparada con la
magnitud verdaderamente continua de esta gigantesca afluencia de
capitales. Sin estas inyecciones de fuerza financiera el capitalismo
estadounidense estaría sujeto a una fusión a tremenda escala. Debido
a la erosión del dólar, el poder adquisitivo de esos activos de
propiedad extranjera se está hundiendo también. Este es el gran
contraste con la paradisíaca época del imperialismo desde 1890 a
1914, cuando los poderes imperiales se regodeaban con sus excedentes.
Estas
afluencias de capitales no sólo están sosteniendo la economía de
EEUU sino que también le están suministrando los medios para
financiar su máquina de guerra y proseguir su interminable
engrandecimiento imperial. Con todo, la actual enorme afluencia de
dinero que sustenta el CAD no puede ser una cuestión inmutable.
Aumenta el espectro de un cese de pagos estadounidense que podría ser
tachado de balance del terrorismo financiero que implicaría catastróficas
consecuencias tanto para el deudor sin peculio como para sus
prestamistas. Argumentar, como muchos han hecho, que la economía se
encuentra en una peligrosa e insostenible carrera es trivializar la
profundidad y magnitud de las crisis del capitalismo. En vez de ello
sería más apropiado sostener que va camino, efectivamente, de una
bancarrota financiera para la que no se apercibe una estrategia de
salida.
Según
las conclusiones de Nouriel Roubini de la Universidad de Nueva York,
durante los últimos dos años aproximadamente tres cuartos del déficit
fiscal estadounidense fue financiado principalmente por bancos chinos
y de Asia central; todo el déficit fiscal (100%) fue financiado desde
el extranjero y cuatro quintas partes del CAD fueron costeados por
bancos centrales de Asia, con China como primer activista. Una ruptura
de estos flujos financieros llevaría a una implosión del dólar, a
un colapso de los precios inmobiliarios y a una vasta aceleración de
las bancarrotas domésticas y corporativas. Esto equivaldrá a una época
de agitación socio–política cuyo alcance global no se ha
experimentado desde la Gran Depresión de los años treinta y cuya
potencial carnicería podría ser incluso más apocalíptica debido a
las dimensiones, crecimiento e interrelaciones del capitalismo
internacional desde la [Gran] Depresión.
Aunque
el dólar a su tipo de cambio efectivo ha bajado en picado un 20% en términos
reales desde 2002, se ha demostrado incapaz de hacer mella en el déficit.
Los disparados créditos gemelos se han movido conjuntamente con los
crecientes niveles de deuda. La deuda externa de EEUU asciende a
670.000 millones de dólares, lo que significa que los hogares
estadounidenses, capitalistas y el sector público en conjunto tienen
que desembolsar 670.000 millones de dólares a mercados de capital
internacionales. Según los procedimientos normales de contabilidad,
un balance negativo en la cuenta corriente debe igualarse con un
balance positivo en la cuenta de capital. El imperialismo
estadounidense es una llaga sangrante: de 120.000 millones de dólares
en 1996, a 414.000 millones en 2000 y 670.000 millones en 2005, y sin
señales de disminuir. El analista estadounidense Brad Seltzer prevé
audazmente que para fines de 2005 el CAD se lanzará a unos hasta
ahora inimaginables 850.000–900.000 millones de dólares. Desde mi
punto de vista, si esto llegara a suceder podría ser un salto hacia
el abismo desde el que no hay retorno.
No
existen precedentes de ningún otro país que mantenga déficit por más
de cuatro a cinco años. Según este principio, el festín de
prestamos estadounidense y su déficit deberían haberse esfumado hace
mucho tiempo. Sin embargo, esto no ha sucedido. El capitalismo
estadounidense es capaz de lograr este tour de force de descarada
manipulación global de los mercados financieros porque el dólar,
como puño monetario del poder del imperio, sigue siendo la reserva
monetaria mundial, aunque cada vez menos, reforzado por un monopolio
totalmente irresponsable sobre la emisión impune de dólares.
Continúa
siendo problemático durante cuánto tiempo los extranjeros seguirán
bombeando su dinero al agujero negro. Por ejemplo, las participaciones
extranjeras en bonos del tesoro estadounidense, como un porcentaje de
la deuda total, han saltado de un insignificante 4.3% en 1952 al 52%
en 2005, un aumento que se ha multiplicado más que por 10. Esta
virulenta afición a dádivas extranjeras fue acompañada de una caída
correspondiente de la posición de los activos netos estadounidenses.
El
endeudamiento exterior neto es igual al exceso de inversión de
capital de EE.UU. sobre los ahorros combinados de grupos familias,
capitalistas y el sector público. Por lo tanto el déficit de la
cuenta corriente iguala el exceso de las inversiones sobre los
ahorros. El déficit de la cuenta corriente es un producto directo de
una caída en los ahorros netos nacionales de EE.UU. que actualmente
caen a cero. Afectados por los aumentos de las tasas de interés, los
salarios reales estancados y los niveles récord de la deuda doméstica
general, los grupos familiares estadounidenses, en promedio, están
aplastados por una deuda doméstica agregada de 10,6 billones de dólares
o sea un 90% del PBI, mayor en un quinto desde mediados de los años
noventa. Y por lo tanto, el consumidor estadounidense con sus ingresos
recortados, sus pocos ahorros, sus exageradas deudas, su adicción a
los bienes muebles, está contra las cuerdas. Precisamente por este
motivo las burbujas crediticias y de la vivienda están prontas a
estallar.
Podemos
enfocar con más claridad estas operaciones si nos damos cuenta de que
los grupos familiares estadounidenses, en promedio, poseen casi ocho
tarjetas de crédito bancarias importantes o 17 si se incluyen las
tarjetas de negocios y de gasolineras. Impulsado por la adquisividad
de una sociedad capitalista, el consumidor es una máquina de gastar
adicta a los bienes muebles impulsado a vivir con el principio de
"compra ahora y paga después". La creciente deuda y la baja
de los ahorros han cebado la demanda interna y el crecimiento del
consumo que continúan superando el crecimiento del PBI y los aumentos
en un ingreso disponible real. Los propietarios de casas han utilizado
el refinanciamiento de las hipotecas para enterrarse más y más
profundo en las deudas. Lo que ahora se desarrolla podría ser la
mayor burbuja en la historia de EE UU, con las más ominosas
consecuencias.
¿No
es emblemática esta situación para un país que se arrastra en una
vida de mala muerte dependiente de dinero prestado? Los artículos
extranjeros suplen lo que falta. Los grupos familiares que son
financiados por las burbujas bursátiles y de la vivienda lo han
posibilitado. Según el Departamento de Comercio de EEUU las familias
han acumulado cargas insostenibles de deudas, obteniendo su poder de
compra de la burbuja bursátil y de la vivienda posibilitada por una
política monetaria complaciente. Es esto lo que ha impulsado el
aumento en el consumo de EEUU del nivel histórico de un 65% a un 71%
del PBI durante las últimas dos décadas.
Dentro
de la ciudadela del imperio reina un malestar de raíces profundas que
a veces linda con un sentido de espanto. Asediada por intereses en
conflicto, una oligarquía de casta gobernante nunca es homogénea. A
medida que los síntomas de la crisis del imperio se hacen más
evidentes, conduciendo inexorablemente a su krach final, se escuchan
voces que proclaman que se acerca el día del ajuste de cuentas.
Warren Buffett (y no está solo), el segundo hombre más rico del
mundo según la cuenta de la revista Forbes, apodado en Wall Street
"el rey de los ricachones", proclama sus terribles
advertencias.
En
su calidad de uno de los principales magnates corporativos, con
decenas de miles de millones encastrados en docenas de los 200
Principales dinosaurios corporativos del mundo, tiene plena conciencia
de la implacable lógica, complejidad y corrupción de los balances
corporativos y de la economía nacional. Su crítica es, en efecto,
una admonición a la oligarquía de la casta gobernante, de la que es
el pilar de pilares, de que la nación está siendo puesta contra la
pared. La principal arremetida de su argumento es que "si
continuamos produciendo déficit de la cuenta corriente comparable a
los que prevalecen ahora, la propiedad neta de EEUU por otros países
y sus ciudadanos dentro de una década ascenderá a aproximadamente 11
billones de dólares. Y si los inversionistas extranjeras ganaran sólo
un 5% de esa propiedad neta tendríamos que enviar una suma neta de 55
billones de dólares de bienes y servicios al extranjero cada año sólo
para el servicio de las inversiones en EEUU que serán entonces de
propiedad de extranjeros. Por lo tanto nuestra "familia"
estadounidense estaría entonces entregando un 3% de su producción
anual al resto del mundo, simplemente como un tributo a los excesos
del pasado.". No hay discusión posible.
Lo
que trata de decir Buffett es al mismo tiempo pedestre y sincero: déficits
grandes y persistentes de la cuenta corriente extranjera significan, a
medida que el tiempo pasa y que crecen las demandas en nuestra contra,
que somos menos y menos dueños de lo que producimos. En efecto, el
resto del mundo goza de un royalty cada vez mayor sobre la producción
estadounidense. Aquí somos como una 'familia' que gasta demasiado de
su ingreso. A medida que pasa el tiempo, la 'familia' descubre que
trabaja más y más para la 'compañía financiera' y menos para sí".
En
sus lecciones populacheras de moral, el Oráculo de Omaha ha capturado
uno de los hechos fundamentales de un orden capitalista atormentado
por la crisis que puede ser comparado con un borracho que va
tambaleando de un poste a otro. No puedo disputar su aritmética y el
marco de tiempo que utiliza, de una década, pero lo que nos
impresiona es la angustia que aplica a la tambaleante estructura
financiera del imperio. Desde su punto de mira en el pináculo de la
clase gobernante, se encuentra en una posición ideal para burlarse de
la panacea de Bush de una "sociedad de propiedad" y
establece, sin burlarse, que el nivel creciente de endeudamiento y de
libertinaje fiscal está desgarrando las entrañas de la economía
estadounidense, que debería ser identificada de modo más adecuado
como una "sociedad de inquilinos".
Apartándose
de la descripción metafórica de Buffett, Paul Krugman de la
Universidad Princeton, y columnista de New York Times, opta por una
forma de expresarse más virulenta: un orden social de "peonaje
por deudas". El debate, sin embargo, va más allá de la elección
de la metáfora; es de central importancia que segmentos fundamentales
de la casta gobernante y sus figurones ventrílocuos en los medios se
dan cuenta de que el capitalismo estadounidense va a una velocidad
suicida hacia el krach inevitable. Un proceso que se hace evidente en
la ausencia de fe en el sistema económica de numerosos
estadounidenses. Dos tercios de los estadounidenses entrevistados por
Gallup dicen que la economía es sólo "aceptable" o
"mala". Y sólo un 33% cree que la economía mejora,
mientras que un 60% piensa que empeora.
Las
desigualdades no son una causa de la crisis, sino sintomáticas de la
manera como funciona la acumulación de capitales y las relaciones de
la clase acaudalada en la que se basa. Durante los últimos tres años
los beneficios florecieron a una tasa anual de un 14,5% después de la
inflación, el crecimiento más rápido desde la Segunda Guerra
Mundial. ¿Hay que sorprenderse? Una vez más Buffet, presidente de
Berkshire Hathaway: "Las ventajas fiscales para las corporaciones
(y sus inversionistas, particularmente los grandes) forman una parte
importante de las iniciativas del gobierno. Si hay una guerra de
clases en EEUU no cabe duda de que mi clase va ganando". Así es,
por cierto. La remuneración de los ejecutivos aumenta fuertemente,
unas 300 veces la de los obreros promedio. (5) La cantidad de
afiliados a los sindicatos en EEUU ha caído de un 27,3% en 1973 a un
11,6% de la fuerza laboral en la actualidad.
Noam
Chomsky ha subrayado la verdad en una síntesis centelleante:
"Hay un principio muy simple que lleva lejos en la explicación
de las decisiones de la administración Bush. Si alguna política
beneficia a la gran mayoría de la población pero no es de interés
particular (o incluso marginalmente costosa) para los ricos, los
privilegiados y el poder, debe ser desarticulada". Un verdad
extensible no sólo a la abominable casta gobernante, sino que
ejemplifica los mecanismos políticos, económicos y sociales
explotadores que han constituido las ruedas motrices del capitalismo
estadounidense desde su alumbramiento en el siglo XVIII.
La
lucha de clases no ha sido consignada al basurero de la historia.
Durante los últimos tres años, los ingresos de sueldos y salarios
han crecido menos que en cualquier otra reactivación de posguerra –
a menos de un décimo de la velocidad del aumento de los beneficios.
Los salarios se han estancado o disminuido para toda la clase
trabajadora. Los ingresos de salarios han sido parcialmente reflotados
con el método clásico de la extensión de la duración del día de
trabajo mucho más allá de la que existe en todos los demás
principales países capitalistas. Esto va combinado con un recorte
ulterior de los ingresos reales mediante medidas de racionalización
para ahorrar mano de obra. En breve, es la misma historia de siempre:
exprimir al trabajador para producir más y más por menos y menos
costes de salarios.
A
medida que los costes de los crímenes imperiales aumentan en las
colonias y las miserables desigualdades y el empobrecimiento generados
por la irrestricta dentellada de Moloch, motivada por la busca de
beneficios, en la carne de un cada vez más debilitado mundo laboral
no sindicalizado la trayectoria del imperio y sus actividades prometen
llegar a ser aún más espantosas.
Resumiendo:
la decadencia y la caída de imperios, como dijera Edward Gibbon,
nunca es imputable a una sola causa, sino a una concatenación de
circunstancias interrelacionadas. Una declaración que no es menos
cierta cuando se aplicada a la continua implosión del primer imperio
megaterrorista del mundo. Indudablemente los historiadores llegarán a
ver la invasión colonial de Irak como uno de los momentos cruciales
en la debacle del imperio. Se ajusta a la doctrina central de la
filosofía de la historia de Hegel: "De las acciones de los
hombres resulta algo bastante diferente de lo que se proponen y saben
y quieren directamente". Un punto que posee analogía con el
mayor crimen de Hitler con sus reverberaciones autodestructivas: el
ataque contra la Unión Soviética. Nadie podía prever lo que el
novelista egipcio Hosni El Shazli bautizó como el milagro del
movimiento de resistencia árabe en Irak.
Tampoco
nadie podía haber previsto el aislamiento del imperio en sólo dos
breves años después de proclamar su 'victoria'. Bush está solo, un
personaje desesperado y abandonado. La burla de un triunfante George
Galloway a Blair de que "todas las personas que usted ha matado
han vuelto para hacerle pagar caro su error" no desaparecerá.
Equivale a una acusación que vale no sólo para el chacal de más
confianza de Bush sino que también es aplicable al surtido más
amplio de sus colegas asesinos coloniales que espuriamente se
publicitaron como una "coalición de los dispuestos". Ellos,
también, se escapan del moribundo barco del imperio. Por ello es sólo
cosa de tiempo antes de que los perpetradores de estos crímenes
masivos contra la humanidad sean llevados ante un tribunal de crímenes
de guerra.
La
lucha por la liberación nacional de Irak ha significado que el
imperio ha demostrado su incapacidad de detener la marea prometeica
del cambio no sólo en Medio Oriente sino en otros sitios. Las
planificadas invasiones militares en Cuba y Venezuela seguirán,
gracias a Irak, siendo proyectos desactivados en los archivos del Pentágono.
La apertura de un segundo frente en los patios traseros coloniales muy
tradicionales ha sido bloqueada. Los países que luchan por su soberanía
nacional no se desmoronarán tal como hicieron El Salvador o
Nicaragua, Guatemala o Chile. Los combatientes de la resistencia en
Irak también han contribuido de modo masivo a anular el proyecto de
invasión y aniquilación de Irán y Corea del Norte. No menos crucial
es que el fin del cataclismo militar en Irak ha destruido el plan para
la creación del Gran Israel, un súper Estado sionista, y ha hecho
abortar la apropiación generalizada de los prodigiosos recursos energéticos
de la región.
El
saqueo colonial de Irak también ha sacado a la luz el punto
vulnerable económico de un imperialismo estadounidense que se bate
por su propia supervivencia, y tiene sus días contados y vive de
dinero prestado. Lo que ha desenmascarado el genocidio imperial en
Irak es la medida en la que es un gigante con pies de barro, con sus
menguantes industrias no competitivas y que se sacude en un océano de
deudas. La parte más cruel de todas es que no tiene ni una estrategia
de salida militar ni una estrategia económica nacional de
supervivencia.
Para
la mayor parte de la humanidad existe un lado positivo en todo esto.
La debacle del imperialismo en los frentes militar, ideológico y económico
ha abierto las compuertas a la expansión arrolladora de otros frentes
antiimperialistas. En esta percepción de las cosas, los ataques los
combatientes de la resistencia en Irak han suministrado el catalizador
para la aclaración del gulag imperial.
Notas:
(*)
Me gustaría agradecer a Lim Jee Yuan y Lean Ka–Min su asistencia en
la preparación de este artículo.
1]
Al Jazeera Net, 21 de mayo de 2005. Hablando al margen del Cuarto
Taller Internacional sobre el Agotamiento del Petróleo y Gas en
Lisboa.
2]
Cuba, Birmania, Bielorrusia, Corea del Norte, Irán y Zimbabwe.
3]
New York Times, 28 de abril de 2005.
4]
Este es el total del CAD, cartera de valores variables e inversión
extranjera directa. Según el cálculo del Banco de Pagos
Internacional [BIS, en sus siglas en inglés] .
5]
Financial Times, 4 de mayo de 2005.
|