La
Comisión Electoral iraquí presenta unos resultados que revalidan la
hegemonía de chiísmo político vinculado a Irán
La
difícil apuesta de EEUU en Iraq
Por
Loles Oliván
IraqSolidaridad, 31/01/06
"Pero
más allá de la resolución de la estabilización de Iraq en los términos
de 'seguridad' que pretende EEUU -control militar del territorio con
fuerzas iraquíes adeptas, tutela política, gestión propia de los
recursos económicos y aniquilación de la identidad nacionalista árabe
de Iraq- la faceta política del proceso en curso puede generar
previsiblemente mayores complicaciones si se considera que las fuerzas
que se afirma son mayoritarias, las chiíes de la AUI, no son en sí
una fuerza homogénea con identidad de objetivos. Antes al contrario,
sus dirigentes representan tendencias propias y diferenciadas que
pueden complicar aún más el futuro político del Iraq ocupado."
El
pasado 20 de enero la Comisión Electoral iraquí, establecida para
supervisar las elecciones para una nueva Asamblea Nacional del 15 de
diciembre de 2005, anunció los resultados oficiales que deberán ser
certificados esta última semana de enero [1]. El escrutinio habría
otorgado a la Alianza Unida Iraquí (AUI), coalición de las
formaciones chiíes iraquíes vinculadas con Irán, 128 de los 275
escaños parlamentarios, 18 menos que en las pasadas elecciones de
enero. Asimismo, la Alianza Kurda (del PDK y el PDK, dirigidos por
Talabani y Barzani, respectivamente, presidentes de Iraq y de la región
autónoma kurda), habría obtenido otros 53 escaños (22 menos que en
enero), que sumados a los cinco obtenidos por la Unión Islámica
Kurda, puestos por ésta organización tras las elecciones a disposición
de la Alianza Kurda [2], harían un total de 58 escaños. La lista del
Frente del Acuerdo Iraquí, presentada supuestamente en representación
de la comunidad sunní, habría ganado 44 escaños, que se sumarían a
los 11conseguidos por otra coalición sunní liderada por Saleh
al-Mutlaq. Por su parte, la formación liderada por el ex primer
ministro interino y favorito de la Administración Bush, Iyad Allawi,
habría reducido su representación de 40 a 25 escaños, mientras que
aquélla de Ahmed Chalabi, el ex protegido del Departamento de Defensa
de EEUU y la CIA y desfalcador bancario en Jordania, habría perdido
todos los escaños obtenidos en enero, quedándose sin representación
en la nueva Asamblea Nacional.
Ante
la poco previsible modificación de los resultados por parte de la
Comisión Electoral, que ha evadido resolver las principales denuncias
de fraude presentadas en diversas ciudades y localidades, así como el
recuento de votos reales efectivos, las diferentes formaciones que
participan en el proceso político emanado de la ocupación se han
apremiado a formular en la última semana la arquitectura posible de
este nuevo Parlamento en el que los chiíes de la AUI no podrán
ejercer una mayoría absoluta, por lo que deberán abrir un proceso de
negociaciones previsiblemente largo como ya ocurriera en la última
elección de enero de 2005, a fin de establecer una nueva Asamblea
Nacional tal y como estipula la Ley de Administración Transitoria
(LAT) de Paul Bremer (2003), todavía vigente en el Iraq ocupado.
Ambiguo
balance para EEUU
Públicamente,
la Administración Bush, así como los medios políticos occidentales,
en general han aplaudido formalmente el proceso electoral, muy
especialmente porque en esta ocasión la participación de formaciones
asignadas a la confesión sunní permite presentar una representación
mínima de esta comunidad iraquí y abrir con ello la vía a la
representación democrática de todas las confesiones y etnias de Iraq
en tono acorde con el principio neocolonial que nutre el discurso
estadounidense. Sin embargo, ni EEUU ni sus aliados occidentales y árabes
han podido ocultar la preocupación de que esta democracia por cuotas
confesionales que se ha impuesto al Iraq ocupado ha otorgado un
triunfo no absoluto pero si determinante al chiísmo pro-iraní que
representan las corrientes del Consejo Supremos de la Revolución Islámica
en Iraq (CSRII) y al-Dawa, las dos principales fuerzas de la AUI.
Ello, junto al fracaso militar en que ha derivado la actuación de las
fuerzas de ocupación extranjeras y sus criaturas de la Guardia
Nacional y la policía iraquíes frente a una resistencia nacional
cada vez más hegemónica en las principales ciudades del país, ha
intensificado por parte de EEUU la búsqueda de canales de comunicación
con sectores de la resistencia, en lo que supone un reconocimiento
explícito de su imposibilidad de seguir dando contenido al proceso
político de la ocupación sin que los elementos clave de la
resistencia militar iraquí (baazistas esencialmente) se incorporen a
él con ciertas cuotas de poder [3].
Mientras
el discurso de la negociación con la resistencia se enfatiza en la
Administración Bush (como bien recogen los medios de comunicación
estadounidenses y árabes desde hace semanas) las organizaciones chiíes
iraquíes promueven ante EEUU la colaboración de Irán para lograr la
estabilización del país. Los llamamientos populares de las
formaciones chiíes y del influyente clérigo iraní en Iraq Ali
al-Sistani convocando a manifestarse contra el terrorismo-en este
caso, léase contra la resistencia armada- [4], así como la decisión
del gobierno tutelado iraquí de incrementar la presencia de
militantes de las brigadas del CSRII y al-Dawa en las fuerzas de
seguridad iraquíes para combatir a la resistencia en las zonas de
mayor presencia sunní [5], son la expresión del interés de Irán en
promover ante EEUU y a través de sus aliados en el gobierno iraquí
una colaboración en la estabilización de Iraq a cambio de garantizar
otro tipo de acuerdo global que incluya la resolución positiva del
expediente nuclear iraní y la desactivación de la política de
"cambio de régimen para Iraq", además de la definición de
un nuevo status quo tanto en Iraq (prevalencia de un control político
chií frente al retorno del nacionalismo árabe) como a nivel regional
frente a la hegemonía israelí. Las declaraciones de un alto mando
militar estadounidense, el general Mark Kimmitt, en las que reconocía
públicamente que EEUU considera a Irán como un "vecino estratégico"
de Iraq con capacidad de influir y afectar al país [6] subrayan que,
cuando menos, el estamento militar estadounidense podría valorar un
papel de Irán para alcanzar ciertos objetivos comunes en Iraq.
Pero
más allá de la resolución de la estabilización de Iraq en los términos
de seguridad que pretende EEUU -control militar del territorio con
fuerzas iraquíes adeptas, tutela política, gestión propia de los
recursos económicos y aniquilación de la identidad nacionalista árabe
de Iraq- la faceta política del proceso en curso puede generar
previsiblemente mayores complicaciones si se considera que las fuerzas
que se afirma son mayoritarias, las chiíes de la AUI, no son en sí
una fuerza homogénea con identidad de objetivos. Antes al contrario,
sus dirigentes representan tendencias propias y diferenciadas que
pueden complicar aún más el futuro político del Iraq ocupado.
Fisuras
en la coalición chií
La
prensa internacional ya se hacia eco a mediados de enero de las
fisuras internas que la designación de un nuevo primer ministro habrían
abierto en el seno de la AUI [7] ante la falta de acuerdo para que
Ibrahin al-Yafari, el actual primer ministro y candidato de al-Dawa
fuera ratificado en su puesto frente al candidato del CSRII, el actual
viceprimer ministro, Adel Abdul Mahdi. Un tercer candidato,
representante del Partido Fadhila, incluido también en la Alianza chií,
Nadim al-Yaberi, ha presentado formalmente su candidatura al puesto.
Sin embargo, las disputas por la designación del primer ministro
reflejarían desacuerdos más profundos en torno al modelo de sistema
de gobierno que cada una de las más relevantes facciones de la AUI
promueve para el futuro de Iraq. Así, mientras el CSRII persigue la
creación y consolidación de un Estado federal en el que se cree una
extensa y poderosa región autónoma al sur del país de componente
chií que incluya a Basora como capital y que albergue los recursos
petrolíferos de Nayaf y Kerbala, al-Dawa se mostraría partidario de
favorecer el mantenimiento de un Estado centralista con un gobierno
fuerte de mayoría chií que mantuviera en los resortes del poder el
equilibrio entre las diferentes regiones para garantizar la unidad
territorial. Ello, abundando en los intereses estratégicos de Irán
en Iraq, chocaría de lleno no obstante con las pretensiones kurdas
-necesarios socios en la nueva configuración del poder en Iraq- de
consolidar su autonomía en el norte del país.
A
ello se suma la nada desdeñable circunstancia de que la formación
que lidera el clérigo chií Muqtada al-Sader, que se presentó a las
elecciones dentro de la AUI, ha doblado muy significativamente sus
resultados, lo que supone que podría obtener un peso significativo en
la composición del nuevo gobierno iraquí. El grupo de al-Sader ya
controla al menos tres ministerios iraquíes y podría llegar a
obtener otros más [8]. Al-Sader, que ha mantenido una posición de
rechazo y combate públicos a las fuerzas de ocupación, ha
participado no obstante en el proceso político emanado de aquella y
ha resultado ser una fuerza que, a pesar de haber reiterado críticas
contra el CSRII y al-Dawa por su influencia iraní, ha dado muestras públicas
de una aproximación a Irán cuando sus dirigentes declararon hace
escasas semanas que sus bases del Ejército del Mahdi estarían
dispuestas a defender a Irán en caso de un ataque estadounidense
contra este país tras el encuentro de una delegación de esta formación
política con el gobierno de Teherán. Paralelamente, representantes
sadristas siguen reivindicando la unidad de acción de los iraquíes más
allá de las diferencias confesionales, lo que sitúa al menos
formalmente a al-Sader lejos de las otras dos grandes formaciones chiíes
iraquíes.
Por
tanto, lejos de constituir un referente homogéneo, el componente político
chií en la política del Iraq ocupado está cada vez más expuesto a
sufrir fisuras y escisiones derivadas no tanto de sus posicionamientos
ideológicos como del papel que sus dirigentes aspiran a ejercer en el
control de los importantes intereses económicos y políticos que
representan dentro de las diferentes ramas del chiísmo asociadas en
mayor o menor grado con Irán.
Lo
que parece cada vez más evidente es que la estrategia de los
ocupantes de promover la fractura social mediante la exacerbación de
las dimensiones confesionales y étnicas iraquíes se ha vuelto en su
contra. Muy especialmente porque habiendo favorecido el discurso
disgregador confesional ha potenciado a los grupos que históricamente
han recibido su aliento y/o su financiación de Irán. En el
controlado proceso político instaurado por la propia ocupación han
sido los grupos chiíes adeptos a la influencia iraní [9] los más
favorecidos para gestionar el futuro del Estado iraquí [1o].
Asimismo, las formaciones kurdas iraquíes, que históricamente han
mantenido vínculos políticos y financieros con el régimen iraní,
siguen reconociendo en la actualidad la preeminencia de sus relaciones
con Irán. Este apoyo iraní es la respuesta al acuerdo tácito de que
los kurdos iraquíes no forzarán un Estado independiente de Iraq ni
-muy revelador- agitarán a la población kurdo-iraní para que
reivindiquen mayores cotas de autonomía en el interior de Irán [11].
Con
todo ello, los estadounidenses han reforzado consciente o
inconscientemente las pretensiones de Irán en Iraq en una estrategia
que, según algunos analistas [12], combina el apoyo a un sistema
centralizado y confesional con un gobierno fuerte y próximo de mayoría
chií; la preservación de la unidad territorial como medida que evite
la disgregación que, por el contrario, de apoyarse la independencia
del Kurdistán iraquí, podría tener serias consecuencias en el marco
de las reivindicaciones de los kurdos iraníes, además de mantener la
actual línea de lo que se ha denominado "caos gestionable"
[13], que ha llevado a Teherán a apoyar acciones puntuales del
combate contra la ocupación militar pero asimismo a mantener
excelentes relaciones y una fuerte influencia sobre las fuerzas iraquíes
que apoyan a EEUU, como los mencionados grupos chiíes e igualmente
las formaciones kurdas.
No
en vano, Irán no ha desarrollado línea de apoyo alguno a la
resistencia armada iraquí contra los ocupantes, cuyos diversos
componentes -y un fuerte participación baazista- le otorga un marcado
carácter, integrador y nacionalista árabe, que se contrapone
marcadamente con las pretensiones hegemónicas regionales del
confesionalismo chií iraquí o el sometimiento de las formaciones
kurdo-iraquí de Talaban y Barzani a los intereses regionales de EEUU
e Israel, además de a los del propio Irán.
Notas:
1.
La relación de candidaturas de las elecciones de diciembre pueden
repasarse en IraqSolidaridad en: 1.000 días de guerra. Elecciones
bajo ocupación: Listas sectarias y fractura en el campo anti-ocupación.
2.
"Small Kurdish party announces plans to work with larger Kurdish
blocs", RFE/RL Newsline, Vol. 10, No. 16, Part III, 27 January
2006.
3.
Véase en IraqSolidaridad: Carlos Varea: La negociación entre EEUU y
la resistencia iraquí y Gareth Porter: Bush busca la ayuda de sus
enemigos en Iraq.
4.
Al-Zaman, 27 de enero de 2006 y Al-Hayat, 28 de enero de 2006.
Al-Sistani realizó un llamamiento a sus simpatizantes en la plegaria
del viernes "para que ayuden a las autoridades a combatir a los
perpetradores de la violencia". "[...] Aquí, nosotros
tenemos la responsabilidad de ayudar al Estado y prevenir el
terrorismo, reprimirlos y eliminarlos aunque sea dando información
sobre ellos".
5.
Militantes del CSRII y al-Dawa y combatientes de las Brigadas Sadr han
incrementa su presencia en las fuerzas de seguridad iraquíes con prácticas
que ya han sido denunciadas como de limpieza étnica contra población
sunní. A modo de explicación ante tales denuncias, el gobierno iraquí
ha justificado la creación de estas patrullas armadas siguiendo el
modelo de comités populares creados a instancias de la resistencia en
Ramadi y otras zonas del centro del país para combatir a los sectores
extranjeros vinculados a Al Qaeda.
6.
Al-Sharq al-Awsar, 25 de enero de 2006. El militar estadounidense
declaraba igualmente que el gobierno iraní no es fuente de acciones
armadas contra la ocupación en Iraq.
7.
"Iraq's Shi'ites struggling to agree on premier", Reuters,
16 de enero de 2006 y "Shiites poised to dominate first time in
Iraq History", Voa News, 17 de enero de 2006.
8.
"Ballot-box win boosts Iraqi radical", The Christian Science
Monitor, 30 de enero de 2006.
9.
Véase en IraqSolidaridad: International Crisis Group: Los partidos
chiíes de Iraq, ¿'agentes' de Irán?
10.
Véase en IraqSolidaridad: Loles Oliván: Irán en Iraq, una amenaza a
la hegemonía de EEUU | Mahan Abedin: Badr, Irán y los nuevos cuerpos
de seguridad iraquíes | Tom Lasseter: Irán gana influencia y poder
en Iraq a través de las milicias - Paul Martin y Maria Cedrell:
Militares iraníes al frente de los centros de tortura en Iraq.
11.
A comienzos de los años 90 Irán formó parte en una alianza táctica
con Siria y Turquía (los otros dos Estados, además de Irán e Iraq,
que cuentan con población kurda en su territorio) para contener la
emergencia de una entidad kurda en territorio iraquí apoyada y
protegida por EEUU a la sombra del sistema de sanciones contra Iraq.
Para salvaguardar sus intereses estratégicos en el norte de Iraq, Irán
ha jugado a combinar la expansión de sus relaciones económicas con
el Kurdistán iraquí con el despliegue de operativos y el apoyo en
algunos casos de grupos islamistas como Ansar al-Islam. Véase
el informe Iran in Iraq: How much influence? Middle East Report, nº
38, International Crisis Group, 21 de marzo de 2005, p. 19.
12.
Referencia nota anterior.
13.
En expresión de Naser al-Chadirchi, dirigente del Partido Democrático
Nacional, citado en Iran in Iraq: How much influencie?, pág.23.
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