“La resistencia
necesita un Ho Chi Minh”
Por Aaron Glantz (*)
Inter
Press Service (IPS), 10/11/05
Hanoi. ¿Es Iraq otro
Vietnam? El vietnamita Tran Dac Loi sabe la respuesta mejor que nadie.
Pasó su niñez esquivando bombas de Estados Unidos, y su padre
participó en la guerra de guerrillas librada en las montañas contra
el invasor, y que a larga resultó triunfante.
A tres décadas de
finalizada aquella guerra (1964–1975), Tran Dac Loi, hoy secretario
general de la Fundación Vietnamita para la Paz y el Desarrollo y uno
de los ideólogos del gobierno comunista de Vietnam, tiene algún que
otro consejo para dar a la resistencia iraquí, nacida después de que
Estados Unidos invadió el país de Medio Oriente, en marzo de 2003.
"Nuestra batalla
estaba muy bien organizada. Teníamos dirección y contactos
oficiales, en cambio en Iraq nunca se sabe quién pertenece a la
resistencia ni cuáles son sus objetivos", dijo Tran en una
entrevista con IPS.
"Naturalmente,
todos los combatientes quieren que los estadounidenses se vayan, pero
no existe un programa político capaz de unir a todas las fuerzas que
se oponen a la ocupación", expresó Tran, señalando una de las
tantas debilidades de los insurgentes.
La resistencia se
alimenta principalmente del dolor de la ocupación. Su apoyo proviene
de ciudadanos iraquíes comunes y corrientes que han sufrido en carne
propia la guerra o cuyos familiares o amigos fueron asesinados, dañados
o apresados por el ejército ocupante de Estados Unidos.
"Esta clase de
resistencia no va a ninguna parte", dijo Tran."La
resistencia debe tener un objetivo claro. Nuestra meta, por ejemplo,
era la independencia y el socialismo, no era simplemente una reacción,
sino una verdadera revolución".
Algunos de los grupos
que se oponen a la ocupación estadounidense sí fueron capaces de
crear organizaciones, con portavoces, programas ideológicos y todo lo
demás. Sin embargo, puesto que estas organizaciones tienen un
fundamento religioso o étnico nunca conseguirán sus objetivos,
sostiene Tran.
El movimiento islamista
de Muqtada al–Sadr, por ejemplo, habla principalmente a la población
pobre que habita en los numerosos asentamientos chiitas del país. En
esencia, esa organización brinda una serie de servicios a esas
comunidades desposeídas al tiempo que aboga por la creación de un
Estado islámico.
Esta línea de acción
contribuyó a que Al–Sadr consiguiera millones de adeptos entre los
chiitas que viven en la miseria, pero también explica por qué es
incapaz de persuadir y atraer a ciudadanos de otros sectores sociales.
Según Tran, lo mismo
puede decirse de los fundamentalistas sunitas. La Asociación de Académicos
Musulmanes, una entidad sunita de línea dura, tiene portavoces que
aparecen con regularidad en todos los canales de televisión satelital
árabes, pero su popularidad es muy limitada, incluso dentro del país.
Por su composición étnica,
tres cuartas partes de los 24 millones de iraquíes son árabes, 20
por ciento kurdos y el resto de pequeñas minorías.
El Islam es la religión
mayoritaria. Sesenta y dos por ciento de los habitantes, concentrados
en el sur del territorio, profesan el Islam chiita, y 35 por ciento el
sunita, predominante en el mundo árabe.
Tran piensa que la
falta de un programa político pan–étnico y culturalmente plural
puede tener como consecuencia que muchos grupos minoritarios prefieran
aliarse con el invasor para asegurarse que sus derechos culturales serán
respetados y protegidos.
Esto explica, por
ejemplo, por qué la minoría kurda del norte y más de 100.000
guerrilleros "peshmerga" (en kurdo, dispuestos a morir) están
del lado de Estados Unidos.
"La ausencia de un
programa político claro favorece los intereses de Estados
Unidos", señaló Tran. "De esta manera, ellos se ponen por
encima de todos y pretenden que lo hacen para ayudar a resolver los
problemas que existen entre los distintos grupos, cuando en realidad
lo que hacen es imponer su señorío".
Desde el inicio, las
fuerzas de ocupación proscribieron al Partido Socialista Baath, del
derrocado presidente Saddam Hussein, que era una organización laica,
pero esto no les bastó para ganarse la confianza de las minorías.
De momento, el partido
Baath continúa funcionando mediante células independientes que
sobreviven dentro de Iraq y con los exiliados residentes en Jordania y
Siria.
La táctica de Estados
Unidos fue la clásica "divide y triunfarás".. Desde el
comienzo mismo de la invasión, Washington alentó a la ciudadanía
iraquí a reagruparse sobre la base de identidades y criterios
sectarios (étnicos, lingüísticos, religiosos).
La administración de
George W. Bush llegó incluso a contratar a la empresa Research
Triangle Institute (RTI) para que organizara autoridades locales
basadas exclusivamente sobre el perfil étnico de cada una de las
regiones de Iraq.
En marzo de 2003, RTI
obtuvo un contrato por 466 millones de dólares para organizar 180
gobiernos locales y provinciales en Iraq y asegurar la participación
de la población en ese proceso, pero una auditoría del gobierno
encontró irregularidades en su puesta en práctica.
Como vietnamita
comunista, Tran sugiere que Iraq elabore un programa similar al de la
revolución en su país, que se basó sobre la formación de un
partido político único con la misión de derrocar al invasor,
defender la unidad del país y garantizar la soberanía política y
económica.
Qué ideología
particular se debe adoptar, dijo Tran, es lo de menos. Lo principal es
que todo el mundo, independientemente de su origen étnico o creencia
religiosa, pueda identificarse y creer (en el programa y sus
objetivos).
Entre otras
actividades, Tran es el coordinador de las diferentes delegaciones
vietnamitas que cada año asisten al no gubernamental Foro Social
Mundial que se realiza desde 2001 en Porto Alegre, Brasil.
Iraq necesita una
figura política como el líder revolucionario Ho Chi Minh
(1890–1969), que sea capaz de unificar a la nación y "de hacer
emerger un objetivo de largo plazo que sea de interés para la mayoría
de la ciudadanía", recomienda.
Pero, en su opinión,
ninguno de los líderes políticos iraquíes tiene ese perfil. De
hecho, los asesinatos de civiles inocentes que cometen continuamente
los insurgentes son repugnantes y contraproducentes.
"Se comportan como
grupos rebeldes que actúan sin ton ni son", dice. "Cuando
nosotros combatíamos, sólo atacábamos a quienes nos atacaban. Los
civiles nunca fueron objetivos militares nuestros".
Dadas las sangrientas tácticas
a las que recurre la resistencia y la falta de un programa político
unificado, Tran duda de que los iraquíes lleguen a triunfar en su
empeño de expulsar a los estadounidenses, al menos a corto plazo.
Él compara la
insurgencia iraquí con los intentos vietnamitas por acabar con la
dominación colonial francesa antes de la segunda guerra mundial,
liderados por pequeños grupos de la elite educada, que fracasaron y
fueron aplastados.
"Todos ellos eran
patriotas, pero fueron vencidos porque no supieron llegar a las
masas", concluye.
*) Aaron Glantz es
periodista de IPS y autor del libro ''How America Lost Iraq'' (Cómo
Estados Unidos perdió Iraq) publicado por Tarcher/Penguin. Con aporte
de Ngoc Nguyen.
|