¡Detened a los
soldados!
Ni honores ni gloria en Irak
Por Ingmar Lee
CounterPunch, 11/11/05
Traducido para Rebelión por Felisa Sastre
Así que puede que
todavía haya un tercio de estadounidenses dudando en apoyar a George
W. Bush y su ataque asesino, a la invasión, ocupación y masacres que
se están produciendo en Irak (Nunca fue una guerra). Y la mitad de
los estadounidenses han votado a los demócratas en las últimas
elecciones; a un partido con encefalograma plano, sin perspectivas,
que no tiene intención alguna de detener las atrocidades espantosas
que hasta la fecha han aniquilado a más de 100.000 personas. Y, además,
está el Movimiento Pacifista Estadounidense (American Peace Movement
) que en la actualidad tiene el lema de “Apoya a los soldados. Que
vuelvan a casa”, con el soporte de casi la totalidad del espectro
político estadounidense.
Actualmente, en todo
Estados Unidos, los pacifistas están llevando a cabo vigilias en
honor de los 2.000 soldados muertos. A continuación cito una nota de
Medea Benjamin y Gayle Brandeis en Commondreams, con el título de “
2000 Too Much” (2.000 son demasiados):
“El grave hito de la
muerte del soldado estadounidense que hace el número 2.000, debería
ser el momento para la reflexión nacional. Como las familias de
nuestros soldados saben bien, 2.000 no es sólo un número; son 2.000
seres humanos que hemos perdido; 2.000 personas con nombres, con
familias que sufren; 2.000 personas con esperanzas y sueños que ya
nunca podrán realizar. Honrémoslos impidiendo que mueran más
soldados. Rindámosles honores dando a los iraquíes la oportunidad de
gobernar su propio país. Honremos su memoria trayendo a sus compañeros
a casa”.
El ejército
estadounidense, desde los soldados rasos a la cúpula militar,
constituye una horrible plaga para nuestro planeta, y no hay inocentes
en esta masiva máquina de matar. No hay “honor” para quien se
presenta como voluntario para formar parte de la organización
terrorista más grande del mundo, ahora bajo las órdenes de una
conspiración engañosa y criminal que dirige George W. Bush. Los
soldados estadounidenses están bien entrenados para matar y, es
obvio, para torturar; y han ido a Irak por voluntad propia y según su
libre albedrío. Saben que van a matar y que pueden morir. Por lo que
no deberá existir “honor” ni “gloria” para esos estúpidos jóvenes
que siguen ofreciéndose de forma voluntaria para cumplir con el deber
que les impone la espantosa aventura de Bush. Esos soldados, incluidos
los dos mil que han muerto por la corrupción de su status de
voluntario, son cada uno de ellos responsables del asesinato de
100.000 iraquíes.
Es cierto que hay
algunos soldados estadounidenses auténticamente heroicos, valientes y
honrados- por ejemplo Brandon Hughey, Jeremy Hinzman y otros que se
han rebelado contra el comportamiento criminal e inhumano que se
esperaba de ellos. ¿Cuándo van a reconocer esas “Gold Star
Families” ( N. T : Familias de soldados muertos en Irak que piden la
retirada inmediata de las tropas) que ellos son los únicos héroes
verdaderos abandonando el ejército de los Estados Unidos? La idea de
que se puede “apoyar a los soldados” y estar en contra de lo que
ellos están haciendo es simplemente irreconciliable. Los terroristas
responsables de sus muertes dicen cada día exactamente las mismas
palabras: “Hemos perdido a los mejores hombres y mujeres de nuestra
nación en la guerra contra el terrorismo”, afirma Bush. “Cada uno
de estos patriotas nos deja una herencia que permite a sus compañeros
de generación disfrutar de la bendición de la libertad”.
Hay gentes que buscan
similitudes entre los “cenagales” de Irak y Vietnam, quizás
porque confían en una derrota semejante del monstruo militar
estadounidense sobre el terreno. Pero existe una diferencia
fundamental, de la que nadie habla, entre estos dos crímenes
espantosos contra la humanidad. En Vietnam, los jóvenes
estadounidenses se vieron obligados a participar en la matanza,
mientras que en Irak los soldados son todos voluntarios. En Vietnam,
en algunos pocas ocasiones, soldados con coraje dispararon contra sus
mandos en lugar de cumplir algunas órdenes inhumanas. He soñado hace
poco que la superestrella terrorista más mortífera del mundo- el
portaviones Abraham Lincoln-, había sido hundido por gentes
amotinadas en su interior. Para quienes aman lo que se supone que
Estados Unidos significa, ese sería el supremo acto de heroísmo
militar.
El Movimiento Pacifista
Estadounidense haría bien en tomar el toro por los cuernos y parar la
letanía de falsas glorificaciones acumuladas sobre los que
“sirven” y sobre los han muerto en los ataques estadounidenses
contra Irak y Afganistán. Es preciso que difundan el mensaje de que
incorporarse al ejército estadounidense es un delito vulgar y estúpido
contra la humanidad. Habría que desanimar a los soldados de forma
contundente para que no participaran en la primera línea.
(*) Ingmar Lee se
siente responsable y culpable por la participación de su Gobierno, el
canadiense, en las invasiones, ocupación y masacres que tienen lugar
en estos momentos en Afganistán y Haití. Su dirección es ingmarz@gmail.com
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