Iraq resiste

 

Masacre de suníes y guerra civil: las huellas digitales del beneficiario

La CIA y un día de cacería en Irak

IAR–Noticias, 24/02/06

Más de cien cadáveres yacían el jueves en la morgue de Bagdad, todos ciudadanos iraquíes de confesión suní, todos muertos a balazos , y la mayoría con signos de haber sido torturados antes de ser ejecutados.

Un procedimiento (el padecimiento antes de la ejecución), que indica no la furia religiosa sino una operación estudiada de exterminio y represalia por parte de fuerzas especiales (comandos encapuchados) que se desplazaron con total libertad, tipo zona franca, por los barrios suníes tras el atentado a la mezquita chií de Bagdad, según relataron testigos a varias agencias.

El procedimiento de los secuestros y ejecuciones también fue sintomático:

La cacería y los secuestros de suníes fue casi simultánea al estallido de los explosivos que destruyó parcialmente la mezquita símbolo de los chiíes, y luego los grupos operativos (los cazadores) se camuflaron en las manifestaciones furiosas de chiíes movilizados por los clérigos aliados de EEUU que integran la mayoría del gobierno iraquí de turno.

Mientras la prensa internacional, "sagaz" como siempre, se concentraba en la destrucción de mezquitas por parte de las turbas furiosas acicateadas por los clérigos chiíes, en una inédita operación de exterminio, más de un centenar de suníes, vinculados o sospechados de ayudar a la resistencia iraquí, fueron cayendo como moscas bajo las balas de los escuadrones de la muerte chiíes entrenados por Israel y EEUU.

Y hay un dato clave a tener en cuenta:

Si bien la mezquita atacada reviste un valor simbólico para los chiíes, en el pasado inmediato se contabilizaron decenas de atentados contra mezquitas chiíes, con miles de muertos y heridos, y no se produjo ninguna reacción o represalia en masa de suníes.

El miércoles –y así está documentado por la propia información de agencias–, la reacción y las manifestaciones fueron inducidas por las distintas facciones y clérigos chiíes que responden al liderazgo del gran ayatolá Sistani, el aliado religioso de mayor peso de Washington, y cuyo papel fue decisivo para contener la rebelión chiíta contra la ocupación estadounidense.

Demasiadas coincidencias, señalan los expertos en Bagdad.

El ataque a la mezquita chií, produjo una inmediata reacción en dos frentes:

A) las turbas furiosas destruyendo mezquitas suníes, y declarando una guerra religiosa.

B) los escuadrones de la muerte exterminando y secuestrando suníes a la luz del día, y con las fuerzas norteamericanas y la policía iraquí mirando para otro lado.

El escenario mostraba un cuadro combinado de "guerra religiosa", y de "violencia generalizada", pero en realidad los únicos que ejercieron la violencia en el Irak del miércoles, fueron los escuadrones de la muerte y las turbas de chiíes que se retroalimentaron en un mismo hecho: el estallido de la mezquita emblemática.

La lectura atenta de la crónica de las agencias internacionales, con los sucesos del miércoles y el jueves, fue desnudando un escenario donde se superponían dos teatros de operaciones: la destrucción de mezquitas suníes, por un lado, y un metódico plan de asesinatos y torturas de suníes que emergía del relato de los propios testigos citados por las agencias.

Mientras las turbas destruían sus mezquitas, ciudadanos suníes eran arrancados de los templos por grupos armados y luego aparecían muertos a balazos en perímetros seleccionados de la capital iraquí.

La ejecución "paralela" a la "guerra religiosa" en las calles, fue realizada con alevosía e impunidad, y sin embargo los titulares destacados de la prensa internacional sólo resaltaron lo que llaman "violencia sectaria" entre grupos religiosos.

En ese sentido, la operación de exterminio selectivo (tipo "asesinatos selectivos" de Sharon) mimetizada en las protestas populares, gozó de total impunidad y pasó casi desapercibida en el contexto informativo.

Los escuadrones de la muerte

Esta semana hubo un encadenamiento de atentados contra barrios e instituciones chiíes que obraron como un clima de preparación para la "gran provocación" activada con el ataque del miércoles a la mezquita emblemática de esa comunidad.

Medios e inteligencia árabes vienen atribuyendo estos ataques a escuadrones de la muerte infiltrados (o mimetizados) dentro de los cuerpos de seguridad manejados por el ministerio del Interior iraquí, cuya operatividad esta controlada por las formaciones confesionales chiíes de al–Dawa y del Consejo Supremo de la Revolución Islámica en Irak.

Esas organizaciones se encuentran bajo el liderazgo de los clérigos y dirigentes chiíes, caso del gran ayatolá Sistani, que colaboraron con la invasión norteamericana, y hoy conforman la mayoría del gobierno iraquí colaboracionista elegido en las urnas.

Con vinculaciones directas con Irán estos escuadrones, reclutados entre las milicias armadas chiíes y entrenados por oficiales norteamericanos e israelíes, mantienen un conflicto armado de vieja data con la resistencia de origen suní conformada por ex integrantes del partido Baas y los cuerpos de seguridad del ex régimen de Saddam Hussein.

Esos cuerpos irregulares, comandos especiales "torpedos", fueron creados con la misión precisa de buscar y exterminar "selectivamente" a los jefes, líderes y cuadros militantes de la resistencia suní y el partido Baas, mediante operaciones clandestinas que recrean tácticas operativas empleadas por el ejército israelí en Palestina y Medio Oriente.

La imbricación con la CIA, el Mossad y la inteligencia británica, de estos grupos es directa, y sus vínculos provienen de la época de la resistencia iraquí en el exilio, cuando el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y otras organizaciones confesionales chiíes operaban conjuntamente con la inteligencia judeo–norteamericana para derrocar o asesinar a Saddam Hussein.

Sus bases operativas y logísticas operaban simultáneamente en EEUU y en Londres, y sus jefes más sobresalientes eran el ex ministro Allawi, el ex "preferido" del Pentágono, Chalabi, y el propio gran ayatolá Sistani.

Hoy la función y misión de esos grupos, reciclados en escuadrones de la muerte, se orienta a la cacería y exterminio de combatientes suníes y a la preparación del clima de "guerra civil" mediante atentados a instituciones y centros religiosos chiíes que luego son atribuidos a la resistencia suní.

Con ese objetivo, dotados de impunidad y de zona franca por las fuerzas norteamericanas y el aparato de seguridad iraquí, esos escuadrones de la muerte actuaron por primera a la luz del día, el miércoles, tras la destrucción de la mezquita chií, realizando una inédita operación relámpago de exterminio de sunies que incluyó el secuestro y la tortura.

Estos comandos especiales, financiados y entrenados por la inteligencia judeo–norteamericana, cumplen para el Mossad y la CIA la misma función que cumple Al Qaeda con el "terrorismo explosivo". En Irak, son los activadores operativos de la "guerra civil".

El resultante de la "cacería" del miércoles son los más de cien cadáveres de suníes que se apilan en las morgues de Bagdad y de otras ciudades.

La CIA y el beneficiario

Para un conjunto de especialistas, está claro que los ataques explosivos contra la comunidad civil y las sinagogas chiítas buscan detonar un conflicto armado entre esa comunidad y la de los suníes, de donde provienen la mayoría de los combatientes de la resistencia iraquí.

Lo que no está claro en la versión de esos especialistas, es el beneficiario político de esos ataques que ya han causado miles de muertos, y cuya efectividad destructiva se favorece por la masividad de sus blancos, principalmente en concentraciones religiosas y templos chiíes.

Hay quienes, como el profesor Chossudovsky, ubican a la CIA como principal ejecutora y organizadora, pero no especifican claramente cual es el objetivo que tendría Washington al promover un enfrentamiento armado entre chiíes y suníes.

En otras palabras, cuál sería el beneficio para Bush y la Casa Blanca, en caso de desatarse una guerra civil en Irak.

En diversos informes el año pasado, IAR Noticias puntualizó que, en un contexto de derrota militar estratégica de EEUU en Irak, con el país en anarquía y con sus tres comunidades principales enfrentadas entre sí por razones políticas, religiosas y económicas, la CIA estaba infiltrando a grupos de la resistencia con la finalidad de profundizar el enfrentamiento entre chiíes y suníes.

El año pasado, el líder espiritual de Irán, el ayatolá Jameini, acusó a la CIA (quien cuenta con una estación local compuesta por 600 agentes) de estar detrás de los atentados a mezquitas y secuestros a extranjeros junto con los británicos y los servicios israelíes en Irak.

Medios árabes y organizaciones internacionales han denunciado el reclutamiento sistemático de marginales y desocupados chiíes por parte de los servicios de inteligencia con la finalidad de alistarlos en "escuadrones de la muerte" contra suníes o en operaciones de secuestros de extranjeros.

Para algunos expertos –en Irak o fuera del mismo– la CIA, los servicios británicos, y el Mossad israelí, infiltran y arman simultáneamente tanto a los "escuadrones de la muerte" que actúan contra los suníes, como a los grupos operativos que realizan los atentados con bombas contra los civiles chiíes.

Es decir, que la inteligencia militar ocupante controla los dos procesos esenciales para el detonante de una guerra civil entre chiíes y suníes con implicación de los kurdos, que también integran los "escuadrones de la muerte".

Este miércoles, las dos operaciones simultáneas (asesinatos y destrucción de templos sunies) trazadas después del atentado contra mezquita chií, aporta consistencia a la versión de que la operación "guerra civil" ya está en marcha en Irak.

Pero ¿cuál es el beneficiario principal de una guerra civil en Irak? ¿Acaso los chiíes y los kurdos?

Ni a los chiíes ni a los kurdos, que ya tienen el control político mayoritario en Irak les conviene una guerra civil que tire abajo la fachada de la "democracia electiva" que los catapultó al poder por encima de la minoría suní.

¿Acaso los sunies son los beneficiarios?

Una guerra civil significa para la resistencia iraquí de origen suní dividir sus fuerzas en dos frentes: contra las fuerzas ocupantes norteamericanas y el aparato de seguridad iraquí, por un lado, y contra las facciones chiítas y sus escuadrones de la muerte, por el otro.

Está claro que a los sunies, una guerra civil con los chiíes, no les beneficia, y, por el contrario, los debilita y distrae sus fuerzas a favor de las fuerzas ocupantes norteamericanas con las cuales hoy combaten en un solo frente.

Entonces, ¿Washington el gran beneficiario?

Para EEUU la "opción militar", intento de control por medio de ataques militares en gran escala, tuvo su entierro en Faluya, donde los tanques, aviones y marines de EEUU, pese a convertir en ruinas la ciudad, no pudieron terminar con la resistencia que emergió más fortalecida de los ataques.

Por otra parte, la "opción democrática iraquí", intento de control por medio de un gobierno títere electo en la urnas y con el aparato de seguridad cipayo iraquí reemplazando a las fuerzas norteamericanas, también fracasó estrepitosamente con la falta de unidad para formar gobierno, la exclusión de los suníes, y la impotencia de la policía y el ejercito iraquí para controlar a la resistencia.

En este contexto, y como ya anticipó IAR Noticias, una "guerra civil" (promovida por los "terroristas de la CIA" infiltrados en la resistencia) conformaría una tercera estrategia de control por medio de la cual Washington intentaría salir del pantano en que se encuentra en Irak.

El primer punto de "aprovechamiento" de una guerra civil prolongada en Irak para Washington se encuentra en el impacto que la misma produciría en el plano internacional.

Con Irak sumido en un conflicto armado entre suníes, kurdos y chiíes, a la administración Bush le sería relativamente fácil operar en el Consejo de Seguridad de la ONU la intervención de una "fuerza multinacional de paz" que tenga a la OTAN como sustento militar.

Algo de eso ya adelantó Talabani cuando durante la Cumbre de la ONU, hace dos semanas, pidió a la Unión Europea que se involucre más para "salvar del terrorismo a Irak".

El plan de Bush

Frente a un Irak desangrado y en caos por una "guerra civil" (y como ya sucedió en Haití) ni Francia, ni España, ni Alemania, hoy países "críticos" a la política militar de ocupación de Irak, podrían negarse a integrar una "coalición de paz", aún sabiendo que detrás de ella se encuentra la mano de Washington y del Pentágono.

En ese escenario, con la guerra civil como telón de fondo, Bush y los halcones seguirían controlando la administración, el petróleo, y los negocios de Irak, mediante un gobierno títere y la supremacía de su fuerza militar sobre la OTAN y las potencias "aliadas".

Una "guerra civil" le serviría a Washington para concretar una intervención extranjera tipo Haití en Irak, y de esa manera sacar a sus tropas del primer plano mediático y fusionarlas en un "ejercito de paz" aparentemente conducido por la ONU y la OTAN, como se sabe, títeres de los objetivos de EEUU.

Medios y analistas árabes, así como autoridades comunitarias y líderes religiosos, vienen sosteniendo desde hace meses que EEUU quiere enfrentar a los chiíes con los suníes para quebrar el frente de la resistencia armada que diezma a diario su ejército de ocupación.

El principio de esta tesis es muy sencillo: si hay un conflicto armado entre la resistencia iraquí de origen suní con los chiíes, se van a reducir al mínimo los ataques diarios y mortales contra las tropas norteamericanas y el aparato de seguridad colaboracionista iraquí.

Un enfrentamiento armado entre sunies y chiíes reduciría considerablemente el poder de fuego que hoy exhibe la resistencia iraquí dado que los sunies deberían dividirse en dos frentes, uno contra EEUU y el aparato de seguridad cipayo y el otro contra los chiíes.

Demás está decir que en un conflicto armado generalizado entre suníes y chiíes se reducirían al mínimo la efectividad y el número de los ataques diarios de la resistencia que los jefes militares estadounidenses estiman entre 50 y 60 diarios.

Una guerra civil para EEUU en Irak significa la salida maquiavélica de "dividir para reinar", en un país que, de cualquier manera, ya se encuentra en la anarquía y en un enfrentamiento de "todos contra todos" y donde ya se registra la presencia activa de combates armados entre chiíes y suníes.

Por otra parte, ante el fracaso de la "opción democrática iraquí", ante la imposibilidad de formar un gobierno sin la legitimación por parte de los suníes, ante la imposibilidad de derrotar militarmente a la resistencia suní, no hay ninguna duda que los jefes y clérigos chiíes van a echar mano de sus milicias (financiadas por Irán) para combatir y derrotar a sus enemigos suníes en "su propio terreno".

Con suníes y chiíes matándose de puerta en puerta, con la muerte indiscriminada de civiles por parte de ambos bandos, Irak ingresaría (de hecho ya ingresó con la masacre de este miércoles y jueves) técnicamente en la calificación de "país en caos".

En este escenario, tendrían que actuar las "fuerzas internacionales de Paz" con la ONU, la OTAN, las potencias europeas, que, como está demostrado hasta el hartazgo, siempre terminan asimilándose a EEUU y a sus políticas de rapiña.

De esta manera, y con una guerra civil desangrando Irak, las fuerzas norteamericanas (y el gobierno de Bush) podrían salir del centro de los ataques y convertirse en "mediadores", antes que en represores.

Y por supuesto, sin retirar los 150.000 soldados estadounidenses y controlando el petróleo y la administración iraquí desde la super–embajada con tres mil empleados instalada en la zona verde de Bagdad.

Una paradoja, matemáticamente posible, del invasor convertido en "fuerza mediadora" con la OTAN y la ONU, que se abre para Washington con chiíes y suníes desangrándose en una guerra civil. Este es el plan, y los hechos ya están a la vista.

En momentos de terminar este informe, Irak se encuentra en estado de máxima alerta y los muertos, ahora chiíes y suníes, se siguen acumulando en las morgues y los hospitales.