La limpieza étnica amenaza
el futuro de Iraq
Por Sabah Ali
IraqSolidaridad, 25/10/05
Traducido por Paloma
Valverde
Tan solo una ciudad iraquí
más
Uno de esos días iraquíes
polvorientos, cuando la vista apenas alcanza los 10 metros, nos
encaminamos a otra ciudad iraquí. El nombre no importa: lo que está
ocurriendo allí está ocurriendo en muchas otras ciudades que se han
mostrado abiertamente contra la ocupación, y también por razones de
seguridad.
La sede del Creciente Rojo
Iraquí, nuestra primera parada, era simplemente un mal chiste. Una
vieja y dañada vivienda con una habitación grande casi vacía, salvo
algún mueble sin importancia, era la oficina. No había ningún tipo
de instalaciones que pudieran verse. El director, el doctor M.S.S., un
joven canoso, con ojos dañados por el polvo, explicó que la situación
era demasiado catastrófica, y que los dos principales problemas a los
que se enfrentaban ahora eran la seguridad y los refugiados.
"¡Esto no es distinto
que en cualquier otra ciudad iraquí!", le comento. Y M.S.S. me
contesta:
"Sí, es bien distinto.
Quisiera hablaros sobre la conspiración contra esta ciudad, las malas
condiciones [de vida] por la presencia de tropas estadounidenses e
iraquíes que las apoyan. Secuestros, saqueos y robos es lo normal
bajo la protección estadounidense. Cuando secuestran o asesinan a una
persona cerca de tanques o vehículos estadounidenses ellos no hacen
nada, ¿cómo se explica eso? Y cuando se produce una incursión
cortan las carreteras y rodean la ciudad; no permiten a nadie ir a
ningún sitio durante días.
"La población aquí es
de 150.000 habitantes, sin mencionar los pueblos de alrededor, y no
tenemos un hospital, ¿Cómo crees que es posible conseguir ayuda médica
en esos días? Una mujer murió dando a luz porque no la pudieron
llevar al hospital; otra fue asesinada junto a su bebé y a su cuñado
cuando un avión estadounidense disparó contra su coche cuando la
familia la llevaba al hospital. Ahora el problema es aún peor con
cientos de refugiados llegados a esta ciudad escapando de la limpieza
étnica que está teniendo lugar en distintos lugares de Iraq."
Yendo de camino a visitar a
la familia de la mujer asesinada, nos detuvimos dos veces delante de
dos casas que habían sido gravemente dañadas. La primera en realidad
no era más que un montón de escombros; la segunda, había sido una
casa preciosa a la orilla del río, había sido duramente tiroteada,
la segunda planta se incendió. Abdul Husein, un hombre sexagenario,
nos explica "[] las tropas estadounidenses fueron atacadas en el
puente, y como mi casa era la más cercana y no hay otra casa en los
alrededores, pensaron que el ataque venía de aquí. Dispararon sin
cesar hasta que no quedó ni una sola ventana, pared o animales
incluso (mataron a cuatro vacas). Después vinieron a registrar la
casa. Yo estaba aquí con mi mujer, enferma y anciana, Tuve que
quedarme con ella porque no puede andar debido a la diabetes. No
encontraron nada pero destruyeron mi casa".
El testimonio del viudo
Hatim
En la casa de la mujer
asesinada, nos reunimos con su viudo, Hatim Karim, y sus tres hijos huérfanos.
Él nos cuenta cómo a su mujer, Abeer Akram, de 25 años, a su
hermano Walid y al bebé que no nació les dispararon hasta matarlos,
y cómo hirieron también a su hijo Husein cuando las tropas
estadounidenses dispararon contra el coche en el que llevaban a su
mujer al hospital para dar a luz. Eran las cuatro y media de la tarde
del pasado noviembre en medio de la calle principal –y única– de
esta ciudad, cerca de la comisaría y también de la central eléctrica.
"La zona estaba rodeada por tropas, pero no teníamos elección",
señala Hatim.
–"¿Qué
hicieron?", le preguntamos.
– "Fuimos a la
comisaría a denunciarlo; el tribunal nos remitió a la Oficina de
Compensación [de las víctimas, estadounidense], pero nos rechazaron
[la demanda]", nos cuenta Hatim.
Walid, el hermano de Hatim
dejó dos niñas huérfanas. Hatim ha decidido casarse con la viuda de
Walid: "Lo mejor para cuidar de cinco huérfanos",
considera. Ella estaba demasiado indignada para hablar con nosotros:
"Nuestra vida no es nada después de la llegada de los
estadounidenses", fue lo único que pudo decir.
El puente
El puente no era más de dos
vigas de acero de estructura insertas a dada uno de los lados del río.
M.I., ayudante del Ayuntamiento, nos explicó el tema del puente:
"Los aviones
estadounidenses lo bombardearon hace más de un año, lo que supuso
una catástrofe en sí mismo. El problema es que sin puente tenemos
que dar un rodeo de una hora para llegar a Bagdad en situación
normal, pero con todos los bloqueos, los controles militares y el
cierre de carreteras tardamos horas y el transporte es tres veces más
caro.
Intentábamos solucionar el
problema cruzando el río en pequeños botes y coger un coche en la
otra orilla. Pero desde que llegó el nuevo gobierno y las milicias de
al–Badr [1] controlaban el otro lado (la mayoría de ellos chiíes),
nos impedían coger los botes para cruzar. Intentamos convencerles,
enviamos una delegación de gente importante de la ciudad, pero no
quisieron escucharnos. No somos extranjeros; en realidad somos
parientes porque muchos de nosotros estamos casados con muchos de
ellos. Como pueden ver, la destrucción del puente corta incluso las
relaciones de sangre."
S.H., responsable de la
asistencia humanitaria, se enfrenta a un grave problema en la ciudad.
En ella, hay 210 familias de distintas partes de Iraq, la mayoría de
Bagdad, buscando refugio. Algunas de ellas viven con otras familias,
otras en edificios públicos vacíos o en edificios a medio construir.
S.H. tiene la experiencia de los refugiados de Faluya del año pasado,
pero esto es diferente: "Estas familias están huyendo, no de los
bombardeos estadounidenses, sino de la policía iraquí, o de los
abusos de las milicias sectarias". 42 de estas familias han
perdido a uno o dos hombres de su familia a manos de la policía iraquí.
Están aterrorizados, arruinados y psicológicamente destrozados.
Todos son sunníes. S.H. nos enseñó dos listas: una de las familias
y otra de las viudas y huérfanos. Buscaba nuestra ayuda:
"Necesitamos comida y medicamentos", nos dijo.
Matanza en Hurriya
Una de esas familias perdió
dos jóvenes, W. de 29 años y M. de 33. Sus cuerpos fueron hallados
cerca de la frontera oriental iraquí [con Irán] una semana después
de que fueran detenidos por la policía iraquí. Los cuerpos mostraban
signos brutales de tortura, perforaciones, quemaduras y señales de
esposas clavadas en la carne; estaban deformados por sustancias químicas
para no ser reconocidos. Ellos forman parte de una masacre bien
conocida en Bagdad con el nombre de "masacre de Hurriya", en
la que 36 hombres fueron detenidos el pasado 26 de agosto en el
distrito de este mismo nombre, situado al norte de Bagdad. Sus cuerpos
fueron hallados una semana más tarde en la frontera irano–iraquí.
"Por favor no nos
grabe", nos pide el hermano de una de las víctimas. "No
importa", grita por el contrario la madre fuera de sí:
"quiero morir junto a mis hijos". No podía dejar de hablar
y llorar:
"Sólo quiero saber por
qué, somos pobres, mecánicos de coches, no éramos pro–Sadam [Husein],
mis hijos huyeron para no alistarse en su guerras; rogué a la policía,
les besé los zapatos; no me escucharon, me dieron una patada en la
boca y me golpearon."
El hermano describe con lágrimas
en los ojos lo que ocurrió la tarde de aquel 26 de agosto. A las
11:30, toda la zona de Hurriya estaba rodeada por decenas de coches de
policía. Las incursiones continuaron hasta el atardecer. Detuvieron a
36 hombres: 16 de la familia de Abu Califa, a Abu Omar y sus tres
hijos, a Hadj Mikhlif y su dos hijos, a Abu Ali y su hijo, a Mithaq,
que es el único que mantiene a los diez miembros de su familia, y a
Shawkat, que tenía 75 años.
Nos cuenta el hermano:
"Rompieron las puertas
cuando entraron en nuestra casa; primero sacaron a W. de la cama.
Entonces cogieron a M., que llevaba en brazos a su única hija. Las
separaron por la fuerza. Cuando entraron en mi habitación me
arrastraron por el pelo, me tiraron al suelo y me pusieron una pistola
en la cabeza; mi hija empezó a llorar, uno de ellos me pisó la
cabeza con las botas. Decía palabras obscenas gritando '¿dónde están
las armas?'. Intentaba preguntarles qué armas, pero no escuchaban.
Entonces uno de ellos gritó 'retirada'. Me dejó y salí
corriendo".
"Pero el ministro del
Interior dijo que la policía iraquí no hizo incursiones aquella
noche en esa zona, ¿cómo sabe que eran ellos?", le pregunto:
"Nosotros intentamos
que les soltaron; fuimos a un oficial pidiéndole ayuda. Llamó a un
superior de la Brigada de la policía iraquí quien confirmó que
ellos les habían detenido. Después, pocos minutos más tarde, este
mismo hombre volvió a llamar y dijo al oficial que jamás volviera a
mencionar a W. y a M."
"¿Qué van a hacer
ustedes ahora?", preguntamos. "¿Qué cree usted? Seguir
escondidos, que es la peor parte de nuestra tragedia. Éramos pobres,
pero teníamos nuestra casa, nuestros trabajos, nuestra dignidad.
Ahora vivimos de la caridad", nos responde llorando amargamente.
"Las lágrimas de los hombres no se derraman fácilmente, como
bien saben".
Nota de IraqSolidaridad:
1. Milicia del Congreso
Supremo de la Revolución Islámica en Iraq, partido confesional chií,
muy vinculado a Irán y hegemónico en las nuevas instituciones iraquíes.
Los milicianos de al–Badr son, junto con los pesmerghas kurdos, el
principal componente de los nuevos cuerpos de seguridad iraquíes,
particularmente de la Guardia Nacional. A ellos se les achaca buena
parte de los crímenes sectarios y asesinatos selectivos que sufre el
país.
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