Libro
revela cómo Bush, Cheney y Rumsfeld decidieron la invasión e
improvisaron tres años de ocupación no calculada
Entretelones
de la invasión y ocupación bajo la óptica de EEUU (Parte
I)
Por
Ernesto Carmona ()
Argenpress, 19/03/06
A tres años del
comienzo de la invasión de Irak, apareció un nuevo libro sobre la
historia oculta de los entretelones internos de esta aventura imperial
manejada por la troika Bush–Cheney–Rumsfeld, según los autores de
'Cobra II', Michael Gordon, principal militar corresponsal del
New York Times, y el general de marina jubilado Bernard Trainor.
El último fin de
semana marcó el tercer aniversario del comienzo de la invasión
iniciada el 19 de marzo de 2003, cuando EEUU comenzó a lanzar sus
bombas en Irak, mientras miles de británicos y americanos cruzaban
las fronteras del país.
Evidentemente, los
estadounidenses llegaron para quedarse, naturalmente por el petróleo,
porque tres años después la ocupación no tiene un final a la vista.
EEUU anuncio el jueves que lanzó su ofensiva aérea más grande desde
la invasión de 2003. Más de 130.000 tropas de EEUU siguen
desplegadas sin un plan claro para su retiro. El país está arruinado
por la matanza diaria y la violencia y la perspectiva de una guerra
civil es más real que nunca.
Los autores no
cuestionan si EEUU debió o no invadir, porque consideran que
involucra un juicio “político”, pero critican “cómo se hizo la
invasión” que aseguran fue fraguada por la triada compuesta por
George W. Bush, el vicepresidente Dick Cheney y el ministro de defensa
Ronald Rumsfeld, un círculo de hierro que excluyó de la información
y decisiones clave a personajes como la entonces consejera de
Seguridad Nacional Condoleezza Rice y el ex canciller Colin Powell.
Gordon y Trainor, en
una larga entrevista con la estadio de radio y TV Democracy Now, de
Nueva Cork, explicaron que su libro está basado en entrevistas a una
amplia gama de funcionarios, así como en informes clasificados
derivados de interrogatorios a más de 110 hombres de gobierno y
oficiales iraquíes capturados y 600 documentos de ese país.
Gordon estuvo en la
sala de guerra con Tommy Franks, Donald Rumsfeld y varios generales
durante la planificación y ejecución de la invasión. El libro
combina estas experiencias de primera mano con documentos militares
clasificados, así como los resultados de un informe clasificado sobre
opiniones iraquíes sobre la guerra preparado por el Comando Conjunto
de Fuerzas Militares de EEUU.
Tanto Gordon como
Trainor pensaban que Saddam Hussein sería ablandado por George W,
Bush, tal como lo consiguió su padre, y que no irían a Bagdad. Además
explican cómo el líder iraquí escapó de la capital y relatan como
Bush y Saddam se equivocaron recíprocamente respecto a lo que haría
el contrario, tomando iniciativas completamente inadecuadas.
El libro aborda las
preocupaciones sobre el manejo de la ocupación expresadas en mayo de
2003 por John Saber, el hombre más alto de Gran Bretaña en Irak,
apenas cuatro días después de arribar a Bagdad. Y revela que las
cintas de audio hechas oír en la ONU por el entonces secretario del
estado Colin Powell –como parte de su discurso– fueron grabaciones
de oficiales militares iraquíes en que uno dijo 'Estoy preocupado de
que podría haber algo”, pero no se refería a las armas de
destrucción masiva (WNDs) como Powell hizo creer.
Entrevista
en Democracy Now
Amy Goodman y Juan
González entrevistaron a los autores de Cobra II en los estudios de
Democracy Now. Hacia la mitad de la entrevista, Amy Goodman le enrostró
a Michael Gordon conductas antiguas reprobables que compartió con
Jutidh Millar en la creación del mito de las armas de destrucción
masiva. Una confrontación sabrosa e interesante, por decir lo menos.
Las respuestas del
general retirado Bernard Trainor resultan interesantes para conocer a
fondo una aparente improvisación de esta invasión y ocupación, pero
deja un sabor muy amargo su explicación sobre el concepto de “daño
colateral” cuando un blanco puede significar la muerte de 30 seres
humanos que no tienen nada que ver con una guerra decidida por tres
personas (Bush, Cheney y Rumsfeld) contra su país ocupado. Está
decisión de sembrar muertes le compete al secretario de Defensa
Donald Rumsfeld, que tiene la impronta de un asesino despiadado, pero
cuando son sólo 29 los subalternos ni siquiera tienen necesidad de
consultarle. Algún día, el trío debería ser conducido a un
tribunal por crímenes de guerra. Lo que sigue a continuación es la
traducción de lo más medular de la larga entrevista.
–Michael Gordon,
principal corresponsal militar del NY Times, co–autor del libro
“Cobra II: La historia interna de la invasión y ocupación de
Irak', cubrió los conflictos de Irak, Afganistán, Kosovo, Chechenia
y Panamá.
–Bernard Trainor,
teniente general retirado del Cuerpo de Marina, coautor del mismo
libro, fue corresponsal militar del NYT entre 1986 y 1990 y director
del programa de seguridad nacional de la Universidad de Harvard entre
1990 y 1996. Actualmente es analista militar de la cadena NBC.
Amy Goodman: General
Bernard Trainor, ¿puede describir lo que piensa que son los cinco
problemas de la invasión que expone en el libro?
Gen. Bernard Trainor:
Bien, pienso que estos pueden ser resumidos en general como asunciones
erróneas adoptadas en el forcejeo de la planificación. El ataque por
tierra a Bagdad se hizo en tiempo record. Sin embargo, a medida que
avanzaba encontró una resistencia que no se esperaba. Pero si usted
está buscando las debilidades de acoplamiento del proceso, no están
en la operación en sí misma, ni en la invasión en sí misma. Están
en el plan para el fin de la invasión. Y utilizo el término 'plan'
porque mucha gente dice que no había ningún plan para después que
cayera el régimen de Saddam. Pero había un plan. Y el plan era que
los militares de EEUU salieran de Irak lo más rápidamente posible,
dejando a cargo a un gobierno iraquí apoyado por EEUU, presuponiendo
que la infraestructura –infraestructura política y económica–
quedaría en gran parte intacta y que en el período post–Saddam
conseguirían involucrar a la comunidad internacional, a la ONU y a
otros. Esta fue una presunción fatalmente dañada que resultó en un
plan fatalmente erróneo.
Así pues, si usted
está buscando el problema que emergió con la insurrección, aquí
tiene la causa fundamental. Hubo un montón de otros pequeños errores
arrastrados consigo que resultaron ser errores muy grandes: como
desbandar al ejército iraquí sin tener suficientes fuerzas
americanas para continuar la invasión –cortadas de hecho detrás de
las fuerzas que estuvieron involucradas en la invasión– y todas
estas cosas cerraron la ventana de una oportunidad razonable de
estabilidad que existió inmediatamente después de la caída de
Bagdad. Pero esa ventana de oportunidad permaneció abierta sólo por
un período corto de tiempo y se cerró de golpe cuando emergió la
insurrección.
Rebasados
por la realidad
AG: Michael
Gordon, ¿Piensa que la invasión en sí misma fue un error?
MG: Bien, ése es un
juicio político y un juicio político que está realmente fuera del
alcance de nuestro libro. Nuestro libro no es acerca de si debimos o
no debimos haber ido a la guerra. El libro aborda cómo fuimos a la
guerra. Y una cosa que demuestra nuestro análisis y reportaje, como
lo ha dicho el general Trainor, es que en el verano de 2003 –y estoy
embebido con ese período que entonces pasé en Bagdad– pienso que
la mayoría de los comandantes militares de EEUU allí pensaron que
había una ocasión de poner a Irak en un curso mejor para hacer
algunas cosas diferentes sin necesidad de más tropas, pero no teníamos
políticas eficaces para el edificio de una nación y disolvimos el ejército.
Y fue la combinación de todos estos errores lo que creó el ambiente
que permitió ganar tracción a la insurrección.
Juan González:
Michael Gordon, su libro es especialmente crítico del papel del
secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Usted habla de una variedad de
maneras en que él participó directamente en la planificación e
incluso cuando desplegaron las tropas, dirigió al micro–detalle a
los militares, en un nivel sin precedentes. ¿Podría usted hablar un
poco sobre eso y por qué usted es tan crítico del ministro Rumsfeld?
MG: Bien, usted
conoce nuestro libro. El general Trainor y yo, no necesitamos al
secretario Rumsfeld o al general Franks para hacer una investigación.
Sólo presentamos los hechos y oGen. BTuvimos montones de documentos y
muchas entrevistas. Y un hecho que demostramos es que Rumsfeld llegó
al ministerio de Defensa con una agenda preconcebida, el plan de
transformar a los militares estadounidenses. Hay algo bueno en eso. No
estamos diciendo que todo es malo por cualquier medio. Pero él
deseaba crear una fuerza que básicamente podría ser magra y mala
para realizar operaciones mucho más pequeñas, por ejemplo la invasión
de fuerzas que deseaba Colin Powell. Pienso que la fuerza que él juntó
–y él no ordenó específicamente a los generales hacerlo de esta
manera o de otra, pero con su persuasión puso a uno de sus ayudantes
haciendo las preguntas apropiadas, exigiendo ciertos informes y
enviando más abajo sólo los papeles que quería que los generales
leyeran.
Pero básicamente, la
fuerza que él esencialmente estableció para la invasión era
adecuada para la tarea de tomar Bagdad y quedarse allí, aunque hubo
algunos momentos peludos a lo largo del camino, pero completamente
inadecuada para lo que vendría después, usted sabe, el supuesto que
los militares llamaron 'Fase IV', o realmente las operaciones de
posguerra. Fue realmente una presencia dominante. Pero, como usted
sabe, el general Franks, diría yo, estaba sintonizado en la misma
longitud de onda y ambos colaboraron básicamente juntos para el plan.
Una cosa muy interesante es que los demás jefes comunes del staff
fueron marginados en gran parte de este proceso y en cierto aspecto
cortaron a la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, y el
secretario de Estado Powell también fue dejado fuera elegantemente.
La
tríada que decide la vida y la muerte
AG: General Trainor,
usted habla de la troika presidente Bush, vice presidente Cheney y
Rumsfeld tomando las decisiones.
GEN. BT: Eso es
correcto; los tres fueron ensamblados por la cadera, si puedo utilizar
esa expresión. Ellos piensan básicamente de la misma manera y sus
opiniones se convirtieron en realidad. Pienso en el hombre que yo diría
que presidió la troika, pienso que el vice presidente Cheney era muy
influyente en términos políticos. Y ciertamente, el ministro de
Defensa Rumsfeld era el hombre a cargo de ejecutar la política. A
todos los describiría como un círculo cerrado. La consejera de
Seguridad Nacional, Condoleezza Rice; el secretario de Estado, Colin
Powell, e incluso los neoconservadores [neo–cons] que se ganaron
tanto la culpa porque las cosas iban mal. Pero esa gente estaba fuera
del lugar sagrado y privado del presidente, del vice presidente y del
secretario de Defensa. Esos tres pensaban igual y actuaban al unísono.
JG: Pero lo
interesante, en términos del secretario Powell, mientras él no
estaba mucho en el vértice, según su libro, no se opuso tanto a
entrar en Irak. Según conjeturo por sus entrevistas con Richard
Armitage, el pensamientos del canciller fue que la invasión de Irak
debería esperar hasta una segunda etapa, hasta después que el
presidente Bush hubiera construido más apoyo internacional, y eso él
lo vio como algo totalmente aceptable quizás en un período
posterior.
GEN. BT: Bien, pienso
que usted debe ir más atrás y observar la situación que existió.
La comunidad internacional y todas las agencias de inteligencia fueron
convencidas de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción total.
Y esta administración consideró que esa amenaza requería una acción
preventiva porque sino Saddam Hussein iba a hacer estallar un arma
nuclear o un arma química aquí en EEUU –ya que después de 9/11,
se levantó la amenaza del terrorismo amorfo, con los terroristas
consiguiendo productos químico, armas biológicas y, en última
instancia, armas nucleares sin ninguna huella digital nacional impresa
en ellas. ¿Y cómo se ocupa usted de algo como eso?
Esa política aparecía
como el derecho legítimo de defender a EEUU. Tenemos la
responsabilidad de defender a EEUU. Y en este caso, tenemos que
presumir con derecho preferente que los iraquíes proporcionaban
recursos a los terroristas. Y con eso, se convenció a mucha gente. Se
convenció al Congreso. Y se convenció al hombre medio de la calle de
que esto era algo que debería ser hecho. Obviamente, hubo cierta
gente en desacuerdo. Pero el hecho es que el Congreso apoyó el
paquete entero.
La posición del
secretario de Estado no era absolutamente tan cruda como usted la
describe, como esperando una segunda opción. El deseaba dar una ocasión
a la diplomacia. No era que se opusiera a entrar en Irak. Era una
cuestión de sincronización. Y en eso fue que insistió. Ver si podíamos
acrecentar una coalición, mientras la troika sentía que podría
actuar mucho mejor independientemente y que una coalición aparecería
después de la derrota de Saddam Hussein.
Comedia
de equivocaciones
AM: Usted tiene un
artículo en en el New York Times de este último domingo, donde habla
sobre lo que pensaba Saddam Hussein antes de la invasión. Deseo hacer
esta pregunta a Michael Gordon: ¿Cuál era su comprensión antes que
EEUU invadiera? ¿Cómo se preparó Saddam Hussein para eso? Y
entonces, el primer ataque de EEUU contra Irak comenzó en un sitio
donde EEUU esperaba eliminar a Saddam Hussein.
MG: Bien, usted sabe,
una cosa realmente fascinante es el grado en que cada lado leyó mal
al otro. Pienso que Saddam y su régimen leyeron completamente mal la
estrategia política y militar de EEUU, y viceversa, como ahora lo
sabemos. Ambos lados calcularon tan enormemente mal el resultado que
se produciría que ninguno de los dos lados lo anticipó. Pero Saddam
definitivamente sobrevivió y su seguridad interna fue su preocupación
prioritaria.
Saddam tenía motivos
para temer una sublevación chiíta, que era factible desde el fin de
la guerra del Golfo, y quiso precaverse de esa posibilidad. Su
preocupación fundamental por mantener a raya a los chiítas llevó a
decidir un conjunto de medidas que en realidad resultaron totalmente
contraproducente cuando invadieron los americanos. Por ejemplo, no
permitió –bajo pena de muerte– que sus comandantes militares
destruyeran los puentes del sur de Irak sin su permiso explícito. ¿Por
qué? Porque deseaba utilizar esos puentes para someter a los chiítas.
Esto fue muy conveniente para los estadounidenses porque utilizaron
los puentes para llegar a Bagdad.
Y centró su atención
en un enemigo externo que lo tuvo preocupado, algo irónico, porque
fue el mismo enemigo que resaltó el presidente Bush en su reciente
estrategia de seguridad nacional: Irán. Se debe a que Irak e Irán
estuvieron ocho años en guerra, donde cada lado utilizó armas químicas
cara a cara y cada uno disparó misiles a las ciudades del otro.
Estuvieron realmente preocupados por Teherán como cuestión principal
y para el régimen iraquí, los americanos fueran verdaderamente una
amenaza de tercer orden. Ciertamente contaban con que hubiera ataques
aéreos, pensaron que los estadounidenses pudieran invadir el sur,
para quizá asentarse en los campos petrolíferos de Ramallah, pero lo
que realmente no anticiparon –y ahora los sabemos por los
interrogatorios de los militares de EEUU al círculo interno de
Saddam–, no anticiparon que EEUU llegaría a Bagdad de todas
maneras.
AG: Y entonces, EEUU
ataca ¿y qué sucedió en ese primer ataque?
MG: Sí, ése es,
realmente, otro episodio fascinador, y usted sabe, aparte de todos los
temas de política que tenemos en este libro, realmente gran parte del
texto es justamente un grupo de historias y de cuentos muy
interesantes sobre qué sucedió realmente, lo que verdaderamente no
conocemos, porque en gran medida grande esta guerra fue extensamente
cubierta, pero no bien sobreentendida. Por ejemplo, el 19 de marzo el
director de la Agencia Central de Inteligencia George Tenet acudió a
la administración, a la Casa Blanca, y dijo, 'La CIA está 99.9%
segura que tienen a Saddam y a sus hijos escondidos en un sitio fuera
de Bagdad, en las granjas ‘Dora Farms’. Este es el minuto para
golpear'. Y así, el presidente tuvo que hacer la llamada. Ustedes
recuerdan, había un ultimátum de 48 horas para que Saddam Hussein se
entregara y hablara, pero rigurosamente todavía no había expirado.
Estaban esperando que expirara y así, la Casa Blanca estaba tan
interesada en golpear en Saddam que convocó a un golpe por decapitación
para matar a Saddam y pensaban que terminarían la guerra en un soplo.
Entonces, la Casa
Blanca decide a hacer esto: Los pilotos F–117 en Al Udeid recibieron
órdenes de realizar en cuestión de horas una misión breve, realizar
una misión que usted normalmente planifica por días, y consiguieron
el sitio cerca de Bagdad. Era una misión un poco peligrosa, porque
comenzaba a romper el amanecer, y estos aviones de combate son de baja
observación en el radar, pero no son invisibles en el cielo, y
golpearon el lugar exactamente previsto para pulsar el botón. Y
bombardearon. Todos pensaron ¡'Hurray! ¡Conseguimos a Saddam! La
guerra terminó'. Y entonces, un par de horas más adelante, emergió
en la televisión iraquí esa figura misteriosa, leyendo un cierto
discurso usando un grueso par de cristales.
Para entonces yo
estaba en el teatro de operaciones, pero en EEUU, el pensamiento de la
gente y de la CIA, y también lo que pensó la administración Bush,
fue que se trataba probablemente de un doble. “No se ve como Saddam.
Obviamente, Saddam fue muerto o herido en el ataque”, fue lo que
pensó el gobierno americano por largo rato. Bien, ahora sabemos,
porque capturaron e interrogaron a la secretaria personal de Saddam,
que el sujeto era realmente Hussein, quien no estaba cerca de Dora
Faros a la hora del ataque. De hecho, no estuvo por años, y más bien
fue a la casa de su secretaria personal para preparar un discurso al
pueblo iraquí que el mismo escribió. No había teleprompter, ni
tarjetones de apuntador, ni ninguna impresora. Tuvo que leerlo desde
su propia mano porque no pudo hacerlo normalmente. Se pegó a su par
de cristales, de modo que fue realmente Saddam, “vivo y coleando”,
y lejos de cualquier parte cercana al punto de impacto cuando cayeron
esas bombas. En efecto, no solamente Saddam no estuvo allí, sino que
cuando las tropas estadounidenses ocuparon más adelante el sitio y
excavaron para investigarlo allí tampoco había un búnker. No había
nada.
Criminales
de guerra confesos
GA: ¿Quién murió?
MG: Bueno, si usted
bombardea un campo vacío, probablemente los resultados no serán
satisfactorios desde una perspectiva militar. Borraron totalmente el
sitio con los misiles de crucero. No sé quién habrá estado allí en
ese momento, pero si alguien estuvo, indudablemente no sobrevivió.
JG: General Trainor,
una de las cosas que usted sostiene en el libro y quisiera preguntarle
¿si existía una decisión en la voluntad del general Franks de
permitir daño colateral o víctimas civiles, pero la regla era que si
las muertes previstas pasaban de 30 civiles, se requería la aprobación
del propio secretario Rumsfeld?
GEN. BT: Sí, Juan.
Usted sabe, esto realmente no es inusual. Cuando usted define una
lista de blancos, tiene que dar prioridades y asignarles valores. Y
usted tiene que sopesar ese valor del blanco contra otras
circunstancias, que incluyen daño colateral en términos de daño
estructural y de pérdidas de vidas humanas, y usted entonces toma una
decisión en cualquier métrica que desee utilizar y en estos casos
está establecido utilizar la métrica de 30 víctimas civiles para
los blancos de muy alto valor, y entonces usted la aplica su juicio en
un momento específico.
Esto no es inusual, y
déjemoslo; precisamente pienso que con el fin de apreciar el contexto
de una guerra disputada, debemos ir hacia atrás, a la opinión que
tuvimos de un blanco de alto valor llamado Adolf Hitler, si sabíamos
que iba a estar en la conjunción equis en cierta fecha y hora,
rodeado de muchos niños escolares agitando swastikas. Una decisión
así, ¡Si! o ¡No!, tendría que haber sido tomada por el presidente
Roosevelt o por Winston Churchill, si conseguir la destrucción
asegurada de Adolf Hitler valía la vida de los inocentes. Este es un
juicio que sólo tienen que hacer los hacedores de políticas y sus
conciencias. La disposición de los blancos de alto valor en Irak
tiene que ser considerada bajo esa clase de luz.
JG: ¿Y qué hay
sobre la aplicación de la orden de Paul Bremen, en su rol de
autoridad provisional, de disolver las fuerzas armadas iraquíes? A qué
grado llegó la purgar de todo el partido Baathista. ¿A qué grado
llegó esa política de Bremer? ¿Fue aprobada completamente por la
Casa Blanca o el presidente Bush?
GEN. BT: Sí. La política
básica fue usar la infraestructura política –no baathista– de la
función pública, la policía y el ejército de Irak. Policía para
mantener estabilidad y seguridad en el país, servicios públicos para
hacer funcionar la nación, militares para proteger y defender la
soberanía en las fronteras de Irak y también para asistir a la policía
en la estabilidad y la seguridad. Eso fue gran parte del pensamiento
de los los militares de EEUU cuando ingresaron allí y, de hecho,
también formaba parte del pensamiento de la administración. Pero
entonces Paul Bremer tomo la decisión, con esa clase de aprobación
amorfa del ministerio de Defensa, y no tengo ninguna indicación de
que el presidente haya firmado algúna hoja de papel disponiendo el
licenciamiento del ejército.
La administración
dijo, en efecto, que el ejército desapareció por sí mismo, que se
disolvió, que allí no quedó ningún ejército. El negocio era poner
simplemente control al ejército que ya existía y, en cierto grado,
eso fue verdad. Usted sabe, las tropas desertaron sin licencia (AWOL),
abandonaron cuando vieron la guerra encima. Pero habrían podido ser
llamadas fácilmente a regresar.
Y en efecto, incluso
no tuvieron que ser llamados. Volvieron por sus cheques, pero no los
consiguieron y quedaron bastante contrariados. Ahora usted tiene a más
de 300000 parados en las calles, armados de AK–47 y bastante
enojados por estas cosas. Fue una mala decisión, pero estuvo
inspirada en la idea de eliminar la influencia baathista dentro del
gobierno post–Saddam que recién emergía. Y después de estudiar el
maquillaje de los militares a la hora del colapso, resultó que en la
cadena de mando hubo relativamente muy pocos baathistas de línea
dura, quienes estuvieron claramente en la cúpula pero ya habían sido
eliminados.
De este modo, fue un
error terrible, uno de los principales errores que, junto con otros,
trastornaron el panorama cuando en Irak comenzaron a ser restaurados
los servicios preventivos de estabilidad y seguridad. Y la
invencibilidad que los estadounidenses pudieron conseguir en Bagdad en
un par de semanas contra el ejército de Saddam Hussein pudo poner a
un hombre en la luna, pero ahora no pueden evitar el saqueo ni pueden
restaurar servicios como la electricidad y el flujo del agua potable o
proteger los tesoros nacionales. Esto fue visto como una grieta en la
armadura de los americanos invencibles, Mostró que de hecho no eran
invencibles y estimuló el crecimiento de la insurrección. Mucha
gente que expresó apoyo a los estadounidenses que llegaron primero y
los liberaron de Saddam Hussein o gente que se sentaba en la acera
para observar qué pasaba, fue grandemente influida por la ineficacia
de los americanos, en gran parte debida a las erráticas políticas de
planificación de la posguerra, incluyendo la disolución del ejército
iraquí.
Conducta
de la prensa
AG: Usted habló de
algunos errores y ahora deseo abordar la información de los medios,
que ciertamente fue parte del conjunto del paquete generado tras la
invasión. Le pregunto a Michael Gordon sobre ese artículo que
escribió con Judith Miller en la primera página del New York Times
del 8 de septiembre –citado por Dick Cheney cuando acudió a 'Reunión
de Prensa'– donde usted escribió desde el principio, afirmando: 'Más
de una década después que Saddam Hussein decidiera construir las
armas de destrucción total, Irak intensificó su caza mundial de
material para armas nucleares y fabricar una bomba atómica, dijeron
hoy funcionarios de la administración Bush. En los 14 meses pasados,
Irak ha intentado comprar millares de tubos de aluminio especialmente
diseñados, que los funcionarios americanos creen pensados como
componentes de centrifugas para enriquecer uranio. Los funcionarios
americanos dijeron que varios esfuerzos por arreglar el envío de los
tubos de aluminio fueron bloqueados o interceptados, pero declinaron
opinar de donde vinieron o cómo fueron bloqueados citando la
sensibilidad de la inteligencia', ¿Puede usted comentar si esta pieza
realmente seminal que fue citada por la administración, por los
senadores y por los miembros del congreso, concierne profundamente a
la posibilidad bien guardada de repetir una nube de callampas? ¿Su
pensamiento hoy sobre su artículo?
MG: Sí, me alegra
que usted me pregunte por eso, porque fue un episodio importante y,
obviamente, he pensado mucho en ello. A propósito, ése no fue el único
artículo que escribí sobre el tema. También escribí dos otros artículos
que citaban al jefe la Agencia Internacional de Energía Atómica,
Mohamed ElBaradei, diciendo que, en los hechos, no había evidencia,
desde su punto de vista, de que los tubos fueron pensados para propósitos
nucleares, y estos artículos aparecieron bastante antes de la guerra,
al igual que los comentarios de ElBaradei, pero si usted me da un
minuto o dos, explico la situación, porque es importante.
La CIA trajo la visión,
que ahora sabemos fue errónea, de que creyeron que las centrifugas
interceptadas fueron pensados solamente para propósitos nucleares.
Tenían. …y recuerden, esto no fue obra de informadores iraqueses;
esto no es una fotografía de algo que está sucediendo en la tierra
que en lo absoluto no entendemos completamente. Tenían físicamente
esas centrifugadoras. Las habían interceptado en Jordania, tomándolas
en alguna parte para analizarlas.
Somos la nación que
inventó las armas nucleares. Así pues, usted sabe, es una asunción
justa que usted pensara que si tenemos la evidencia física,
ciertamente tenemos maestría nuclear en este país, usted sabe, podrían
diagnosticar para qué fueron pensadas. De todas formas, la CIA adoptó
una postura muy fuerte sobre esto, al igual que algunos de sus aliados
en la comunidad de inteligencia, y esto fue reflejado mientras fue al
Congreso uno de los juicios clave de Estimación Nacional de
Inteligencia. Como Usted lo sabe tan, si usted tomó un lado, lo que
escribió el New York Times u otros escribieron, eso fue el corazón
de la Estimación Nacional de Inteligencia que fue al congreso, fue al
presidente y en esto, usted sabe, ahora que entendemos mejor, es que
mientras ésta era la clase de punto de vista dominante y ciertamente
la visión institucional de la CIA, allí hubo algunas otras opiniones
dentro de la comunidad de inteligencia.
La Defensa –el
departamento de Energía– no convino en que estas centrifugadoras
fueron pensadas para propósitos nucleares. Sin embargo, realmente no
tomó una postura clara en esto, porque también ese mismo
departamento de Energía, que dijo haber considerado el punto de vista
de que las centrifugadoras no tenían propósitos nucleares, convino
en que Saddam intentaba restablecer su programa nuclear por otras
razones. Así, el departamento de Energía tenía un pie en cada
campo. Los expertos del departamento de Estado en la Oficina de
Inteligencia e Investigación fueron la única instancia del gobierno
estadounidense que desafió totalmente la visión de que Saddam
intentaba restablecer su programa nuclear. El departamento de Energía
no la tuvo.
A propósito, aquí
hay una nota de pie de página interesante. El gobierno británico, en
un informe público, más o menos unas semanas más adelante, desafió
la noción de que las centrifugadoras tenían propósitos nucleares,
pero entonces también afirmaron, por otras razones, que Saddam
restablecía su programa nuclear. Así éste era una clase de cuadro
complicado.
No hubo agencia en el
gobierno de EEUU que no haya dicho que Saddam no estuvo implicado en
armas de destrucción masiva (WMD, sigla en inglés). Usted sabe, el
departamento del Estado, aunque resulta estar en lo correcto,
ciertamente en la cuestión nuclear, no resultó estarlo, usted sabe,
no desafió el caso biológico, el caso químico, y voy a ofrecerle
este último pensamiento, y me complace responder a cualquier pregunta
que usted tenga, pero usted sabe, hay un número de casos complicados
de WMD.
Nota:
.- Ernesto Carmona,
periodista y escritor chileno.
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