Los
muertos civiles en Irak
¿Cuántos
son los que fueron?
Por
Juan Gelman (*)
Altercom / Red Voltaire, 12/05/06
El número de civiles
iraquíes que murieron y mueren como consecuencia de la invasión y la
ocupación de Irak es una cuestión que la prensa europea aborda, rara
vez los medios de EE.UU. La Casa Blanca se encarga de minimizarlo:
“Diría que unos 30.000 han muerto como resultado de la incursión
inicial y de la violencia permanente contra los iraquíes”, declaró
W. Bush en Filadelfia el 12 de diciembre del 2005. No aclaró cuántos
fueron víctimas de los terroristas suicidas, cuántos de los
insurgentes y cuántos de las fuerzas ocupantes.
El mandatario
estadounidense se basó, al parecer, en estimaciones del sitio
pacifista Iraq Body Count (IBC), que cuando se escriben estas líneas
contabiliza un mínimo de 34.711 a un máximo de 38.861 civiles iraquíes
ingresados contra su voluntad en la rúbrica “daños colaterales”.
IBC precisa que la cifra va en aumento: 20 cada día hasta el primer
aniversario de la invasión de marzo del 2003, 31 el año siguiente y
36 del 20 de marzo del 2005 al 1º de marzo del 2006
(www.iraqbodycount.net, 9–306). El estudio más sistemático hasta
ahora sobre el tema apareció en la revista médica británica The
Lancet y llega a conclusiones diferentes (29–10–04).
“Según
evaluaciones moderadas, consideramos que un exceso de 100.000 muertes
(de civiles) o más ha tenido lugar desde la invasión de Irak, la
mayoría violentas y producidas por los ataques aéreos de la fuerzas
de la coalición”, señala el equipo multinacional de médicos e
investigadores de la salud pública que encabezara el Dr. Les Roberts.
“El 84 por ciento de las muertes fue producto de las acciones de las
fuerzas de coalición”, agrega el estudio. Y más: “La mayoría
eran mujeres y niños”. Es claro el origen de “la violencia
permanente contra los iraquíes” de la que habla Bush.
El estudio se basó
en entrevistas a 988 familias en 33 poblaciones de todo Iraq elegidas
al azar, se llevó a cabo desde el comienzo de la guerra hasta
septiembre del 2004 y fue, naturalmente, vilipendiado y desmentido por
los halcones–gallina . Pero un vocero autorizado de la derecha
occidental sentó su diferencia: “Se ha criticado la técnica de
esta encuesta calificándola de defectuosa, pero el mismo método fue
aplicado por el mismo equipo en Darfur, Sudán, y en el este del Congo
con resultados verosímiles (The Financial Times, 19–11–04). Les
Roberts es uno de los epidemiólogos más reconocidos del mundo. Colin
Powell y Tony Blair han citado una y otra vez –sin cuestionar su
precisión– las conclusiones de los informes sobre la mortalidad
causada por las guerras en Bosnia, Congo y Ruanda que Roberts, con una
metodología similar, preparó para las Naciones Unidas y otros
organismos.
Investigaciones
posteriores proporcionan datos en la misma dirección. La más
reciente hasta la fecha fue elaborada por Iraqiyun, un grupo
humanitario encabezado por el Dr. Hatim al–Alwani y afiliado al
partido del que fuera presidente interino de Iraq de 2004 a 2005,
Ghazi al–Yawar, elegido a dedo por los ocupantes. Registra 128.000
muertes violentas de civiles iraquíes desde el comienzo de la invasión
hasta julio del 2005 y especifica que el guarismo sólo incluye a las
confirmadas por parientes y amigos de las víctimas y no abarca a las
miles de personas que simplemente desaparecieron sin dejar rastro
(UPI, 12–7–05). La muerte de civiles está explícitamente
prohibida en los Convenios de Ginebra a los que EE.UU. adhirió hace más
de medio siglo. Qué importa eso a un presidente que reclama para sí
la facultad de violar –en nombre siempre de la “guerra
antiterrorista”– más de 750 leyes aprobadas por el Congreso desde
que se sentó en la Oficina Oval (The Boston Globe, 30–4–06).
Ha pasado un año y
medio desde la publicación del estudio del Dr. Les Roberts y su
equipo, lapso en el que no cesó la matanza de civiles en Iraq. El
mismo profesional afirma en un artículo reciente que hoy el número
de víctimas ascendería a 200.000 o más (AlterNet, 8–2–06), es
decir, a un promedio de 175 cada día desde que EE.UU. lanzó la
invasión. Es el precio de la libertad, dicen en la Casa Blanca. Es
curioso que lo paguen sobre todo los presuntos beneficiarios.
Roberts relata que a
fines del 2005 presentó su investigación a unos 30 funcionarios del
Pentágono y comenta: “Uno se me acercó y dijo: «Hemos tirado
alrededor de 50.000 bombas, sobre todo a los insurgentes que se
esconden entre los civiles. ¿Qué [expresión grosera] (sic) pensaba
usted que iba a pasar?»“. Efectivamente, lo que pasa. La proclamada
precisión de los misiles estadounidenses es un mito. Lo real son las
decenas de miles de civiles iraquíes que las tropas ocupantes pasan a
mejor vida y los 34.000 que, según cifras oficiales, están presos y
sometidos a malos tratos tipo Abu Ghraib (The Christian Science
Monitor, 1–5–06).
Si todos esos muertos
hubieran sido insurgentes o terroristas, es inimaginable el canto de
gallo que resonaría hoy en Irak.
(*) Poeta y escritor
argentino (n. 1930). Desde 1976 reside en México, donde llego exilado
por la dictadura militar facista que le arrancó su hijo y su nuera
embarazada. Entre su vasta obra se destacan sus libros: Los poemas de
Sidney West (1969), Fábulas (1971), Hechos y relaciones (1980), Citas
y comentarios (1982), La junta luz (1985), Composiciones (1986),
Interrupciones I y II (1988) y Salarios del impío (1993).
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