Harold
Pinter insta a que Bush y Blair sean juzgados por "un descarado
acto de terrorismo" en Iraq
El
dramaturgo dice en su discurso ante la Academia Sueca que ambos son
criminales de guerra
Por
Ricardo Moreno
Corresponsal
en Estocolmo
El
País, Madrid, 08/12/05
En
su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, Harold
Pinter arremetió ayer contra la política exterior de Estados Unidos
y las mentiras de Irak. "¿Cuántos seres humanos deben morir
para que califiquemos a sus responsables como criminales de
guerra?", se preguntó el Nobel, en un discurso dedicado a la búsqueda
de la verdad como una tarea imprescindible. Este concepto fue el eje
del discurso del dramaturgo británico. Su texto, titulado Arte,
verdad y política, describió a fondo las relaciones entre la creación
y el mundo que habitamos.
Las
palabras del dramaturgo británico fueron proyectadas en vídeo ante
la Academia Sueca, ya que su quebrantada salud le impidió estar
personalmente en la tradicional ceremonia. Para desarrollar la base de
su discurso se basó en acontecimientos actuales, pero explicándolos
a través de hechos del pasado. "En el teatro, la búsqueda de la
verdad es la fuerza motriz, pero se trata de un objetivo huidizo, que
puede surgir súbitamente, como por casualidad, por intuición, y
muchas veces cuando se cree haberlo encontrado se escapa de nuestra
comprensión y desaparece".
Se
refirió, naturalmente, a su propia creación, aludiendo a algunas de
sus obras y advirtiendo que cuando la gente le pregunta cómo fue el
proceso de creación de tal o cual obra, responde que no sabe
explicarlo. Sólo puede decir que ocurre. "Sin embargo, la verdad
verdadera es que no existe tal cosa como una verdad única en el
teatro. Hay muchas. Esas verdades se desafían la una a la otra, ceden
una ante la otra, se reflejan, se ignoran, se retan, y son ciegas. A
veces se tiene la impresión de haberla captado, pero se nos escurre
de las manos y desaparece", dijo Harold Pinter (Londres, 1930).
"El lenguaje del arte, por tanto, es algo muy ambiguo, una arena
movediza, un trampolín, un charco cubierto de hielo, que en cualquier
momento puede ceder bajo los pies del autor. A pesar de todo, nunca
hay que dejar de buscar la verdad. Esa búsqueda es impostergable, no
se puede dejar para mañana. Hay que acometerla de inmediato, sin
demora, como un imperativo ético esencial".
En
el teatro político, explicó el dramaturgo británico, nos
enfrentamos a una problemática muy distinta. "Hay que evitar a
cualquier precio el panfleto como sustituto de la verdad. La
objetividad es vital. Hay que dejar a los personajes que respiren su
propio aire. El autor no puede domesticarlos para satisfacer su propio
gusto, su opinión o sus prejuicios. Tiene que estar dispuesto a
acercarse a ellos desde muchos ángulos, desde un sinfín de
perspectivas, sin reservas, y posiblemente sorprenderles alguna vez,
pero siempre darles la libertad de seguir su propio camino. No siempre
funciona así. Y la sátira política, desde luego, no dispone de ese
tipo de reglas, sino que hace todo lo contrario, lo cual es su
objetivo", dijo.
Más
adelante se refirió a la distinción entre lo falso y lo verdadero en
el lenguaje político. Dijo estar convencido y poder respaldarlo con
pruebas, que no está interesado en la búsqueda de la verdad, sino en
la conservación del poder. "Y para lograr ese objetivo, lo
primordial es mantener al pueblo en la ignorancia, escamoteándole la
verdad, por omisión lisa y llana o por la desinformación".
Ilustró esta afirmación con el hecho más importante, en la medida
en que afecta a la estabilidad del mundo en el momento actual: la
invasión a Irak. Recordó las motivaciones que se esgrimieron para
justificarla, como la posesión por parte de Sadam Husein de un
arsenal de armas de destrucción masiva. "Nos hicieron
saber", manifestó el escritor, "que Al Qaeda era
responsable, en conexión con el dictador iraquí, del atentado
terrorista a Nueva York, el 11 de septiembre de 2001". Nada de
eso era verdad, agregó. La verdad, dijo Pinter, está directamente
ligada al papel mundial que Estados Unidos se ha autoadjudicado.
Para
fundamentar sus afirmaciones sobre estos hechos, Pinter se refirió al
pasado cercano, de la política exterior de Estados Unidos a partir
del final de la Segunda Guerra Mundial. En las llamadas guerras de
"baja intensidad", como las que tuvieron lugar en Nicaragua
y otros países centroamericanos en la década de los ochenta y
noventa, murieron miles de inocentes. En el caso del apoyo financiero
y logístico a las fuerzas militares montadas para combatir al régimen
sandinista, Pinter recordó que Estados Unidos había sido el sostén
de la dictadura de Somoza durante 40 años.
La
creación de escuadrones de la muerte, la utilización de mercenarios
para perpetrar actos terroristas, fue una característica de la política
norteamericana para la región. "El apoyo a brutales dictaduras,
no solamente en la región latinoamericana, sino en otras regiones de
Asia y algunos países de Europa como la dictadura militar en Grecia,
causó un sufrimiento a amplios sectores de esos pueblos, similares a
los que se habían condenado cuando eran otros gobiernos quienes los
cometían".
Retornando
a la actualidad, no ahorró calificativos de condena para la
Administración de Bush y el primer ministro británico, Tony Blair, y
se preguntó: "¿Cuántos seres humanos deben morir para que
califiquemos a sus responsables como criminales de guerra?".
Harold
Pinter declaró que el presidente estadounidense, George W. Bush, y el
primer ministro británico, Tony Blair, deberían ser juzgados ante la
Corte Internacional de Justicia por la invasión de Iraq, que fue
"un descarado acto de terrorismo".
"La
invasión de Iraq fue un acto bandido y una demostración de un
desprecio absoluto a las leyes internacionales", sentenció
Pinter, que expresó su indignación ante los crímenes de guerra.
"Hemos
traído torturas, bombas masivas, uranio, innumerables actos de
asesinatos aleatorios, degradación y muerte para los ciudadanos iraquíes
y lo hemos llamado libertad y democracia para Oriente Próximo",
apostilló.
La
muerte fue un tema recurrente en la alocución del escritor y un hecho
que tuvo la extraña particularidad de convertirse en una suerte de
epopeya universal, la Guerra Civil española, culminó su alocución.
Intelectuales, hombres comunes de todo el mundo, sintieron el
imperativo de arriesgar su vida para combatir, con las armas o la
palabra, por la causa de la República, en las Brigadas
Internacionales. Pinter recordó al poeta chileno Pablo Neruda y leyó
un poema alusivo, del libro España en el corazón, en el que
testimonia para una historia que se repetirá en otros lugares:
"Generales traidores, / mirad mi casa muerta, / mirad España
rota".
El
dramaturgo no pudo acudir a Estocolmo por prescripción médica,
informa Lourdes Gómez. Su salud había empeorado y días atrás
ingresó en un hospital de Londres. El dramaturgo David Hare le visitó
el jueves y, según comentó ayer, el Nobel se encontraba mejor.
"Estaba en buena forma", dijo. Amigo personal de Pinter,
Hare presentó la emisión en directo del discurso de aceptación por
un canal de la televisión británica. "Se siente muy agradecido
de la oportunidad que la Academia Sueca le ha ofrecido de decir lo que
quiera", dijo. En 2002 operaron a Pinter de un cáncer de esófago.
La intervención fue un éxito, y el dramaturgo y poeta siguió activo
en los foros político y artístico. Dos esferas de actuación que,
como explicó Hare en su presentación televisada, "están
inescrutablemente mezclados" en la visión del homenajeado.
El
13 octubre volvió a saltar la alarma en torno a la salud de Pinter,
que acababa de festejar su 75º cumpleaños en Dublín. A la puerta de
su casa, el recién nombrado Nobel en literatura daba una imagen patética:
débil, delgado, magullado. Él mismo explicó las causas de su estado
físico al día siguiente: "He sufrido problemas de salud y ahora
camino con bastón. Me resbalé al salir del coche y me golpeé la
cabeza en el pavimento. Estuve cuatro horas en el hospital y me dieron
nueve puntos. Un momento antes disfrutaba en grande de la vida. Al
siguiente pensé que iba a morirme".
De
consecuencias más graves parece una extraña enfermedad que le afecta
a la boca y dificulta su hablar. Pinter habló en el mencionado artículo
de una "misteriosa afección de piel que es extremadamente rara y
que me ha escogido a mí de entre millones de personas para reposar en
mi boca".
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